Fidel hace 60 años: Para que la ANAP sea un pilar de la Revolución


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Campesinos;

Estudiantes;

Visitantes;

Señoras y señores:

Hoy 17 de mayo conmemoramos una fecha que tiene para nosotros un significado histórico.  Es importante el día de hoy por varias razones.  Primero:  un día como hoy cayó defendiendo los derechos y las aspiraciones de los campesinos, un campesino honrado cuyo nombre ha perdurado como símbolo de la rebeldía de nuestros campesinos frente a las injusticias y a los abusos de los explotadores: Niceto Pérez.

Con impotencia y dolor tuvieron que contemplar los campesinos aquel crimen.  Un campesino asesinado por los latifundistas:  eso eran cosas propias de aquellos tiempos; un campesino golpeado por la guardia rural, un campesino maltratado, un campesino asesinado, eran hechos propios de aquella época.

Pero aquella fecha quedó como una fecha de los campesinos.  Entre los muchos que tuvieron que sufrir de la injusticia, alguno habría de simbolizar la causa del campesinado.  Esa fecha, sin embargo, dolorosa y triste, tuvo un día cumplida reparación.  Otro 17 de mayo, hace dos años, se firmó en las montañas de la Sierra Maestra y en homenaje al Día de los Campesinos, en homenaje al valiente y honesto campesino caído, y en homenaje —como decía el compañero Pepe Ramírez— a todos los que han caído por las reivindicaciones del campesinado, se firmó ese día simbólico, y como  reparación definitiva de todos los abusos y de todas las injusticias, y como cumplido homenaje a los caídos, aquella Ley que venía a llenar las necesidades y las aspiraciones de nuestros campos:  la Ley de Reforma Agraria.

Hoy a esos dos acontecimientos se añade uno más; hoy 17 de mayo, además de conmemorarse la muerte de Niceto Pérez, además de conmemorarse la Ley de Reforma Agraria, tiene lugar la clausura del Primer Congreso Nacional de Agricultores Pequeños.  Es decir que hoy ha quedado constituida otra gran organización económica de la Revolución Cubana; hoy se ha erigido una columna más, sobre las cuales se está edificando la agricultura nacional.  Por eso en el futuro siempre tendremos que recordar el 17 de mayo por estos tres acontecimientos de singular importancia.

Desde los días de Niceto Pérez hasta hoy, el panorama de nuestro país ha cambiado extraordinariamente.  Algunos afirman que “con las glorias se olvidan las memorias”.  Es posible que los pueblos a medida que avanzan y a medida que se entusiasman con una vida nueva tiendan a olvidar la vida dura y triste del pasado; es quizás una ley necesaria para el hombre, la necesidad de pensar siempre en un futuro mejor y la necesidad de olvidar las humillaciones y los dolores del pasado.  Y es mejor que así sea; es mejor que el pasado vaya quedando atrás, bien lejos; es mejor que del cuadro de nuestros recuerdos se vaya olvidando el ayer oprobioso; es mejor que todos volvamos la vista hacia el porvenir, y vayamos llenando nuestra mente con el recuerdo más dulce de lo que ya hemos ido conquistando y de lo que iremos conquistando en los años venideros.

Todos sabemos lo que hemos progresado, todos sabemos que hemos andado un largo trecho, y todos estamos de acuerdo en que debemos seguir marchando hacia adelante.  El esfuerzo no ha sido inútil, los sacrificios no han sido en vano.  ¡Ojalá pudiéramos tener entre nosotros también hoy a todos los que desearon una vida mejor para nuestro pueblo!  ¡Ojalá pudiéramos tener entre nosotros hoy también a todos los grandes luchadores!  ¡Ojalá también ellos hubieran podido reunirse hoy y presenciar este acto!  ¡Ojalá ellos hubiesen tenido la oportunidad de disfrutar este ambiente, esta emoción, esta alegría!  ¡Ojalá hubiesen podido contemplar, como todos los que estamos en esta tribuna, los frutos de la Revolución! ¡Ojalá hubiesen podido contemplar este anfiteatro repleto de campesinos honrados y laboriosos que vienen aquí a reunirse y a organizar su trabajo!

¡Ojalá hubiesen podido contemplar en estas gradas, el entusiasmo juvenil y el fervor revolucionario y la fe en la vida nueva de la nación que expresan esos jóvenes hijos de ustedes, procedentes del campo casi todos que están estudiando y preparándose para continuar la obra de la Revolución! Estoy seguro de que habrían visto con infinita satisfacción cumplirse sus deseos.

Es hoy para todos nosotros motivo de satisfacción pensar en eso.  Y aun cuando ellos no hayan tenido esta misma oportunidad, pensamos nosotros que al menos sus sueños en gran parte se han visto cumplidos.

¿Y por qué decimos solo en gran parte?  Pues porque todos los sueños de los caídos y de los revolucionarios no se han cumplido todavía.  Sencillamente, debemos pensar que solo estamos empezando, estamos simplemente empezando, estamos simplemente en marcha; lo que vemos son solamente los primeros frutos del trabajo de dos años de Reforma Agraria.  ¡Pero cuánto nos falta todavía por hacer!, ¡cuánto nos falta todavía por avanzar!  Los alumnos apenas empiezan, las jóvenes están a mitad de algunos de los cursos; podría decirse que nos estamos nada más que preparando para el trabajo; todavía casi todo el trabajo está por hacer, falta mucho todavía por hacer.

Nuestro entusiasmo por eso no se puede deber tanto a lo que hayamos hecho como a lo que todos estamos deseando hacer.  Es el entusiasmo de los que tienen por delante un gran trabajo, de los que tienen el futuro por delante.

La obra la podremos presenciar mejor a medida que pasen los años.  Ahora la tarea es trabajar, estudiar los estudiantes y trabajar ustedes:  los campesinos, y llevar al seno de las organizaciones que ustedes representan, ese entusiasmo por el trabajo y ese sentido de la necesidad de luchar y de trabajar duramente.

Precisamente, eso es lo que más nos interesa recalcar aquí esta noche:  la necesidad de darle un gran impulso al esfuerzo revolucionario; la necesidad de darle un gran impulso a la producción; la necesidad de darle un gran impulso a todo.

Los campesinos tienen ahora todas las oportunidades...

Los estudiantes están hablando mucho hoy.  A lo mejor a la próxima asamblea no los invitamos.  Los delegados campesinos están más serios.  Los estudiantes más jóvenes parece que tienen deseos de conversar, pero es importante que ellos presten también atención, porque por eso los hemos traído aquí también, y porque para ellos van dirigidas también estas exhortaciones al trabajo y al esfuerzo.

