El Ballet de Camagüey ancló en La Habana (teatro Mella) tres inolvidables jornadas en este septiembre. Un buen momento para reflexionar, informar y recordar acerca de esta combativa siempre agrupación cubana que cumplirá su aniversario 48 el próximo diciembre. Traducido en días son jornadas de esfuerzo, dedicación, entrega y trabajo para construir la hermosa obra: la segunda compañía de ballet de la Isla, mérito que en buena medida se debe a algunos nombres, pero en particular a Vicentina de la Torre, su fundadora.
En el año 1967 nacía la compañía Ballet de Camagüey (BC) como una continuación de las academias privadas que habían sido desarrolladas desde los años 40, entre otras las de Gilda Zaldívar (quien bailó para los reyes de Suecia), la de Marta Matamoros, ex alumna de la Academia Alicia Alonso, y que en la década de los 50 elevó al máximo nivel la bailarina Vicentina de la Torre. Después de 1959, y en coordinación con la Dirección de Cultura, fundó la Escuela Provincial de Ballet, sentando las pautas para la formación de un cuerpo de baile. Apoyado entonces por el Ballet Nacional de Cuba que dirigían Fernando y Alicia Alonso, en cuanto a asesoramiento y la participación de primeras figuras propiciaron la creación del BC. Después de Vicentina, la agrupación contó con Joaquín Banegas como director, y a Silvia Marichal, como primera figura, hasta que en 1975 asumió las riendas, el maestro Fernando Alonso, uno de los creadores de la Escuela Cubana de Ballet, junto con Alicia y Alberto Alonso. Durante 15 largos años fue su director general, época en que no solamente se consolida como compañía, sino que acrecienta su nombre en Cuba e internacionalmente. Muchos son los recuerdos que sobre la escena –traducido en obras- y en la piel de los bailarines de varias generaciones, dejó el Maestro. Luego tomaría la dirección Jorge Vedes, hasta 1997. Desde ese momento y hasta hoy, Regina Balaguer está al frente de esta compañía siempre inspirada.
La Villa de la danza…
En una hermosa casona con tejas rojas, ubicada en la carretera central, a la salida de Camagüey vibra la sede de la institución balletística que ha sido recientemente restaurada. La rodean decenas de hectáreas sembradas de palmas reales y mangos. Allí predomina el movimiento, la música, la alegría y el trabajo. Podría llamarse la villa de la danza en la ciudad de los tinajones.
Atravesar el pórtico es entablar un diálogo directo con el arte. Poco a poco, con el trabajo de sus integrantes y la ayuda de algunas instituciones crece a pesar de todo. Las primeras imágenes de la edificación dejan ver una casa de dos plantas construida en la década de los años 20 del pasado siglo y pintada de blanco. Allí se encuentran las oficinas administrativas, la dirección, el comedor… Las naves contiguas acogen talleres de escenografía, donde nace el universo y la atmósfera que rodea cada obra. Otras casas albergan el local de costura y el almacén de trajes, la fábrica de zapatillas, taller fundado hacia 1985. Están también los dos amplios salones de ensayo que muestra la atractiva sede…
La otrora bailarina y hoy directora y maitre, Regina Balaguer comentó que el BC ha sido, en el tiempo, una agrupación que no se ha rendido nunca “porque está en juego su vigencia, una tradición, una historia de desvelos y experiencia, en una palabra de cultura que no podemos perder”. Siempre con muchos deseos de hacer de salir adelante.
El BC cuenta con más de 60 bailarines, y a pesar “de ser la mayoría muy jóvenes y nuevos se trata de mantener un nivel artístico alto, a pesar de la renovación constante del elenco. