Durante su visita al fundador y Director Honorario del periódico Por Esto!, Mario Renato Menéndez Rodríguez, y a su esposa Alicia Figueroa, en ocasión de su viaje a Mérida, capital del Estado mexicano de Yucatán, donde en la Galería Mo expuso su muestra titulada El origen, el maestro cubano de las artes visuales Ernesto García Peña —acompañado de su hija Isis Laura—, en una breve explicación sobre su trabajo dijo:
“Me he dado cuenta que contraponer el mundo diferente es bueno porque uno ayuda al otro, parece que la vida es así, lo negativo y lo positivo, la lucha del contrario y pienso que sí, ahora mismo trato siempre de ser un juego también…yo soy muy figurativo y trato de dar soluciones y poner un sentido abstracto en las composiciones e incluso a veces hago un elemento y lo degrado en un objeto muy abstracto y eso es muy sugerente porque a veces no hay que explicarlo todo.
“El amor es fundamental —amplió—, y es curioso a veces hay una situación que me dicen que soy muy erótico, hay quienes no tienen el valor de poner un cuadro mío en la sala, que no es el caso aquí, por ejemplo, son muy valientes. Entonces me dicen que yo soy un pintor para los cuartos. Incluso en varias películas cubanas o novelas, cada vez que me han pedido una obra para el set, la ponen en el cuarto”.
“Yo pienso que sí, hay mucho prejuicio y entonces siempre el arte va a salvarlo todo, el arte, porque evidentemente hay cosas que no son arte, entonces esas cosas molestan, esas cosas no salvan la vida en ningún lugar; entonces, pero cuando hay arte, entonces sí se justifica que tengas un cuadro…yo pienso que el arte lo salva todo”.
Encuentro de García Peña y su hija Isis Laura (a la izquierda) con Mario Renato y su esposa Alicia. Fotos: Cortesía del autor
Palabras de Manuel López Oliva
En las palabras del catálogo de la muestra, bajo el título de Metáforas del deseo y la fiesta, reproducidas en Por Esto! el también prestigioso pintor y avezado crítico de arte, Manuel López Oliva expresa:
Cuba siempre ha sido fuente de riqueza pictórica. La pintura cubana es el resultado de numerosas personalidades que han expresado la relación con la naturaleza; a la vida social, a la cultura y la poética más diversa, símbolos eróticos y oníricos. Por lo tanto, su historia presenta artesanos de diversa índole en quienes la percepción y la intuición, el diálogo entre la mirada del medio ambiente y el peso de las tradiciones, el enfoque crítico y la invención de los lenguajes son la base de las cualidades creativas distintivas de cada firma y modo de expresión. Drama y canciones, la voz apasionada y la característica que denota una sensibilidad especial, el impulso de construir visiones personales y la tendencia a contar a través de la línea, color, material, diseño o suma de procedimientos: a menudo funcionan como propiedades distintivas de tales profesionales de la imaginación.
El caso de García Peña es el del dibujante / pintor cuya técnica expresiva consta de cuatro elementos básicos: dibujo fluido y preciso, la relación espacial entre imágenes, tonos de color resultantes de un estado emocional variable, y ese hedonismo lírico que convierte sus figuras en metáforas del deseo y las celebraciones. Su trabajo siempre ha sido así, independientemente de los períodos inevitables de cambios relativos que ha experimentado, así como de las circunstancias variables en las que se ha desarrollado. El encuentro con el estilo del cubano Servando Cabrera Moreno (quien no fue su maestro, pero indirectamente se convirtió en la inspiración favorita de su exploración del dibujo y la pintura cuando era joven) fue una revelación de espíritu y forma que se convertiría en el principio estético imperante de un estilo que también se nutrió de su compatriota Carlos Enríquez y de Klimt, Matisse y Chagall. Refinamiento en la pincelada, casi un baile de la mano que sugiere y abre sobre el fondo la composición de figuras, transparencias que tiñen el lienzo o el cartón como una textura que se desvanece, gestos fuertes contrarrestados con delicadas pinceladas, Los motivos visuales y la expresión de sentimientos se han articulado constantemente en un ejercicio artístico que de alguna manera se asemeja al trabajo imaginativo de los prerrafaelistas, Los Nabis y el Art Nouveau.