Los campesinos se dividían, fundamentalmente, en grandes...  El campo estaba dividido —la tierra— entre los grandes latifundistas, las grandes compañías extranjeras y los pequeños agricultores.  Las mejores tierras naturalmente que las tenían los grandes latifundistas, las grandes compañías extranjeras.  El campesino, por lo general, había ido a parar a las tierras que, por no ser de tan buena calidad, eran las menos apetecidas por los grandes acaparadores de tierra.  El campesino tenía que ir allí a trabajar, por ejemplo, en las montañas, no en los valles fértiles; los valles fértiles estaban en manos de los monopolizadores de la tierra.  Los campesinos tenían que ir a sembrar a las montañas empinadas, a las faldas de las lomas, en los lugares más apartados de las líneas de comunicación, o en las tierras más pobres, menos fértiles.

Un gran número de agricultores pequeños, precaristas, aparceros, arrendatarios o simples posesionarios por alguna u otra razón, ocupaban esas tierras en número considerable, es decir, no en número considerable de tierra, sino en número considerable de familias campesinas con pequeñas parcelas de tierra.  Y los campesinos, que también tenían la propiedad de alguna parcela.

La situación del precarista era muy inestable, eso ustedes lo conocen perfectamente, siempre expuesto al desalojo; no sabían en qué momento aparecía un supuesto dueño, y esa es una historia vieja en todas partes del mundo.  En todas partes del mundo aparecen los geófagos; en todas partes del mundo se presentan personas con supuestos títulos, heredados de un tatarabuelo, o en virtud de un papel determinado, fabricado de manera fraudulenta, a reclamar las tierras donde los campesinos han desmontado y han puesto en producción esas tierras.

Ese campesino vivía en una gran inseguridad, pero también el arrendatario o el aparcero era víctima de la explotación, porque tenía que entregar una parte de su cosecha al supuesto propietario de la tierra, un señor que a título de unos papeles que tenía, pues obligaba a esa familia campesina a trabajar todo el año, para darle al propietario la mejor parte de la producción:  sus ganancias.  Virtualmente el campesino, el que era arrendatario, aparcero o colono, pues tenía que trabajar por la comida, alimentándose mal, y lo que pudieran considerarse sus ahorros tenía que pasárselos al propietario de la tierra, procedimiento absolutamente injusto y fuera de moda en estos tiempos, puesto que no hay razón, no hay lógica, no hay sentido de ninguna clase, para que una parte minoritaria de la población se considere a si misma propietaria de los recursos naturales que pertenecen a todo el pueblo que habita en ese país.

Y a título de esa mentira, a título de ese privilegio injusto, a título de ese derecho arbitrario, y a título de la fuerza con que cuenta para garantizar la aplicación de ese sistema injusto, obligue, como obligaba en nuestro país, a trabajar a campesinos jóvenes y viejos, a trabajar a las esposas, y a los hijos y a los hermanos de esos campesinos, para que la mejor parte del producto tuviera que ir a parar a mano de los holgazanes que no producían una sola libra de esos productos.

Y naturalmente que ese sistema absurdo, llegaba a crear una mentalidad también absurda; ese sistema de injusticia arrastraba incluso, muchas veces, a pequeños propietarios a la injusticia.  Y así, aquella escala de injusticia se extendía hasta las mismas montañas, e iba desde la poderosa compañía hasta el caso de un posesionario que estaba explotando a otro posesionario.

La explotación se había vuelto una cosa tan común, que hasta los chiquitos se explotaban muchas veces unos a otros.

Y así, nosotros en la Sierra Maestra conocíamos de casos en que un precarista de tres caballerías, a su vez ponía uno o dos dentro, a trabajar como colonos para él.  De manera que, cuando llegó la Reforma Agraria, hubo muchos casos de pequeños posesionarios de tierra afectados también por la Reforma Agraria, una Ley que se había hecho para acabar con las grandes injusticias, pero que, lógicamente, tenía que acabar con las chiquitas injusticias también.

Pero era lógico, era lógico que un campesino acostumbrado a ver el sistema ese de aparcería, de colonato; era lógico que acostumbrado a ver un gran señor que tenía 400 colonos que estaban explotando a 400 campesinos, cuando él tenía una oportunidad de poner a otro a trabajar para él también, pues lo hacía.  Claro que ese campesino explotaba a uno o dos nada más, y era un campesino bastante humilde, pero que era en virtud del mismo principio, el principio de poner a otro a trabajar para él en una tierra, que debe ser lógicamente, o debe rendir los frutos, sencillamente para el que la está trabajando, o rendir un beneficio social, un beneficio para todo el país, como ocurre con las granjas del pueblo.

En las granjas del pueblo las rentas se invierten en esto:  se invierten en crear miles de escuelas, se invierten en crear cientos de más granjas, se invierten en construir hospitales, se invierten en construir casas para los obreros, se invierten en desarrollar la economía del país.  No es el caso de un latifundio, de un monopolio extranjero, que tenía cientos de obreros trabajando, pagándoles miserablemente, viviendo en bohíos, dándoles trabajo solo una parte del año, para que las ganancias de todo eso fuesen a parar a los bancos extranjeros, en manos de accionistas que vivían allá en Estados Unidos y nunca habían estado ni siquiera en Cuba, y no sabían ni de qué color eran nuestras tierras.

Es decir que se debe trabajar.  El trabajo debe beneficiar, en primer lugar, al que trabaja, y aparte del que trabaja, el trabajo debe beneficiar a aquellos sectores sociales humildes y necesitados del país:  ancianos, personas que no puedan trabajar, niños, jóvenes, que necesitan la ayuda del trabajo social.  Es decir que estas jóvenes necesitan vestirse, necesitan zapatos, necesitan alimentación, necesitan medicinas, necesitan maestros, necesitan libros.  Estos jóvenes que están preparándose para desarrollar nuestra producción ganadera de manera extraordinaria también necesitan alojamiento, necesitan maestros, necesitan ropa, zapatos, alimentación.

Los que están estudiando también para administradores de empresas, necesitan estarse varios meses, y mientras ellos están estudiando para desempeñar cabalmente sus funciones, pues también necesitan que sus hijos coman, que sus esposas reciban... tengan todos los gastos asegurados.  Así, los estudiantes que están estudiando para mecánica, también; los que están estudiando para maestros voluntarios, los que están estudiando para instructores de arte, los que van a ir a estudiar al extranjero... , las jóvenes humildes de la escuela “Clodomira”, que son muchachas humildes también, pues ellas necesitan, mientras están estudiando, mientras están preparándose para servir a su país, para desarrollar la economía, pues necesitan que el pueblo les pague la ropa, los alimentos, las medicinas, los profesores, los alojamientos.  Es decir que hace falta que una parte del trabajo de cada ciudadano se invierta, no en pasear a París, a un señor privilegiado; se invierta, no en enriquecer los caudales de un monopolio extranjero.

