Evocación a Julius Fucik


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Debilitado por las constantes torturas, a pesar de los terribles dolores que le ocasionaban pérdida de la conciencia, el periodista y escritor checoslovaco Julius Fucik (Berlín, 23 de enero de 1903-Praga, 8 de septiembre de 1943), logró escribir su trascendental texto testimonial Reportaje al pie de la horca, publicado en 1945 y posteriormente traducidos a más de 80 idiomas.

Amante de la vida, de su profesión y de su familia, Fucik fue apresado por la Gestapo la noche del 24 de abril de 1942, y luego de ser golpeado y torturado brutalmente fue ejecutado el 8 de septiembre de 1943 a la temprana edad de 40 años. En honor a su figura, este día se ha consagrado en todo el mundo a homenajear a los periodistas.

En su último texto escrito en la prisión de Pankrác, expresa: “La celda 267 canta. (…). No hay vida sin canto, como no hay vida sin sol”. El manuscrito fue sacado, página por página, enrollada y bien oculta, por un guardia de la cárcel vinculado a la resistencia, quien lo hacía llegar a la esposa del periodista. 

Fucik, quien en 1959 recibió a título póstumo el Premio Internacional de la Paz en 1950, fue miembro del Partido Comunista Checo desde 1921 —ingresó con 18 años de edad— , fuerte bastión en la lucha contra el nazifascismo, y fue redactor de las publicaciones Rude Pravo y Tvorba, con esa orientación política, en las que publicó reportajes sobre temas sociales y culturales. Estudió filosofía en le Universidad de Pilsen y se dedicó desde muy joven a la crítica literaria y teatral y a partir de los años 30 realizó varios viajes a la Unión Soviética. Fruto de esos viajes es su obra documental En la tierra donde el mañana ya es ayer.

Cuando Hitler y su ejército de asesinos invadieron y ocuparon a Checoslovaquia, Julius continuó su labor como promotor y crítico literario pero con seudónimo, dedicado fundamentalmente a recuperar y enaltecer a las figuras más connotadas de la cultura progresista checoslovaca. En febrero de 1941 pasó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista en la clandestinidad.

El valiente intelectual y patriota checo convirtió su encarcelamiento en fértil trinchera de lucha en contra del fascismo. En una de sus partes, el memorable libro apunta: “Allí, durante el interrogatorio [...] no ha quedado más que el simple sujeto y su atributo; el fiel resiste, el traidor traiciona, el burgués desespera, el héroe combate”.

Desde 1968 los profesionales de la prensa en todo el mundo celebran, el 8 de septiembre, y en evocación a Julius Fucik, el Día Internacional del Periodista, a la que Cuba se sumó como parte de la comunidad de países socialistas, bloque que tras desintegrarse en la década de los años 90 motivó que la Unión de Periodistas de Cuba eligiera el 14 de marzo, fecha coincidente con la fundación del periódico Patria por José Martí, para instaurar el Día de la Prensa Cubana. 

Otros países latinoamericanos adoptaron diferentes fechas para homenajear a los trabajadores del sector en correspondencia con sus propias características histórico-sociales. 

Sin embargo, en nuestra ínsula igualmente se recuerda todavía el 8 de septiembre como el día internacional dedicado a los periodistas y a la figura que inspiró esta celebración, de la cual actualmente suele referirse poco en nuestros medios, pero es imborrable emblema de ética, dignidad y valentía para los que ejercemos esta profesión.

Los periodistas cubanos, como expresó Miguel Díaz-Canel Bermúdez durante su discurso al asumir la presidencia de Cuba, junto a los Intelectuales, artistas, y creadores, acompañaremos “siempre en el empeño de que este archipiélago que la Revolución puso en el mapa político del mundo siga siendo reconocido también por su singular modo de pelear cantando, bailando, riendo y venciendo”. 

Fucik fue un hombre de nobles y humanísticas ideas, quien perdió su valiosa existencia por librar a la humanidad del flagelo del nacismo. Así lo demuestra su célebre frase aparecida en su libro: “También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!”.


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