Un día como hoy del año 1915 nació en San Cristóbal, Pinar del Río, la escultora Lilia Gilma Madera Valiente, quien conquistó la celebridad, y el agradecimiento de muchos cubanos por su creación del Cristo que preside la Bahía de La Habana y bendice a los habitantes de esta hermosa ciudad y sus visitantes.
Madera fue sin dudas, lo que se llama, una mujer adelantada a su época, al ser la primera en el mundo en realizar una escultura de tales dimensiones en mármol blanco de Carrara.
En 1942 matriculó pintura y escultura en Academia San Alejandro, recibiendo en su formación la impronta de maestros como Florencio Gelabert, Armando Maribona, y Enrique Carabia, entre otros; se graduó en 1952 como profesora de dibujo y modelado.
En New York perfeccionó su aprendizaje sobre la técnica de la terracota y compuso obras en mármol y bronce; en México cursó estudios sobre la cultura prehispánica, y recibió también clases en Europa.
Su tema preferente fue el retrato del hombre; así, conformó una obra que incluye más de 700 producciones entre esculturas alegóricas, desnudos, relieves y retratos, ejemplos para muchos expertos del estilo neoclásico, con tendencia a la estilización sin abandonar lo figurativo, ni deshumanizar la figura, y sin hacer abuso de la abstracción.
Logró creaciones distintivas de su quehacer, caracterizadas por la pureza y la sobriedad, que comparten paz y equilibrio, muchas de las cuales se encuentran emplazadas en diversos sitios de Cuba y de naciones como Puerto Rico, Estados Unidos, y territorios que pertenecieron a la URSS.
Son fruto de su talento y trabajo, los monumentos dedicados a la familia Pérez, y al general Francisco Peraza, ubicados en el Cacahual; bustos de Martí, en el parque de San Nicolás, en La Habana, de Adolfo del Castillo, en Managua; la fuente decorativa, localizada en el Zoológico capitalino y el relieve de Carlos J. Finlay, que se encuentra en el instituto que lleva el nombre de este médico cubano.
El Cristo de La Habana
Esta colosal escultura se realizó por una convocatoria del gobierno, surgida por petición de la primera dama, la esposa de Fulgencio Batista; está rellena de concreto e integrada por 67 piezas; su peso total es de 320 toneladas, tiene 24 metros de altura y con el pedestal, se alza a 51 metros sobre el nivel del mar.
Se inauguró el 25 de diciembre de 1958, y, a pesar de que muchos pensaron que se parecería al Cristo de Rio de Janeiro, en Brasil, la artista logró un Cristo cubano, fornido, enorme, con labios carnosos, una belleza masculina y viril, en el que resaltan detalles que lo humanizan como las sandalias, los pies, las rodillas.
El querido Cristo de La Habana, fue declarado Monumento Nacional el 6 de noviembre de 2017, por sus excepcionales valores artísticos, y por haberse convertido en un ícono indiscutible de La Habana, símbolo de su identidad, y fue reconocido con el Premio Nacional de Patrimonio Cultural.
Martí en el Turquino
La artista fue una martiana confesa, por lo que el Apóstol fue para ella un motivo de inspiración; de esta suerte, creó el frontispicio de la Fragua Martiana que plasma un libro abierto con una llama interior y arriba una estrella formada por el humo de la llama.
En el año del Centenario del natalicio de José Martí, y como tributo, surge la idea de colocar el busto del poeta en el Pico Turquino. La escultora compró bronce y lo mandó a fundir, pero como no existían los fondos para costear el proyecto, produjo medallones y un Martí de pequeño formato que se vendieron y el dinero recaudado sirvió para colocar este monumento dedicado al Maestro, a dos mil metros de altura, en el punto más alto de la Isla.
El propietario del Turquino, era un marqués español, del cual el doctor Manuel Sánchez Silveira, padre de Celia Sánchez Manduley, logró permiso para colocar el 19 de mayo de 1953 esta, la obra que ha sido visitada por centenares de cubanos y foráneos; allí se lee la frase martiana escogida por Madera: «Escasos como los montes son los hombres que saben mirar desde ellos y sienten con entraña de nación y de humanidad».
Gilma Madera, durante muchos años, vivió en Lawton, en el populoso municipio de Diez de Octubre; se vio obligada a interrumpir su producción artística en el año 1960 a causa del glaucoma que la aquejó, y falleció el 21 de febrero de 2000, en este barrio habanero.
Un museo la recuerda en San Cristóbal
En el año 2003 el museo municipal de San Cristóbal, ahora perteneciente a la provincia Artemisa, recibió un grupo de artículos asociados a la creadora y a partir de ese momento la institución comenzó la búsqueda de familiares y conocidos que pudieran ofrecer información sobre esta, así como localizar otros objetos personales; como resultado se conformó la colección Gilma Madera y comenzó en 2004 una investigación, a fin de profundizar en la vida y la obra de la escultora.
Hoy este muestrario cuenta con más de 700 piezas, entre ellas, cerca de 500 fotografías, algunas tomadas durante el camino y colocación del busto de José Martí en el Pico Turquino, otras, de la ardua faena en la creación y emplazamiento del Cristo de La Habana, al igual que instantáneas que recuerdan viajes que realizara y otros momentos importantes de su vida personal y artística.
Igualmente reúne objetos personales como su pitillera, instrumentos de trabajo, la máquina de escribir, cámaras fotográficas, retroproyectores, publicaciones firmadas por personalidades de Cuba y el exterior, esculturas y prototipos originales, entre ellos el del rostro de Teodoro Roosevelt ubicado en el memorial que lleva su nombre en Washington y, como curiosidad, la primera obra realizada para su ejercicio de graduada en la Academia de San Alejandro: el relieve en piedra de un perfil de mujer.
Gilma Madera, legó al futuro un Cristo que veneran por igual creyentes y ateos, como ejemplo de alto valor artístico y mensaje de cubanía, paz, amor y buena voluntad.
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