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"Hanzel y Gretel" por el Teatro Okantomí


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                                                                                                                                    No importa nada/si  somos  dos

                                                                                                                                    Una multitud/somos tú y yo

 

                                                                                                                                    Marta Díaz Farré (Rirri)

                                                                                                                                    Canción de Hansel y Gretel

 

Desde el pasado mes de julio el Teatro Okantomí, que lidera el Maestro Pedro Valdés Piña, tenía lista su versión de Hansel y Gretel, el conocido cuento de los hermanos Grimm, programada para presentarse en el Teatro Nacional de Guiñol, pero un fallo en el sistema de climatización del lugar impidió tal suceso.

Noviembre ha sido, entonces, el mes bendecido. Durante sus fines de semana, de viernes a domingo, con cinco funciones en cada semana, Hansel y Gretel ha convocado a centenares de espectadores (la sala dispone de 209 butacas) de todas las edades.

El primer acierto es la versión realizada por Rirri (Marta Díaz Farré), quien a su conocimiento y experiencia teatral añade la sabiduría que le otorgan décadas de trabajo con niños y adolescentes,  y su particular sensibilidad. La Madrastra de la historia original ha sido contemplada aquí en su ser esencial y sustituida por una mamá. La relación entre la madre y el padre es de respeto y cariño, que trasladan al tratamiento de sus hijos Hansel y Gretel, mostrándolo de una manera sencilla y diáfana con una inteligente cadena de pequeños sucesos entre ellos y los niños. Pero ambos adultos soportan las penurias de una vida azarosa que no les brinda seguridad para la adecuada crianza de sus hijos, y su mayor preocupación es la alimentación y el cuidado de estos. Por ello es la Madre quien decide hablar al Padre acerca de un lugar  en el linde del bosque donde se dice que hay alimentación adecuada, ropas, juguetes, libros, aparatos modernos y en el cual reciben a los niños que son llevados hasta sus proximidades, quienes luego dejan saber de ellos a sus padres a través de palomas mensajeras.

Los niños escuchan los planes que organizan para ellos sus mayores y se preparan para garantizar el regreso al hogar. El Padre, tras alguna resistencia, accede a conducir a los pequeños hasta el sitio adecuado. Las conocidas peripecias de la caminata hasta el bosque y el ulterior regreso a casa de los pequeños se resumen aquí en una sola travesía. Durante el camino el Padre descubre la treta de Hansel de marcar la senda con guijarros y la deshace, cuando Hansel prueba a repetir la estrategia con las migas del pan que la madre les ha entregado para el viaje los pájaros que pueblan los árboles se las comen. Por fin los niños quedan solos en el bosque y descubren la casita de caramelo y golosinas de la Bruja, quien, sin variar su función principal en la historia, logra una simpática presentación. Se añade en la versión un elemento nuevo: el ave Cusito (en forma de títere), recogido por el padre y llevado de regalo a los niños al inicio de la obra y quien es entrenado después por la Madre para que vuele por sobre la niebla densa que les impide ahora a los humanos entrar en el bosque y halle a sus pequeños. Con esta misión Cusito es despedido por los padres y cuando consigue llegar a los niños estos se encuentran ya en poder de la Bruja. Con el apoyo del carismático pájaro los niños consiguen escapar y poco a poco hallan el camino a casa, adonde regresan convertidos en adolescentes tras diez años de separación. La familia consigue reunificarse.

Sin alardes, con mesura, las resonancias de la versión llegan hasta la historia política de la nación y su repercusión en la dimensión familiar, particularmente la que produjo la conocida Operación Peter Pan, llevada a cabo en los años 1962 y 1963.

La puesta en escena, también de Rirri, con la asistencia de dirección de Graciela Peña, cuenta con la participación de los actores del Teatro Okantomí, algunos a la vista del público, encarnando los personajes del Padre, la Madre y la Bruja, y otros, ocultos y disimulados por la escenografía, con el eficaz utilero Igor Rodríguez, animando el resto de los personajes que intervienen en la historia, como las aves del bosque, el propio Cusito  y las Galleticas que la Bruja prepara en el horno, junto a un grupo de niños de diversas edades y de adolescentes que interpretan a Hansel y a Gretel antes de su partida y, luego, cuando tras el paso de una década regresan, así como a los niños que la malvada Bruja había convertido en Galleticas.

Ana Rojas comparte con Mercedes Ramos el desempeño del personaje de la Madre, mientras Michel Díaz Calero lo hace con Esteban León, en el caso del Padre. La Bruja está a cargo, según se compongan los elencos que, en este caso son tres, de la experimentada actriz Ramona Roque, Luisa María Lesmes y  la muy joven Dianeyis Venecia, quien a la vez asume, en otros repartos, el personaje de Gretel adolescente.

