“(…) La verdad es Fermín, que yo no vivo más que para mi tierra ; pero refreno mil veces lo que el amor a ella me manda, para que no parezca que hago por interés mío o por ganar renombre, lo que me aconseja con amor absorbente que a la vez me sostiene y me consume. ¿Me perdonas, pues, que le haya parecido tibio en la manera de celebrarte, por esta razón egoísta. No espero, por ser grande la diferencia de tono entre lo que siento aquí y lo que La Lucha pueda publicar allá, que el artículo se haya publicado, ni me enojaría con el periódico que harto hizo n pedírmelo, y tiene deberes de propia conservación por cuyo cumplimiento sería ya, el último en censurarlo…”. (New York—7 de abril de 1887)
Esta sería una de las misivas más hermosas que nuestro Martí llegase a escribir a su buen amigo desde la juventud Fermín Valdés Dominguez, prueba máxima de su profunda confianza hacía un médico quien incluso, supo defender la causa contra una atroz condena de fusilamiento contra ocho estudiantes de Medicina de la Universidad de La Habana.
Ambos criados en distintos referentes sociales supieron aunarse en la fuerza revolucionaria de las ideas para congratular ese enorme pensamiento de que Honrar, honra, por encima de todas las exigencias sociales; tan sólo dos grandes inteligencias aunadas en el calor revolucionario podían superar ese desempeño.
¡Gloria eterna a Fermín en su Aniversario 111!.
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