He llegado a la conclusión de que se hace difícil celebrar o conmemorar todas las efemérides diariamente porque, sumando las de orden político-militar, artístico-literarias, deportivas, científicas, religiosas y de otros orígenes, más, el fechario de las Naciones Unidas y su sistema institucional, así como las tradiciones, hay días de más de diez celebraciones o conmemoraciones montando los planos mundial, continental, nacional, regional y local. De manera que siempre habrá prioridades y también soslayos.
Pero en esta ocasión quiero referirme a celebraciones y conmemoraciones “coloreadas”, muchas veces olvidadas por el ya referido abrumo de muchas, otras veces intencionalmente no mencionadas porque el prejuicio existe y existe también el subconsciente de pensar eurocéntricamente o en color de piel blanca y pasamos por alto cuando de personalidades o de sujetos colectivos de otros colores de piel se trata.
Considero que el Programa nacional contra el racismo y la discriminación racial ha dado pasos sostenidos en sus cinco años de operatividad, y si de su primer subprograma se trata, el de la preservación de la memoria histórica, hay ejemplos valiosos que destacar en cuanto a tarjas colocadas, proyectos de esculturas monumentarias, inmuebles restaurados, cátedras honoríficas, actos conmemorativos públicos, libros, folletos, artículos publicados y divulgación de efemérides en los medios de comunicación social. Esos, son hechos tangibles y ahí están, podemos discutir al respecto, pero ahí están.
La pregunta es ¿Son todos los que están o son todos los que son? La respuesta es negativa, aún se es insuficiente.
Inadvertida rebeldía aborigen
Del primer líder rebelde que reconocemos en nuestra historia, el cacique Hatuey, nos acordamos por una marca de cerveza que llegó a ser en su momento “la gran cerveza de Cuba” producida por la firma Bacardí, porque nos lo mencionan en los textos escolares en su negativa a ir al cielo cuando muera a disposición de las llamas inquisidoras porque allí van los españoles, o por una estación de pasto y forrajes prestigiosa que por demás, cuenta con una base experimental hidrometeorológica: “Indio Hatuey”, nombre que también se usó por una de las estaciones de la cadena de Radio Rebelde durante la lucha liberadora. Lo que casi siempre olvidamos es la fecha del 2 de febrero de 1512 en fue ejecutado cruelmente el cacique, atado a un madero, pasto de las llamas. En esa fecha se celebra a bombo y platillos la fundación en 1514 -realmente debió ser en 1515, pero esa porfía es para otro momento- de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe y ahí la contrariedad: priorizar la acción colonizadora -que por supuesto debe celebrarse al tratarse del onomástico de una de las ciudades más importantes de la isla – pero no debiera pasar casi inadvertida la conmemoración del asesinato del cacique Hatuey, primera fecha reconocida del martirologio de la resistencia aborigen a la conquista.
Ya que hablamos del tema, el 7 de junio de 1533, fecha en que es ejecutado el cacique Guamá tras casi once años de guerra de guerrillas desde 1522 no está en los planes conmemorativos de la Isla de la libertad y debiera estarlo, pues fue el más grande de nuestros caciques. Lo recordamos con un centro turístico matancero así nombrado, la principal heladería de la ciudad de los parques y -¡menos mal!- un municipio de la provincia de Santiago de Cuba, pero no conmemoramos su ejecución a manos de los españoles.
Sin hablar de fechas concretas, porque nada se dice por ninguna vía comunicativa de Guayucayex, Yucaguayex, Caguax, Yatologo o Juan Pérez -así llamado ya producto de la transculturación- esos son nuestros caciques rebeldes, los que dirigieron guerrillas o acciones armadas contra el invasor, no lo hicieron Camagüebax ni Habaguanex, caciques pacíficos que, sin embargo, son recordados por nuestras oficinas del historiador de las ciudades de Camagüey y La Habana, respectivamente, y dejamos para el final, el enfoque de género enfilado al reconocimiento femenino. Anacaona, Tínima, Guarina, Casiguaguas y Casiguaya, nuestras caciquezas rebeldes no parecen merecer un espacio en el martirologio nacional.
Anacaona, que en la vecina isla de Quisqueya se rebeló contra el invasor y que llegó a Cuba junto a Hatuey para seguir combatiéndolos, es recordada solamente por una formidable orquesta femenina que ya es centenaria y patrimonial, fundada en 1922. En nuestra vecina Quisqueya, se le dedica una escultura. Tínima, princesa hija de Camagüebax, dio un ejemplo de rebeldía al negar casarse con un extraño invasor cuando su padre, cacique del Camagüey, arregló el matrimonio de sus cinco hijas con igual número de hijos del conquistador Vazco Porcayo. Tínima prefirió ahogarse en el río que desde entonces la recuerda con su nombre. Está bien llamarle Tínima al río, pero no sé hasta qué punto la sabrosa marca cervecera camagüeyana debiera ser el homenaje a la heroína. Suerte similar corre Guarina, recordada como marca de helado de la extinta Compañía Lechera de Cuba, S.A. que, una vez nacionalizada se convirtió en la Empresa Consolidada de la Industria láctea (ECIL). Recuerdo las pintas de helado Guarina en mis años de niñez y adolescencia.
Casiguaguas, no fue caciqueza, fue una simple mujer en el cacicazgo de Habana, bajo el dominio de Habaguanex, que se negó a convertirse en “encomendada”, aquel régimen de servidumbre semiesclavista de las encomiendas y prefirió lanzarse al río grande de la región con su prole de seis hijos para que ellos tampoco fueran esclavos. Los nativos la homenajearon nombrando con su patronímico al río, pero el homenaje duró poco, los conquistadores llamaron a esa corriente fluvial La Chorrera y después, Almendares, en homenaje al obispo Almendariz.
Casiguaya sí fue caciqueza, y si su esposo fue el gran cacique Guamá, ella fue una gran lideresa que combatió junto a su esposo. Bella mujer además de valiente que cautivó a su cuñado Guaimary, hermano de Guamá pero leal a su esposo no correspondió a los requerimientos amorosos de Guaimary quien, después de cerca de once años combatiendo a los españoles junto a su hermano y cuñada, pudo más en él, el despecho que el honor, y traicionando a ambos, bajó del monte y delató a los españoles el sitio donde acampaban, por sorpresa fueron apresados y conducidos al castillo de San Pedro de la Roca o del Morro, en Santiago de Cuba. Antes de ejecutar a Guamá, lo intentaron con Casiguaya y un cura concurrió a ella con el crucifijo por delante y le comunicó que era tradición cristiana satisfacer el último deseo de la prisionera, ella pidió que le trajeran a la hija, también prisionera, para despedirse de ella. Cumplido el deseo, la abrazó y se lanzó con ella al vacío en franco suicidio diciendo en su lengua materna que de momento no entendieron sus opresores: ¡la mujer y la hija de Guamá no serán ejecutadas por ustedes!
Los ejemplos de valentía femenina de esas mujeres indígenas debieran ser los primeros, por elemental orden cronológico, de los cuales se hablase cuando haya que referirse a la mujer cubana, pero ni siquiera se tienen en cuenta. Tomen nota nuestra Federación de Mujeres Cubanas y el llamado activismo femenino.
Africanos esclavizados
Extremadamente poco se habla en los medios de comunicación social y no se conmemora nacionalmente que en 1533 ocurre la primera rebelión propia de esclavizados negros, o sea, no conjunta con aborígenes -pues en las huestes de Guamá había negros rebeldes- y fue protagonizada por cuatro esclavos en las minas de oro La Caobilla, en la región oriental que practicaron “el paso de jicotea” o sea, trabajar más lento, y fue cruelmente reprimida por las autoridades coloniales: decapitados y sus cabezas expuestas en la plaza pública de Bayamo.
El 27 de mayo de 1727 ocurrió la más grande sublevación de africanos esclavizados que jamás había acontecido en Cuba hasta entonces. Es una fecha que sólo se recuerda a nivel local en la ciudad de Santa María del Rosario con la peregrinación de sus pobladores a la loma de la cruz en recordación del hecho.
