Festival Josone… las ideas crean música o cómo seguir la ruta de algo que no tiene vencimiento.
La ciudad de Cárdenas donde el balneario de Varadero ha sido desde los años sesenta del pasado siglo, el lugar “casi perfecto” para la realización de mega festivales de música en Cuba. Ir a Varadero en los meses de julio y agosto para todos los cubanos es el pináculo de sus vacaciones y otorga un estatus económico y social que, por momentos, parece que solo puede ser superado por hacerse presente en cualquiera de las playas existentes en los cayos que conforman nuestro archipiélago. Pero aún así Varadero es Varadero y eso no admite discusión.
Fue en la segunda mitad años setenta con la nueva división geográfica admirativa, que Varadero adquirió la denominación de municipio dentro de la provincia de Matanzas y comenzó a recibir los beneficios de esa categoría en todos los órdenes.
En la memoria colectiva son recurrentes las ediciones de los años 1965 y 1967; aunque todo el peso de la nostalgia recae en la edición del año 1970 cuando por votación popular se conformó la nómina de los artistas cubanos que participarían en el mismo. En esa oportunidad se reunieron y cantaron en la “playa azul” artistas de unos veinticinco países; lo que convierte a esta edición en la de mayor convocatoria y presencia de naciones, de la que se tenga noticia en un Festival efectuado en Cuba hasta el presente; tanto que fue la primera vez que se pudo escuchar en directo la música que se creaba en un país como la isla de Malta con la presencia de la cantante Mary Merga, de quien nunca más llegamos a tener noticias.
La terna cubana fue amplia y plural, y de alguna manera representaba el gusto musical de todas, o casi todas, las generaciones de compatriotas, aunque se priorizaba la presencia de nuevos talentos.
En los años ochenta, de 1981 a 1986 Varadero volvió a ser el centro de la vida “festivalera del país” con la realización de Festivales en los que su nombre pasó de ser una convocatoria de la canción latinoamericana a ser pasarela de la nueva trova y la nueva canción, extendida más allá de las fronteras naturales de América Latina.
De esas ediciones la más recurrente, obligada y con carácter de perpetuidad en nuestra historia musical será la del año 1983 cuando el cantante venezolano Oscar de León subvierta nuestras vidas y diera otra dimensión a ciertas zonas de la música cubana.
Destacables son también en estos eventos la presencia de grandes figuras como el francés Michel Legrant, los brasileños Chico Buarque de Holanda, Milton Nascimento y Caetano Veloso, y el argentino Fito Páez.
Todos estos eventos fueron organizados en los meses de noviembre y diciembre, por lo que el período estival no formaba parte de la dinámica de este tipo de eventos en nuestro contexto. Para ese entonces el verano no tenía la connotación social y cultural que ha ganado en estos tiempos.
De los años 1986 a 1997 solo se efectuó en Varadero, o en sus instalaciones adecuadas a este fin un solo concierto multitudinario y sería el del cantante puertorriqueño Cheo Feliciano, organizado por la empresa española BYSIDE Producción, la Revista Salsa Cubana y la empresa TURARTE, en el Anfiteatro convocando a no menos de cinco mil personas.
En el año 1998, en pleno auge de la timba, se organiza en el Anfiteatro de Varadero el concierto del llamado Team de la Timba Cubana conformado por las siete orquestas más populares del momento; aunque a título personal debo decir que fue el encuentro de seis de ellas, pues estuvo ausente la Charanga Habanera.
Un primer acercamiento a la importancia del verano para estas citas llegó en el año 2008 cuando Juan Formell apuesta por rescatar la playa de Varadero y sus diversos espacios al organizar el Festival de la Timba cubana, que tuvo como elemento destacado la presencia de la naciente orquesta Havana D'Primera, que no era otra formación que la que había acompañado al cantante Issac Delgado, antes de él decidir radicarse temporalmente en el extranjero.
Para esta cita Formell convocó a importantes músicos, a distintas agrupaciones cubanas de todos los géneros en activo, en la música cubana en ese entonces –recuerdo la presentación a lleno total a las tres de la tarde del cantante David Blanco en el centro comercial Plaza América y la ausencia de público en el lugar donde debían actuar Los Muñequitos de Matanzas por falta de organización-- y se intentó aprovechar cada espacio disponible para el disfrute de los compatriotas que en ese momento veraneaban en aquella ciudad.
La apuesta de Formell quedó relegada al olvido, bien fuera por que no encontró el equipo de organización y producción adecuado o por el hecho de que fue un experimento momentáneo para pulsar el mercado musical cubano a futuro.
De esa fecha en adelante se fueron fraguando diversos intentos de organizar el Varadero festivales en el verano, pero cada uno de ellos respondía a intereses más economicistas y de ganancias puntuales que a un principio de conjugar cultura con economía, y a su vez potenciar a Cuba como destino de un tipo de evento que mueve la friolera de cerca de dos billones de dólares en todo el mundo.
Es decir, ser parte de una industria cada vez más rentable y en crecimiento que involucra a todos los géneros de la música y promueve los valores culturales de las ciudades o pueblos en que se organiza, sobre todo en Europa, donde hay poblaciones de menos de diez mil habitantes que viven del festival que organizan la alcaldía o la gobernación, lo que ha llevado su PIB a ser similar al de grandes ciudades. Y asociado a ello está la oferta turística y sus colaterales.
El intento más serio de acercarse a esta dinámica, será la propuesta del cantante cubano Issac Delgado de organizar un festival con voluntad ecuménica utilizando la impronta internacional de tres géneros musicales: el son, la rumba y el jazz; y tendría presente la importancia del verano para el público cubano y posibles invitados de alto perfil a los que convoca en calidad de amigos, dado su historial profesional.
Issac, en esta propuesta intenta retomar la voluntad musical y cultural que animara a Pablo Milanés en los años ochenta a organizar los festivales de Varadero, a cuya convocatoria responden amigos –recuérdese que en nuestro contexto estas presentaciones no incluyen pago de cache profesional como sí ocurre en el resto del mundo—cuya agenda adaptan y subordinan por el prestigio que tienen muchos de nuestros músicos.
Tres ediciones en cinco años. Entonces vale la pena preguntarse: ha sido válida la apuesta; habida cuenta del cúmulo de dificultades, razones económicas y el paso de una pandemia?
El balance es positivo en cuanto a lo musical y al intento de imponer una marca cubana en un mercado cada vez más competitivo y agresivo, y donde los valores culturales que inspiran nuestra propuesta están en constante cuestionamiento ante la realidad de una industria que apuesta por la estandarización y la realización fácil del producto música, ignorando la visión cultural que muchas veces subyace tras cada una de las propuestas de este tipo de eventos.
Los negativos, los sinsabores y algunas otras aristas llegaran una vez que termine esta primera noche. A esta hora se corren las cortinas.
Deje un comentario