Puede afirmarse que Alexis Díaz Pimienta es un caso único en la literatura cubana. Es un decimista consumado, un respetado repentista y teórico del repentismo y también un excelente cuentista, un buen novelista y un destacado autor para niños. Pienso que no queda espacio ni género que este prolífico artífice no haya tocado con la buena fortuna de la calidad. Su hazaña de convertir El Quijote en decimario lo ha llevado a un punto difícilmente superable en el género poético nacional: la décima.
En tiempos de la pandemia del Coronavirus su personaje para niños Chamaquili, carismático, divertido y travieso, llevó mensajes de aliento, esperanza y alegría a los hogares cubanos a través de un proyecto televisual emprendido por la compañía de teatro infantil La Colmenita, bajo la dirección de Carlos Alberto (Tin) Cremata, que la mayoría de las veces disfrutamos en las conferencias de prensa del doctor Francisco Durán, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública.
Muchos desconocen que esta figura de la literatura para infantes ya existía desde hace muchos años, cuando a partir de 2006 la Editorial Abril, comenzó a publicar sus poemarios ¡Chamaquili, Chamaquili!; Buenos días, Chamaquili (2006); Chamaquili en el cuarto de baño (2009); Chamaquili en La Habana (2010); Chamaquili en Almería (2011); ¿Qué me cuentas, Chamaquili? (2013); y Chamaquili en el Oeste (2013), hasta completar más de 20 títulos.
Díaz Pimienta asegura que el surgimiento de Chamaquili y la pandemia como proyecto televisivo tuvo mucho de azar y de encargo. Ni siquiera conozco el pequeño Lucas en persona. Lucas Baños es un niño de solo cinco años, hijo de la actriz Claudia Alvariño y del músico Rene Baños; ambos son grandes amigos míos y ambos trabajan vinculados a La Colmenita, una compañía teatral con la que colaboro hace más de 30 años. Un día Muma, como llamamos cariñosamente a Claudia, me escribió un mensaje por WhatsApp pidiéndome un poema de Chamaquili para explicarle a su niño lo que estaba pasando con el Coronavirus. Y yo, en vez de un poema, le escribí todo un libro. Se lo mandé a ella, ella se lo mandó a Cremata, y Cremata se lo mandó a la televisión. Y pasó lo que pasó. Y en menos de una semana estaban saliendo las cápsulas televisivas con los poemas del libro”.
Según Josefa Brasero, connotada estudiosa de la radio y la televisión cubanas, se trata un fenómeno social que no tiene antecedentes en el medio. En realidad dice su autor, Chamaquili y la pandemia es un libro de poesía infantil que se ha publicado primero en formato audiovisual que impreso. Y yo, como autor, me alegro muchísimo de que haya sido útil tanto para los niños como para los adultos. Tengo constancia de que gran parte del éxito de la campaña de vacunación infantil, por ejemplo, se debió al impacto de mis poemas en la voz de Lucas, al carisma de Lucas, al cariño responsable con el que se hizo todo el proyecto. Yo solo escribí los poemas. El gran mérito es de Lucas, como actor, de Muma como directora, de René como músico, de Cremata, como mago creativo. Ahora solo falta lograr que el libro se publique y llegue a todos los rincones del país, o sea, a manos de todos los Chamaquili de Cuba”.
Este carismático escritor posee varias responsabilidades, entre estas la de director de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada, y Sub-director del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado; además de fundador y director del Proyecto Oralitura, una plataforma multipropósito con la que acerca la tradición del repentismo a la Era de Internet y las nuevas tecnologías; vertiente en la que creó el grupo musical Pimienta.cu, con exitosas actuaciones en varios países. Asimismo, ha producido una profusa obra literaria que ya sobrepasa los 50 títulos.
“Disfruto tanto la literatura que dedicarle todo mi tiempo es uno de los mayores placeres que me da la vida. Aunque por mi vida pública y en continua exposición de la impresión contraria, en realidad soy una especie de monje literario, siempre que puedo estar encerrado escribiendo lo hago. Y no me da pereza escribir en los aviones, en los hoteles, en los trenes, donde sea. Por otra parte, la docencia me apasiona, me siento útil, y disfruto mucho el poder compartir mi experiencia, mis conocimientos, el resultado de mis investigaciones, con tanta gente de tantos países que descubren ahora el potencial de la improvisación poética. En Cuba no lo sabemos bien, o no lo valoramos con exactitud, pero te lo voy a decir sin cortarme un pelo: nosotros tenemos en la Isla a los Rolling Stone del repentismo, a Los Beatles de la improvisación poética; nuestros improvisadores son lo Messi y los Cristiano y los Usain Bolts de la décima; son artistas seguidos, admirados, y tomados como referente por todos sus colegas de habla hispana.
“La importancia del punto cubano añadió no solamente radica en que haya sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco; sino, también, en el prestigio académico y artístico que han generado nuestros improvisadores a lo largo del mundo, sobre todo en las últimas dos décadas”.
En tal sentido enfatizó que nuestras universidades y nuestras instituciones culturales están muy lejos de cumplir con su cometido para que el repentino deje de ser considerado un arte de meros valores antropológicos y folclóricos, para que los repentistas cubanos dejan de ser considerados simplemente portadores de una tradición, y ocupen el en el organigrama cultural y académico del país el lugar que merecen, sin lugar a dudas.
“Un país como Cuba dijo que lleva décadas vanagloriándose de ocupar lugares cimeros en tantas cosas, a veces exageradamente (el mejor ron, el mejor tabaco, la mejor playa, la mejor música, medicina, etcétera: un desproporcionado mejorismo) es curioso y sintomático que no se regocije en altavoz de tener a los mejores improvisadores de habla hispana. Y no hablo de mí ni por mí, por supuesto: Cuba está llena, dentro y fuera de la isla, de improvisadores que despiertan la más alta admiración en todo el mundo cada vez que suena un instrumento y cantan. Es más: en nuestro país siempre se ha criticado frontal o tangencialmente el arte comercial, pero creo que si algún día se abriera una categoría de repentismo en los premios Grammys y los repentistas cubanos ocuparan los primeros lugares, solo entonces ocurriría una renovación de ese tácito contrato admirativo entre nuestras instituciones y nuestras poetas populares. Eso pienso”.
Sobre su sonada versión de del célebre libro de Miguel de Cervantes, Don Quijote; el cual escribió en 2004 a solicitud de los entonces ministros de Cultura de Cuba y España, Abel Prieto y Carmen Calvo, respectivamente, quienes le solicitaron que llevara al verso la colosal obra cervantina, Díaz Pimienta acotó: Esta colosal obra de la literatura española, concebida en verso, como bien dices, fue un encargo, más bien un atraco, pero un atraco del que salí feliz, regocijado y orgulloso. Escribir a cuatro manos con Cervantes, o, mejor dicho, traducir a décimas la prosa cervantina, o mejor dicho aún, ponerle música a la mejor novela de todos los tiempos, es algo de lo que me siento realmente orgulloso. Hace solo dos meses terminé de grabar la versión audiolibro en Madrid, y al releerlo en voz alta, al interpretarlo en voz alta tanto tiempo después de haberlo escrito, fue cuando me di cuenta de la verdadera dimensión de ese trabajo.
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