Lo que no vaya a parar directamente a manos...  aquella parte del producto del trabajo que no vaya a parar directamente a manos del que trabaja, solamente puede ir a parar, justamente, a manos de aquellas personas que lo necesitan, porque están preparándose para a su vez recompensar al país esos servicios que ha recibido del país.

Antes trabajaban miles de obreros para que un puñado de familias tuviera cinco automóviles, tuviera varias casas, tuviera enormes cuentas bancarias, y en fin, pudiera disponer del fruto del trabajo del obrero.

Y entonces, ¿qué hacia un señor que recibía 100 000 ó 200 000 pesos de un latifundio?, ¿qué hacia con ese dinero?, ¿lo invertía en una escuela para enseñar?  No.  ¿Invitaba a 1 000 jóvenes cooperativistas a aprender inseminación, para desarrollar la ganadería?  No, no lo invertían en eso.  Si quería, se podía ir a un garito, a una ruleta, y jugarse los 200 000 pesos allí, entre un grupo de gangsters.

Y entonces, al obrero iba una parte de ese producto, y la otra parte, que es la que hay que invertir en el trabajo social, que es la que hay que invertir en los créditos —porque Pepe hablaba aquí de 22 000 créditos concedidos, y hay un plan para conceder hasta cerca de 80 000 créditos—para que el campesino que quiera abrir un pozo tenga crédito para abrir un pozo; para que el campesino que quiere comprar una yunta de bueyes y no tiene dinero, naturalmente, porque todavía no ha empezado a sembrar, entonces reciba el crédito para comprar y pagar esa yunta de bueyes; para que el campesino que quiere sembrar cacao y café no tenga que esperar cinco años, que se produzcan los primeros granos de cacao y café, para él poder vivir, no, ese campesino, mientras siembra cacao y café, tiene que comer, tienen que comer sus hijos, tiene que  comprar zapatos y ropas.  Si no tiene ayuda, entonces tiene que hacer lo de antes.  Antes iba al llano, a trabajar por un peso; reunir 15 pesos, comprar un poco de grasa, un poco de azúcar, un poco de sal, un poco de viandas, y pasarse 15 días allí, comiendo viandas, sencillamente, por único alimento, él y sus hijos, en un bohío, trabajar 15 días, y volver al llano por un peso.

Bueno, ese campesino, lógicamente, no podía sembrar mucho café; lógicamente, no podía sembrar mucho cacao; no podía sembrar árboles frutales.  ¿Por qué?  Porque, primero, tenía que dedicar la mitad del tiempo a trabajar en el llano; otra parte del tiempo, a trasladarse de arriba abajo; otra parte del tiempo, a buscar trabajo y a esperar que se lo den.  Y entonces, le quedan de cada mes 10 días, donde él, mal alimentado, porque tiene que vivir con el peso que le pagan durante 15 días, que son 15 pesos, todo el mes; y entonces ir, mal alimentado, a realizar una faena dura, que requiere energías, que requiere estar en condiciones físicas idóneas para realizarla.

Y a ese campesino se le den, no 15 pesos, se le den 40 pesos, todos los meses, para que invierta, no 10 días, sino 30 días, en sembrar esa tierra, y en desarrollar su producción; sale ganando el campesino, naturalmente, porque la desarrolla más rápidamente, con más facilidades, y sale ganando el país, puesto que cada mata que él siembra de cacao son equis libras de cacao que el país podrá estar exportando dentro de cuatro o cinco años, o equis libras de café, aumenta la riqueza nacional.

Pero para que un campesino pueda estar trabajando durante tres o cuatro años sin cosechar nada, es necesario que alguien le facilite el dinero con el cual él va a comprar los alimentos, y va a comprar la ropa, y va a comprar los zapatos para él y para sus hijos, necesita recursos para eso.  Esos recursos se los tiene que brindar la nación; es decir, una parte del producto del trabajo se invierte, no solo en escuelas, se invierte también en brindarle a ese campesino que va a estar tres años desarrollando una producción de cacao o café, los recursos que él necesita, para que él los pague cuando, dentro de cuatro o cinco años, ya empiece a producir esa siembra; entonces él, con lo que recibe de esa siembra, sostiene sus gastos y va pagando lo que recibió del pueblo, para que a su vez se invierta en nuevas fábricas, en nuevos centros de trabajo, nueva ayuda al pueblo.

Ese dinero que se invierte es el que antes iba a jugarse con los gangsters en la ruleta; es el que iba a invertirse en esos palacetes, que tanto abundan en nuestra capital; es el que iba a parar a los bancos extranjeros; es el que iba a parar en lujos; es el que iba a parar en viajes y fiestas en París.

Esos son los recursos del obrero; porque, ¿todo eso de dónde salía?  Del obrero.  ¿Quieren una prueba?:  se fueron todos esos latifundistas y ahora, en vez de tener menos, tenemos más; ¡esa es la mejor prueba de que el latifundista no producía nada!

Ahora ellos no están aquí, y ¡qué raro!, y ¡qué extraño!, que ahora que el latifundista se fue hace dos años, ese latifundio está produciendo el doble de arroz, de frijoles, de caña; y ustedes son de las cooperativas cañeras, y saben que después que se fueron los monopolios, las cooperativas están produciendo más caña, más frijoles, más maíz, más alimentos.  Y que el valor de la producción de cada una de esas colonias es más alto.

En el XXXV Aniversario de la ANAP y XXXVII de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria. Plaza "Camilo Cienfuegos", Ciego de Ávila. Foto: Bohemia

¿Qué prueba eso?  Que el latifundista no producía nada.  Eso prueba que el latifundista no ponía ni un grano de arena en esa producción; porque si después que se fue el latifundista, en esas tierras producen más la misma gente que estaba allí, esa es una prueba ya, irrebatible, de que el que produce la riqueza es el que trabaja, y que el latifundista no era nada más que un parásito, que se apoderaba de una parte, la mejor parte, la más jugosa, del producto del trabajo de los obreros en los campos.

Y ahora ustedes vieron que los cosecheros de café hicieron un aporte de casi 800 000 pesos, que dieron para la Reforma Agraria.  ¿Qué quiere decir eso?  Que el INRA, ese dinero, lo invierte en estas escuelas, precisamente.  Claro que no alcanzaría esa cifra, tiene que invertir otros recursos, pero eso nos enseña de una manera muy clara cómo eso que nosotros entregamos de nuestro esfuerzo, lo estamos entregando no para que nadie viva de holgazán, ni de parásito, lo estamos entregando precisamente para continuar el desarrollo del país, para incrementar nuestra economía, y para lograr, para todos, los beneficios; porque ustedes saben que sus propios hijos son los que pueden, en un momento dado, encontrarse en estas escuelas, estar estudiando una carrera, o estar preparándose como mecánicos, como inseminadores, o en cualquier sentido.  Entonces, ustedes están viendo en esto, en estos muchachos que están aquí, el retrato de sus hijos, y están pensando con satisfacción en la alegría, y la felicidad, y la tranquilidad, y el orgullo que va a significar para ustedes saber que ustedes son padres de familia que tienen derecho a mandar sus hijos a estas escuelas.

