Georgina Herrera, una poeta afrodescendiente llena de sueños.


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Nos llamábamos por teléfono todos los días. Una tarde de esas soleadas de La Habana me llevó  a Sol Adentro,  su libro de poemas. Corría el año 2018.  Una dedicatoria muy hermosa lo ilustraba:

Para mi querida  Juani: Que no nos falte nunca la fuerza para mostrar en la poesía lo que pueden juntar la belleza y la ternura. Con cariño. Georgina Herrera.

He disfrutado tanto su libro, sus poemas recogidos, los publicados y los no publicados, aquí están todos  para deleite de sus lectores de siempre.

Ahora en el reciente Festival Internacional de Poesía de la Habana, aprovecho esta oportunidad para recordarla,   que una vez más participe en este mayo florido junto a todos los artistas que nos acompañan y su poesía auténtica  y desgarradora no deje de estar con nosotros.

Me gustaría presentarla. Georgina Herrera nació allá por el 1936, en Jovellanos, Matanzas una zona  azucarera de barracones. Su abuelo materno era un esclavo negro. Comunicación estrecha y sentida tuvo con el abuelo. Supo de cuánto dolor y miseria lo embargaba, Fue también muy triste la infancia de Georgina, sobre todo por un padre violento  que la relegaba de manera brutal. A escondidas, ya huérfana de madre escribía sus primeras creaciones poéticas. Ella  siempre encontraba en la palabra hermosa un escape a sus inquietudes y sueños.

Llegó  a La Habana, y la conquistó, aquí fundó su monte y palenque, no sabe ni como sobrevivió, pero lo hizo. La Revolución triunfante en nuestra Patria le abría las puertas.  No tenía hora, por las noches estudiaba  redacción, ortografía, secretariado, taquigrafía, después, literatura cubana e hispanoamericana,  narración oral y no sé cuántas cosas más.  Aquella negrita escribía muy bien  y a partir de los años 60,  los periódicos locales se hacían eco de sus trabajos.

Y llegó El Puente, aquel Grupo Editorial independiente que la acogió, y allí Martínez Furé, Nancy Morejón, Eugenio Hernández, José Ramón Brenes, Miguel Barnet, Lina de Feria entre otros, y allí ella, la poeta en ciernes, bebiendo de aquellas fuentes  de jóvenes brillantes, que la ayudaron a crecer.

Fue en el Puente,  donde publicó su primer poemario, GH(1962), una muchacha de gran talento resurgía. En Radio Progreso y la TV, más tarde,  le dieron las mejores oportunidades. Seriales de radio, novelas, piezas teatrales, La mujer fue tema recurrente en  su obra,  así la definen, pero ante todo Georgina es poeta.

Estas palabras aparentemente/ suaves y tranquilas,/palabras transparentes, sí, pero,/tenaces,/llegan, entran, se quedan para/siempre,/son mi manera/así es que grito,/y sé que me hago oír./

 

Vinieron otros poemarios.

Como ha dicho Roberto Zurbano, Georgina llega a nosotros como una pequeña llama en la tempestad. Ella estaba convencida que había sido designada  por la divinidad para ser la portavoz de la tradición oral de sus ancestros.

Fui yo la elegida para decir./Por sobre muchas cabezas  de parientes/Buscó la mía, puso/Su mano en ella y dijo:/Tú, son lucumisa.

Como dice la prologuista de este texto Juanamaría Cordones –Cook,   de la Universidad de Missouri;  “Asumió como misión, la  responsabilidad de llevar la historia  que ella atesoraba a la escritura como eje de resistencia, así como también de escuela , academia, campo de batalla , pero también de paraíso”.

En una ocasión, la poeta me confesó: “Mi vida está en mi escritura poética”

Y agrega la prologuista:” La recuperación de su memoria cultural, de sus raíces en África, y de su profunda identidad, constituye una materia prima esencial para la poeta:

Según abuelo África/era un país bonito y grande como el cielo, desde/el que a diario, hacia/ el Infierno occidental. Venían/Reyes encuadernados, /santo/ oscuros, dioses tristes./Usted viene de África./No es santo, Rey ni Dios siquiera,/ es simple , grandemente, un hombre bueno.

Un día la poeta  me dejó de llamar. Georgina había muerto. Un 13 de diciembre del 2021.

Sin odios/ para no estar ciega,/ ni equivocarme en los colores únicos/de esta pintura verdadera  ausente ya/por suerte nuestra…

 

En la poeta, en  el poder de la palabra estaba  el enjambre de sus sueños. Su voz suave e inquietante,  siempre me espera.


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