Conocí a Hectico (1) hace años en una feria del libro. Guardaba una instantánea de ese momento mágico pero ya la he extraviado en algún oscuro confín de mi computadora. Es curioso que ahora me confiese identificarse con Peter Pan, pues al verle por primera vez, en medio del bullicio de la Cabaña expresándome sus intenciones de escribir, se me antojó encontrarme frente a uno de esos niños eternos del Nunca-Jamás. Con dos libros publicados, hoy es un joven inquieto y comprometido con la infancia que llena de nuevas inquietudes el panorama de la LIJ Cubana.
¿Existe literatura infantil, LITERATURA o Literatura para personas?
Claro, existe una literatura y dentro de ella como parte esencial e inseparable una literatura Infantil y juvenil. Nunca me preocuparon los apellidos: “Literatura para esto o aquello.” No voy a responder que sólo hay dos tipos de literatura: la buena y la mala, eso sería un modo facilista de salir de la cuestión. Pienso que los géneros son importantes cuando ayudan a un posible lector dubitativo frente al anaquel, o al mismo escritor cuando en ocasiones su creación está a medio camino entre una categoría u otra, (y conste que digo: a medio camino y no que es una fusión exitosa). Cada género tiene su lenguaje, su ritmo y leyes que deben conocerse a profundidad, para usarlas efectivamente, o romperlas también con astucia. Siempre estaré en desacuerdo cuando alguien utilice el término Literatura infantil como arma discriminatoria, como el diminutivo de Literatura. Tenemos voz propia en estas lides desde que en julio de 1889 se publicara en Nueva York el primer volumen de La Edad de Oro; desde entonces entramos en la historia de la Literatura para niños en Latinoamérica y el mundo. Esta revista engañosamente sencilla de solo cuatro números, eclipsó todo lo anterior en este campo. En sus páginas se conjugan con ejemplar maestría los múltiples saberes de un Martí universal. Quien no dejó de ser cronista, poeta, crítico, narrador y revolucionario, al dirigirse a sus príncipes enanos, para hablarles como amigo. Les habló a los niños con un respeto inusual para su tiempo, dialogando con ellos de temas disímiles con una sabiduría enciclopédica y diáfana. Avivando una llama en las conciencias y los corazones, por pequeños que fueran. Nacer al amparo de esta obra monumental tanto en la narrativa como en la poesía infantil. Ser continuadores por fe y no por decreto, con el mismo rigor, inteligencia y respeto, ha hecho que la obra de muchos discípulos se convierta en literatura para todos los tiempos y personas.
¿Qué piensas de la infancia?
La infancia es mucho más que una etapa de la vida. Cuando nacemos comenzamos a dejar de ser los ángeles, elfos, duendes o gnomos que fuimos antes de llegar a este mundo. De ahí que tengamos esa imaginación desbordante, esa capacidad de asombro y esa irreverente sinceridad que vamos perdiendo o enmascarando con el paso del tiempo por miedo a que se nos tilde de locos mientras crecemos. Los escritores debemos seguir alimentando estas cualidades que los demás se empeñan en ocultar, si queremos mantener un diálogo franco con los niños. Lo cierto es que todos quisiéramos ser como los niños perdidos de Peter Pan para no sufrir ante la imposibilidad de conseguir aquella casa, aquel puesto, o aquel auto. Los niños son, como diría Tim Cremata, cazadores de esencias, por eso se muestran indiferentes ante muchos de los “problemas” que desvelan a sus mayores. Me preocupa que cada vez la niñez esté siendo más corta y veo niños disfrazados de adultos, como caricaturas suyas. Imitándolos incluso en sus vicios, viendo sus malas películas, escuchando la peor música. Es triste ver a niños acunando niños, jugando con ellos a las muñecas con una melancolía arrasadora. ¡El país de nunca jamás está en peligro! Por suerte tenemos una legión de