Los finales de los eventos a los que suelo ir siempre me provocan sentimientos encontrados. Debe ser por el hecho de que todos los finales reducen los acontecimientos que se viven en ellos a simples anécdotas, a la posibilidad de un regreso que puede ser incierto y a la alucinante decepción de que el proyecto conversado a viva voz, o nacido en medio de la euforia creativa que provocan largas horas de conversación, o el degustar de alguna bebida muera sin haber pasado de ser una idea; idea que alguna que otra vez tiene una segunda oportunidad en esta vida y puede se materialice un día no muy lejano.
Para evitar que la oralidad se convierta en la principal fuente de información a la que se ha de recurrir en el futuro, muchos festivales –sean de música o no—recurren a la impresión de catálogos informativos en su etapa previa y a la publicación de sus memorias, que por norma general forman parte del catálogo de la edición siguiente. Todo ello aderezado con los productos colaterales de mercadeo que están a disposición de quien los quiera adquirir todo el año.
Y en el campo de la información es donde comienzan las fallas de esta edición del Festival de Josone. Puedo entender y aceptar que las condiciones económicas no den para disponer de un catálogo, un catálogo mínimo; pero que en la entrada nadie sepa explicarle o informarle a un espectador o grupo de ellos quien es determinado artista o su trayectoria musical es un síntoma peligroso y desestimula a cualquiera.
El ejemplo se remite a la presentación del músico colombiano Yuri Buenaventura. Nadie pudo informar a un grupo de personas acerca de su trayectoria, siquiera se pensó aconsejar la búsqueda en la internet, o tenerla a mano, para dar una respuesta satisfactoria.
Por norma general todos los eventos suelen disponer de un equipo de comunicación interdisciplinario que no descansa y está presto a solucionar cualquier duda o a emitir comunicados en informaciones precisas al instante, incluso tienen previstas ruedas de prensa cada día con determinado invitado. Nuestra cultura aún no llega a ese nivel de exquisitez; ello hace que la realidad juega en nuestra contra.
Revisando agencias, periódicos, reseñas de sitios web y un etc. sigo pensando que fue la primera edición del festival de Josone que tuvo una mayor cobertura periodística en general. Fue impresionante la cantidad de despachos lanzados por Prensa Latina con la sola asistencia del periodista Alain Valdés Sierra. Les comento: en tres días escribió siete reseñas, cuatro entrevistas y cinco reseñas generales; por su parte el periódico El País publico tres trabajos de tres autores distintos, dos de los cuales estaban en Varadero, TELESUR por su parte hizo dos especiales. Y lo mismo hicieron otras agencias de prensa. Cómo fue… lo ignoro… en lo interno las emisoras de radio tanto nacionales como las locales habaneras y los principales sitios digitales le brindaron cobertura suficiente. Mientras tanto la televisión no paso de los cinco minutos generales de cobertura en sus diversos espacios informativos; en todos sus canales.
En la segunda edición la cobertura fue parecida, incluso sin que Prensa Latina tuviera allí un enviado de modo permanente. Si se quiere tener una idea de que pasó o se vivió solo hay que hacer una búsqueda y aparecen las informaciones.
La comunicación lo es todo en estos tiempos y aún no parece importarnos, o no le damos el suficiente valor. La creencia de que la televisión todo lo puede en nuestro entorno debe ser superada. Josone necesita una estrategia de comunicación que vaya más allá del cubaneo; y al parecer el equipo de la EGREM y los que aportan terceros no son jugadores de esa liga.
En este tipo de eventos en el mundo las iniciativas del sector privado pueden pesar, sobre todo cuando fungen como patrocinadores o coauspiciadores del mismo en parte o en todo. Sus aportes definen estrategias de participación y ponen el capital que permite el funcionamiento de toda la infraestructura corporativa del evento. En nuestro caso no es así, la iniciativa privada nuestra es, de acuerdo a las viejas normas de la publicidad nunca en desuso, “digestiva y no proactiva”. Y esa mentalidad no cambiará de un día para otro.
En cuanto a las empresas con algún capital que pudieran invertir ven a la música y los músicos cubanos como algo menor, el hermano pobre, y no al robusto árbol que puede potenciar su producto o servicio.
En un ejercicio de memoria me permito recordar la grabación y puesta en el mercado del disco Exclusivo para Cuba, producido por la gerencia de marcas de la corporación CIMEX en los años noventa. El disco potenció las ventas de las marcas seleccionadas –Ron Varadero añejo y Café Cubita—en un 45% más de lo previsto en todos los mercados a que apelaron. El artista que grabó el disco recibió beneficios profesionales y personales. Una relación bidireccional.
Entonces más que agradecer a emprendedores se les debía convocar, previa licitación, para que participen con una franquicia de su producto por X tiempo y como condición mientras dure el contrato parte de su lucro se reinvierta en el evento; así se hace en Europa y en algunos países de Asia en materia de eventos culturales. Pero se trata de emprendedores no de expertos en el comercio de rescate o en la reventa de alimentos y bebidas. Perdonen mi franqueza que tal vez juzguen descaro.
Creo en el sueño y la apuesta de Issac Delgado de convertir el Festival de Josone en una plataforma cultural y musical importante de Cuba y del continente. Es un sueño que no se logra en tres o cuatro ediciones. Lleva lágrimas, sufrimientos y comenzar una y otra vez; pero también requiere lealtad, inteligencia y mucha creatividad. Hasta el presente ha ido avanzando.
Así las cosas, nunca se explicó a los interesados quién era Yuri Buenaventura, perdón Yuri Bedoya conocido como Buenaventura en homenaje a su lugar de nacimiento… yo estaba ahí. En fin, quien debía responder estaba preocupada por sus seguidores en el FB y no por informar a los bailadores que dieron la media vuelta y se fueron a Dios sabe dónde esa noche.
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