El hecho concreto ocurrió en el ingenio Quiebra Hacha propiedad de la familia Chacón y Calvo, del linaje de los condes de Casa Bayona. La fábrica de azúcar y sus cañaverales se hallaban en la jurisdicción de Guanabacoa y fue grande la rebelión, reprimida cruelmente por un regimiento de voluntarios enviado desde la ciudad de La Habana. El ingenio desapareció bajo las llamas y sus propietarios decidieron desistir de su recuperación, a cambio, propusieron a la corona borrar aquella imagen y fundar una ciudad con treinta familias blancas traídas de las Islas Canarias. Así surgió la ciudad condal de Santa María del Rosario, fundada el 21 de enero de 1732.
En 1870 se colocó una cruz en la loma donde fueron masacrados los esclavos sublevados y más tarde se colocó una segunda cruz. “La loma de la Cruz” así la conocen los lugareños y hasta allí peregrinan cada año los habitantes de Santa María del Rosario desde el centro histórico urbano de esa ciudad. Lo realmente llamativo es que ese hecho no debe ser únicamente parte de la historia local de ese espacio, por su significación histórica, el 27 de mayo de 1727 debiera una efeméride del fechario nacional.
Otra gran rebelión de esclavizados ocurrió en las minas de la villa de Santiago del Prado o del Cobre, en las cercanías de Santiago de Cuba.
Los pobladores originarios del Cobre eran aborígenes liberados de las encomiendas y antiguos esclavos africanos que trabajaron en las minas hasta su extinción en el siglo XVII. Liberados, comienzan a trabajar en la agricultura y el comercio, produciéndose un profundo mestizaje étnico afroindígena.
En 1729 el gobernador de Santiago de Cuba decide convertir a los cobreros en esclavos como lo habían sido sus ascendientes y obligarlos a trabajar en las obras de defensa y otros intereses de la corona, provocando la sublevación de estos habitantes y de los esclavos negros y apalencados de los alrededores, hecho acaecido el 24 de julio de 1731.
A la postre, la rebelión resultó victoriosa, la corona reconoció a los cobreros como hombres libres y pequeños propietarios campesinos, a la vez, reconoció la libertad de los esclavos y cimarrones sublevados, que se cumplió de inmediato, aunque, oficialmente, estos derechos no fueron reconocidos hasta 1801. Es significativo que el 25 de julio Santiago de Cuba celebra, como debe ser, el aniversario de la fundación de su ciudad por los colonizadores en 1515 pero ni en esa provincia se recuerda el día anterior, la rebelión de los cobreros el 24 de julio de 1731, que igual que la anteriormente reseñada de Quiebra Hacha, no solo debiera ser parte de la historia local santiaguera y cobrera sino formar parte del fechario nacional.
Casi no se divulga nada, a nivel social, del pardo bayamés Nicolás Morales que organizara y dirigiera una conspiración abolicionista en su ciudad natal en 1795.
De la sublevación de Carlota, el 5 de noviembre de 1843, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, denominó a la misión militar internacionalista en Angola: Operación Carlota que se originó justamente en noviembre de 1975 cuando se cumplían 133 de los sucesos del ingenio Triunvirato y de esa época data la restauración de varias instalaciones e inmuebles de ese ingenio y su conversión en Museo del esclavo rebelde.
Carlota era una africana esclavizada de nación lucumí, que junto a Fermina, Juanita y otras esclavas, organizaron la rebelión en cinco ingenios azucareros de la región matancera, cafetales y haciendas ganaderas con ayuda de líderes hombres, pero, lo más significativo de este movimiento, en mi percepción, es que los hombres estaban subordinados a mujeres, con la cultura machista y patriarcal de la época que abarcaba no sólo a las clases ricas sino también a las capas más bajas de la población. Ello dice por sí solo, se trataba de mujeres de tremendo coraje, pero también de gran inteligencia. Por suerte en le fechario nacional sí está este hecho, la insatisfacción es que más allá de la referencia en la textología escolar y el acto que anualmente se realiza en su homenaje, debiera tenerse más en cuenta, cuando de divulgación de la historia -y con enfoque de género- se trata.