magos y hechiceros como Liuba, Rita del Prado, Kiki, Nersys, Alicia, Tim Cremata, Liz, Ana Nora, Ángel Kike, y muchos, muchos más, entre los que marchamos rampantes tú y yo, convencidos que desde el arte podemos devolverle a la infancia el reino usurpado. No quiero pecar de iluso afirmando que un libro nos puede salvar de la incultura, la violencia o la desidia. Podemos entrar en el país de las Maravillas, pero al salir, nuestras realidades nos van a estar esperando. Ahí radica toda la magia, por eso nuestros entornos deben cambiar para que muchos niños puedan ser felices tanto dentro como fuera de los libros. Las primeras lecturas entran en casa de la mano de un adulto, que es quien debe motivar, crear la expectativa, decirle al niño que le espera en cada libro, dejarlo abierto como una trampa, para así cerrar el ciclo que comenzara alguna vez el escritor. La infancia es un tiempo crucial, es la etapa donde somos más moldeables e influenciables y vamos como hambrientos tomando de aquí y allá todo lo que a nuestro inocente juicio pueda servir para ir conformando una personalidad propia. De ahí que un consejo, el paradigma acertado o las artes influirán definitivamente en nuestra formación. En mi caso dos instituciones fueron cardinales en mi vida posterior: La primera, La escuela para niños discapacitados “Solidaridad con Panamá” con su taller de artes plásticas y literatura, guiado por la excelente profesora Martha Balbina y la segunda; esa fragua teatral y humana que es la Colmenita, con Carlos Alberto Cremata al timón. ¡Créanme, nunca antes mi vida fue tan maravillosa!
En tu concepto l@s niñ@s leen hoy día más o menos que antes?
Gracias al desarrollo tecnológico, pienso que él porciento que tiene acceso a ella podría leer más. Sus mensajes, sus correos, los subtítulos de películas y series, sitios y revistas digitales, esto en el acto maquinal de leer, pero ¿Cuánto retienen? ¿Quién les orienta que se debe o no leer? Y lo más importante ¿Cuánto de verdadera literatura se consume? ¿Leen textos acorde con su edad y sus necesidades? A mis veintiocho, y sin miedo al ridículo, confieso que aun no he podido transitar las calles de internet, por increíble que parezca. Pero siempre estoy a la caza de libros digitales a través de mis amigos. Sus USB traen en un 99% libros de sexualidad, modas y revistas de farándula. Ahora, pensemos en la otra cara de la moneda. Los niños que tienen un acceso pobre o nulo a las tecnologías ¿Leen más? ¿Leen mejores libros? ¿Han sabido la bibliotecas municipales suplir esas carencias? ¿Son cautivantes? ¿Están equipadas con un abanico temático que abarque y atrape a todos los grupos etarios? ¿Estas instituciones están realmente actualizadas con lo más reciente del acontecer literario en nuestro país? La respuesta a mis propias preguntas es desalentadora. En los estantes existen vacíos generacionales, genéricos, de títulos y autores que duran menos que un merengue en la puerta de un colegio y dan a parar a estantes particulares sin que nadie se responsabilice por la pérdida o la reposición, mientras otros alimentan polillas por falta de buenas estrategias de promoción. Para muchos niños ese maravilloso recinto que es la biblioteca, se ha convertido en una especie de archivo, un anticuario donde deben ir a hacer las tareas escolares. Cuestión esta para encender alarmas, no para tirar la toalla. En manos de muchos dirigentes, escritores, bibliotecarios y promotores culturales está devolverles a estos centros el esplendor de antaño. La antítesis de este fenómeno es, a mi juicio, la feria de libro, que se ha convertido en un fenómeno sociocultural esencialmente popular, Donde vemos a toda la familia tras los clásicos y las novedades, demostrando que a pesar de los pesares el cubano si lee.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?
