Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, conocido universalmente como Francisco de Quevedo, falleció un día como hoy del año 1645 en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, en Madrid.
Había nacido el 14 de septiembre de 1580, en una familia de hidalgos; sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio; su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria.
Quevedo llegó a recibir los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago y tuvo una vida azarosa, plena de altas y bajas, bien ligada a las cortes españoles, pero también con periodos de prisión y destierro, en España e Italia.
Una vida tan rica en experiencias dio como resultado una obra poética, narrativa y dramática que se inscribe entre la mejor producción de la historia de la literatura española; especialmente como poeta es una de las plumas principales del Siglo de Oro español.
Fue un niño precoz; cursó estudios de Teología en la Universidad de Alcalá y de lenguas antiguas y modernas.
Muy joven aún, se dice que comenzó a parodiar, bajo seudónimo, los poemas de Luis de Góngora y Argote ( Córdoba, España, 1561-1627); este lo reconoció y lo atacó con la misma arma, con lo cual se inició la popular disputa entre ambos que se repetiría en varias ocasiones, aunque voces acreditadas consideran que no pudo prolongarse demasiado tiempo, ni más allá del desacuerdo entre el estilo conceptista que asumía Quevedo y el culterano que difundía Góngora, verdadera fuente de la mayor parte de estas sátiras.
Pero Quevedo era una personalidad beligerante; también atacó a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, y Juan Pérez de Montalbán; en 1608, se batió en duelo con el autor y maestro de esgrima Luis Pacheco de Narváez, como resultado de las críticas de este acerca de una de las obras de Narváez. Este duelo fue parodiado en su novela Historia la vida del Buscón.
No obstante, el más agredido fue Góngora, al que dirigió terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente. Llegó incluso a burlarse de su físico como en su más conocido soneto «A una nariz», en el que se encarniza con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que implicaba una herencia judía y Quevedo era un furibundo antisemita.
Érase un hombre a una nariz pegado
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado
Góngora le correspondió casi con la misma violencia, satirizando su cojera, calificándolo de borracho y contrahecho y echándole en cara su estilo de vida, pues era un asiduo visitante de burdeles y tabernas, a la vez que ocupaba cargos importantes en la corte y desarrollaba una importante carrera política.
Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al conceptismo barroco y por lo tanto muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología.
Muchos especialistas han coincidido en señalar la divergencia pendular de la inspiración poética de Quevedo que va desde su aflicción satírica a la dulzura amorosa.
La mayor parte de su producción poética es satírica, aproximadamente, un cuarenta por ciento de sus textos; muchos de ellos circularon públicamente en vida del autor a través de copias manuscritas, por lo que alcanzó gran fama de crítico inclemente y cáustico.
Con sus sátiras se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación, y la animalización. Se ha señalado, además, como un rasgo característico de su verso, la esticomitía, esto es, la tendencia a transformar cada verso en una sentencia de sentido completo, lo cual hace a sus poemas muy densos de significado, como era prioritario en su poética, radicada en los principios de lo que más tarde fue denominado conceptismo barroco.
La poesía amorosa de Quevedo, por su parte, está considerada como la más destacada del siglo XVII, y es, a la vez, la producción más paradójica del autor pues este fue misántropo y misógino, y a la par, el gran cantor del amor y de la mujer; su obra cumbre en este género es, «Amor constante más allá de la muerte»:
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado
Su compendio lírico está integrado por cerca de 875 poemas, divididos en los subgéneros: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral, heroica, circunstancial, descriptiva, religiosa y fúnebre.
La primera impresión de sus poemas tuvo lugar en 1605, en la antología conocida con el nombre de Primera parte de las flores de poetas ilustres de España. De forma póstuma, la mayor parte de sus poemas aparecieron publicados en dos obras: El Parnaso español (1648) y Las Tres Musas Últimas Castellanas (1670).
En su producción en prosa resaltan las obras satírico-morales Sueños y discursos, compuestos entre 1606 y 1623, y la novela picaresca Historia de la vida del Buscón, que es un divertimento en el que Quevedo expone su ingenio por medio de un brillante estilo conceptista, utilizando una estética pre expresionista.
Su producción dramática carece de un catálogo, no solo por la dificultad de reconocer su autoría sino por los conflictos al considerar a algunos textos como teatrales.
Las críticas literarias que escribió fueron satíricas embestidas contra determinados autores; dentro de sus piezas no literarias, se cuentan textos políticos, ascéticos, filosóficos, y su epistolario es vasto y diverso.
El 8 de septiembre de 1645, Francisco de Quevedo fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, enfermo y tranquilo; cuentan que su tumba fue profanada por un ladrón que buscaba robar las espuelas de oro con las que el extraordinario escritor había sido enterrado.
Sus restos se encuentran en la cripta de Santo Tomás de la iglesia de San Andrés Apóstol; allí fueron identificados en el año 2009, y serán, de seguro, «polvo enamorado».
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