Pepe me aclaraba que yo dije café, en vez de tabaco.  Los cosecheros de café también han dado; y, además, el café hace también una contribución importante al desarrollo de la economía.   La parte que antes los intermediarios se apropiaban de ella, pagándole muy poco a los campesinos, pues, el margen que hay entre el precio que hoy se les paga a los campesinos, el precio que va a parar a los tostaderos, es también una parte considerable que da el café al desarrollo de la economía.

Es decir que con muchos de esos recursos, los que van dando todos, es que se puede ir desarrollando el plan.  Precisamente lo que se invierte en los préstamos de inversión en los agricultores pequeños, sale del tabaco, sale del café, sale del arroz, así, de esos productos, que antes eran acaparados, eran objeto de todo tipo de negocios.

Por ejemplo, el arroz de importación llegaba más barato a Cuba que el arroz de producción nacional y, claro, se vendía al mismo precio que el arroz de producción nacional.  Entonces los importadores, cuando recibían las cuotas, les daban una parte a los ministros y entonces la otra parte era para ellos; compraban el arroz de importación más barato y al venderlo a un precio equiparado con el arroz de producción nacional, obtenían una gran suma de millones de pesos, suma que actualmente, esa diferencia entre el precio que tiene el arroz de importación en el exterior y el precio que tiene el arroz nacional, se invierte por entero en costear estos planes de producción que tenemos con los agricultores pequeños.

Les estoy explicando los fundamentos de la política de la Revolución, qué hace la Revolución, y por qué la Revolución puede hacer eso.

Hablábamos de cómo ustedes eran explotados, de cómo el cosechero de tabaco tenía que pagar, por ejemplo, hasta el 30% de sus cosechas, en bruto; el cosechero de café, que también tenía que pagar una parte de su cosecha en bruto; el cosechero de caña, en fin, todo arrendatario, cuando no tenía que pagar en productos, tenía que pagar en dinero.  Y esos recursos salían del trabajo de ustedes, aparte de que ustedes veían aquella tierra siempre como una tierra ajena, una tierra donde ustedes no podían sentir el deseo de mejorarla que pueden sentir hoy, cuando saben que esa tierra es de ustedes, cuando saben que lo que era tierra produce es para ustedes.

Y la situación ha cambiado.  El campesino que incluso tenía la propiedad de la tierra antes, no tenía créditos. Hoy el campesino tiene:  la seguridad en la tierra donde trabaja, sabe que no tiene que pagarle a nadie nada por explotar aquella tierra —yo no sé qué es lo que pagarán de impuestos  municipales, y me imagino que sea poca cosa—; tienen organización; tienen garantizados los precios de los productos; tienen mercado asegurado —aunque todavía hay que tomar algunas medidas, porque ciertos intermediarios bloquean el consumo, y bloquean la producción.

¿Alguien quiere ayudar al imperialismo?  ¿Alguien quiere ayudar a los  enemigos de la patria? Pues una manera de ayudar a los enemigos de la patria es dejando la tierra sin cultivar, porque entonces si no nos alcanzan los recursos y si no nos alcanzan los alimentos para desarrollar todo este plan de educación y para desarrollar todo este plan de fomento en el campo, para desarrollar todo este plan de 80 000 créditos, entonces estaríamos ayudando al imperialismo, estaríamos ayudando a los enemigos de nuestra Revolución, estaríamos contribuyendo a las maniobras de los enemigos de la Revolución.

Porque frente a las maniobras imperialistas, frente al bloqueo económico, frente a la supresión de la cuota, ¿cuál debe ser nuestra actitud?  Erguirnos aquí llenos de entereza, hacerle frente a la situación, producir más y demostrar que un pueblo sin latifundistas, y sin explotadores, y sin imperialismo, y frente a todas las agresiones, es capaz de marchar adelante de manera victoriosa y de manera próspera, poder seguir desarrollando esta obra.

Vean ustedes qué cantidad de latifundistas venían en esa expedición de mercenarios.  ¿Y a qué venían?  Venían a desalojarlos a ustedes otra vez de las tierras, venían a desalojarlos a ustedes de las cooperativas, venían otra vez a recuperar sus fueros y sus privilegios; y, claro que el imperialismo los ayudaba a eso, porque el imperialismo es aliado de cuanto gángster y cuanto bandolero hay en el mundo, de cuanto parásito, de cuanto gusano, de cuanto explotador hay en el mundo.

Basta ser gángster, ser gusano, ser explotador, ser vicioso, ser jugador, ser tramposo, ser mercenario, ser vendido, ser traidor, que se puede contar, ciento por ciento, la alianza y la amistad del imperialismo yanki.  Porque ellos recogen en el mundo todas las larvas, todos los parásitos, toda la gente corrompida como esa; y todos los Calviño, todos los curas falangistas, todos los mentirosos, cuanto bicho malo hay en el mundo, cuanto tipo vago, holgazán, perezoso, haragán, vividor del trabajo y del esfuerzo de los demás; cuanto ladrón, espía, esbirro, criminal y contrabandista hay en el mundo, tiene trabajo asegurado con la Agencia Central de Inteligencia yanki, tiene trabajo asegurado con el imperialismo.  Claro que el trabajo no es el de trabajar, es el de ser mercenario, de matar, de robar, de mentir, de vivir de parásito; ese es un aliado del imperialismo, y lo recogen.

Y si alguien no entendía bien este problema de revolución y contrarrevolución, valdría la pena que se pasara un día entre los mercenarios, y averiguara bien qué clase de gente reunieron para mandarnos aquí; nos mandaron la peor escoria social, cuanto parásito descarado, cuanto pepillo insolente encontraron de este país, lo vistieron de gusano de seda y lo mandaron para acá.

Si los campesinos aquí están de acuerdo con esa proposición, que levanten la mano...

La historia cuenta que en cierta ocasión el pueblo español cambió los soldados de Napoleón por cochinos.  Nosotros en esta ocasión, vamos a ser un poco más finos:  les cambiamos los soldados al imperialismo por tractores.  Aunque, desde luego, Kennedy no sea ningún Napoleón.

Y si el imperialismo no quiere dar ni un tractor por estos mercenarios, allá el imperialismo con los familiares de los mercenarios.

