(O como inciden las leyes de la Dialéctica Universal
en la música cubana hoy)
Los antecedentes necesarios
En mis años de estudiante de preuniversitario, supe de las leyes de la Dialéctica en un primer acercamiento a la filosofía. Son leyes universales y muchos años después de haberlas aprendido no he renunciado a ver su aplicación práctica en mi vida profesional. Con esas tres leyes como herramientas, hoy olvidadas por algunos, intentaré acercarme a determinados acontecimientos que están signando el panorama musical cubano de este tiempo y que ya comienzan a tener su repercusión más allá del mundo discográfico de este año 2015 que ya se acerca a su última estación.
Se trata de los discos Bendita indisciplina y Cosmopolita; de los proyectos Efusión y D´Corazón; que bajo el sello Bis Music acaban de ser publicados; lo único que esta vez están disponibles en las plataformas digitales, aunque se prevé, según sus productores, que físicamente estén para el mes de diciembre.
Definamos que los dos proyectos creativos antes mencionados son parte de una tendencia que desde fines de los años ochenta viene abriéndose camino, poco a poco dentro de toda la música popular cubana y que tiene su punto de ebullición en los comienzos de esta segunda década del siglo XXI. Esa tendencia a proponer una canción más cercana a la realidad circundante, algo más cuidada en intenciones temáticas que la popular bailable, tiene entre sus primeros cultores en estos “tiempos modernos” —además de los clásicos— a Donato Poveda, Frank Delgado, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso y Carlos Varela, olvidemos el orden de influencia y centrémonos en las enumeraciones, en el campo temático; y que definiría el trabajo de sus continuadores, algunos agrupados bajo el grupo Lucha Armada y otros proyectos.
Mientras que en materia musical bebió de innumerables influencias de “adentro y de afuera” destacándose el rock argentino de los años ochenta, el jazz y un decir cubano que intento “cultivar lo bailable” bajo el eufemismo de “Música Popular de Concierto” y que no fue más que intelectualizar “una lata y un palo”.
Para los años noventa toda esta influencia se enriquece cuando Joaquín Sabina se convierte para muchos en el “santo grial” de la crónica urbana y combina musicalmente todas las músicas posibles y conocidas. Entonces el abordaje temático cambió y la sonoridad cubana dejó el complejo de maracas y tumbadoras como eje fundamental. Ahora lo cubano se expresaba mediante otras sonoridades y se arroparía bajo las etiquetas de pop-rock o simplemente fusión.
Pero no fue en casa del trompo, es decir aquí, donde primero alcanzó notoriedad esta renovación o reelaboración si cabe la afirmación, de la música cubana. Las primeras luces nos llegaron desde España con el proyecto Habana Abierta y sus subsiguientes; después vendría la película de Benito Zambrana Habana Blues y con ella la mirada puesta por los productores discográficos nacionales en este tipo de música y de proyectos; que en honor a la verdad la pionera con la seriedad requerida fue la EGREM, de la mano de Julio Ballester y el talento, creatividad y osadía de José Manuel García; cuando su catálogo fue diezmado por la crisis económica de los noventa; y es que esa disquera no podía pagar los altos cache de sus competidores y se refugió en descubrir talentos y hacer nuevas propuestas musicales; y el riesgo dio sus resultados.
Es cierto que algunos proyectos interesantes quedaron en el camino, es cierto que otros lograron llegar hasta el momento en que la sociedad maduró para entender que la música cubana se estaba abriendo a nuevas tendencias, que una generación de músicos con otras inquietudes creativas estaba llegando a ocupar su espacio; que estábamos empezando a formar parte de una aldea global y por sobre todo que la postmodernidad no aplica a la música cubana como pretendieron apostar algunos en busca de notoriedad.
La hora de las leyes de la dialéctica había llegado para la música cubana.
Ley de la Negación de la Negación
Desde los años sesenta la música rock y el pop fueron satanizados. Primero por extranjerizantes, después porque era una afrenta a la rica cultura musical cubana; ignorando quienes defendieron estos criterios que “lo cubano puro” en música no existe; que la nuestra es una fusión con todas las de diversas culturas y sus músicas. Entre los abanderados de esta pureza estaban algunos que en su momento fueron trasgresores y asumieron en su trabajo influencias de otras músicas para establecer una vanguardia musical reconocida.
Rosendo Ruiz, uno de esos trasgresores, fue abanderado en la cruzada contra el pop y el rock y su posible contaminación a nuestra música; eran una cultura ajena a nosotros. Sus cartas, furibundas críticas a quienes hacían rock o pop desde los sesenta hasta los ochenta tardíos fueron notorias; asimismo reaccionaron otros “trasgresores” cuando la salsa se abrió al mundo, pero el pataleo fue menor.
Pero la dialéctica y el sentido común se fueron imponiendo y lo cubano se contaminó para bien de la cultura con aquellas músicas que se pretendió enajenar. Así tuvimos el etno rock de Síntesis para demostrar el error de aquellos demiurgos; pero antes estuvo el pop a lo cubano de Los Dan, Los Barbas, Los Cañas, que abrieron una primera ruta musical a este fenómeno que enfrentamos hoy y que se puede definir como “pop a lo cubano” que ya no es imitativo, aunque quedan zonas no superadas.
Entonces la Negación de la Negación comenzó su accionar en la música cubana y el proceso de sustitución llegó con las búsquedas imprescindibles, la asimilación de las influencias necesarias —ora suena el cajón flamenco y rumbero en sustitución de la tumbadora, ora una guitarra al estilo country inglés o norteamericano o punteada roqueramente cantando sones, ora pasajes electrónicos, ora trombones, trompetas y sax recuerdan al Benny (Moré o Goodman) o a Pérez Prado—; pero también hay blues, jazz y pianos al más puro bolero inolvidable.
Se negaba la pureza a ultranza para llegar a un nuevo sonido. En un gran caldero musical se cuecen todas las músicas y se obtiene un sonido cubano; sonido que hoy sigue su andar en las propuestas de D´Corazón y Enfusión, pero que cruza por los sones que propone David Blanco o las “timbas intelectuales” que en su momento propuso Issac Delgado o que hoy identifican la música de Kelvis Ochoa, quien da su propia versión de la conga o hace un sucu sucu diferente al de Mongo Rives.
Negar una y otra vez —más de tres si eso fuera necesario— para cubanear en grande. El tiempo de las otras leyes de la dialéctica estaba llegando.
Continuará…
Deje un comentario