Festival Josone… tras el algoritmo musical cubano contemporáneo.
Se trata de mostrar las interrelaciones históricas y las interinfluencias que desde la contemporaneidad mantienen en concordancia al jazz con la rumba y el son. Son compatibles con la música cubana como sistema, cuanta confluencia hay de ellas en las propuestas que se hacen hoy desde Cuba. Hasta qué punto se entiende la definición hecha por el novelista y ensayista Cubano Alejo Carpentier cuando afirmara que la música cubana, el jazz y la música brasileña son las tres fuentes más influyentes del siglo XX.
Desde su primera edición el Festival Josone asumió como principio explorar los vínculos entre estas tres formas de hacer la música, por lo que la presencia de Los Muñequitos de Matanzas ha sido una constante; lo mismo que formatos de jazz que, van desde lo afrocubano hasta la ejecución de un repertorio más cercano al sonido de New Orleans. En lo referente al campo sonero ha abierto las puertas a lo más selecto de la música popular cubana en un espectro que va –y ha ido—de lo tradicional a lo experimental en el campo de lo popular bailable (algo que hoy en día es bastante raro y que de alguna forma representan las propuestas de Alaín Pérez o el paso del baterista Horacio Hernández con un trío de jazz fabuloso; después nada más bajo ese sol, sin olvidar el peso que tiene la música urbana en nuestra realidad sonora, aunque se ha hecho hincapié en el fenómeno conocido como “cubatón”.
Así las cosas, llama la atención la pobreza del repertorio que se propone al público muchas veces. Si, aunque pueda parecer cruel, muchas de las orquestas o proyectos que se presentan repiten una y otra vez el mismo repertorio que, por años, han defendido mostrando cierta pobreza creativa o eso que se ha dado en llamar “el endogenismo sonoro”.
Cierto es que el público repite y corea lo conocido, pero hasta qué punto es posible y probable el hacer partícipe al bailador de nuevas propuestas.
Anclarse al repertorio establecido, cultivado –llamado clásico—es un privilegio reservado, en nuestro caso, a la Orquesta Aragón, Los septetos Nacional y Habanero, Eliades Ochoa y algún que otro nombre. Si usted se detiene a escuchar los temas de alguno de los antes mencionados descubrirá que siguen siendo los mismos de siempre, pero tienen “ese no sé qué que cautiva”; sorprende a quien lo escucha.
Se lo ilustro con dos ejemplos: en una presentación del Septeto Nacional o de Eliades Ochoa siempre el público es sorprendido lo mismo por un solo de tres, de bongoes o de trompeta.
Hasta qué punto es posible reinventar el mismo repertorio, o enriquecerlo. Afirmo lo anterior porque es doloroso y atormentador ese proceso de asistir a un Festival, concierto o bailable y ser sometido a la misma propuesta una y otra vez que además de extenderse de modo interminable, no deja margen a propuestas interesantes.
Muchas de nuestras orquestas; es decir sus directores y arreglistas fundamentalmente, han olvidado el arte de seducir al público con un solo de piano, o de cualquier otro instrumento. He llegado a pensar que se teme estimular la calidad individual de X músico o instrumentistas.
Abrir o extender el espacio de presentaciones a la ciudad de Matanzas y asociar al teatro Terry al evento es, me atrevo a afirmar, un velado homenaje a una de las figuras de nuestra cultura y en especial de la música nacido en esa ciudad: me refiero al escritor, músico y defensor a ultranza del jazz cubano llamado Leonardo Acosta que naciera en la calle Tirri a dos casas de la poeta Carilda Oliver Labra, en vísperas de su noventa cumpleaños este veinticinco de agosto. Aunque a los pocos meses de nacido fuera trasladado a la Habana, por lo que se le considera habanero.
Una de las grandes injusticias que se cometen hoy en todos los Festivales que se realizan en el país es el olvido al talento que reside, trabaja y crea más allá de la ciudad capital. El habano centrismo se ha convertido en todo un dogma en la cultura musical de estos tiempos, lo que reduce la posibilidad de escuchar, valorar y promover el trabajo que se hace más allá del muro del malecón.
Cierta es la presencia en esta edición del Septeto Santiaguero, que forma parte del catálogo de la EGREM, pero un palo no hace monte. Valdría la pena preguntarse si la EGREM, que es la organizadora del evento y su catálogo cubre casi todo el territorio nacional, no tiene interés en promover o difundir sus talentos. La industria de la música tiene hoy, como presupuesto principal, la presentación en directo de los músicos ante los avatares que sufre la industria del disco; y Josone puede ser la primera vitrina para mostrar sus propuestas. No en balde dice un viejo axioma del comercio que “lo que no se anuncia no se vende”; y personalmente pienso que la EGREM es muchos más que el Septeto Santiaguero.
La realidad económica y la necesidad de la rentabilidad son principios claves de la industria musical contemporánea, pero hasta donde llega mi modesto conocimiento de la misma, sé que muchos festivales en el mundo convocan a músicos cubanos desconocidos aquí y les proporcionan un espacio como plataforma de lanzamiento.
Entender el Festival Josone implica tomar conciencia de que no siempre todo el talento que se quisiera convocar está disponible. El verano es el momento en que muchos de nuestros músicos relevantes están cumpliendo contratos, fundamentalmente en Europa. Eso lo sabe por experiencia propia Issac Delgado, su presidente; pero aún así apuesta a que en un futuro, estar en cuba y presentarse en Josone sea una prioridad para muchas formaciones y proyectos musicales.
Para hacer valer el algoritmo musical cubano de estos tiempos es obligado pensar en atraer a muchos de nuestros músicos residentes o radicados en el exterior que gozan de altos niveles de convocatoria o tienen amplios segmentos de seguidores, algunos desconocidos por bailadores, amantes del jazz o de la rumba. No solo dará prestigio, también abrirá las puertas al intercambio de información musical o la realización de proyectos ocasionales de amplio impacto cultural y social.
Esos “ven tú” son también una forma de enriquecer el evento y mostrar al público que hay mucha rumba, son y jazz cubano del que conocemos e imaginamos.
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