Ernesto Rancaño y Osneldo García, dos grandes artistas visuales


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El fallecimiento de Ernesto Rancaño (53 años de edad) y Osneldo García (90), en el pasado viernes constituye una pérdida enorme para las artes visuales y la cultura cubanas. Quiero rendir unas palabras de tributo a ambos creadores, amigos y excelentes artistas.

Ernesto Rancaño (La Habana, 21 de septiembre de 1968) fue un pintor exquisito y delicado en las formas, hizo del ave colibrí susigno distintivo. El colibrí o zun zun, como también se le conoce, es, de por sí, símbolo de delicadeza y fugacidad y Rancaño supo apresar y utilizar con inteligencia ese expresivo simbolismo.

Su obra se extendió por dos décadas, pues Rancaño solo vivió medio siglo, pero en ese breve tiempo saltó a los primeros planos del arte nacional y fue un artista muy reconocido dentro y fuera de nuestras fronteras. Participó en cientos de exposiciones y Eusebio Leal, mecenas como ninguno, lo reconoció al darle uno de los espacios privilegiados para que constituyera su estudio en un caserón de la Habana Vieja, corría el último año de siglo y milenio anterior.

Se graduó en 1991 de dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y de la Academia de San Alejandro. Rápidamente ascendió en la atención de los públicos y la crítica especializada. La morfología de sus piezas hizo que lo considerara en un catálogo del año 2000, para el que escribí un texto, una suerte de poeta de la imagen, tan estilizadas y cargadas de lirismo me resultaban sus piezas. Fue un pintor y grabador erótico, pero de un erotismo muy sensible, sugerido, nada violento o directo en su propuesta, más bien ceñido a las potencialidades sígnicas del cuerpo femenino desnudo. Hizo piezas en las que el colibrí libaba en las partes erógenas de sus modelos, lo que le daba a la imagen una exquisita connotación lúbrica.

Rancaño también fue un entusiasta compañero de las expediciones o misiones culturales que encabezó Alexis Leyva Machado (Kcho), las que se dirigieron a apoyar zonas devastadas por huracanes en Isla de la Juventud y otros lugares del país, con la expresa intención de que el arte y los artistas se involucraran con las personas damnificadas.

En 2011, me lo encontré trabajando en una pieza significativa de su obra: la imagen del rostro de José Martí conformada por decenas de colibríes de metal pintados de blanco, que está situada en la escalera que da acceso al segundo piso de la Biblioteca Nacional José Martí. En aquella ocasión, conversamos, mientras Rancaño tomaba un descanso de la trabajosa instalación, la que quedará en ese sitio por siempre, pues es de una belleza notable. Creo que fue la penúltima vez que conversamos. 

Recientemente fui invitado a asistir a una breve exposición de piezas suyas en el Palacio de la Revolución, junto a un grupo de amigos y personalidades de la cultura que allí se congregaron junto al Presidente de la República y otros dirigentes. Rancañoestaba ya muy demacrado y las huellas de la enfermedad (cáncer) eran muy visibles. No obstante, recorrió con Díaz Canell muestra y conversó, sentado en una silla que le facilitaron, con los allí reunidos. Sentí ese acto como una despedida y al mismo tiempo como una muestra del enorme respeto que se ganó con su actitud y su arte. Muy cerca estaban sus dos pequeños hijos.

Cuando el pasado noviembre Osneldo García cumplió noventa años de edad, escribí lo siguiente: “Uno de los artistas-historia del arte cubano llega a las nueve décadas de vida creando comoel primer día. Osneldo García, el guajiro de Mayajigua (Las Villas, 7 de noviembre de 1931), vital y laborioso como siempre, recibirá un merecido homenaje en el Museo Nacional de Bellas Artes por el onomástico”. Ayer en la noche recibí la noticia de su fallecimiento, ya esperado por estar muy enfermo y débil. Quiero evocarlo con estas líneas.

Su origen campesino marcó su obra de manera permanente y, aunque Osneldo se permeó de las corrientes internacionales del denominado arte contemporáneo, a partir de sus estudios especializados en el Instituto de Arte de Halle, en la antigua República Democrática Alemana (RDA), esa cosmovisión del campo, nutrida en la infancia y juventud con sus características propias y su manera peculiar de entender los fenómenos vitales, las formas, la sexualidad y el erotismo, lo acompañó hasta el presente.

Interconectados o mezclados como vasos comunicantes, el movimiento o cinetismo, la preferencia por los aparatos o máquinas y lo erótico, pudieran ser los tres núcleos duros en la obra de este artista. Sin embargo, fueron sus abordajes a lo sexual, explícito o sugerido, los que sobresalen por encima de ellos. Fiel a esa línea creativa y temática desarrolló su trabajo, que se extendió por seis décadas ininterrumpidas de infatigable laboreo creativo. En 1959 realizó su primera exposición en el Museo de Bellas Artes, durante el primer año de la revolución en el poder, a la que contribuyó activamente como combatiente del Ejército Rebelde a las órdenes del legendario Comandante Camilo Cienfuegos. Durante su estancia en la Europa del Este, Osneldo expuso en algunas instituciones de la RDA y Checoslovaquia. Hoy suman decenas de muestras personales y colectivas. Otra vertiente de su vida artística fue la de la docencia, recordada en el presente por muchos de sus alumnos devenidos reconocidos escultores.

