“(…) Ahora, cuando la Revolución entra en una nueva fase, más madura; en una nueva fase en que se entabla una tremenda lucha por la superación de los vicios que subsisten; de los viejos y de los nuevos; de las debilidades que subsisten y de las ineficiencias que subsisten, las organizaciones de masas también entrarán en una nueva fase. Entrarán, entre otras cosas, en la importantísima y definitiva fase de la democratización del proceso revolucionario”.
Extraordinaria vigencia estas palabras del Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, contenidas en este fragmento de su discurso con motivo del X Aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), el 28 de Septiembre de 1970 (1)
Creados con el objetivo de fortalecer la defensa de la joven Revolución en el poder en cada cuadra, zona, región y rincón del país contra las amenazas internas de la contrarrevolución, los CDR han sido durante décadas uno de los bastiones del proceso revolucionario cubano en la construcción del socialismo, al igual que una fuerza de choque popular “con una participación mucho más directa de las masas, del pueblo, en las decisiones y en las soluciones de los problemas, y una participación multifacética en todas partes en el aspecto territorial, en los problemas que tienen que ver directamente con ella”.
En otros momentos de aquel memorable discurso, Fidel exponía una serie de ejemplos “de cosas mal hechas”, de problemas que debían y tenían que ser resueltos y superados por el movimiento obrero cubano, el que saldría más fuerte y democrático ante cualquier dificultad que tuviese que enfrentar, “y de las masas obreras saldrán incontables valores revolucionarios, es decir, incontables cuadros para el movimiento obrero (…) Porque en organizaciones de masas, como los Comités de Defensa de la Revolución, están ubicadas en las cuadras, están territorialmente en todas partes, las organizaciones obreras, populares; están en cada uno de los puntos vitales del proceso productivo, es decir, están en las fábricas y están en todos los centros donde se desarrollan los servicios del país”.
Y puntualizó, además, para todos los tiempos y contra todas las dificultades que pudiesen subsistir dentro de un proceso revolucionario, y como compromiso ineludible: “Es una organización fundamental con vistas a la producción de los bienes y servicios que el país necesita”.
Exponía, además, el siguiente ejemplo:
“(…) Imagínense una panadería en una cuadra, que es la que sirve pan a todos los vecinos y un aparato administrativo que la controla desde arriba. ¿Cómo la controla? ¿Cómo puede desinteresarse el pueblo de cómo funciona esa panadería? ¿Cómo puede desinteresarse si un administrador es malo o no? ¿Cómo puede de desinteresarse de si hay allí un privilegio o no, negligencia o no, insensibilidad o no? ¿Cómo puede desinteresarse de la cuestión de cómo brinda los servicios? ¿Cómo puede desinteresarse de los problemas de higiene en aquel sitio? ¿Y cómo puede desinteresarse de los problemas de la producción, del ausentismo, de la cantidad y de la calidad del producto?
Y añadió seguidamente y con aguda crítica: “Puede suponerse acaso que puede haber algún medio más efectivo para controlar esa actividad que las propias masas? ¿Acaso puede haber un método de inspección? ¡No! Se puede echar a perder aquel hombre que dirige aquella micro-unidad productiva, se puede echar a perder el que dirige el otro centro de servicio, se puede echar a perder el que inspeccione, se pueden echar a perder todos ellos. Los únicos que no se pueden echar a perder son los afectados. Entonces, el desarrollo de nuestras fuerzas productivas hace que un gran número de servicios en el país se brinde en la cuadra. Nadie puede desinteresarse de cómo funciona una panadería, una piquera, y tienen que ver qué pasa, e interesarse por todo. Por un buen funcionamiento, por un óptimo servicio”.
Un aniversario más de la constitución de los CDR será celebrado el presente año. Quizás, uno de los más difíciles para nuestro pueblo no sólo por la existencia de una pandemia que azota a todos los confines del mundo, sino también cuando el enemigo norteño trata de agudizar más criminalmente su enorme carga inhumana e imperial contra un pequeño país y pueblo.
Mas, siempre estará entre nosotros Fidel, con sus enseñanzas, observaciones, advertencias; con su inimaginable fuerza moral en cada palabra, en cada una de sus imágenes históricas siempre presentes; en la limpieza de sus principios, en la necesidad de unidad entre todos los cubanos porque:
“No mueren nunca sin dejar enseñanza los hombres en quienes culminan los elementos y caracteres de los pueblos; por lo que, bien entendida, viene a ser un curso histórico la biografía de un hombre prominente”.(2)
Notas:
(1) La Revolución cubana (1953-1980). Selección de lecturas. La Revolución en el poder. Editorial Félix Varela, La Habana, 2002.
(2) José Martí. Periódico La Nación. Febrero 4 y 5 de 1887. T. 13, p. 156.
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