En estos días ha tenido lugar la XXX Feria Internacional del Libro en Matanzas que este año ha estado dedicada a la obra del artista y poeta Rolando Estévez Jordán.
Fue en el Museo Provincial Palacio Junco donde el pasado día 15 de mayo se realizó un panel dedicado al quehacer diverso y abarcador de ese autor que estuvo integrado por aquellos que han seguido o estudiado su labor en tierra matancera donde nació y ha vivido siempre este creador que tanto la ama y la ha bautizado para sí como Bellamar, y quien, además, se ha consagrado a dar sus mejores aportes a la provincia en cuanto a arte y literatura en una extensa contribución que comprende desde las artes plásticas, la escenografía, el performance, hasta las publicaciones literarias y el activismo cultural. Carina Pino Santos, crítica de arte, Yamila Gordillo especialista de artes plásticas, Pedro Rubí que intervino sobre el diseño teatral, el poeta Luis Lexander Pita y el escritor Licoln Capote hablaron sobre Rolando Estévez en un encuentro que finalizó con el otorgamiento por el Centro Provincial del Libro y la Literatura al homenajeado del Premio el Libro más Alto.
Como parte de ese homenaje me referí al desarrollo de Estévez respecto a su creación de libros de artista y del libro arte en general, texto que transcribo ahora para el lector del Periódico Cubarte:
Todo comenzó cuando ya casi cuatro décadas desde que Rolando Estévez y el editor Alfredo Zaldívar comenzaron a organizar tertulias en la Casa del Escritor de Matanzas. Como suele suceder desde hace más de medio siglo en que los cubanos logran producir algo novedoso, pese a las ingentes dificultades cotidianas, comenzaron a imprimir ─en esténcil entonces, sobre ese papel que aquí llamamos de cartucho─, pequeñas invitaciones a actividades, exposiciones y peñas de escritores y artistas, que luego Estévez ilustraba con dibujos.
Aquel fue el origen de Ediciones Vigía que no debe verse como un acontecimiento aislado, sino en el sentido de una consecuencia histórica de esta ciudad que tiene una rica tradición cultural de dos siglos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX cuando intelectuales y artistas hicieron florecer el ámbito de las letras y el arte, razón por la que se le llamó la Atenas de Cuba.
Sus fundadores apostaron su vida y oficio a la iniciativa de constituirla en la que fuera Casa del Escritor en 1985, sin imaginar entonces la dimensión cultural que luego alcanzaría. Ambos, el editor y escritor Zaldívar y el artista y también poeta Estévez desempeñaron un papel fundamental en lo que considero una de las principales editoriales artesanales de América Latina. Mi opinión es que Vigía es una fundadora en el ámbito latinoamericano del libro arte, junto a algunas semejantes y algo anteriores como Taller Leñateros en México (1975), aunque la azteca diferenciada de la cubana por su recuperación del arte, los pigmentos y los lenguajes indígenas.
El surgimiento de esa editorial se debe en gran parte a Alfredo Zaldívar por su capacidad como editor para entender al libro como un fenómeno abierto a la creación en su sentido más amplio (obra de arte plástica, incitación a la vida cultural, así como diálogo de interacción performática con el lector) y a Rolando Estévez Jordán por su comprensión profunda de la necesidad de estudiar el texto y asumirlo como arte visual. Ese basamento permitió una evolución posterior que ha visto una sostenida faena editorial continuada luego por editoras, artistas y trabajadores.
Ediciones Vigía fue, pues, el sitio donde gran parte de la obra de Estévez se desarrolló, inserta en un colectivo que ha estado durante los últimos años dirigido por Agustina Ponce e integrado por los autores y artistas que han conformado su producción editorial. Su labor, en la que destacan principalmente los libros arte creados por Rolando Estévez Jordán ha sido reconocida con premios internacionales, estudiada y filmada incluso y subrayo, más que por cineastas cubanos, por expertos de países como Estados Unidos, Inglaterra y España. Fue así como el trabajo de Zaldívar y la sostenida creación liderada por Estévez lograron que Ediciones Vigía se convirtiese en una peculiaridad dentro de la esfera del libro cubano y motivara el interés del ámbito artístico internacional.
Todo lo anterior es resultado no solo del valor literario o ensayístico de los textos de los autores, sino se debe, además, a la realización visual que, desde aquel lejano comienzo y hasta 2014, fue liderada por Estévez. Sus publicaciones han empleado hojas de árboles, palitos, caracoles, arena, tierra, borra de café, y muchos más materiales del entorno de la vida diaria que al incorporarse al diseño del original de Vigía ofrecieron una estética vinculada a la vida diaria del cubano. Cabe agregar que, sin duda, la obra primigenia y fundacional de Estévez sentó las bases de la identidad de Vigía, trabajo que ha sido continuado por su colectivo hasta el presente.
Una de las cualidades a resaltar en la obra de Estévez en general es la versatilidad creativa de este artista que halla expresión ya sea en la literatura, las artes visuales, a la par que en el activismo cultural en su provincia.