La carrera profesional de García Peña comenzó en la generación que estalló hacia fines de la primera década del proceso cultural fundado por la Revolución Cubana. Estos artistas se formaron principalmente en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán durante la fabulosa década de 1960. Desde un principio se consideraron en deuda con la tradición pictórica moderna del país y al mismo tiempo con la misión de proyectarse con contenidos y motivos que retrataran los mejores valores de su comunidad aventurera e idealista de la época. Quienes lo conocieron en medio de su período de aprendizaje recuerdan que sus bocetos de estudiantes de ballet y notas sobre el entorno natural circundante eran extensiones normales de las clases, y mostró una tendencia hacia el don expresivo “naturalista” que se había vuelto orgánico. Con todos esos elementos, las experiencias grupales de la epopeya nacional, una comprensión íntima de todo lo que le interesaba, así como las referencias pictóricas que eligió, fue capaz de crear una elección estilística adecuada para evocar su compromiso con los temas históricos, memoria personal, los ritmos de la anatomía femenina y ciertas morfologías de hermosas plantas.
Participante de lo que la profesora Teresita Crego denominó “la promoción de 1970” (porque eran pintores e impresores básicamente de fuera de La Habana que se graduaron de la escuela de arte ese año), García Peña trajo consigo ideas propias de las zonas semi-rurales, una forma de pensar que depende de la llamada “conciencia- del hombre sencillo”, así como una marcada tendencia a reflejar el lado bello de la vida. Ese ha sido el motivo que sustenta las diversas series en pintura, litografía, dibujo y artes aplicadas que ha creado, entretejido con la objetivación de su límpida artesanía, su mirada optimista y su sensualidad característicamente marcada.
Cabe mencionar que en la producción artística de García Peña ha habido y simultáneamente aparecen figuras claves de su discurso: caballos con jinetes, representación de hombres y mujeres desnudos, alas y criaturas de la fauna, sutiles actos de amor carnal y fisonomías en llamas integrados en el-es. En todo lo que ha hecho hay conexiones vivas entre la naturaleza y la metáfora, revelación ocular y poesía, morfología lineal y atmósfera cristalina. Siempre basado en un dibujo ágil y seductor que completa con color y movimientos espaciales, Ernesto ha conseguido crear una especie de “sinfonía sin fin” con la que constantemente nos convoca a disfrutar de una parte que le suma, una exposición que resalta uno de los ángulos de su vocabulario “cuasi-ornamental” y esa musicalidad de la línea que muestra y diluye en el lienzo o cartón. Son obras agradables que coinciden con la dimensión apolínea del arte, exhibir aspectos sinestésicos y comunicarse con nosotros a través de la pura sensibilidad. Tampoco podemos ignorar en este artista la posibilidad de interpretar sus imágenes a partir de la teoría freudiana de la líbido reprimida y artísticamente compensada, porque hay suficiente en esos cuerpos femeninos en éxtasis y lujuria atenuada, en esa constante interacción plástica entre masa cromática y luz, en lo que muestra y al mismo tiempo se esconde dentro de superficies claras y ocasionalmente densas.
Para Ernesto dibujar y pintar implican un acto de afirmación y al mismo tiempo de entrega. Aprovechando un método esencialmente ilustrativo donde la descripción es reemplazada por símbolos y los gestos corporales se convierten en señales, ha logrado establecer un panorama ininterrumpido de referencias heroicas (19 luchadores independentistas del siglo XX en lucha contra el colonialismo español, que actúan como encarnación del patriotismo de los cubanos de todas las edades) y erótico (desnudos femeninos y masculinos, solos o en pareja que nos remitan al ámbito de la satisfacción física y emocional), donde las dos facetas semánticas se hacen evidentes como caras de la misma moneda del arte que ha creado.
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