Al pie de la estatua de Carlos Manuel de Céspedes, en la plaza que lleva su nombre, en el Centro Histórico de La Habana, se efectuó el tradicional acto que organiza la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), en vísperas de la efeméride del glorioso alzamiento del prócer cubano en su ingenio La Demajagua, en 1868.
En la ceremonia intervino el Dr. Félix Julio Alfonso, vicedecano del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, quien realizó un recorrido por la historia de la escultura y apuntó que desde los albores republicanos existió el deseo popular de colocar sendas efigies de Martí y Céspedes en dos de las más importantes plazas públicas de la ciudad. La del Apóstol, dijo, fue inaugurada el 24 de febrero de 1905, pero hubo que esperar medio siglo para que la del Padre de la Patria llegara a su destino, en el corazón de La Habana antigua, luego de una ardua lucha por auténticos cubanos, entre ellos, el primer Historiador de la Ciudad, el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring.
Trabajadores de la OHCH, representantes del Partido y el Gobierno de la capital, miembros de la Academia de Historia y de la Lengua de Cuba, y niños de varias escuelas del Centro Histórico habanero, se reunieron ante el monumento de Céspedes, un “hombre de grandes pasiones”, cuya vida “estuvo colmada de sucesos trepidantes, avatares románticos y sueños libertarios”.
Por fin, el 27 de febrero de 1955 se develó la escultura de Céspedes en la otrora Plaza de Armas, nacida de manos del escultor y profesor Sergio López Mesa, autor de una enorme iconografía patriótica. Gracias a fotografías que registran el momento, en la ceremonia aparece el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring observando el instante en que la estatua del rey español Fernando VII es retirada de su pedestal y se coloca la figura del ilustre libertador.
“Fue un domingo, recordó Alfonso, y la estatua se inauguró a las once de la mañana, con una salva de artillería de 21 cañonazos lanzados desde La Cabaña. Una gran bandera cubana cubría la figura de mármol, que fue recogida simbólicamente por cuatro niños y niñas de las escuelas municipales, blancos y negros, como símbolo de la lucha del pueblo cubano por su absoluta libertad e igualdad”, subrayó.
Como cierre del acto que evocó al prócer altivo y desafiante, frente al poder colonial español, los participantes efectuaron la acostumbrada peregrinación hasta la Sala de las Banderas, en el Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales.
Publicado: 9 de octubre de 2017.
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