Estar por concluir la Feria Internacional del Libro de La Habana 2017, gigantesca fiesta de la cultura y el conocimiento que cada año desarrolla el Instituto Cubano del Libro, con expresión en todas las provincias y hasta en diversos municipios del país, para regocijo de los cubanos.
Entre sus muchas acciones importantes, estuvo la realización del Panel sobre el centenario de la Revolución de Octubre, como parte del Evento de Historiadores, integrado al programa general de la Feria, que sesionó en la Casa del Alba Cultural.
El mismo, coordinado por la Premio Nacional de Ciencias Sociales Isabel Monal, contó con la participación de los destacados profesores e intelectuales Talía Fung y Dagoberto Rodríguez, junto a Mary Alice Waters en representación de la estadounidense Editorial Pathfinder, presente siempre en las ediciones anuales de la Feria de La Habana.
La convocatoria a este evento resulta trascendente ya que, mientras en muchos lugares del mundo se recuerda y homenajea ese acontecimiento histórico que fue la Revolución Socialista de Octubre, en Cuba, paradójicamente, apenas se hace referencia a semejante acontecimiento que, por su significación y alcance, es uno de los más importantes de la historia contemporánea. El sólo hecho de indicar el camino a las grandes mayorías para liberarse de la opresión imperial feudal y capitalista, y triunfar en el empeño, es suficiente para validar el legado revolucionario y transformador de la Revolución de Octubre y su máximo dirigente, Vladimir I. Lenin.
El acontecer económico y sociopolítico de las últimas décadas en la arena internacional, para algunos es indicativo de un posible retroceso en el proceso hacia la construcción del socialismo. Al respecto, coincido con quienes piensan que dichos cambios pueden considerarse como fases de la evolución de la sociedad hacia el socialismo, en oposición a quienes contribuyen a la distorsión y hasta a la falsificación de la experiencia revolucionaria que significó dicha Revolución, y tratan de negar su influencia global, aún en tiempos tan duros y gloriosos como la Segunda Guerra Mundial.
Esas nuevas corrientes hoy se emplean sin descanso para tratar de invisibilizar los enormes logros de la Revolución Rusa en lo sociopolítico, económico y cultural, tanto a lo interno como a escala internacional, especialmente mediante su posición en defensa de la equidad y el progreso de las naciones.
A pesar de ello, cualquier acercamiento a la historia de las luchas políticas a lo largo del siglo XX, especialmente en América Latina, evidencia con claridad y prontitud la influencia de la Revolución de Octubre, presente en la Revolución Mexicana y sus secuelas; en las manifestaciones obreras anarquistas de Brasil en 1917, la llamada Revolución del 30 en Cuba, las décadas que van desde el Frente Popular (1936-1941) hasta la Unidad Popular (1970-1973) en Chile; pasando por las revoluciones antiimperialistas en Bolivia (1952), Cuba (1959-), Nicaragua (1979-1990) y Granada (1983); las resistencias armadas posguerras de Nicaragua, El Salvador, Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, y Brasil; hasta la revolución bolivariana de Hugo Chávez, el Movimento sim Terra en Brasil; los movimientos estudiantiles a partir de la reforma universitaria en Córdoba, Argentina (1918) hasta nuestros días; el quehacer partidos comunistas, socialistas y revolucionarios de toda la América Latina; además de varios movimientos feministas y otras muchas expresiones, aun cuando sería erróneo afirmar que no existieron otras influencias y sobre todo, sin tener en cuenta el papel destructor del imperialismo y sus aliados neocoloniales, y simultáneamente, la constante experiencia de estas fuerzas para su reconstrucción y avances, en franco y continuado desafío y enfrentamiento a las fuerzas del mal.
Los
panelistas abordaron el mundo impetuoso del naciente imperialismo a principios
del siglo XX y las condiciones históricas sociales que dieron lugar en Rusia a
la primera revolución proletaria del mundo. Al respecto, fueron muy valiosas y
esclarecedoras las exposiciones de los profesores universitarios Dagoberto
Rodríguez y Talía Fung, quienes desde la historia y la filosofía
respectivamente, esclarecieron las razones internas y el impacto de la
Revolución de Octubre en el mundo del primer cuarto del siglo XX, con una visión que abarcó la historia, la
economía, el pensamiento científico y el rol del proletariado.
El profesor Dagoberto se refirió especialmente a la llamada “influencia bolchevique”, cuya manipulación sirvió desde bien temprano a los gobiernos de Estados Unidos. Se refirió también a la creación del Partido Comunista de EU, la represión desatada en ese país especialmente entre las masas negras, sindicalistas, socialistas y otros grupos contestatarios a partir de 1919, la influencia bolchevique, el tema migratorio, la intolerancia religiosa, el despliegue de doctrinas sustentadoras del concepto de “americano puro” entre otras muchas manifestaciones de la imposición del dominio de los señores del imperio frente a cualquier manifestación de disidencia social.