Bueno, hablábamos de los mercenarios, explicándoles cómo venían los latifundistas, cómo venían los latifundistas a recuperar sus tierras, y a desalojarlos a ustedes y a cobrarles otra vez el 30% por el tabaco, o por el café, o el tanto por ciento que les cobraban por la caña y por los contratos de aparcería.

En realidad, son bastante torpes, son bastante brutos, porque, ¿en qué cabeza cabe que los iban a recibir aquí con los brazos abiertos?  ¿En qué cabeza cabe que en las cooperativas, donde hay nada menos que más de 60 000 milicianos, en las cooperativas, cómo les van a quitar la tierra a los cooperativistas otra vez?  Porque solamente tendrían que combatir contra 60 000 cooperativistas; y tendrían que combatir contra más de 100 000 pequeños agricultores que eran antiguos aparceros, precaristas, arrendatarios; tendrían que combatir contra los obreros de las industrias, los obreros de las granjas del pueblo, tendrían que combatir contra la juventud, contra decenas de miles de brigadas; tendrían que combatir contra el pueblo entero.

¿En qué cabeza le podía caber a esta gente que iban a recibir a los mercenarios aquí?  ¡Seguramente pensaban que era en agradecimiento de todos los robos y de los saqueos que le hicieron al pueblo!; ¡en agradecimiento de todo lo que les robaron a ustedes, cobrándoles renta, cobrándoles gabela, cobrándoles todo!  ¡Y que iban a recibir aquí a los esbirros con los brazos abiertos, en agradecimiento de todos los hijos que  les asesinaron a los campesinos, y de todos los planazos que le dieron al pueblo!

¡Seguramente que en agradecimiento de todos los cientos de millones de pesos que se robaron entre las compañías extranjeras, los latifundistas, los explotadores y los gobernantes corrompidos!  ¡En agradecimiento de todos los abusos y de todas las humillaciones cometidas contra el pueblo!  ¡En agradecimiento del millón y medio de analfabetos que había en nuestro país, y del medio millón de hombres y mujeres sin empleo!  ¡En agradecimiento de la discriminación racial, criminal, que había en este país, y que fue objeto de tanto dolor y de tanto sufrimiento para una parte considerable de nuestra población!

¡Seguramente que en agradecimiento de la indignidad y de la vergüenza que significaba para nuestro país toda la historia de Cuba sometida a los políticos corrompidos, a los explotadores y a los imperialistas!  ¡Seguramente que en agradecimiento a toda la humillación y a todo el descrédito que ha tenido que padecer nuestra tierra, los íbamos a recibir con los brazos abiertos!

¿En qué cabeza cabe imaginarse que un pueblo vaya a ser tan ingenuo, que un pueblo vaya a ser tan estúpido que los iba a recibir con los brazos abiertos?  ¡A ellos, que no hicieron más que saquear, humillar, discriminar, explotar y matar!

¿Qué se habrán creído esos señores que éramos nosotros los cubanos?  ¿Qué clase de carneros se imaginaron que éramos nosotros, los cubanos?  ¿En qué cabeza...?  Y únicamente en las películas de Hollywood, y en las novelas yankis, y en las mentiras absurdas de su prensa podría incubarse la idea de que un pueblo, que ha visto cambiar radicalmente su manera de vivir, que ha visto cambiar al país del atraso, y de la miseria y de la explotación, al avance arrollador en todos los órdenes de hoy, iba a recibir a esa banda criminal de mercenarios con los brazos abiertos.

¡Qué ilusiones se hacen estos señores, si es que de verdad se hicieron esas ilusiones!  ¡Qué ganas de engañarse!  ¡Qué simpáticos!  ¡Los íbamos a ir a recibir con una fiesta, en Playa Larga y en Playa Girón!  ¡Qué simpáticos!  ¡Le íbamos a poner una condecoración a cada uno de ellos en el pecho, y les íbamos a decir:  “vengan, libertadores”; “gracias, Mr.  Kenndey”; “gracias, Mr.  Allan Dulles”; “gracias, Pentágono”; “gracias, State Departament”; “gracias, Somoza”; “gracias, Ydígoras”; “gracias, Somoza”!

Participa en el XX Aniversario de la ANAP en el Valle de Caujerí, Guantánamo. Foto: Estudios Revolución

“Gracias, Somoza, gracias, Ydígoras, a ustedes que son tan honrados, tan buenos, tan nobles, tan caballerosos, tan demócratas, y tan altruistas, y tan respetuosos de los derechos humanos y de las leyes internacionales, que han preparado esta expedición de arcángeles y nobles almas para que nos vengan a nosotros a liberar, para que nos vengan a nosotros a salvar de la Reforma Agraria, de la Reforma Urbana, de esas escuelas que han organizado esta gente aquí, y de todos esos maestros que nos han mandado, de esos 100 000 alfabetizadores que nos han mandado a los campos.  ¡Vengan a librarnos de estos 100 000 alfabetizadores!  ¡Vengan otra vez a traernos al mayoral, que ya lo habíamos echado de menos!  ¡Vuelvan otra vez a traernos al administrador yanki, que no nos saludaba, y ya lo habíamos echado de menos!  ¡Vuelvan otra vez a cerrar todas las playas!  ¡Vuelvan otra vez a abrir todos los clubs aristocráticos!”

“¡Vuelvan otra vez a discriminar al negro!  ¡Vuelvan otra vez a perseguir al guajiro y darle plan de machete!  ¡Vuelvan otra vez a cobrarnos el 30%!  ¡Vuelvan otra vez a darnos trabajo nada más que tres meses al año!  ¡Vuelvan otra vez a llenar de soldados vestidos de amarillo esas fortalezas que este gobierno convirtió en escuelas!  ¡Vuelvan otra vez a rebajar los salarios, vuelvan otra vez a rebajar los salarios, a subir los alquileres, las tarifas eléctricas, las tarifas telefónicas, las medicinas!  ¡Vuelvan otra vez a especular, a robar y a matar!  ¡Muchas gracias, Somoza!  ¡Muchas gracias, Ydígoras!  ¡Muchas gracias, Allan Dulles!  ¡Muchas gracias Kennedy, que aquí vamos a recibir a esos buenos muchachos con fiesta, con júbilo, con alegría!”

Eso era lo que se imaginaban, y no sabían la cantidad de balas de cañón que teníamos preparadas para cuando llegaran.  ¡Que si no se rinden a la carrera, si no se rinden a la carrera, quedan sepultados entre montones de balas de cañón, en las playas de Playa Larga y Girón!