Creo que el tono lo pide la misma historia, el oficio y el respeto hacia el lector, el tan llevado y traído destinatario. ¿Para quién estoy disparando mi cuento-flecha? Esto a veces lo perdemos de vista. En la medida en que seamos fieles a la verdad de nuestra ficción lograremos convencernos y convencer a todo el que se acerque a nuestras historias. Dejando de subestimar al lector, alejándonos del panfleto, de los tratados moralistas de conejitos y lobos, del adoctrinamiento por encima del disfrute o la belleza, de la papilla literaria que impide masticar, razonar, llegar a conclusiones personales. Cuando evitemos todos estos atajos tan dañinos iremos encontrando nuestros tonos personales. ¡Cuidado! Porque en la carrera por separarnos de lo anterior podemos irnos al otro extremo: a una literatura tan sería que casi exige ser leída de cuello y corbata. Algunos se han tomado demasiado en serio lo de “mostrar la realidad”, y tristemente entienden por realidad la más descarnada y sórdida. Entonces se dedican solo a fotocopiarla sin el tamiz o los tintes preciosistas del arte. Realismo sucio para niños. Es cierto los niños están preparados para abordar cualquier contenido, todo depende en gran medida de la manera en que abordemos los temas, si estos realmente calzan nuestro discurso, nuestra poética. Se creen renovadores los que olvidaron que la muerte, la violencia, la sexualidad o la crítica social se abordaron desde el principio de la literatura infantil. Bastaría revisitar clásicos como: Alicia, Peter Pan, Gulliver, La vendedora de fósforos o Nené traviesa, todos centenarios, pero abordados desde una maestría insuperable. Hay mucho efectismo inútil parafernalia en libros seudo infantiles, escritos con el único propósito de impresionar a críticos y jurados, mucho de reciclaje burdo, sin medias tintas, que solo logran dejar en entredicho a los autores. A veces creo que se ha ido perdiendo la sencilla ambición de contar una historia original, diáfana, divertida, de las que se beben como el agua pero que nos dejan tantos sabores. Donde vaya como polizón algún mensaje, una esperanza.
¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?
Yo comencé a escribir las historias que quería escuchar, pero que nadie podía contarme porque solo existían dentro de mí, por eso, no puedo crear una historia sin involucrarme, sin ser uno más. Curiosamente, me atrae más escribir sobre cómo me hubiera gustado que fueran las cosas, el mundo, la gente y no retratarlas tal cual, como quien va a Bellas Artes y se para de cabeza para ver los cuadros desde otra perspectiva. Me atrae el tema de la familia, algunas, las más excéntricas son caricaturas de lo que hubiera querido que fuera mía. Madres con tiempo para soñar y tener novio. Padres diligentes, casas voladoras, y abuelos hiperactivos y enamoradizos. Hace un tiempo menos atraen los temas geriátricos, creo que estoy dibujando mi vejez o lo que espero de ella. Sé jugar bien a las escondidas en mis cuentos, no me gusta robarme el protagonismo, aunque todos los personajes tienen algo de mí, pero reparto bien los defectos y las virtudes para que nadie pueda identificarme así de fácil. Me precio de ir bien disfrazado en la comparsa de mis cuentos.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?
Bien de pueblo, como Jesús o Tagore, tal vez no así de magnánimos o cardinales, pero, así de populares y asequibles. Rodeado de niños, brindando y recibiendo. Con las antenas bien despiertas: jugando, escuchando, enseñando. Pero, por sobre todas las cosas, aprendiendo todo lo que desaprehendió en el estirado camino a la adultez. No concibo a un escritor para niños que no haya tenido una infancia rica en sucesos o que no se relacionen con los pequeños de su barrio, aunque no tengan hijos o sobrinos, siempre deben tener pequeños amigos que ayuden a validar sus historias
¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Me encanta esta pregunta. Creo que en el fondo, todo escritor anda loco por que le pregunten acerca de sus influencias. De una forma u otra todos a los que haré mención son clásicos porque así lo determinó mi infancia. Abrí los ojos a la literatura con Martí, siempre Martí: el de la escuela, el de la casa, el de la tarea y el de leer a voluntad. Decir que hay en mi literatura influencia de este o aquel sería volcar sobre mis libros mucha responsabilidad. Quisiera estar de alguna manera influenciado por esa grande que es Dora Alonso, con su Palomar que fue un libro hecho a la medida para mi infancia, el primero que tuve en mis manos, y lo amé sin saber nada de literatura, como el juguete más raro y hermoso que pude tener. Con el paso del tiempo descubrí que este pequeño cuaderno es un ejemplo de grandilocuencia y sencillez, un dardo hermoso que va sin adornos directo al corazón. Crecí a la sombra de La Sombrilla amarilla, de los cuentos de las hermanas Vian. De Las viejitas de las sombrillas de Manuel Cofiño, de Los cuentos bobos de Raúl Martínez. Sería imperdonable no reconocer la impresión que causaron en mí los cuentos de Onelio y Feijoo. Ese realismo mágico campesino tan cercano a mis orígenes. Luego Sindo Pacheco, tan desenfadado, jocoso e irreverente que siempre parecía estar escribiendo desde la vuelta de la esquina. De Nersys, el bordado de la palabra, el sosiego, la calma, él remanso, la paz que transmite. El preciosismo de la palabra, sin estridencias, ni efectismos banales para impresionar. Contenido y forma desde un narrador tranquilo, desde una voz propia. Exilia, la misteriosa Exilia, con su Mayito, su Paloma y esa inmensa noche en la que soñamos tantas generaciones de nietos. De ella la magia, toda la magia desearía tener. Con una maestra argentina llamada María Elena Walsh aprendí que la literatura infantil carece de límites, sus únicas fronteras son las fronteras de nuestra imaginación. Sus historias son tan hilarantes, están tan bien entretejidas, tan ricas en sucesos y personajes, como un humor chispeante y reflexivo todo hecho desde el mayor respeto a la inteligencia infantil, así como su música. Todos los días agradezco por haber leído algo de María Elena Walsh. Admiro mucho también a un escritor norteamericano nombrado Dr. Seuss con él aprendí que no hay tema demasiado complejo para los pequeños. Este es el autor de El gato ensombrerado, El Lorax o de ¡Horton escucha a quien!, donde con maestría plantea en un libro rimado para niños pequeños la existencia de un mundo paralelo en una diminuta mota de polvo. Por todas estas personas sé que estoy de un modo consciente o inconsciente influenciado o deslumbrado, por la grata impresión que me causaron sus libros.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?
Como ya había dicho, cuando nada sabía de los libros ni de literatura alguien puso en mis manos: Palomar de Dora Alonso. ¡Qué maravilla! Era un libro hecho a mi medida, de cosas sencillas pero hermosas y totalmente descifrables y disfrutables para mi edad. Luego su Flauta de chocolate, El cochero azul, su El Valle de la pájara pinta, Nersys con ese viaje hermoso y triste a Guane, Guillén para declamar y Martí para crecer. Conocí los clásicos universales gracias a la excelente biblioteca de la escuela: “Solidaridad con Panamá” donde cursé mis estudios primarios y secundarios. Allí atesoran una excelente colección infantil que gracias a la promoción de eficientes bibliotecarias van de mano en mano: Pipa medias largas, Peter Pan, Alicia…, Gulliver, La familia Mumím, Mary Popins, La telaraña de Charlotte y un Principito que no entendí a la primera, fueron algunos de los clásicos que me deslumbraron y aun me roban el sueño. De estas obras soy un relector empedernido.
¿Quién es tu héroe de ficción?
Peter Pan, si lo lees a la edad correcta es imposible no envidiarle esa niñez eterna, esa escasa memoria y la desvergüenza con que afronta la vida, su virilidad, su desenfado y su manera particular de expresar el amor me llamaron siempre la tensión.
¿Quién, tu villano?
Desde que Juan Padrón, trajera a La Habana aquellos aristócratas europeos y los pusiera bajo el calor del trópico a sudar y a sufrir por toda la agitación de una ciudad trepidante, convirtiéndolos no en los turistas intocables de hoy, sino en los gringos y pepes que se esforzaban por pasar inadvertidos entre peripecias mafiosas y aventuras descabelladas, echó por tierra aquella imagen tenebrosa que teníamos de los vampiros a lo Béla Lugosi. Admiro a estos villanos maltrechos y torpes que no saben bailar, pero insisten seguirle el ritmo a una mulata, mientras cantan la Guantanamera con un acento raro. También admiro a un par de villanos de Disney: Gru el villano de la película de Mi villano favorito y Megamente, dos películas donde los villanos son protagonistas y se burlan abiertamente de todos los clichés de los súper héroes clásicos. De los más clásicos admiro al capitán Garfio, pues es un personaje lleno de matices y ciertos tintes humorísticos sin dejar de ser terriblemente sanguinario.
¿Cómo insertas tu obra en de la llamada literatura infantil cubana?
Es una pregunta compleja; sobre todo porque en cuestiones generacionales hoy todo está mezclado y publican muchachos de 25 años y señoras de 60 por primera vez. Pienso, que no se lleva el pulso real de lo que estamos escribiendo si un libro debe esperar entre dos y tres años para ser publicado. Existe un discurso que uno necesita hacer llegar a un público determinado y el factor tiempo me parece importante, amén de que nuestra literatura, sea o no de ficción, deba ser perdurable. La falta de insumos, los colchones editoriales, la poca calidad y cantidad en las publicaciones (sobre todo en provincias), el amiguismo, las falsas o el exceso de jerarquías; son factores que han atentado contra la feliz inserción de la literatura joven por más de una generación. Por eso defendemos a capa y espada los eventos y peñas literarias donde en el intercambio cara a cara tenemos un medidor certero (el único a veces) del impacto y la aceptación de nuestra literatura. Las cuestiones editoriales han impedido que, como en otros tiempos alguien, pueda encontrar los libros de los mejores exponentes de una generación u otra por sus publicaciones. Esto hace más difícil, a mi juicio, el conocer qué lugar ocupa nuestra literatura, ni qué trascendencias e impacto tiene la misma. El pobre acceso a medios como el Internet y otras plataformas que tenemos una mayoría de los escritores de provincia, nos impide publicar con periodicidad en esos medios y soportes. Por lo pronto, muchos por acá defienden o defendemos nuestra obra como en los tiempos Homéricos: de pueblo en pueblo, de evento en evento, de boca a boca. Yo he corrido con suerte, tengo dos libros publicados: Cuentos Feos, por ediciones Bayamo, que obtuvo el premio La puerta de papel que otorga el Instituto Cubano del libro a los mejores títulos publicados por ediciones territoriales. Y él otro Los pies prestados de este mismo año 2015, por Ediciones Orto en Manzanillo, ambos de narrativa infantil, pero aún así sería difícil para mí como autor medir la trascendencia de mi literatura fuera de las fronteras de Granma y menos en el panorama de la literatura infantil cubana.
¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente?
Me motiva emocionalmente la verdad, mi verdad, las historias que puedo sentir y defender como verdaderas dentro de la ficción. No soy aficionado a transcribir anécdotas. Me motiva encontrar un tema realmente interesante, no sólo para mí desde mi punto de vista adulto, sino que cuando se lo cuento a un niño pequeño de manera oral e improvisada me diga que le gusta y que debería escribirlo. Existen pequeñas chispas flotando en el aire, en las conversaciones de los niños, en ideas aparentemente tontas. Atraparlas, descifrarlas, convertirlas en un arte y eso que me motiva. Siempre pienso en ese grande de la fotografía cubana que fue Korda y en el momento en el que capturó para la historia esa bellísima foto del Che; él estaba listo, en el lugar y momento exactos, imagino que al ver aparecer ese rostro inmortal no se anduvo preguntando ¿por qué viene a mi está imagen? Solo apretó el obturador, luego al ver la magnitud de la obra tendría tiempo suficiente de agradecer a los astros por ser el elegido. Lo mismo sucede con el escritor, no nos preguntamos por qué llegan a nuestras cabezas estas historias, a veces sólo las escribimos o las perdemos, pero al menos yo siempre agradezco ser el punto medio, el tamiz, el intérprete de algo superior. Me motiva ese instante de gracia inexplicable donde somos víctimas, esclavos de una buena idea.
¿Qué es lo que te desanima?
