“Ochenta años no son nada; son tan sólo una pequeña experiencia que he tenido. Tal vez si viviese 160 años podría decir que son algo pero, realmente, es lo que el hombre puede vivir... Puedes hasta alcanzar los noventa años sin convertirte en un idiota, y éstos espero alcanzarlos sin llegarlo a ser. Sí puedo decir que mi amor radica en el deseo de trabajar. En estos momentos tengo grandes deseos de terminar algunos libros que tengo empezados, y que aspiro concluir durante el curso del presente año”.
Así expresó en contacto especial para el periódico digital Cubarte, el prominente poeta, narrador y dramaturgo Antón Arrufat (1), durante un homenaje que le fue tributado con motivo del Aniversario 80 de su Natalicio.
El homenaje, organizado por el Centro Cultural Dulce María Loynaz, en esta capital, y la Casa Editorial Tablas-Alarcos, contó con la presencia de destacadas personalidades de la Cultura cubana, investigadores literarios y un numeroso grupo de escritores jóvenes quienes (y durante dos días), disertaron y profundizaron sobre la riqueza de la obra de Arrufat —Premio Nacional de Literatura Año 2000—, y los variados estados de su escritura creados en diferentes momentos de su fructífera existencia.
Así, entre lecturas de poemas, fragmentos de cuentos, ensayos, piezas dramáticas concebidas por el Autor; ponencias diversas de connotados escritores —como Las paradojas de Arrufat, de Pedro de Jesús—, y de textos enviados por algunos ausentes siempre presentes como Carilda Oliver Labra y Damaris Calderón, transcurrieron los dos días de cita-homenaje a un Autor reconocido por la gran mayoría de los críticos por su escritura de acento mordaz, reflexivo, por sus recursos imaginativos y su infalible sentido del humor. Elementos todos, que han caracterizado durante largos años la existencia de este intelectual de las letras cubanas, al igual que sus experiencias (virtudes y defectos de la cotidianeidad) volcadas en cada una de sus obras.
Al caracterizar uno de sus más recientes libros como es el poemario Vías de extinción (Premio Nacional de Poesía “Nicolás Guillén”-2014), el joven escritor Ahmed Echevarría, analizó que “en él cada uno de sus poemas atraviesa el espacio cotidiano, el rumor de la soledad, de los recuerdos; voces cercanas y entrañables; despertar de la ausencia; objetos sagrados del amor al igual que los más baladíes; entiende lo que es amor y felicidad; el hombre en su contexto social del pasado y en el futuro; el sexo liberado; la juventud vista desde la vejez; lo real intacto y lo real devastador; una reflexión, en suma, acerca de nuestro devenir: ¿Qué es el amor? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es la muerte?”.
Asimismo, destacadas resultaron ser las intervenciones de escritores como el crítico literario Enrique Saínz, al calificar la obra de Arrufat como “la de un eterno hombre vigilante y preocupado por su realidad”; además de calificar el poemario Vías de extinción, “como el mejor de su corpus poético constituido por seis o siete títulos. En él existe una densidad conceptual, una riqueza mayor, un diálogo consigo mismo que rebasa todo lo escrito con anterioridad, por la forma que tiene el Autor, su manera de abrirse hacia los hechos minúsculos o mayores del suceder; la forma de entrar en la experiencia de decirnos qué siente ante la indescifrable urdimbre que le rodea y que él intenta penetrar hasta el conocimiento. En este poemario, el Autor nos adentra en un espacio poblado por figuras que la memoria quiere salvar de la disolución y del tiempo, existentes más allá de sí mismas, no obstante la devastación de los años”. Al igual que la opinión del joven escritor Leonardo Sarría quien al referirse a Las máscaras de Talía, dijo que “cuando un hombre escribe un libro su voz ya está hundida en las circunstancias más internas y eternas, la poesía escapa del lenguaje, del documento que es el poema, para ajustar entonces los restantes mundos interiores”.
Nota
(1) Antón Arrufat (Santiago de Cuba –1935) Poeta, narrador y dramaturgo. Obra narrativa: La caja está cerrada (Novela, 1984); ¿Qué harás después de mí? (Relatos, 1988); De los pequeños casos (1997) y Ejercicios para hacer de la esterilidad virtual (1988). Poemas recogidos en su obra: La huella en la arena (2001). Obras teatrales integran su volumen Cámara de Amor (1994). Con Los Siete contra Tebas, mereció el Premio Nacional de Teatro (1968). Entre sus ensayos figuran: Virgilio Piñera: entre él y yo. Es Premio Nacional de Literatura (Año 2000) y ha obtenido en cuatro ocasiones el Premio Nacional de la Crítica.
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