¿En qué estarían pensando esos gusanos?  ¿En qué estarían pensando esos idiotas?  ¿Qué clase de pueblo se creían que éramos nosotros?  ¡Señores, cómo se aprende en las revoluciones!  Y el guajiro, que se creía analfabeto, y el guajiro, que se creía bruto, ¡y ahora el guajiro se da cuenta de que sabe más que los senadores yankis!  ¡Y ahora el guajiro se da cuenta de que sabe más que los generales del Pentágono, y sabe más que Allan Dulles, y sabe más que todos aquellos “sesudos”!  Aquellos, que se creían inteligentes, y resulta que el guajiro, que se creía analfabeto, sabe más que ellos, es más vivo que ellos, es más inteligente que ellos, y comprende la verdad de la Revolución, y tiene su moral.  Y por eso el guajiro ha hecho su papel y ellos han hecho su “papelazo”; por eso el guajiro se ríe, por eso el guajiro está contento, por eso el guajiro se siente feliz, y ellos están allá rabiando, royéndose los hígados, muertos de furia, impotentes frente a la Revolución, y mientras el pueblo ríe, los imperialistas lloran.

El pueblo sabe más que los imperialistas, el pueblo demostró ser mucho más capaz y mucho más inteligente que ellos.

Así que tenemos que seguir demostrándole al imperialismo que sabemos más que ellos; tenemos que seguir actuando inteligentemente y actuando patrióticamente.  Y ahora la tarea fundamental que tenemos, y a lo que yo más quiero exhortarlos aquí, es a trabajar y a producir.  Ya ustedes tienen una magnífica organización, ya ustedes tienen el instrumento para discutir todos sus problemas de cualquier índole, de abono, de pienso, de cualquier clase; si hay una dificultad para adquirir las mieles, dirigirse inmediatamente a la Asociación, dirigirse inmediatamente a la provincia y la provincia a La Habana, para resolver en cualquier Ministerio, en cualquier departamento, inmediatamente, cualquier problema; cualquier dificultad que haya de cualquier tipo, ya ustedes tienen una organización poderosa que agrupa a más de 100 000 agricultores pequeños.

La clase campesina, los campesinos, que son los mejores aliados de los obreros en el proceso y en la lucha revolucionaria, en el esfuerzo por construir una patria nueva; ustedes, que han de marchar fielmente unidos a la clase obrera, porque esa es la clase que hoy lucha por ustedes también, y los ayuda, la clase que en la industria, que en cada industria y en cada fábrica está trabajando para elevar la producción, para hacer posible facilitarles a los campesinos 80 000 créditos este año para elevar su estándar de vida, para mejorar su situación.  Y ustedes tienen por eso, también, que esforzarse para ayudar al esfuerzo de esa clase obrera, para compensar los sacrificios que ella hace.  Ustedes, los pequeños agricultores, que hoy están trabajando en las tierras que son de ustedes, con todas las facilidades y los recursos que la nación les pueda brindar.

Hijos de obreros son los 100 000 alfabetizadores, que han ido también allá, a los campos, a las montañas, a los llanos, que están yendo a enseñar a los hijos de ustedes.  Es decir que la ciudad se vuelca para ayudar al campo; y en la ciudad las familias obreras recibieron a las madres de los estudiantes; la ciudad volcándose al campo.

Ustedes tienen que hacer el máximo esfuerzo para que en la ciudad no falte carne, no falte leche, no falten huevos, no falten alimentos; ustedes tienen también que volcar su esfuerzo para ayudar a la ciudad.  Sobre esa unión marchará la Revolución hacia delante.

Es preciso que ustedes, en cada una de las agrupaciones y asociaciones, expliquen estos problemas y eleven la conciencia del campesino.

Ya en algunas ocasiones nosotros hemos explicado las bases sobre las cuales se hizo la Reforma Agraria.  La Reforma Agraria consideró los casos de los latifundios ganaderos, de los latifundios cañeros y de los arrendatarios, aparceros y precaristas.

¿Cuáles fueron las fórmulas que aportó la Revolución?  A todo el aparcero, arrendatario, precarista o colono, que ya estaba en posesión de la tierra, le concedió gratuitamente el derecho a la propiedad de la tierra hasta determinado número de caballerías, y suprimió el pago de todo tipo de renta.

Ahora, en los latifundios cañeros ¿qué hizo?  En los latifundios cañeros organizó a los obreros en cooperativas.  ¿Por qué?  Porque había fincas de 100 caballerías que tenían 200 y 300 obreros.  El reparto de esas tierras en pequeñas parcelas habría arruinado la producción; esos campesinos habrían tenido que vivir separados, sin oportunidad de hacerles casas, de hacerles escuelas, de darles luz eléctrica, de darles agua.  Además, sin la posibilidad de utilizar grandes equipos; además, cada uno de ellos habría tenido que producir de todo en cada una de sus parcelas.  El sistema de producción en gran escala es superior al sistema de producción individual y ofrece, técnicamente, muchas ventajas.

En los latifundios ganaderos, donde no había una clase obrera, sino grupos reducidos de personas, se organizaron las granjas del pueblo.  La política que ha seguido la Revolución es de acuerdo con la idiosincrasia y los intereses del campesinado; la Revolución ha respetado, sobre todo, el sentimiento y las aspiraciones del campesino.

La situación de nuestro país permitía hacer esta política.  ¿Por qué?  Bueno, es más difícil organizar la producción en las pequeñas parcelas, naturalmente, porque entonces en 100 caballerías hay que hablar con 60 para hacer un plan de cerdo, para hacer un plan de inseminación; cada uno tiene su vaca en su casa, cada uno tiene el cerdo en su casa, cada uno tiene las gallinas en su casa.  Hay que hacer un esfuerzo mucho mayor.

Pero a la Revolución no le preocupaba eso, ¿saben por qué?  Porque la Revolución en los latifundios ganaderos y en los latifundios cañeros disponía de tierras suficientes para hacer cooperativas, para hacer granjas que garantizaron la gran producción de arroz, la gran producción de azúcar, la gran producción de carne; en fin, todo eso.

Entonces, ha hecho esos tres tipos de organización, esos tres pilares:  las cooperativas, las granjas del pueblo y las asociaciones de agricultores pequeños; esos son los tres pilares.  Entonces, sobre esos tres pilares hay que planificar la producción agrícola.

¿Qué hace la Revolución con el pequeño agricultor?  Lo libera de la renta, le asegura los precios en el mercado, le abre camino, le establece escuelas, le envía maestros, le envía alfabetizadores; suprime el sistema aquel del guardia rural, suprime aquel tipo de autoridad abusadora, suprime todo tipo de inspector de aquellos a la usanza antigua que explotaban a los campesinos, les da la propiedad de la tierra y, además, les facilita créditos.  Esa es la política que sigue.

