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Humor con cierto aire: Kike Quiñones en el escenario del Teatro Mella


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El domingo 22 de febrero terminaba la breve temporada de este nuevo espectáculo de Kike Quiñones en el  cálido espacio del Teatro Mella de la capital. Cálido para quienes sean capaces de pararse en su escenario y comunicar con las dos mil personas que  puede albergar en su sala. Kike Quiñones demostró ser uno de esos artistas. Muy bien acompañado por el conjunto de jóvenes músicos Aire de concierto, Kike se mantuvo por espacio de una hora y veinte minutos desarrollando un espectáculo unipersonal que resultó del agrado del público que lo despidió aplaudiendo de pie, agradeciendo de esa manera la complicidad respetuosa creada durante el tiempo de la presentación.

Pero, escribo sobre ella, no solo para dar testimonio del crecimiento de este artista, a quien la última vez había visto en compañía de Iván Camejo, Alina Molina  y la orquesta dirigida por el Maestro Rey Montesino haciendo Reír es cosa muy seria, en el Teatro Astral. Sino, también, para compartir la reflexión sobre el desempeño de nuestros humoristas; en particular, sobre esa especialidad que hemos llamado “humor escénico”, en pos de contribuir a diferenciarla en lo posible del humorista de cabaret o club nocturno, cuya rutina, seguramente en lo esencial no menos memorable,  es hilvanar una serie de historias cómicas  y chistes ante el público de estos espacios. 

Esta vez Kike abre su espectáculo haciendo bromas sobre el aire, se refiere, entonces,  a aquella complicada etapa que muchos vivimos ya en edades de plena conciencia y que se llamó “Período Especial” y, luego de hacer contacto probado con su auditorio, va por breves segundos a temas escatológicos, sin abandonar los temas del aire y el sentido del olfato. En el público que tengo más próximo veo a quienes parecen reír complacidos junto a otros a los cuales  este segmento no parece resultarles cómodo. Es un aspecto que amerita reflexión.  Hago memoria y encuentro en la historia de nuestra escena sobrados ejemplos de producciones y cómicos que echaron mano de tales recursos en sus faenas, de manera discreta y breve, y, también encuentro otros, destacados, además, por la capacidad de mantener sus discursos fuera de estos carriles. Si me remonto a los orígenes de la comedia encontraré de sobra argumentos para hacer legítima esta práctica. Conociendo a Kike un poco, estando al tanto de su profesionalidad y afán de estudio sé que aquí nada ha sido dejado al azar y que  sobre este asunto debe tener a mano varios razonamientos atendibles. Valdrá la pena conversar próximamente acerca del particular.

El espectáculo incluye un logrado homenaje al Maestro Luis Carbonell y en ese momento Kike revisita la estampa de “Susana y su viaje a La Habana” que forma parte de Reír es cosa muy seria, mientras con un ligero cambio de vestuario y de gesto incorpora al Negrito del teatro bufo que interpretó en la referida producción.

Para el final deja la presentación de cada uno de los músicos que lo han acompañado, la cual realiza en el tono lúdico  coherente con un espectáculo de tal categoría y en la que también consigue logrados momentos, si bien puede cuidar su extensión. Los músicos de Aire de concierto consiguen una integración armónica y discreta con el desempeño del comediante, lo que da por resultado una bien lograda puesta en escena que solo cuenta para su desarrollo con el recurso humano sobre las tablas.

Abre y cierra el espectáculo con el tema musical Viejo varieté que el comediante interpreta como solista, añadiendo, con esta habilidad, un color más a su paleta, y claro que vale la pena prepararse muy bien para alcanzar en el canto el mejor desempeño posible una vez que ha incorporado  esta faceta a su quehacer.   

Logra el comediante dominio de la escena y, sin necesidad de frases retóricas o demagógicas, más bien con aparente sencillez,  consigue y mantiene una empatía entre público y escena que tiene como basamento su sinceridad  en la relación con los espectadores y su respeto por ellos. Entre tanta risa hubo un momento en que se me confundieron las lágrimas de uno y otro cariz mientras me descubría emocionada por la referencia desde el escenario a ese cubano que puede uno encontrarse, en los tiempos que corren, en cualquier parte del mundo. Porque hubo aquí, como es menester que suceda, humor político también y del mejor.

Como sugerencia, cuidar la iluminación; incorporar un buen diseño de luces al espectáculo.  También contar con un programa de mano, de la mejor factura posible; no existe razón para pensar que tal documento es una “hojita cualquiera” que solo lleva mínimos datos del espectáculo. El programa de mano testimonia lo que sucedió de modo efímero sobre la escena, puesto que esa es la esencia de los espectáculos; él es parte de su exigua memoria, y también funciona como promoción del mismo. Aspectos como la excelencia del diseño de luces, del programa de mano terminan de “vestir” los espectáculos

Ninguna producción es menor o mayor, aunque solo suba por cuatro días a escena. Lo único que crece o decrece es la calidad resultante. El Teatro Mella y el Centro Promotor del Humor solo pueden pretender una calidad siempre en ascenso.


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