En esa misma década, el 9 de octubre de 1841, una dotación de 50 lucumíes esclavizados que trabajaban como operarios y ayudantes de la construcción en las obras del Palacio Aldama, frente a la Plaza de Marte, en La Habana, se sublevaron contra los abusos de sus explotadores y fueron masacrados en la esquina de la calzada de Monte y Ángeles. El mayor hecho de cimarronaje urbano colectivo que se conoce y del cual se habla muy poco y en pocas ocasiones se conmemora.
Como vemos la resistencia aborigen a la conquista y colonización temprana así como las rebeliones de esclavizados casi pasan por alto cuando de actos conmemorativos, divulgación en los medios y reflexiones históricas se trata, es un déficit aún no superado en una nación construida desde la diversidad. Por lo pronto, hacemos el llamado de atención hacia fechas como el 2 de febrero de 1512, el 7 de junio de 1533, el 27 de mayo de 1727, el 24 de julio de 1729, el 9 de octubre de 1841 y el 5 de noviembre de 1843. De igual manera pedimos rendir los honores que corresponden a los caciques y caciquezas referidos, simiente de la cultura de la resistencia del pueblo cubano y de personalidades como la de Nicolás Morales.
Otras fechas, hechos y personalidades
Por obra consecuente del historiador de la ciudad de La Habana Emilio Roig de Leuchsenring, se redimió por primera vez a José Antonio Aponte Ulabarra, le siguió José Luciano Franco y para 1982, se conmemoró como debiera el 180 aniversario de su sublevación por las autoridades y el Museo Municipal de La Habana del Este. De todas formas, era prácticamente desconocido hasta que en 2012 en su bicentenario se llevó al umbral que merece. Ya está Aponte en la divulgación plena de la historia de Cuba y no es un desconocido. El inicio de la rebelión por él dirigida en 1812, se conmemora en el Camagüey cada 15 de enero, en Holguín se conmemora a Juan Nepomuceno, el líder local de la rebelión y en La Habana no pasan por alto las fechas del 15 de marzo, la sublevación en la capital y el 9 de abril, su ahorcamiento, decapitación y exposición en espacio público de su cabeza y la de sus principales colaboradores. Se ha redimido Aponte y tres nuevos libros sobre ese suceso han aparecido en los últimos doce años.
17 hombres de piel negra y parda recibieron grados de general en el Ejército Libertador Cubano (brigadier, general de división y mayor general) en las tres guerras de treinta años. Un libro de sobre ellos por un colectivo de autores y artículos sobre cada uno a la tinta de la historiadora Lohania Aruca Alonso en las páginas del periódico Cubarte, hacen los honores. Sobre esto nos cabe la insatisfacción de que no se conmemora aún como se debiera a generales imprescindibles como “Guillermón” Moncada, José Maceo, los hermanos Cebreco, Flor Crombet… si bien Antonio Maceo siempre ha estado en el más alto estrado de la nación y a Quintín Bandera se le ha redimido, nunca ha de decirse con creces, pero, sí con la debida atención. Su última morada es un centro cultural sede del Observatorio Social Color Cubano. Aunque, para ser honestos, con nuestra colorida diversidad, hay muchísimos generales mambises de cualquier color, blancos inclusive, de los cuales se habla muy poco, no se divulga su vida, ni su obra y no pocos son aún desconocidos.
Del gran Vicente García, se habla siempre de sus indisciplinas y no de sus valores, sólo le hace justicia su natal ciudad de Las Tunas. De Serafín Sánchez Valdivia, apenas hay discursos fuera de su natal Sancti Spíritus. De José María “Mayía” Rodríguez, “el más virtuoso” como lo calificara Martí también se habla poco. Muchos saben de él sólo que nombra a una importante avenida que atraviesa los repartos Sevillano y Santos Suárez y que es famoso su palacio de los matrimonios, sin embargo, es un imprescindible, aunque habría que señalarle su prejuicio racista frente a Quintín Bandera. La antigua provincia de Oriente aportó en conjunto 22 generales ¿se conocen todos? ¿Y nos bastaría con los generales, acaso los coroneles, comandantes, capitanes y otros heroicos oficiales no cuentan? En fin, el capítulo de los patricios de las guerras de la independencia da tela por donde cortar cuando estamos reclamando conmemorar todo lo posible.
