Hace más de 40 años conocí a una niña en la playa de Santa Fe. Era una niña menuda, soñadora, que siempre iba en bicicleta con sus padres y su hermano y que nadaba las aguas como un pez, con el ansia de ese pez trashumante que se aleja en la corriente y en el mar encuentra rutas misteriosas que ni siquiera los navegantes serían capaces de hallar. Esa niña, cual Bella Durmiente de un cuento clásico, se acostó una noche cualquiera y vino a despertar de repente en otro país y luego en otro y fue aprendiendo, como los peces que remontan las corrientes, a sobrevivir en aguas diferentes, aguas tibias o frías, placenteras o arremolinadas, aguas que conducen a muchas partes o no conducen a parte alguna. Con los años, tras mucho leer, se hizo escritora y una vez, o más de una vez, consiguió (y consigue) como pez en la corriente rumorosa, volver a su tierra y a su mar, regresar siempre desde la Gran Manzana hasta el caimán siempre verde y soñar con nuevas historias y una vida siempre nueva. Quizás para contarle a sus hijas, hace poco que escribe historias de princesas que, como ella, un buen día se duermen y en el fragor de la vida se despiertan de repente, como una estatua de luz, en medio del Central Park; princesas que nunca renuncian al sueño de un príncipe hechizado, que las encante con un beso de amor, el esperanzador beso para que siempre las libre del mal hechizo del desencanto. Esa niña, que tiene nombre de personaje de un cuento de hadas, vive adentro de uno, en el que ella es una princesa que escribe cuentos de princesas y hoy se me acerca para contarme de su vida y de sus sueños, para compartirlos, como si fueran agua de mar, con canto de caracolas, rumor de espuma y reflejos de peces voladores, con quienes lean esta columna. Dejemos que, entre recuerdos y anhelos, Grettel J. Singer (1) nos hable de sus sueños y su navegar en el mar de la literatura…
¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?
La literatura es para los lectores, que no hay que olvidar son sumamente exigentes y una vez se identifican con un género o un autor en particular, surgen altas y rigurosas expectativas no obstante la edad.
¿Qué piensas de la infancia?
Inocencia, fantasía, aceptación, integridad, comprensión, perdón, pureza, adrenalina… Es la época más sagrada del ser humano. Tanto que lo único que se espera de los niños es que vivan en una infinita burbuja mágica.
En tu concepto ¿los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?
Creo que depende de la edad. Hasta los nueve o diez años leen más o menos lo mismo que antes pues hasta esa edad los padres tenemos más control sobre cómo pasan el tiempo libre y cómo influenciarlos. Leer es un hábito que se va cultivando desde muy pequeño y si un niño está rodeado de libros se va a interesar por la lectura mucho más que aquél que no ha estado expuesto. Sin embargo, la pre adolescencia de hoy en día está sufriendo un desinterés por la literatura mucho más pronunciado que, por ejemplo, durante mi infancia. La lectura requiere concentración y largos lapsos de tiempo, y el multitasking tecnológico y emocional tan agitado con el cual se lleva en la vida actual de esa edad es un némesis que promueve y domina sobre todo aquello que demande atención absoluta.
Te fuiste muy pequeña de Cuba, pero has tenido la oportunidad de volver más de una vez y ahora incluso publicar en varias antologías y un cuento para niños. ¿Qué significa para ti publicar en nuestro país?
En efecto, me fui muy pequeña y desde entonces uno de mis deseos era publicar y presentar mis libros en Cuba. He logrado ambos y entre varias razones, la más significativa era regresar con algo por lo cual sintiese orgullo. Tal vez por pura vanidad, aunque creo que todo emigrante guarda un poco esa deuda con su país natal y la ilusión de ser reconocido y aceptado con algo representativo de su vida y sus logros.
¿Te interesa seguir desarrollando la escritura para la infancia?
Sí, definitivamente seguiré desarrollando literatura infantil. Actualmente estoy trabajando en varios proyectos. Uno de ellos es adaptar las historias de los mitos afrocubanos que están llenas de moralejas, ingenio y perspicacia. Me apasiona ese tema.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?
Los niños son lectores inteligentes, audaces, y que poseen una memoria impecable. Mediante la literatura se refleja la vida, la historia de nuestros ancestros, los valores morales, las respuestas a tantas preguntas. El tono que se utiliza es esencial, y es de asumir que un niño va a verse inspirado e influenciado por aquello que lee.
