Recientemente La ciudad como texto cultural dedicó un espacio al Fórum Fernando Ortiz que auspiciara el Sectorial Provincial de Cultura de Matanzas entre los días 14 y 17 de julio, bajo la coordinación de su Grupo de Investigación y Desarrollo de la Cultura. En esa ocasión centramos la atención en los temas relacionadas con sectores o grupos sociales marginados por la sociedad desde un proceso de formación histórica cultural con orígenes en el período colonial, la prolongación de la cultura aborigen y la vinculada a la esclavitud.
De forma general se trató de un evento organizado en cuatro líneas temáticas: “Influencia de los diferentes componentes étnicos en la cultura nacional y local”, “Nuestras raíces culturales y la cultura popular y tradicional”, “El trabajo comunitario: proyectos de mejoramiento humano a través de nuestras tradiciones culturales” y “La esclavitud y sus repercusiones en la sociedad cubana”. En esta ocasión se comentan algunos de los trabajos vinculados a los horizontes hispanos cuyos orígenes se encuentran en oleadas migratorias de la segunda mitad del siglo xx.
Singular resultó, y por ello dedico un comentario preliminar, la ponencia Labor benéfica de las Hijas de Acacia en la ciudad de Matanzas 1947-1948, por la profesora de filosofía de la Facultad de Ciencias Médicas de Matanzas, Dana Bolaños Sánchez. Desde documentos de archivo Bolaños Sánchez ilustra la creación de la Sociedad Fraternal Hijas de Acacia, vertiente femenina de las logias masónicas en Cuba que en su papel social realizó una obra que merece ser tenida en cuenta por la historia local. Para argumentar la significación simbólica y cultural de las Hijas de Acacia, la investigadora toma como punto de partida la significación de la masonería en las guerras de independencia y sin asomo alguno a posturas de género destaca la defensa de estas féminas en principios como el enaltecimiento de las virtudes del ser humano y una práctica filantrópica que conllevó a sus discípulas a prestar atención a la población desvalida, principalmente a la niñez, carente del calor filial y para hacer gala del origen de su nombre: “árbol frondoso, fuerte y florecido todo el año”, las acacianas crearon células en Jagüey Grande, Bolondrón, Matanzas, Cárdenas, Ceiba Mocha, Colón, Coliseo, Los Arabos, Agramonte, Perico, Jovellanos y Pedro Betancourt, perspectiva que reclama similares estudios en esas localidades.
En relación con las fiestas populares de raíz hispana es preciso destacar la ponencia Las verbenas de San Germán. Un proyecto a la salvaguarda del patrimonio cultural holguinero, del investigador y promotor cultural Pedro Jorge Calzadilla Expósito. En su condición de especialista de la Dirección Municipal de Cultura de San Germán, en Holguín, Calzadilla asume la herencia cultural hispana desde una perspectiva contemporánea, postura que lejos de momificar la tradición le llevan a enriquecerla no solo desde lo que en materia de desarrollo tecnológico ofrece el siglo xxi; sino también a partir de los aportes y contribuciones de instituciones y comunidades vinculadas a las raíces de la localidad. Así, sorprendió al auditorio la potencialidad del investigador para aunar voluntades y recursos en aras de propiciar a los moradores de San Germán un sistema de acciones culturales con las que no solo se identifican, sino de la que participan como activos protagonistas. Culturas tan aparentemente ajenas al poblado, como la incidencia china o japonesa, cobran lugar en las tradiciones que en torno a las fiestas del santo parón del pueblo se organizan en el mes de mayo bajo el nombre Las verbenas de San Germán.
Aunque con resultados aun sencillos pero prometedores, resultó la ponencia Las fiestas populares tradicionales del municipio Martí, de la licenciada Yanni Nadia Rodríguez, de la Casa de la Cultura Municipal José Aniceto Díaz. Formada como instructora de arte y miembro de la Brigada José Martí, Yanni mostró en su exposición la pasión y el respeto que merecen las fiestas populares en cada uno de los pueblos y ciudades de Cuba. Motivada por la necesidad de ahondar en el origen y permanencia de las fiestas populares de su localidad, la autora crea una especie de base de datos en la que encontrar información acerca de los festejos existentes en el municipio Martí, de Matanzas, a partir de 1893, distinguiendo las primigenias fiestas cafetaleras, expresión de los colonos franceses que arribaron a la zona procedentes de Haití; las fiestas de inicio y terminación de la zafra, ahora en franco peligro tras la pérdida del central; las fiestas patronales de San José, del 6 de mayo; la fiesta de la verbena con incidencia de la Iglesia del poblado, y los guateques campesinos, herencia de isleños y andaluces. Destaca además Yanni la fiesta del Itabense ausente, que se remonta al 5 de marzo de 1956 en el vecino poblado de Itabo, y las fiestas carnavalescas, espacio en el que confluyen las comparsas “Los fruteros”, “La colombina” y la “De los indios”. Conocer de estas prácticas le permitirá proyectar el futuro.