Llegada la república, siempre reclamamos colocar en el lugar que corresponde a los líderes fundamentales en la articulación del movimiento obrero y sindical cubano desde los fundadores de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) Alfredo López Arencibia -uno de los que poco se habla- y Rubén Martínez Villena, hasta los líderes fundadores de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) que la reacción burguesa denominaba en la década del 40 “los tres negros zares rojos”: Lázaro Peña González, Jesús Menéndez Larrondo y Aracelio Iglesias Rodríguez, de los cuales, refiero, que nunca trataron de crear un movimiento obrero racializado, no existió ningún movimiento obrero afrocubano al que algunos desde el actual activismo antirracista hacen referencia, no sé en qué documentación ni realidades se basan ni qué objetivo se persigue con eso.
Lázaro fue dirigente indiscutible de todos los torcedores tabacaleros, sin distingos y después, de toda la clase obrera, de la que Fidel le llamaría “su capitán”. Jesús, líder indiscutible de todos los azucareros, sin divisionismos y lo mismo, Aracelio, entre los portuarios. Eran dirigentes de la CTC unitaria, con un gran sentido de la unión de la clase obrera dirigida por el tradicional partido comunista.
Dediqué en estas páginas de Cubarte, hace poco unas líneas a Gerardo Abreu “Fontán” en su aniversario 93, de él habría que volver a hablar como uno de los que se espera se hable más y se conmemore con más vehemencia su natalicio el 24 de septiembre de 1931 y su asesinato el 7 de febrero de 1958 y hay que decir además, que sobre la lucha clandestina en La Habana, recordemos con justeza al Directorio Revolucionario: José Antonio Echeverría y sus heroicos seguidores de Humboldt 7: los queridos Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado “Machadito”, así como las víctimas de la embajada de Haití. Pero junto a ellos, debemos recordar siempre a los “titanes” del Movimiento 26 de julio en la capital, quienes ocuparon las máximas responsabilidades en el frente de acción y sabotajes en las cabeceras municipales. Además de Fontán, articulador de las brigadas juveniles del movimiento y uno de los jefes de acción y sabotajes de la provincia, Sergio González López “El Curita”, jefe provincial de acción y sabotajes; Arístides Viera González “Mingolo”, coordinador de movimiento en la municipalidad de Marianao; Elpidio Aguilar Rodríguez, coordinador en el término municipal de Bauta; Guido Pérez Valdés, coordinador en el término municipal de Santa María del Rosario; Ángel Ameijeiras Delgado “Machaco”, jefe provincial de acción y sabotaje y los Mártires de Regla del 12 de septiembre, entre otros. Mucho que conmemorar, sólo hablamos de los fundamentales.
O lo hacemos o nos pasa por encima la rueda de la historia
La idea dulce y romántica que es historia solamente hablar de bellas avenidas con luces de neón y abarrotadas de automóviles, construcciones palaciegas, artistas famosos en lujosos cabarets, programas comerciales radiales y televisivos… es una tendencia que no es ni espontánea ni casual. Es innegable que es atractiva, también forma parte de la historia social, siempre que se vea con el ojo crítico que merece, pero, si no conmemoramos y divulgamos todo lo que debe ser primordial en la sustentación de la cultura de resistencia del pueblo cubano y sobre todo, partiendo de la diversidad de tonalidades epidérmicas, orígenes étnicos y enfoque de género, estamos dejando hoyos grandes en la creación de esa cultura general integral a que nos llamara Fidel durante la Batalla de Ideas, de ese sujeto crítico necesario para enfrentar la colonización cultural, la penetración ideológica y la banalidad. O lo hacemos, o nos pasa por encima la rueda de la historia.
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