La profesora Talía, en tanto, profundizó la situación existente en Rusia desde principios del siglo XX, el rol de Vladimir I. Lenin en la Revolución de Octubre y la certeza de que sin él, en aquel momento no se habría realizado una revolución proletaria y socialista. Abordó también los fundamentos teórico conceptuales y toda la orientación política de Lenin derivada de aquel acontecimiento, arsenal teórico metodológico que facilitó su realización, y su repercusión en el resto de los países del mundo, de conjunto con el papel de las masas populares y la participación y respaldo de otros políticos y funcionarios destacados de aquellos años y, por supuesto, su relación con la teoría elaborada por Marx y Engels en las décadas precedentes y sus adecuaciones.
La Dra. Fung se refirió a los soviets y a su papel en la historia, destacando la importancia de las luchas revolucionarias y entre ellas, ante todo, las desplegadas por clase obrera. Ésta, en tanto sector que garantiza el desarrollo de las fuerzas el proletariado, posibilita el crecimiento de las fuerzas productivas, incluido su papel ideológico, del cual es importante impregnar a toda la sociedad, argumentando por qué es aún la clase decisiva en la lucha por el socialismo. Fue importante su valoración acerca de la existencia y funcionamiento de los soviets en Cuba, en el sentido de que éstos tuvieron un carácter más popular, atendiendo al débil desarrollo de la clase obrera.
La intelectual norteamericana Mary-Alice Waters, inició sus palabras destacando que para ella y para muchos de sus contemporáneos la Revolución de Octubre fue el hecho que la llevó a militar en el partido comunista desde que se hizo una persona política consciente, destacando la necesitad de ver la historia en la dinámica de Marx, Engels, Lenin y Fidel, e incluso, enseñarla bajo esa óptica, y no al servicio del imperio.
También se refirió a la importancia de tener muy presente el Manifiesto Comunista y estudiarlo para los acontecimientos de hoy, teniendo en cuenta el papel de la evolución histórica.
En la conclusión del evento, la Dra. Isabel Monal se refirió a algunos aspectos de la actualidad, precisando, entre otros, lo erróneo de hablar de ciclos y de cierre del siclos, considerando que tal enfoque es una manera de no entender lo que está pasando, y evidencian mucha debilidad frente a la comprensión de los procesos de flujo y reflujo de las luchas revolucionarias, la manera en la cual unos se mantienen con más fuerza que otros, refiriéndose a algunas posiciones que se están viviendo, de mucha debilidad frente a los ataques de la reacción, por lo cual considera muy válido hablar de cómo se hace una revolución.
No menos importante fue la decisión del Instituto Cubano del Libro, de hacer la tercera edición del libro homónimo del intelectual estadounidense y luchador comunista John Reed:[1] Diez días que estremecieron al mundo, cuya presentación, a cargo de la Dra. Olga Fernández, se realizó terminado la sesión teórica, como conclusión del homenaje a tan gloriosa fecha.
Dicho
texto, aun cuando está próximo a cumplir 100 años, fue publicado por primera
vez en 1919, muchos consideran que aún hoy es el mejor testimonio escrito sobre
una revolución, con la particularidad de ser el acontecimiento cumbre de la
historia contemporánea, manteniendo toda la vigencia de aquellos días.
Como dijera su presentadora, en esta obra se narra aquel acontecimiento, que trasciende hasta nuestro presente, fruto de un participante en aquella epopeya, no como testigo imparcial, sino como un periodista comprometido con la causa, para subrayar: En la actualidad, cuando han proliferado libros, artículos, ensayos y otras muchas formas de abordaje de aquellos acontecimientos que descalifican a la Revolución de Octubre a partir del derrumbe del socialismo en la URSS y en los países del este de Europa, este libro cobra vida y pone a pensar sobre la justeza de un proceso revolucionario y sobre las contradicciones que siempre estarán presentes en semejantes acontecimientos.
Su publicación en este momento, además de ser un homenaje a la Revolución de Octubre, es otra manera de enfrentar los intentos de la ofensiva del imperio para que los pueblos borren su memoria histórica, preparándoles el camino para la imposición de un pensamiento único a favor de sus intereses. Para ello se valen de su dominio casi absoluto de todos los medios de comunicación, en los cuales tratan de imponer una concepción fantasmagórica no sólo del comunismo, sino también del antiimperialismo, a favor del capitalismo y del mercado.
En dicho texto se abordan las complejidades de las luchas revolucionarias para alcanzar el poder del pueblo, experiencia válida para las luchas en el mundo de hoy, cuando el enemigo, aunque más fortalecido, sigue siendo el mismo, y sus opositores, en esencia, también.
[1] John Reed, nacido en la ciudad de Portland el 22 de octubre de 1887, luego de realizar estudios en la famosa universidad de Harvard, emergió como un periodista comprometido con su tiempo, y formándose una visión muy revolucionaria a partir de la enseñanza sustentadora del régimen capitalista que recibió, de inmediato se incorporó al movimiento socialista en su país, a la organización de su Partido Obrero Comunista, a colaborar en diversas publicaciones comunistas hasta viajar a Moscú para trabajar en la Internacional Comunista, cumpliendo diversas tareas de ésta y de la dirección de la Revolución rusa, en medio de las cuales, agotado por el trabajo y enfermo de tifus, murió el 17 de octubre de 1920 y fue sepultado para siempre al pie de la Muralla Roja, en Moscú.
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