Para concluir este acercamiento al Fórum Fernando Ortiz he dejado un tema que se imbrica con mi quehacer investigativo desde hace unos cuantos años y que se relaciona con el título de esta columna (La ciudad como texto cultural); el trabajo presentado por la licenciada Olga Lidia González Monguía, del Museo Provincial Palacio de Junco, titulado La presencia hispánica de Bolondrón, a través de su patrimonio arquitectónico.
Quiero destacar desde esta ponencia, en primer lugar, la factibilidad científica de los estudios culturales a partir del patrimonio edificado; de hecho, considerar la arquitectura y el urbanismo como documento histórico para entender el pasado, un medio que se remonta, cuando menos, a 1931, con la carta de Atenas; en segundo lugar, la imposibilidad de conocer el contenido de estos centros urbanos desde otro enfoque que no sean los estudios de casos. La aplicación de todo cuerpo teórico establecido a priori, inscribe la investigación de los centros urbanos dentro de las probabilidades de hipótesis nula o carente de sentido. Bolondrón es hija de su tiempo, de un tiempo histórico continuo que metodológicamente (solo metodológicamente), se fragmenta en los períodos de la Historia de Cuba: Colonia, República y Revolución en el Poder. Fuera de las coordenadas culturales que acompañan y caracterizan esos períodos no es posible el análisis de ninguna de nuestras ciudades; pero no como resonancia, sino como expresión de las circunstancias concretas que acompañan el proceso de urbanización.
En su ponencia, Olga Lidia González Monguía ubica los orígenes del poblado de Bolondrón sobre una de las mercedes concedidas por Real Orden el 31 de agosto de 1631 a Manuel Chávez, en el sitio conocido como la Laguna de Bolondrón, lugar que adquiere su primer signo de autonomía en el campo espiritual, cuando sus vecinos logran del obispo autorización para la construcción de una Iglesia parroquial el 24 de mayo de 1855; obra que se inaugura el 8 de noviembre de 1859. La descripción de Jacobo de la Pezuela, en 1863, “como un pequeño caserío ubicado en el partido de Alacranes con 13 casas y 109 habitantes”, fruto de un grupo de familias vizcaínas que llegaron a la zona para dedicarse a la agricultura; es mucho más que ello; es la manifestación del arraigo de una identidad que tendrá su segundo campanazo con el otorgamiento de ayuntamiento a solicitud de sus vecinos el 12 de enero de 1879.
De modo que Francisco de la Bodega y Villa, José Ferrer y Saballs, Ángel Díaz Pendás, Martín Laza y Pérez, Remigio Espinosa y Ramos, José Fermín Soto y Hevia, José Yáñiz Aníbalo, Juan Marrero Pereira, Camilo Gómez Trueda, Ángel Albístur y González, José Rodríguez Maribona y Leonardo Infante González Camero; no son nombres de simples colonizadores, son cabezas de familia que se propusieron hacer de Bolondrón su patria chica; de ahí que fomentaran una cultura cuya expresión respira en sus edificios hoy en ruina.
Claro que no ha de conformarse el investigador con escudriñar la piel de esos inmuebles en pos de encontrar en ellos resonancias estilísticas, de mayor importancia sería ahondar en los procesos constructivos y, sobre todo, funcionales que les acompañaron. No tengo la menor duda de que Bolondrón dio a Cuba importantes frutos en los más diversos ámbitos de la cultura. De ahí que no podamos darnos el lujo de mirar a otro lado cuando desde sí emite el lamento de su abandono. Sean estas palabras un SOS por su defensa; un reclamo a la desvergüenza que le acompaña desde hace ya algunos lustros. A Olga Lidia las gracias por presentarme a Bolondrón, un espacio que se suma a la comprensión del devenir de la red de ciudades cubanas.
Por las posibilidades de diálogo que desde las ciencias ofrece el Fórum Fernando Ortiz, por los 30 años de sistemático trabajar del Grupo de Investigación y Desarrollo de la Cultura de Matanzas en la defensa de la identidad desde la culturología y por la posibilidad de visualizar exponentes del patrimonio cultural de la Atenas de Cuba como el Monumento al Esclavo Rebelde, la Ermita de Montserrat y el Callejón de las Tradiciones, felicidades y muchas gracias.
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