Cumplí ocho años el mismo día de enero en que la Caravana de la Libertad recorría la Avenida 41 del municipio capitalino de Marianao, y recuerdo que desde los hombros de mi padre, veía asombrado pasar a los barbudos montados en sus tanques. Si esa imagen no se me ha podido borrar, tampoco he podido olvidar esta otra, que precisamente por estos días me ha vuelto a la mente. Consiste en la remembranza de una pegatina que aparecía lo mismo en la puerta de cualquier casa, que en los parabrisas de cualquier carro. Dicha pegatina, pequeña, pero de colores vivos, solo decía: “Gracias, Fidel”.
Desde fechas tan tempranas, el pueblo cubano le agradecía al líder revolucionario por sus combates en las montañas y por las medidas populares tomadas al triunfo de la Revolución, como la Ley de la Reforma Agraria o la Ley de la Reforma Urbana, entre otras tantas. Por tal motivo, quiero homenajear al invicto Comandante desde la gratitud de este cubano que, como millones de compatriotas, ha tenido el privilegio de vivir en su tiempo:
Gracias, Fidel, por haber cambiado para siempre la mentalidad apolítica del cubano medio, quien antes de la Revolución podía rechazar una conversación en torno al tema en cuestión, argumentando que no le interesaba tratar cualquier situación de esa índole si no era un político.
Ahora nuestro pueblo tiene en sus manos las herramientas que, desde tu preclara visión, nos has entregado en cada discurso, en cada análisis tuyo, para valorar ─como pocos─, desde la mayor objetividad, cualquier problemática que se enfrente tanto en nuestra tierra como en otra parte del mundo.
Gracias, Fidel, por impregnarnos de tu concepto de dignidad con tanta pasión y entereza, que nos hace sentir preparados no solo para defendernos como pueblo ante cualquier intento de humillarnos, sino para apoyar semejante espíritu de lucha a favor de los oprimidos en cualquier parte del mundo.
Gracias, Fidel, por entregarnos el valor de tus ideas, al hacernos sentir que, con semejantes ideales de justicia, confraternidad y de amor por el prójimo, estamos a la altura de los ideales humanistas que debieran prevalecer en cada rincón de esta tierra.
Gracias, Fidel, por habernos enseñado que la grandeza de José Martí está mucho más allá de lo que aparecía escrito sobre él en los libros de textos de antes de la Revolución. Gracias a tu constante referencia al Apóstol y su legado, no he dejado de recorrer el extraordinario universo de la prédica martiana, un camino que nos conduce a ahondar en la vida y obra de grandes héroes como Antonio Maceo, Máximo Gómez y Ernesto Che Guevara.
Gracias, Fidel, porque en cualquier lugar, cada vez que decimos que somos cubanos, de la tierra de Fidel, es un motivo de orgullo la gran admiración que despiertas entre los demás de solo pronunciar tu nombre. El sentimiento de modestia y humildad que siempre te caracterizó no me hubiera permitido escribírtelo, pero realmente gracias por tod
o lo que has hecho por nosotros y por todos los demás en el mundo.
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