Sin embargo, a pesar de ser esa obra enorme y reconocida por todos, dentro y fuera de Cuba, no tuvo por casi todo el tiempouna recepción correspondiente en los textos publicados por lacrítica especializada. De igual manera, los premios le llegaron tardíamente, pero al final recibió los más importantes que concede el Ministerio de Cultura a los artistas visuales y, en 2003, recibió el más alto de todos, el Premio Nacional de Artes Plásticas que concede el Consejo Nacional de esa especialidad.Recuerdo muy bien la noche cuando un prestigioso jurado decidió otorgarle el premio y fui a su casa a darle la noticia, Osneldo la acogió con una sencillez y naturalidad impresionantes, era el guajiro de Mayajigua, en su versión adulta, modesto y natural, de toda la vida.

El reconocimiento, respeto y admiración por la obra y la entrega creativa de Osneldo García es unánime y abarca a todas las generaciones de creadores posteriores y contemporáneas con la suya. Dos escultores, uno dos generaciones más jóvenes que la de Osneldo, José Villa, y el otro, Pedro de Oraá, su coetáneo, ambos eminentes artistas, escribieron para el catálogo de la muestra Sexinética, en el Museo Nacional de Bellas Artes,correspondiente con el Premio Nacional, palabras muy elocuentes.

Villa, al evocar a su antiguo profesor de escultura en la Escuela Nacional de Arte, a finales de la década de los sesenta, dice: “En ese contexto armonioso y privilegiado de relaciones, Osneldo era una presencia diferente. Es muy probable que fuera el primer artista problemático, contestatario y difícil que conocimos: en esos años todo con él era una sorpresa, hasta su carro. No obstante, era su trabajo lo que más nos atraía, continuamente polémico y en momentos censurado. Era su obra una propuesta que reinventaba permanentemente su propio proceso de creación. Hoy, desde otra perspectiva, considero que en aquellos años la obra de Osneldo fue la propuesta más original y renovadora de la escultura cubana”. Sólida apreciación de quien después se convirtiera en uno de los más altos y experimentales exponentes de la escultura cubana del último cuarto del siglo XX y hasta el presente. Villa resaltaba en ese breve, pero contundente texto, el carácter provocador de la obra de su maestro, su rigor, su carácter personal e inconfundible y su perenne espíritu a contra corriente.

Pedro de Oraá, a su vez, señalaba en el mismo catálogo: “Quizá como ningún otro escultor en nuestro país, quizá el único, ha comprendido Osneldo García esa urgencia de animación en la escultura para revelar el signo de la época, entre las experimentaciones plásticas que lo expresan y cuyo mayor logro ha sido el cinetismo (…). El cuerpo comunica en su desafiante desnudez toda la potencialidad de su ánima a la tela exánime y la vivifica, la convierte en formas. Es la exaltación suprema de La Forma, libre en su continente pues es suyo el espacio, interior y exterior, el Espacio. El artista ha devuelto a la escultura su esencia antropomórfica. La escultura gestualiza, danza, ya es el Hombre”. Esto, dicho por un reconstructor del espacio como Pedro de Oraá, maestro continental del abstraccionismo geométrico, además de estudioso y crítico de arte con profundos análisis del arte cubano, tiene una connotación mayor. Madera, metales, piedra, telas, cualquier material era utilizable por el maestro Osneldo.  

El arte cubano del siglo XX tuvo en Carlos Enríquez, Wifredo Lam, Umberto Peña, entre otros, a varios cultores de lo erótico, pero en la escultura no había existido (salvo el maestro mayor, Agustín Cárdenas, desde su peculiar súper síntesis de las formas, aunque tampoco lo erótico fue su rasgo definidor), un artista que hiciera del erotismo su tema central. Si en Cárdenas la herencia africana, hibridada con los códigos europeos del arte, modeló una manera muy particular del erotismo de las curvas femeninas, en Osneldo la concepción erótica le venía de su origen campesino y de sus andaduras por el arte internacional en los sesenta y setenta, pero sobre todo de lo primero.

En su trabajo en las piezas de cobre forjado hay un erotismo frontal, directo, sin muchas sugerencias visuales: nalgas exultantes, cópulas vistas sin eufemismos, sexo puro y duro; en cambio, en las telas fue donde encontró Osneldo esa veladura necesaria al buen sentido sugerente de la sensualidad. No se encontraba descaminado Pedro de Oraá en el texto ya citado. En las piezas de telas, cinéticas la mayoría, nuestro artista encontró una nueva manera de recrear su potente erotismo.

Osneldo fue un buen amigo, conversador y muy ocurrente como buen guajiro. Muchas horas dedicamos a conversar sobre varios temas cuando trabajé en el Consejo Nacional de Artes Plásticas, algunas veces en su casa. El documental que el cineasta René Arencibia está realizando sobre su vida y obra deberá ser un buen testimonio de esa existencia dedicada por entero al arte.

Con ambos, desaparecen dos formas diferentes de entender y representar el erotismo visual. Con ambos, el arte cubano pierde a dos creadores y a dos personas de mucha valía. Dejan sustanciales legados para las futuras generaciones de artistas. Mi respeto para Rancaño y Osneldo.


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