Entre una de las más simpáticas anécdotas que unen a Leal y Fidel, contó el Historiador de la Ciudad en este diálogo: “Una vez le llamó mucho la atención un pañuelo bordado que yo llevaba en solemnidades y en un gesto muy suyo se acarició la brava y me dijo: “¿y eso qué cosa es, déjame ver”. Estaba bordado con una L y le digo: “le doy mi lealtad, a cambio de su fidelidad”. Inmediatamente sacó su pañuelo y me lo dio. Lo conservo, me imagino que él conserva el mío”.
Por Fidel entro yo en la Revolución
“Cuando era un adolescente y estaba la lucha en la Sierra Maestra, yo dibujaba mucho entonces, y realicé un cuaderno entero con todo lo que yo imaginaba que había sido el Desembarco del Granma y la lucha de la insurgencia en la Sierra Maestra, recuerda Leal Spengler, quien asegura con emoción que seguir las palabras de Fidel cuando el Triunfo de la Revolución— que a su vez eran compartidas por todo un pueblo—, fue para él un magisterio.
“Tenía muy poco desarrollo intelectual y mucha avidez de conocimiento y esa apertura y esa victoria significaron todo eso. No podía imaginarme que años después, cuando comenzara la restauración del Palacio de los Capitanes Generales, tendría la oportunidad de conocerlo.
En palabras de Leal, esa primera vez junto a Fidel significó el inicio de una aventura muy grande de espíritu.
“Solamente con él y por él entro yo en lo que un amigo ha llamado el torrente y la marea de la Revolución. Él fue quien me llevó porque tuvo la visión amplísima, tempranamente revelada, de que no se podía hacer esa revolución sin contar con esas personas singulares o sin contar con lo que comúnmente no se tenía como la idea de la Revolución”, dice.
“Posteriormente en la vida surgió esa amistad de mí para él y de él para mí”, recuerda con alegría.
Fidel, ante todo un revolucionario
“Fidel es un hombre de altura, un pensador, un hombre que estudia, una criatura totalmente ajena al mundo político que le tocó vivir, como raras excepciones. Un hombre que se prepara, que estudia, que nunca cree suficiente el conocimiento adquirido, que somete a crítica sistemáticamente todo, a tal punto que tú no puedes ir nunca ante él sin estar preparado”, asi define Leal a Fidel.
“Aprendí que él iniciaba las conversaciones y que no se podía improvisar delante de él nada en lo cual uno no tuviese la certeza de que poseía el conocimiento. Llegó a acumular un caudal tal, que no se puede hablar de él sin pensar en su sólida formación cristiana, sin pensar en su sólida formación marxista, en su sólida formación revolucionaria universal. Fidel es ante todo un revolucionario, un hombre que rechaza todo dogma, un hombre que reinterpreta continuamente la realidad y cree en las capacidades del hombre, el internacionalismo, en la vocación redentora de todo revolucionario, eso es lo que lo aproxima y acerca a los mejores valores”.
En Martí, ve Leal el mayor inspirador de Fidel, “porque Martí fue el más agudo intérprete de la realidad de su tiempo, y el más profundo conocedor del cubano”.
Fidel y su visión ante la preservación del patrimonio cubano
“Ni el patrimonio se vende, como afirmó él, y la cultura es lo más importante, como dijo en el memorable Congreso de la UNEAC, afirma Leal ante la pregunta de la periodista Magda Resik.
Como destaca, es llamativo en Fidel la constante necesidad de hacer realidad el pensamiento de Marx de que solo yendo de lo general a lo particular y viceversa se puede alcanzar una visión completa del mundo.
“Estuve con él en muchos viajes al exterior, en el reconocimiento de Hugo Rafael Chávez Frías, en los días angustiosos del Período Especial y en las noches en que como pensador, abogado y hombre de Estado redactó un Decreto Ley. Dio el paso más avanzado sobre la preservación del Centro Histórico, que no se ha dado creo yo en ningún lugar del mundo”.
Fidel en su lugar de trabajo
“Lo vi pocas veces sentado en el escritorio, lo veía marchando en la habitación donde siempre tenía las flores puestas, y los periódicos, y allí en ese sitio escuchaba con mucha paciencia”, así recuerda Leal el espacio de trabajo cotidiano de Fidel. “Muchos creen que hay que oír a Fidel, sí, se le oía mucho, pero él oye mucho también”, resalta.
“Algo que llamaba mucho la atención es que en el lugar donde ponía la mano había un hueco en el porta brazos, provocado por el dedo golpeando mientras escuchaba. Y en aquella resistencia de la majagua que es dura se abrió. Yo decía que era el símbolo de su paciencia para escuchar. Lo conocí así, lo vi así y lo acompañé así”.
Fidel orador
“En un discurso breve de una cuartilla es capaz de decirlo todo. Quiere decir que no necesita del tiempo, más bien ese tiempo lo ha necesitado en una labor pedagógica”, considera Leal.
Según explica Leal, la formación oratoria de Fidel está basado en los clásicos y en el pensamiento latinoamericano, y sobre todo en la palabra electrizante de Bolívar y en la palabra maravillosa de Martí.
Por qué hay que querer a Fidel Castro
Fidel y yo hemos sido grandes amigos, dice Leal. “Lo fue de mi mamá, ella lo quería mucho, y él la quería a ella. Mi mamá lógicamente se permitía hablar con él como yo nunca lo hice en la altitud de sus años”.
Y ese conocedor de Fidel que es Eusebio Leal Spengler asegura que “A Fidel Le gusta todo menos el engaño y la simulación, no le gustan tampoco las omisiones. Con él hay que estar dispuesto a la verdad”.
“Hay que quererlo porque su vida ha sido consagración y ha sido ejemplo. Es un hombre. Yo nunca lo he divinizado, ni lo he convertido en infalible. Yo creo que la lealtad y la incondicionalidad al líder de una revolución están en su culto a la verdad, él se informa, estudia, conoce el mundo y por eso sobrevivió a la revolución universal, hizo la suya y la vio en todas sus etapas“.
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