El poeta lo había vaticinado ya desde los años veinte del pasado siglo “… yo moriré prosaicamente…”. Ese fue mi primer pensamiento cuando hace unas horas supe la noticia de la muerte del trovador Vicente Feliú. Los poetas y trovadores siempre han tenido presente este verso y en él han encontrado refugio, aliento y un motivo para saldar la mayor de las deudas del hombre: dejar una huella, un legado. Cada verso del poeta o el trovador que se nos cuela en el ADN cotidiano es una brecha a la inmortalidad.
Confieso que no fui amigo de Vicente, de hecho solo nos limitábamos a conversar cuando coincidíamos, aunque lo más normal era un intercambio respetuoso de saludos. Sin embargo; hace unas tres semanas la vida nos permitió intimar, o para ser más exacto: nos tomamos tres largas horas de tertulias y la propuesta de en cualquier momento volver sobre aquellos temas.
Su amistad con Silvio Rodríguez fue la excusa de esta larga charla que derivó hacia cuestiones medulares de la vida, la familia y hasta qué punto habíamos logrado cerrar ese ciclo que nos imponemos e imponemos –de modo sutil—a nuestros hijos.
Hablamos de amigos comunes que ya no están y que tenían como punto de contacto la trova. Así repasamos acontecimientos de los que es necesario hablar y conocer. De poetas conocidos, de cómo se fundó y profundizó la Nueva Trova. Fue obligado entonces recordar a Noel Nicola y esas sus canciones que algunos no conocen pero que marcan a quien las escucha y de esos discos que no hizo.
Recitamos de memoria, esa luz que la muerte apaga y que es menester proyectar en todo momento, los poemas de Wichy el Rojo, de Guillermo Rodríguez Rivera y de Víctor Casaus y me prometió musicalizar aquel que este último escribiera a su madre y que Silvio cantaba en los años sesenta.
Sobre un papel escribimos los nombres de los firmantes de “Nos pronunciamos”, aquel manifiesto de una generación de intelectuales que hoy son una referencia obligada y que de alguna manera nos influyeron a todos.
Y hubo más. Encontramos diferencias en temas sobre música, puntos de vista sobre un asunto que nos apasiona a los dos. Y digo apasiona y me aferro al presente porque las pasiones se quedan en la memoria colectiva y es el asidero por el que muchos nos recuerdan.
Al final de la tarde, tres horas que la vida y otros compromisos interrumpieron, dejamos en el tintero las interioridades de la Nueva Trova, no sin antes escucharle recitar los poemas del Chispa y recordar las travesuras literarias de Lázaro García. Eran esos temas la justificación para organizar un encuentro siguiente y que yo me permitiera una larga entrevista.
Una entrevista y una charla que queda pospuesta y te puedo decir Vicente, en pleno abuso de confianza, que me duele no poder hacerla porque te marchas lejos…
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