En la tarde de
ayer le fue entregado en ceremonia solemne el Premio Nacional de Ciencias
Sociales y Humanísticas 2016 al doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La
Habana en la sala Nicolás Guillén de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña,
sede de la 26ta Feria Internacional del Libro.
Abel Prieto Jiménez, ministro de Cultura, puso en manos de Leal este digno lauro que entrega el Instituto Cubano del Libro, en presencia de Juan Rodríguez Cabrera, presidente de esa institución y otros directivos del sector, en una sala repleta de artistas, intelectuales y personas que admiran profundamente la loable labor a la que ha consagrado su vida el homenajeado: el rescate, conservación y salvaguarda del patrimonio nacional.
Un jurado presidido por la doctora
Ana Cairo concedió el galardón al Historiador de La Habana “Por su aporte a la
transformación humana y a la consolidación de la identidad nacional. Por el
impacto en la conservación y revitalización social de La Habana como ciudad,
junto a su multiplicación al resto de las ciudades del país. Por la labor
pedagógica, no solo a través de una amplia docencia, sino también por su
difusión a través de la radio y la televisión y el intercambio personal”.
María Isabel Domínguez, miembro de
ese tribunal destacó como parte de las palabras de elogio a Leal “su aporte social, el poner
en diálogo, sueño y realidad e impulsar procesos de transformación. Con este
reconocimiento las Ciencias Sociales no solo lo honran, sino que se honran a sí
mismas”.
Al inicio de sus emotivas palabras de
agradecimiento el doctor Eusebio Leal (La Habana, 1942), quien también preside
la Red de Oficinas del Historiador y el Conservador de las Ciudades
Patrimoniales de Cuba, comentó que en momentos como el que vivía, en el que se
hace un inventario de los premios y distinciones alcanzados “uno siente un
cierto reposo interior y no le asaltan ninguna de las dos grandes serpientes
que asechan al pie de todo ser humano: la vanidad y la envidia”.
Seguidamente narró una parte de su
vida, la asociada a su formación laboral e intelectual; su llegada en agosto de
1959, con solo 16 años, al actual Museo
de la Ciudad y su encuentro con el que se convirtiera en su primer y gran
maestro: Emilio Roig de Leuchsenring “junto al cual aprendí el oficio de
trabajar diariamente”, confesó Leal.
Evocó asimismo a muchos otros
notables intelectuales cubanos a los que agradece hoy su apoyo y consejo, entre
ellos a Raúl Roa, Alfredo Guevara, Juan
Marinello, Antonio Núñez Jiménez y al destacado historiador José Luciano Franco.
Aseguró que el desarrollo de su trayectoria
comenzó a partir de “leer los libros, solamente de leer con pasión los libros;
las Ciencias Naturales, la Geografía, la Historia como pasión, la Oratoria como
forma de comunicación huyéndole siempre a la temida realidad de mis
innumerables faltas de ortografía”.
Relató las circunstancias de su
hallazgo del machete de Antonio Maceo y el recorrido que realizara con este por
los cañaverales donde los cubanos trataban de alcanzar los diez millones de
toneladas de azúcar en la zafra de 1970 “y un día comenzó el museo al campo,
allá en Sandino, Pinar del Río”, recordó.
El primer encuentro con Fidel Castro,
su primera visita al Mueso, fue referido también por Leal: ”cuando se despidió
me dijo delante de Chomi « ¿qué necesitas de mí?» y le dije «nada, porque si
empiezo a pedirle usted no volverá nunca»; no le pedí absolutamente nada y
volvería después muchas veces y ahora, cuando ya no está, vuelve en sueños”.
En un momento de su disertación Leal hizo
referencia una de sus más importantes
faenas al frente de la Oficina del Historiador de La Habana:
“¿Qué pude haber hecho yo de mérito?,
bueno, primero recuperar fuentes; la oficina perdió todos sus papeles, hoy
tiene un yacimiento documental patriótico y cubano de decenas de miles; la
biblioteca se quedó con solo un centenar de ejemplares, hoy la biblioteca
Francisco González del Valle es, junto a la biblioteca de la Sociedad Económica
de Amigos del País, una de las más importantes (…) nuestra fototeca tiene más
de doscientas cincuenta mil fotografías…”.
Seguidamente declaró: “Todo lo debo a
mi tiempo y a la Revolución generosa y magnánima; no vio ella mis defectos ni
mis limitaciones, sino que buscó cuanto podía ser útil en mi. Caminé
incansablemente por las calles conduciendo a miles y miles de trabajadores;
conduje a incontables reyes y jefes de estado, los acompañé para mostrarles un
proyecto que no existía”.
Y luego en una absoluta demostración
de modestia manifestó: “Se ha hecho al menos un poco y eso me complace” (…) me complace haber contribuido a todo eso; me
complace también haber comprendido errores y que otros los comprendieran
también”.
En su disertación homenajeó al doctor
Armando Hart Dávalos, a quien se dedica la feria y el cual es, dijo, “un hombre
al que sostienen los principios, al que sostiene Martí”.
Concluyó su intervención el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2016, aseverando: “Ahora cuando el tiempo suena ante mi señalando que es conveniente hacer meditación, reflexión, no me anima nada, no tengo enemigos más que los enemigos del estado, no tengo otra amistad más grande que la patria mía“.
Deje un comentario