Como obra en proceso, se presenta en el marco de este Festival de Teatro de La Habana la pieza documental de academia Harry Potter: se acabó la magia, obra que sirviera en el mes de mayo para graduar a seis estudiantes de la Escuela Nacional de Arte, bajo la dirección del maestro Carlos Díaz (Premio Nacional de Teatro) y con dramaturgia de Agnieska Hernández Díaz, dramaturga , guionista y narradora, con numerosos premios nacionales e internacionales, bajo el loable pretexto de no emplear una poética textual fría o importada, ni una historia clásica para adaptar a nuestra realidad teatral, sino bajo el afán investigativo de crear un espectáculo en busca de una escena autóctona cubana.
En el guión del teleplay Teorema, escrito para la televisión cubana por Agnieska Hernández Díaz hace ya algún tiempo, el cual obtuvo numerosos premios de guión, dirección, actuación, se encuentran algunos de los cimientos que hoy forman parte de este Harry Potter. Es Teorema una ardua investigación sobre la violencia juvenil en barrios marginales, de ahí que hoy se emplee este útil material no sólo para reponer en televisión, sino como parte de la prevención juvenil en centros especializados.
Harry Potter: se acabó la magia, parte de esa saga de libros y películas que están dentro de las lecturas a profundidad posibles que puede ostentar un joven de hoy. A partir de ahí se reescriben los acertijos, los hechizos, la magia, las exploraciones realizadas dentro del equipo creativo, la mirada de un joven nacido después del 94 y que tiene algo del encantamiento de Hermione Granger, Harry Potter, Ronald Weslay, pero está a punto de graduarse de la Academia, con la esperanza y los temores de enfrentarse al espacio abierto que existe, si dudas, más allá de ese espacio puro y de protección que es la escuela.
En torno a los muchachos, se ubica una figura central, acaso el único personaje de la obra, ya que en los demás actantes conviven personaje y autobiografía como polos que se difuminan satisfactoriamente. Valdemort el Mago y Dumbledore el Maestro, ambos extraídos del clásico Harry Potter, Bien y Mal, se funden para dar lugar a un maestro que rige la Academia, exige disciplina, enseña, adoctrina, sufre, forma parte de un entorno donde educar es una proeza histórica. Y es este maestro, precisamente, el que guarda en un salón el corazón roto de la Isla, el que una vez levantó del suelo el corazón roto de la Isla y lo guardó, lo protege junto a él. Los chicos, los juguetones alumnos de Academia, estiran sus sentidos de tolerancia, cuestionan, preguntan, enfrentan la Historia aprendida como mito, enfrentan a su maestro como toda nueva voz generacional, se desentienden por momentos ante sucesos históricos que no han vivido, como cualquier muchacho de 17 años dispuesto a todo: con la exactitud de Pitágoras, la fuerza de Céspedes y la palanca de Arquímedes. Pero son, sin dudas, estos mismos muchachos, los que se niegan a abandonar la academia sin ver el corazón de la Isla. Se trata de un corazón que sobrevivió a sus crisis, a sus dolor, a sus cazuelas, a los rusos, al internacionalismo proletario, al período especial, a los cambios de moneda. Se trata de un corazón que una vez se internó en la selvas de África, para salvar a unos negritos que no eran los suyos, pero sí a unos negritos a los que quería como si fueran sus hijitos. El corazón late, enganchado en el pecho del maestro Dumbledore, que ha tenido que sujetárselo con fuerza, como ha podido, en acto pleno de dignidad, para sostenerlo, aunque Dumbledore sea un maestro que camina por las calles con una jaba Cubalse donde lleva los dos plátanos machos que cocinará hoy para la cena.
Tal vez se trate de la magia que hay en Harry Potter. Y tal vez no. Pero resulta importante que un proceso teatral no sea puro entertaiment u objeto de belleza, sino que mire a profundidad los arquetipos de paternidad, educación, juventud, contexto, nación, donde por momentos las varitas mágicas juveniles dejan de funcionar y en medio de un contexto cubano, latinoamericano y mundial cosmopolita, desarrollado, digitalizado, mercantilizado, a la moda, un joven se plantea: ¿y si esta varita no funciona?¿Entonces, cuál es mi talento(…). Y surge ahí la exploración documental que fuga hacia la ficción, falso documental, autobiografía, documental erróneo de la realidad, que avanza a través de amplios monólogos muy bien establecidos.
En un espacio vacío, que los actores llenan únicamente con sus voces, emociones y energías muy bien dosificadas, sobresale este Harry Potter, que no es más que un niño al que alguien dijo una vez que no tenía condiciones físicas para tocar el piano, de ahí sus ganas de tocar y su deseo de convertirse en un pianista famoso, compulsivamente, como le ocurriera al actor Pedro que ahora lo interpreta, y que durante sus entrevistas de trabajo hablaba una y otra vez de su deseo de regresar a la música algún día. Hermione Granger, con su varita y sus alitas, tiene que mirarse frente a frente en el espejo de Baraguá, donde está Amelia, ella misma, donde su padre pedalea sobre un bicitaxi. Joel, a veces Ronald Weslay, escoge entre su yo y su otro yo, ¿irse o quedarse? ¿El barrio o irse vacaciones a Disneylandia? ¿Recibir los zapatos que le envían, o cómo comprarse los zapatos? Sus dudas se debaten, pero la madre que cada día le prepara el desayuno le da el golpe que exige comportamiento y vergüenza, aunque su hijo a veces, cuando empuña la varita de saúco, la varita más poderosa del mundo, se haga las mil y una preguntas que siempre surgen, por supuesto, de los cuentos de hadas.
Y uno de los monólogos más hermosos, el de Diana la Bayamesa, cuenta alternando en himno las vicisitudes de una chica de campo que llega a un colegio donde los otros alumnos están a la moda y ostenta sus habaneras varitas Converse.
El examen final de los actores, ocurrido en mayo de 2015, se desarrolló satisfactoriamente y resultó prometedor. Ante los hallazgos ocurridos durante el proceso, el director Carlos Díaz, para continuar con su incansable labor pedagógica, decidió que la mayor parte de estos actores podría formar parte de Teatro El Público, específicamente para continuar desarrollando esta obra que aún se encuentra en proceso de re-escritura y dirección. Desde la dramaturgia, es una obra de hermosa poética, actualización, con una amplia gama de registros y dominio del lenguaje escénico. Frente a nuestro público de hoy, Harry Potter: se acabó la magia es, sin dudas, un éxito total, presentado como ensayo abierto sin demasiados elementos escenográficos en el marco de este Festival. Y es, por supuesto, planteado por sus creadores, un proceso con posibilidades de madurar y crecer mucho más, revisando escenas, frases, gestualidades, para derivar en un proceso teatral documental y visual de excelente calidad, de gran convocatoria para el público y adulto y juvenil que actualmente hace esta pregunta: ¿Cuándo podemos ver Harry Potter?
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