Si le preguntara qué relación hay entre los hermanos López y la música cubana. Su primera reacción sería asociar ese apellido con los nombres de Israel o Cachao, de Orestes o Macho y Corália, aunque también incorporaría a Orlandito “Cachaito”; y debo decir que no es para nada desacertada su reacción. De todas formas, permita que le comente que hay otra familia López a la que la música cubana, en especial el mundo del disco.
Manuel, Carlos, Arturo y Vilma. Cuatro de cinco hermanos López que desde fines de los años cuarenta hasta fines de los setenta estuvieron vinculados e involucrados en parte importantes de la historia discográfica cubana. A ellos les conocí por la extraña razón de que vivían todos en el mismo edificio y en pisos ascendentes de acuerdo a su año de nacimiento. Les explico. Manuel vivía en la planta baja, por ser el mayor; mientras que Vilma en su condición de menor de todos los hermanos vivía en el quinto; siendo ocupado el cuarto por Antonio, el único de los hermanos que no se vinculó al negocio discográfico aunque se dice que su hijo mayor fue uno de los grandes grabadores de la EGREM en sus primeros cuarenta años,
Manuel, el mayor de todos, había conocido a Ramón Sabat en los Estado Unidos cunado había viajado a New York a estudiar radio y sonido bajo la influencia de su padrino de bautizo que tenía acciones en diversos negocios entre ellos los que involucraban a la empresa RCA Víctor. Tras una temporada de trabajo en New York regresó a Cuba y se convirtió en uno de los primeros técnicos en temas de grabación discográfica, tanto que su trabajo era solicitado en CMQ y en otras emisoras de radio hasta que se reencontró con Sabat y decidió acompañarle en la aventura de fundar Panamericana discográfica o simplemente PANART.
Contaba Manuel, a quien conocí en mi adolescencia –uno de sus nietos era compañero de juegos y travesuras—que muchos de aquellos primeros equipos que habían sido instalados en la casona de la calle San Miguel los había comprado él con Ramoncito (era una forma de hacernos notar su cercanía con Sabat) en “la yuma” y que habían pertenecido a RCA, por lo que ellos dominaban esa tecnología.
Su hermano Carlos, que había estudiado Comercio, se vinculó a PANART como uno de sus primeros vendedores/distribuidores, además de ser viajante de discos por toda la Isla y algunas ciudades del continente, y todo ello gracias a la cercanía de Manuel con Ramón Sabat.
Carlos contaba que asunto del disco no era tan complejo, que tenía un ABC simple: “…se graba, se lleva a las emisoras de radio, se pone en las victrolas y en las tiendas… era en ese último lugar donde debía haber un gran stock de discos… y allí comenzaba la magia con la relación entre el vendedor y el comprador estimulada por la escucha del disco completo o una de sus temas…”
Y no le faltaba razón. Para ese fin la industria había inventado el disco de 45 rpm, en el que se adelantaban dos temas del LP. Carlos llegó a cargar en una oportunidad en un viaje a República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela doscientos cincuenta discos de 45 rpm y a su regreso solo le quedaban cinco.
Pero su gran acción en PANART fue abrir las tiendas a la venta de tocadiscos y crear lo que se conoció como “el enganche sonoro”; algo bien sencillo: te suscribías con la compra de un tocadiscos a plazos y recibías siempre un ejemplar de un disco de 45 rpm y el valor del LP se te anexaba a la mensualidad del crédito. Con esa apuesta logró abrir al menos una tienda en cada provincia de Cuba y en algunas de las ciudades más importantes.
Arturo; el tercero de los hermanos, que se había hecho contador y trabajaba con los Mestres en el circuito CMQ, también se vio involucrado en el mundo del disco.
Arturo se había convertido en un buen amigo de Sabat; por encima de su hermano Manuel que era parte importante de la empresa; entre otras razones por su filiación fraternal con el Dr. Carlos Manuel Palma –“abogado de las estrellas” y director de la Revista Show-- y de esa amistad surgió la idea de llevar a CMQ TV a las mejores figuras del catálogo de PANART. A ese fin comenzó a trabajar en una asociación entre CMQ y PANART para producir discos de figuras que lanzaría el canal de TV y crear una marca con los nombres de aquellos artistas que entraran a los estudios de la calle San Miguel.
Sería un ciclo completo: CMQ haría la propuesta del artista; PANART lo grabaría y las dos empresas unirían esfuerzos para lanzarlos tanto dentro como fuera del país; y como cierre la Revista Show –que para ese entonces tenía una increíble tirada de 50 mil ejemplares y se distribuía en todo el continente—le organizaría una gira de promoción. Márquetin cubiche, como pudiera afirmar el gran Argelio Santiesteban.
El caso de Vilma sería muy particular. Era común en los años cuarenta y cincuenta que las mujeres estudiaran la profesión de secretariado. Y ella no fue una excepción. Como parte del clan de los López había entrado a trabajar en PANART casi desde sus comienzos y se ocupaba de múltiples. Sus hermanos le decían “el pulpo” porque conocía y sabía con exactitud cada detalle de la empresa.
Dominaba los detalles más insignificantes relativos a la vida y obra de los artistas contratados, cual fotógrafo era el adecuado para reflejar bien a la figura contratada; en qué fase estaba cada disco, cuanto se debía pagar a cada músico y lo más importante les trataba con una familiaridad poco común.
Lo curioso de esta historia olvidada hoy por completo es que cuando se funda la Imprenta Nacional y se nacionaliza PANART los hermanos López siguieron trabajando en ella, incluso Manuel pasó a ser asesor del escritor Alejo Carpentier; Carlos fue parte del primer equipo que acompañó al compositor Pedro Vega como primer director y Vilma trabajó unos años en la naciente EGREM como secretaria.
Hubo uno de los hermanos López, llamado Antonio, que no estuvo directamente vinculado al mundo del disco. Esa tarea correspondió a su hijo Tony que con el paso de los años se llegaría a convertir en uno de los mejores grabadores de discos de Cuba en los años hasta su fallecimiento en los años noventa.
Pero esa será una historia que contaremos en cualquier momento.
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