¿Eres tú parecida a alguno de los personajes de tu obra?
A todos y a ninguno. Exploro diversos temas de la mujer, la magia y la vida cotidiana. Normalmente se filtran algunas de mis experiencias personales, aunque ya con dedos sobre el teclado, la prosa narra satisfaciendo según sus caprichos y los personajes una vez vivos florecen y desarrollan su propia identidad y destino.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?
Como a un eterno rescatador de la magia y los sueños.
¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Me identifico con el estilo detallado y las inagotables observaciones de los escritores clásicos rusos y franceses, pero también me dejo influenciar por autores más contemporáneos que economizan palabras e ideas sin dejar de desmenuzar complejos textos de la sicología y el comportamiento humano.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niña?
De niña leía los clásicos. Mujercitas, Huckleberry Finn, Las aventuras de Tom Sawyer, El jardín secreto, Robison Crusoe, Sherlock Holmes y los de Agatha Christie que le robaba a mi madre. No obstante, el autor con cual más devoción leía y a quien aún releo con júbilo de vez en cuando es Julio Verne.
¿Quién es tu héroe de ficción? ¿Quién, tu villano?
Heroína: Sheherezada de Las mil y una noches, cuyas dotes de ingenio e inteligencia le salvan la vida una y mil veces. Además, Andrea de la novela de Carmen Laforet, Nada. De adolescente me identifiqué bastante con ese personaje cuyos ojos lo ven todo aún cuando observan la nada. Villana: Marguerite Gautier de La dama de las camelias. Luego de haber llevado una vida superficial de lujos y festines gracias únicamente a su belleza e irresistibles encantos, renuncia a las riquezas y al exceso para morir en soledad y reivindicarse ante un amor imposible. La idea de que el amor sea lo único verdaderamente capaz de hacernos más nobles es en mi opinión un concepto irrebatible.
¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente? ¿Qué es lo que te desanima?
La gente, la ciudad y la naturaleza son los elementos que más me motivan. Cada tarde antes de ir a buscar a mis hijas a la escuela doy un paseo y me siento en un parque cerca de mi casa con el fin de estudiar lo que ocurre a mi alrededor. La interacción entre las personas, los pájaros habitualmente tan ocupados, el comportamiento sabio de los árboles según la temporada, todo eso me resulta de gran inspiración.
Me desanimo yo misma. Soy mi peor enemiga y sencillamente hay días que me hago la guerra hasta tirar la toalla. Me debato entre el ánimo y el desánimo y ahí poco a poco avanzo. A veces escribo con lucidez y propósito, otros con desdén e inseguridad. Luego toca borrar, revisar, reescribir… Sin embargo, cuando escribo para los niños, hadas y duendes alumbran el sendero de mi pluma...
¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?
Aquellos que deseamos ver en el mundo. Para mí se resumen a dos simples conceptos: amor y naturaleza. La entrega y el respeto absoluto tanto hacia el amor como hacia la naturaleza contienen el secreto de los más importantes atributos morales, desde la importancia de las verdaderas amistades, el respeto hacia otros, la honestidad, la compasión, los valores humanos, etc.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
Para un autor es tal vez la más importante de las relaciones. Un buen editor puede hasta cierto punto llegar a manipular la obra de su autor, guiarla por un camino mucho más virtuoso que hasta el mismo autor a veces no logra vislumbrar. Ese tipo de editor es el mentor que cada autor sueña con encontrar algún día.
Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?
Aún me siento una escritora joven que está confeccionando su obra. Así que mejor dejo los diez primeros clásicos que me vengan a la cabeza, pues en medio de un naufragio no se podría titubear demasiado: Palmeras salvajes, William Faulkner; Los pasos perdidos, Alejo Carpentier; Nada, Carmen Laforet; El árbol generoso, Shel Silverstein; Beloved, Toni Morrison; Escapada, Alice Munro; El rayo verde, Julio Verne; Crimen y castigo, Dostoievski; El Aleph y Ficciones, Borges; Albertine desaparecida, Marcel Proust…
Nota:
- (La Habana, 1970). Escritora. Ha publicado: Mujerongas, Tempestades Solares y La bella durmiente en el Parque Central.
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