Y, sobre todo, creo necesario resaltar que, junto a otros, es uno de los impulsores en el país de esta manifestación artística que es el libro arte ―no muy conocida por cierto― y me atrevo a asegurar, después de un largo periodo de investigación, que ha sido él quien la ha cultivado con mayor perseverancia y diversidad.
Me he referido más de una vez al hecho innegable de cómo ver las obras de Estévez nos remite a la realidad de que es un pintor que escribe poesía y al mismo tiempo un poeta que posee la cultura y sensibilidad visual de un artista.
En esa dirección no podríamos olvidar que Rolando Estévez es autor de más de una decena de poemarios y también es un artista laureado. Como diseñador obtuvo el más relevante reconocimiento del país: el Premio Nacional de Diseño de Libro por la obra de toda la vida, otorgado por el Ministerio de Cultura de Cuba y el Instituto Cubano del Libro en el 2010. En la especialidad del diseño escenográfico se le confirió el Premio Nacional Especial de Teatro “Omar Valdés” 2012 por la obra de toda la vida concedido por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Estos y otros reconocimientos no son sino el resultado de una carrera artística construida con un gran esfuerzo personal. A diferencia de una buena parte de los artistas cubanos más conocidos de la generación de Estévez, él estudió escaso tiempo en la academia de arte. Realmente en su vida personal debió enfrentar las asperezas de un tiempo difícil desde su provincia natal, sin dejar que ello incidiera en su realización como profesional. La migración de sus padres junto a su pequeña hermana a los Estados Unidos en el invierno de 1969, cuando solo tenía 16 años, ha sido inspiración de su creación literaria y plástica y nos remite, de forma agridulce, en algunas obras, a aquellas heridas emocionales de escisión inolvidable. Sin embargo, el entonces muy joven Rolando Estévez se formó a sí mismo probándose en la ejecución de artes como la pintura, el dibujo, la escenografía, el vestuario, el maquillaje, el cartel, el libro arte e incluso la escultura, a la vez que asumió los inconvenientes de todo tipo como apasionantes desafíos que le retaban para conformar una obra que ha crecido hasta hoy en que se le amerita como un creador prestigioso de la cultura cubana.
Además de su impronta decisiva en Ediciones Vigía, ya es conocida su labor en su propio proyecto en Matanzas llamado El Fortín, para el que produce sus propias ediciones con literatura suya y de otros autores y al que desde 2014 se ha entregado por completo.
Recientemente disfrutamos su obra en la Galería Villa Manuela, en un momento tan especial para las artes visuales cubanas como ha sido la al abrirse su exposición personal Ex Libris. La huella de Eva que estuvo totalmente dedicada a libros arte y a la memoria de esas mujeres inolvidables de la cultura cubana y otras legendarias en las artes del mundo. Aquí representó a cada creadora de modo distintivo en cada libro arte, como en una suerte de viaje por sus vidas consagradas al arte o a la literatura. Y lo hizo con diversas técnicas y estilemas que ha ido empleando a lo largo del tiempo, y esto define una pluralidad estilística muy funcional que le distingue.
En sus libros objeto por sus dimensiones y por el hecho de hallarse contenidos dentro de cajas, así como también en sus libros instalación, dada su disposición en el espacio respecto al espectador, Estévez desplegó en la galería sus poemas en los manuscritos que se extienden a lo largo en rollos, al modo como se empleaban en los papiros de la antigüedad. Ese soporte alargado le permitió al espectador visualizar de una sola vez el poema y su lectura como un todo y compuso escenas en las que los protagonistas son esos fragmentos distintivos que narran las vidas entregadas al arte y a la literatura. Y en ese sentido se desliza tras ello la huella de una pasión sostenida del artista por el teatro, vinculada con su larga experiencia como diseñador escenográfico.
A Estévez le deseamos como lectores y espectadores de su obra que nos siga seduciendo cada día con ese discurso visual que imbrica a la poesía y viceversa en sus obras. Un mundo único que ha tejido con la paciencia del artífice conocedor de que cada ofrenda creada conlleva un proceso de gestación a veces alegre, a ratos sufrido, pero siempre loable. Todo ello me hace recordar una reflexión de Jorge Luis Borges: “Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres.” Esa dicha es mayor al multiplicarla por la creación artística en libros. Es una bienaventuranza sobre todo para nosotros, espectadores de ese cosmos de imágenes y palabras, un goce que alimenta con su aporte innegable Rolando Estévez.
Minutos después de la realización del panel, y a unos metros del Palacio Junco, se clausuró el Programa Literario de la Feria del Libro en Matanzas con una dramatización organizada por Alfredo Zaldívar que dedicó este performance a los bomberos y a todos los que acudieron en ayuda durante la reciente tragedia del Hotel Saratoga. Fue un bello y emotivo recital protagonizado por Zaldívar, la trovadora Lien Rodríguez y un grupo de poetas que leyeron versos en el Museo de Bomberos, sede del primer museo de bomberos en Cuba en la Atenas de Cuba.
Foto: Tomada de www.giron.cu
Deje un comentario