Me desanima él No que se ha puesto de moda, el No cómo abuso de poder, el No como la salida de emergencia a los problemas, el No que mata iniciativas, ideas, voluntades. Me desanima el desánimo de los decisores y el desaliento, el pesimismo que se expande como epidemia, la falta voluntad e iniciativa incluso en los más jóvenes que ya parecen amanecer cansados. Me molestan los hombres-traba, los hombres-muralla, cuando deberían ser hombres-puerta, los asustadizos con las buenas ideas. La incapacidad para reconocer y estimular el talento ajeno. La exigencia de resultados sin ser capaces de viabilizar, de facilitar ese resultado. Me molesta la estática. Pienso que nada debe molestar más a un escritor que el criterio de que todo está escrito (y no en el sentido bíblico), pues sería un modo de decirte que “estas despedido”
¿Qué atributos morales piensas que debe portar un buen libro infantil?
Un buen libro infantil debe ser honesto, aportar. Debe dejarte desde una sonrisa, una lágrima, un recuerdo, varias palabras nuevas que puedas incorporar a tu vocabulario, una actitud ante la vida, nuevas formas de pensar y de ver el mundo, alertas sobre lo que debes y lo que no debes hacer, buenos chistes, nuevos personajes. Un buen libro para niños debe dejarte una buena historia y un libro para regalar, prestar a tus amigos o guardar a tus hijos. Un buen libro debe crearse una sana adicción hacia otros libros y así él mismo. Pero, lo genial, es que toda esa carga debe ponerla en tu corazón sin que te des cuenta.
Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?
Me hubiera gustado desempeñar mil oficios desde científico hasta pirata. Pero siempre me llamó poderosamente la atención, además de mi especialidad que es el teatro, pues soy instructor de arte, la música y la danza. Pero específicamente no me ha gustado ser cantante de tangos o de flamenco y bailarín de alguno de estos géneros musicales, porque llevan mucha fuerza y dramatismo. Otro tipo de música se puede cantar serenamente, sin implicar los sentimientos propios pero pienso que el tango y el flamenco no.
¿Qué profesión nunca ejercerías?
Pienso que todas las profesiones son importantes pero no me gustaría ser censor (de censura) oficinista, sepulturero, cobrador de algo: agua, luz, impuestos etc.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
La relación autor editor debería ser la mejor. El editor debe entender como nadie al escritor, debe reconocer su estilo, su línea de trabajo, incluso antes de que el autor sea consciente de que la posee. Debe cuidar no sólo de la ortografía sino de la armonía, el balance, el ritmo etc. Debe criticar con la severidad de un enemigo pero realmente debe ser el mejor lector. Creo que la disyuntiva comienza cuando no existe esta compenetración y compromiso hacia la misma obra, pues cuando el editor comienza su trabajo mucho del resultado final en cierto modo le pertenece y será tan merecedor tanto de loas en el éxito, como de críticas en el fracaso.
Si tuvieras que salvar diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías?
Si el naufragio me alcanza después de haber publicado diez o más libros tendría que pensarlo. Pero, por ahora, creo que: La Biblia, Versos sencillos (José Martí); Palomar (Dora Alonso); Poemas sin nombre (Dulce María Loynaz); Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll); Cuentos feos y Alicia maravillada (Míos: Héctor Luis Leyva Cedeño); Cien años de soledad (Gabriel García Márquez); Daylan kifki (María Elena Walsh); Canek (Ermilio Abreu Gómez). ¡Llevaría dos cuadernos míos por sí algún otro náufrago quisiera publicarlos!
Nota
(1) Héctor Luis Leyva Cedeño, Granma, 1986. Pertenece al destacado grupo literario: Hacedor y a la Asociación Hermanos Saiz en Granma, desde donde ha obtenido premios y menciones municipales, provinciales y nacionales, entre los que se encuentran: Letras del Cauto, Batalla de Guisa, Luis Díaz Oduardo y Tras las huellas de Cervantes. En el 2009 obtuvo el premio nacional Sigifredo Álvarez Conesa y premio del concurso provincial Cuentos de amor 2011. En el 2009 publicó por ediciones Bayamo su primer libro titulado Cuentos feos, reeditado en el 2010, al obtener el reconocimiento La Puerta de papel (seleccionado uno de los mejores libros del SET). Los pies prestados vio la luz por la editorial Orto de Manzanillo. En el 2014 obtuvo el Gran premio Escaramujo en literatura, que otorga la Brigada de Instructores de Arte José Martí.
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