Entonces, en ciertos momentos, en ciertos momentos, la contrarrevolución trataba de atemorizar al pequeño agricultor y le decía que le iban a cooperativizar la tierra.  ¿Qué hizo la Revolución?  Dijo:  no, esa política sería una política errónea, sería una política insensata; nunca la Revolución cometerá semejante insensatez.  La Revolución no hará nunca nada que no surja de manera espontánea del propio pueblo, de los propios campesinos.  Además, una explicación que ustedes van a entender bien.  Un campesino trabajando en la montaña, al que la Revolución le facilita 40 pesos todos los meses, él con esos 40 pesos y la vianda que vaya produciendo, mientras crece el café y crece el cacao, se las arregla bien.

Es decir que desarrolla una producción, una riqueza nueva con pocos recursos.  Si fuese, por ejemplo, una finca organizada como granja del pueblo en las montañas, costaría mucho más desarrollar esa siembra de cacao o esa siembra de café.  A la economía del país le conviene esa política de facilitarle ayuda y de facilitarle créditos a los agricultores, porque ellos trabajan, producen, sin que la nación tenga que hacer grandes gastos; desarrolla una riqueza en esos productos que luego servirán para exportar y que mejorarán la economía nacional en conjunto.

La Revolución dispone de enormes cantidades de tierra para hacer los grandes planes.  Ahora bien, al campesino, ¿qué hay que hacerle?  Ayudarle para que dentro de sus condiciones produzca lo más posible, le saque a la tierra lo más posible.

Cuando algunos campesinos se han querido agrupar en cooperativas nosotros no hemos accedido; nosotros hemos preferido no aceptar de primer intento ninguna petición de organizar cooperativas; el campesino individual.  ¿Por qué?  Porque la contrarrevolución quería sembrar la duda entre el pequeño campesino, y le decían:  “te van a socializar la tierra”.  Y es bueno que hablemos de este punto ahora que se ha declarado que esta es una Revolución socialista.

¿Quiere decir que se le va a socializar la tierra al campesino?  No.  ¿Por qué?  Porque puede ser una Revolución socialista sin socializar esas tierras.  ¿Por qué?  Porque ese pequeño agricultor es un aliado de la clase obrera, que es la clase de vanguardia en la Revolución socialista.  A ese aliado hay que ayudarlo.  Segundo, porque ese es un productor en las montañas produciendo en tierras que no son las más ricas, y haciendo un esfuerzo y haciendo su aporte.

La Revolución socialista nacionaliza, es decir, socializa los grandes latifundios; socializa las grandes empresas; socializa los grandes comercios; socializa el sistema bancario, y establece las bases para el desarrollo del socialismo.

¿Qué ha ocurrido con algunas granjas del pueblo, donde ya está el pueblo terminado, la escuela, todas las ventajas, y el obrero está recibiendo un ingreso bueno, y donde está trabajando también su señora, muchas veces en la recogida de algodón, de tomate, donde los niños van a tener ropa, zapatos y comida en las escuelas, además de lo que gana el padre?  ...Hay pequeños propietarios de parcelas que han pedido ingresar en las granjas del pueblo.  Ahora, cuando un campesino ha pedido su ingreso, cuando ha pedido su ingreso, entonces se ha estudiado la posibilidad de darle esa oportunidad o no.

Han llegado muchos casos en que pequeños agricultores, cuando han visto todas las ventajas que tiene la cooperativa, el poder tener la escuela cerca de la casa, la luz eléctrica, todos los beneficios esos, han preferido la cooperativa.  Pero cuando han venido a solicitarlo, nosotros hemos dicho que no.  Primero le hemos preguntado:  ¿Todos están de acuerdo?  Bueno, si hay uno que no esté de acuerdo, no.  Piden la segunda vez; incluso la segunda vez les hemos dicho que no.  ¿Por qué?  Porque nosotros no tenemos interés ninguno, porque la economía del país no lo necesita.  De momento una cooperativa produce más económicamente todavía que una granja, como que en la cooperativa trabajan por su cuenta, el INRA le facilita créditos, y entonces en la cooperativa ellos, pues, tratan de ahorrar lo más posible.  En la granja están todos los gastos que hay que hacer en maquinaria, en vivienda, en escuela, todo por cuenta del Estado, en salarios, pues todo eso hace que el costo de producción...  Es decir, en la granja las inversiones tengan que ser mayores que en las cooperativas.

En las cooperativas las inversiones son menores; las inversiones que se han hecho en las cooperativas son menores que las que se han hecho en las granjas.

XX Aniversario de la ANAP en el Valle de Caujerí. Guantánamo. Foto: Estudios Revolución

Ahora, el pequeño agricultor cuando quiere organizar cooperativas, nosotros preferimos no mostrar interés en eso.  ¿Por qué?  Ah, puede haber campesinos que comprendan que sea mejor la cooperativa, pero puede haber campesinos que no les guste la cooperativa, campesinos que quieran su pedacito de tierra, estén familiarizados con él, encariñados con él, y quieran vivir ahí, y que los entierren ahí.  Bien, ¿y eso en qué perjudica a la Revolución?  El trabaja, él produce.  ¿Que un campesino quiere vivir 100 años en un pedacito de tierra?  Que viva ese campesino 100 años en su pedacito de tierra él y su familia.

Es decir que la Revolución nunca tratará de ir a socializar la tierra del pequeño agricultor, porque sería un paso erróneo.  Los campesinos que quieran organizarse en cooperativas, e insistan, y vuelvan a insistir, y pueda comprobar el INRA de que están plenamente de acuerdo, bueno, si están todos, y han insistido, y han vuelto a insistir sin presión de ninguna clase, bueno, si quieren entonces que les hagan un pueblo igual que los que están hechos en las demás cooperativas, y tengan todas las ventajas, se les da.

Claro que la Revolución le da al pequeño agricultor todas las ventajas que puede, pero como cada uno vive separado a distancia del otro, es imposible organizar la vida social de la misma manera que se organiza en una cooperativa, donde tienen el pueblo junto, porque en las cooperativas dicen:  bueno, ¿qué vamos a sembrar de pasto?  Las tierras más malas las vamos a sembrar de pasto; aquellas 15 caballerías.  ¿Qué vamos a sembrar de caña?  Las tierras más buenas, esas 20 caballerías.  ¿Qué vamos a sembrar de frijoles?  Ah, esas 10 caballerías que son buenas para frijoles; aquellas 5 que son buenas para algodón; y aquellas 5 que son buenas para arroz.

En un paño de 100 caballerías sí se puede encontrar tierra buena para distintos productos, pero en dos caballerías, a lo mejor es buena para caña pero no es buena para pastos; a lo mejor es una tierra fértil, y el campesino tiene que dedicar una parte a pastos, cuando sería mejor dedicarla a frijoles, pero él tiene una vaca o dos y tiene que darles pastos.

