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Hasta sus últimos días


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Don Alfonso Reyes, murió el 27 de diciembre de 1959. Había cumplido los setenta años.  Dicen, que escribió hasta sus últimos días y no dejó ni una sola página inconclusa.

Sus amigos cubanos recibieron con dolor, la infausta noticia de su muerte.

Juan Marinello, en ocasión de las Bodas de Oro en la cultura del gran regiomontano, había señalado lo siguiente: “Una vez Reyes dijo de otro escritor mexicano, que nació perfecto. De él, podríamos decir, que morirá perfecto. Feliz fatalidad, si así podría decirse”.

Conocía Marinello, y muy bien, de la larga trayectoria de este hombre, nacido en Monterrey, y que en el campo de la cultura, todas las vías son caminos del Delfín y agregaba: “esa serenidad esclarecida, esa medida exacta, ese ritmo leve y contenido, ese vuelo de dibujo neto y certero, esa paciencia inquietadora —cualidades alfonsinas— son dotes de atesoramiento solo posible en un gran mexicano”.

Era Don Alfonso, un constante amigo de los cubanos, aquellos que admiraron la continua curiosidad que había llevado, a ese extraordinario escritor a cultivar la gran mayoría de los géneros. Era un verdadero investigador, tan reflexivo que, a veces, no tenía límites. Era un maestro. Todo el que leía algunos de sus textos o escuchaba alguno de sus discursos, se sentía un poco su discípulo.

Da gusto admirar su dominio de nuestra lengua que manejó a la perfección.

Leer un ensayo, una crítica, un simple artículo, o acercarse a uno de sus poemas, es una verdadera fiesta del espíritu.

La primera vez que leí un texto suyo, fue para mí, un gran descubrimiento. Era, en aquellos momentos, una alumna universitaria. Hoy, al pasar de los años, lo descubro todos los días y me parece inalcanzable el poder de su sabiduría.

Su amigo desde muy joven, Pedro Henríquez Ureña, consideraba que su mejor porción de cultivo era la poesía. La Antología de la poesía hispanoamericana, no podría prescindir de sus versos:

Al declinar la tarde, se acercan los amigos;

pero la vocesita no deja de llorar,

cerramos las ventanas, las puertas,  los postigos,

pero sigue cayendo la gota de pesar…

 

Aunque esto de la poesía, no deja de ser cierto, el Reyes más conocido es el ensayista fino, profundo y enciclopédico como hubiera  podido decir Ernesto Mejías Sánchez, del Instituto de Investigaciones de la UNAM, que prologó y reunió nueve tomos de las Obras  Completas de Reyes, en la Edición del Fondo de Cultura Económica de México, a partir,   de los doce primeros tomos cuidados por el propio escritor. Posteriormente, al cumplirse 20 años de la desaparición física de Reyes, continuó la publicación de su obra hasta el tomo 26, el editor y compilador José Luis Martínez.

Este último investigador, cuenta que el día 13, días antes de la fecha del fallecimiento,  Reyes escribió un ensayo que tituló La malicia de los muebles. Fue a manera de una denuncia sobre las travesuras y venganzas de los muebles que le rodeaban. Siempre que visito la Capilla Alfonsina, el íntimo refugio del escritor, recibo de sus muebles, sus libros, sus recuerdos diversos, ese hálito de eternidad que los rodea, algo así como la fantasía del recuerdo.

Una vez, hace muchos años, aquí en La Habana, frente a nuestro mar azul, Don Alfonso le comentó a Marinello: “Mi México se afila siempre en grandes tipos heroicos”,  y a palabra seguida, explicaba el sentido del heroísmo. Se refería a la conjunción en ciertas personalidades cimeras de raras cualidades, concentradas lo mismo en el ámbito de la audacia que en el de la prestancia, lo mismo en el campo de la plástica que en el de la escritura. En tales personalidades, decía, están como sublimadas las potencias de una gran pueblo.

En  esta anécdota contada por Marinello, me pareció que Reyes, no solo pensaba en ese momento en grandes personajes mexicanos. Creo que con su gran sentido americanista y universal, pensaba en extraordinarias figuras que representan lo más elevado de la cultura de la humanidad y me vino a la mente José Martí, y aquella definición expresada por él,  sobre nuestro Héroe Nacional, cuando dice: “que escribe como a estocada y a tajos, el maestro de la prosa fulminada y eléctrica, toda ella, en botones de fuegos”,

Un año antes de morir, en 1958, escribió un texto titulado Martí a la luz de la nueva física. Se sorprendía Reyes, cómo en tan corta  vida, el cubano habría podido hacer tantas cosas, escribir páginas y páginas que llenaron un siglo y agregaba: “ser amigo de todos, y ese hombre único que fue, ser el político, el combatiente, el héroe, raya en milagro, de veras, raya en milagro”.

Para Reyes, Martí era un hombre de ardor sin desmayo, de buena puntería, un buen arquero “de precisión tropical”. La nueva Física nos ayuda a entenderlo mejor que sus contemporáneos y afirmaba: “cuando pasa Martí a caballo o “a pegaso”, todo a su alrededor parece dormido o indeciso. Su movimiento es una vibración cósmica que escapa a los ojos normales”.

Estas palabras de Don Alfonso sobre nuestro Martí, demuestran que el gran mexicano,  además de ser  un hombre universal, fue un gran esclarecido de la cultura de nuestra América. Sabía observar el Mundo y a sus hombres con una extraordinaria sabiduría. En él,  había un profundo sentido de mexicanidad y al mismo tiempo, con una amplia visión de  saberse parte esencial de la Humanidad, se mostraba  pleno, sin afectaciones ni exotismos,  frente a la realidad que lo circundaba. Para Marinello, Don Alfonso, era ante la  casa de todos, un huésped más, sin aspavientos, extranjerías, ni complejos y resumía, “Alfonso Reyes, es un tipo heroico de mexicanidad en su sabiduría iluminada”.

Cuentan, que cinco días antes de morir, Reyes, el día 22 de diciembre, se enteró de la muerte de uno de sus amigos de juventud , Genaro Fernández Mc Gregor, y no vaciló en escribir una página a su memoria. Fue la última que salió de sus manos.

De aquellos jóvenes del Ateneo de México, solo le sobrevivieron, Julio Torri y Martin Luis Guzmán.

Según se cuenta, en sus años finales, Reyes se dejó crecer una barbita de candado. Él mismo decía, que a cierta edad, es bueno echarse un candado en la boca.

El hecho es que la barba le quedaba muy bien y con ella falleció. Dicen que el doctor Ignacio Chávez comentó: “Anteriormente era  cuando andaba usted disfrazado y como aniñado artificialmente” y al mismo tiempo exclamaba: “¡Esta de ahora, es su verdadera cara!”

Ha sido para mí muy emotivo, recordar el 56 aniversario de la muerte de Don Alfonso Reyes, ofreciéndoles a mis lectores algunos datos interesantes de sus últimos años y muy   especialmente, haberles comentado sobre algunas páginas dedicadas por él, a nuestro Héroe Nacional.

Dos hombres, dos Patrias, dos figuras relevantes de nuestra América, de esta tierra nuestra  donde tenemos que seguir promoviendo todo lo que nos acerque y abominar todo lo que nos aparte.

La inteligencia americana al servicio de nuestros pueblos y al servicio de toda la humanidad.                                                

 


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