Tuve la fortuna de ver a todos los elencos en escena y quiero destacar la empatía alcanzada por la pareja de padres que conforman los actores Ana Rojas y Esteban León, y la singular Bruja que nos presenta Dianeyis Venecia. Pero las palmas se las llevan los niños Diego Santiesteban, José Raúl Castro y Cristian Rodríguez, en Hansel niño; la muy pequeñita Carla Rodríguez y Stephanie Suárez en Gretel niña, junto a los jóvenes Bryan Reyes, Rafael Bauzá y Carlos Arturo Yanes (como Hansel), e Isel Burgos y Laura Patricia Ruiz (Gretel), y las simpáticas Galleticas que interpretan los pequeños Víctor Manuel Rodríguez, Alejandra Maqueira, Elizabeth López, Susell Cabrera, Eilen Vargas, Andrés Manuel Venegas y Daniela Ojeda.

Otros aciertos del espectáculo se relacionan con su escenografía y su banda sonora. El diseño de ambas corresponde al trovador y compositor Augusto Blanca, quien comenzara su rica carrera artística en los predios del diseño escenográfico. Augusto ha regresado esta vez al diseño escénico y particularmente a su realización, con la colaboración esencial de ese joven valor que es Efigenio Banzo, y la cooperación indispensable en la costura de toda la telonería de Osma López, Ramona Roque y Rafael Reyes.

La manera de pensar aquí los espacios escénicos y conjugarlos resulta esencial para el atractivo del espectáculo, pues los diversos sets son hermosos y funcionales y permiten el flujo ininterrumpido de la acción escénica.

Con regocijo vi nuevamente subir y bajar los varios telones que descubren o conforman los diversos espacios de acción de la trama, pues ha pasado mucho tiempo desde la última vez que asistí al funcionamiento, a todo despliegue, de la tramoya en la pequeña y grata sala del Teatro Nacional de Guiñol.

A la actriz Ramona Roque también le debemos el diseño y la confección de los simpáticos pájaros que toman parte en la trama; en la confección de vestuarios, diseñados esta vez por la jovencísima Rocío Castañedo, estudiante de Diseño Escénico, en el Instituto Superior de Arte, intervinieron también Ramona Rojas, Ana Rojas, Osma López, Primitiva Sotomayor, Made Herrera, Gladys Casanova, Amparo Fernández y Eduardo Castro, actores y actrices varios de ellos, pues la tropa de Okantomí comparte la característica de algunos otros conjuntos artísticos en el universo del teatro para niños y jóvenes donde los intérpretes son, a su vez, constructores de la producción material de la obra.

El espectáculo cuenta con siete temas musicales, además de la música incidental, de la autoría de Augusto Blanca, y una canción, hermosísima, —la encargada a Hansel y a Gretel— que es de la propia Rirri. En las guitarras se desempeñan Augusto Blanca y Abel Bertot, y la cuidada orquestación, mezcla, grabación y masterización corresponden al Estudio Isabella, construido con mucha sabiduría cubana (a partir de los cartones de huevos) por el propio Augusto en una breve parte de su casa desde hace algunos años. La música está presente durante buena parte del espectáculo y todos los personajes cuentan con su tema, que incluye una canción, de manera que la versión espectacular de Hansel y Gretel del Teatro de Muñecos Okantomí cumple con los requisitos para ser considerada dentro del género del Musical, puesto que también tiene coreografías, a cargo de Eddy Veitía, allí donde son pertinentes.

Pese a la lluvia presente en algunos días de funciones el espectáculo recibió el respaldo pleno del público asistente al Teatro Nacional de Guiñol, quien varias veces colmó la sala, y sobran las anécdotas hermosas, tanto entre los niños espectadores como entre los jóvenes intérpretes, como la del niño que cumplía sus cinco años el pasado domingo 22 de noviembre y pidió a sus padres como único regalo que le llevaran nuevamente a ver la puesta de Hansel y Gretel  en el Teatro Nacional de Guiñol, o aquella otra, durante el apagón que se produjo pasada la mitad de la presentación del sábado 21, cuando los niños tan pequeños que tienen a su cargo las Galleticas continuaron la función, alumbrados por los celulares del público, y entonaron a capella, sin el apoyo de la banda sonora , la canción de la alegría que culmina la escena de su liberación del hechizo de la Bruja.

Emocionante y gratificante resulta la vivencia de cualquiera de estas funciones donde veo colaborar unos con otros, con el entusiasmo y la ilusión de aquel 28 de enero de 1978, a los fundadores de la compañía: Pedro Valdés Piña, su Director General y principal inspirador, Rirri, Juan Acosta, Anita Rojas, quienes pese a todos los escollos y dificultades de estos treinta y siete años de existencia, entre los que se hallan la ausencia de un espacio de trabajo, tanto para ensayos como para representaciones, de un lugar propio y seguro donde almacenar su patrimonio, de la escasa atención de los medios y de la crítica, han mantenido y acrecentado esta familia teatral a la que luego se incorporaron Michel Díaz (desde que era un niño), Ramona Roque, Graciela Peña, Augusto Blanca, que ya ha dejado su impronta en varias generaciones, puesto que desde el principio hicieron de la incorporación a su quehacer de niños y adolescentes uno de sus pilares, y que una vez más, con el resultado de este espectáculo, hacen honor al significado de su nombre: Okantomí, que en lengua yoruba quiere decir “Con todo mi corazón”.


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