En realidad, la tierra que debe estar sembrada de pastos no es la mejor, sino la peor.  La mejor tierra se siembra de granos, se siembra de cañas, se siembra de otros cultivos más rentables que el pasto.  En 100 caballerías sí es fácil encontrar 20 para pastos, 5 para algodón, 5 para lo otro, 10 para lo otro, y la agricultura está mejor organizada.  Eso es cierto.

Si un grupo de campesinos decide organizarse de esa forma, y que les hagan también el pueblo y les den todas las ventajas, se les dan.  Al agricultor independiente se le puede dar créditos para que compre yunta de bueyes, para que haga pozos, para muchas cosas, pero imposible, desde luego, organizar la agricultura allí como se organiza en una cooperativa.

Ahora bien, como principio político fundamental, la Revolución proclama el derecho de ese campesino a la tierra, la ayuda a ese campesino; si el campesino quiere cambiar de modo de producción y quiere asociarse, se asocia; si no se quiere asociar, no se asocia.  Eso no perjudica a la Revolución, porque la Revolución dispone de todas las grandes extensiones de tierra en las cooperativas y en las granjas, para garantizar producir 5 y 6 millones, 7 y 8 millones de toneladas; para garantizar la producción de granos que estime necesario.  Naturalmente, haciendo un plan, y en ese plan tratando de que los pequeños agricultores, pues, también hagan el máximo esfuerzo.  Que ustedes tengan presente eso.

Claro que ustedes cuando vean el patio de la casa sin sembrar, digan:  lo vamos a sembrar; cuando ustedes vean una esquina en la parcela de ustedes sin sembrar, decir:  es un crimen que en primavera esto esté sin sembrar.  Y lo siembren por su cuenta.  Además, no solo por sus intereses, sino por su deber como ciudadanos.

Por eso aprovecho esta oportunidad y este 17 de mayo, para declarar este principio de la Revolución:  que la Revolución nunca obligará al campesino a unirse en cooperativas, y que eso lo deja enteramente en manos del campesino, el tipo de producción; y si un campesino quiere, aunque sea en un pedacito de tierra de esa que él tiene, vivir ahí todo el tiempo, y que allí descansen sus restos, la Revolución sabrá respetar los deseos de ese campesino.

Esa es la política del Gobierno Revolucionario que ustedes deben conocer, y sabérsela bien, y explicársela bien.  Ahora, ustedes deben reunir a las asociaciones y plantearles la necesidad de producir, de cuidar las crías de cerdo, de aumentarlas, de aumentar la producción de granos, de desarrollar todos los planes de producción, de comprar yuntas de bueyes, de arar todas las tierras.  Ustedes deben predicar constantemente entre sus compañeros la necesidad de elevar la producción, deben explicarles la política del Gobierno Revolucionario.

Ustedes tienen su representante en el INRA.  Ahora está el compañero que ha sido propuesto por ustedes para administrador de la ANAP.  ¿Por qué un administrador?  Ah, porque tiene que administrar muchos millones de pesos.  ¿Por qué?  Porque el Banco Nacional le acaba de asignar 20 millones de pesos para créditos de refacción, y les ha entregado a ustedes las oficinas del antiguo BANFAIC, de donde la organización de ustedes tiene bancos ahora, es decir, tiene todas esas oficinas de créditos.  Entonces, tiene fondos suficientes para los créditos de ustedes, de donde la Asociación tiene ahora toda una organización de créditos respaldada por el Estado.

Entonces, el administrador lo proponen ustedes, es decir, escogido de entre ustedes de una manera democrática.  Y ustedes han propuesto a un compañero que ha luchado extraordinariamente por el campesinado, que es el compañero Pepe Ramírez (APLAUSOS), que ahora es, sencillamente, el administrador.

Entonces, ese compañero que preside esa organización, representante de ustedes, la Dirección Nacional, representante de ustedes para discutir los problemas:  que si hace falta pienso, que si hace falta miel, que si hace falta pilas, cómo se hizo el esfuerzo de buscar las pilas, entregárselas a ellos, para que ellos pudieran repartirles a ustedes las pilas.  Cualquier cosa que sea preocupación, interés de ustedes, vienen a través de la Asociación, y en cualquier reunión estarán representadas las cooperativas, estarán representadas las granjas del pueblo, y estarán representados los agricultores pequeños.  En todas partes siempre estarán presentes las cosas de ustedes, los intereses de ustedes; siempre ustedes figurarán y siempre estarán ocupando la atención de todos los organismos del gobierno, a la hora de hacer caminos, de dar créditos, de realizar la campaña de alfabetización.

Y así, de esa manera, estará organizada la agricultura.  Creo que ustedes comprenden perfectamente bien eso.  ¿No es cierto?

Se sigue la tarea de repartir los títulos, se han repartido 31 000; el compañero Núñez, por un error, dijo 3 000.  El quiso decir 31 000, pero le salió 3 000; y el compañero Pepe me lo recordó.  Pero sigue...  es cuestión de papeles ya, porque desde luego, la renta y todo eso está ya suprimido hace rato; pero se sigue en el trámite de ir entregándole a cada cual su papel como el título de propiedad de la tierra.

Esa es la idea fundamental, que ustedes como delegados tienen que hacer un trabajo entre los compañeros de ustedes, y las asociaciones tienen que trabajar muy activamente, para que ustedes marchen parejos con las granjas y las cooperativas.  Esa es la tarea.  Para que la ANAP sea un pilar de la Revolución.  Y nosotros esperamos que ustedes respondan a esa tarea y a esa esperanza que nosotros hemos puesto en ustedes.

Ahora lo mismo con la campaña de alfabetización.  Ustedes tienen, además de las tareas de aumento de la producción, la tarea de ayudar a esa campaña.  Los 100 000 alfabetizadores no van para la ciudad, van para el campo, van a caer casi por entero en las zonas de pequeños agricultores; entonces, ustedes tienen que hacer un esfuerzo para que esos muchachos puedan trabajar con el mayor éxito y con el mayor provecho.  ¡Tiene que erradicarse el analfabetismo!, y ustedes tienen que hacer, a través de todas las asociaciones, la campaña.

Así que esta es otra tarea en la que ustedes tienen que comprometerse con la Revolución a brindarle el máximo esfuerzo, que es el apoyo y la ayuda a la campaña de alfabetización. Todos esos muchachos y muchachas van ya organizados, llevan su cartilla, y es necesario que puedan cumplir su cometido, que la campaña sea un éxito completo, y ahí también ustedes pueden brindar una gran ayuda.

Bueno, pues, por el momento, no hay más nada.  Como nos volveremos a reunir, en el futuro, posiblemente el año que viene también el 17 de mayo, para hacer un recuento, para ver todo lo que se ha hecho y para realizar planes nuevos, pues entonces nosotros les daremos cuenta a ustedes, pero ustedes también tendrán que rendirle cuenta al pueblo de todo lo que hayan hecho.

Así que:  ¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!


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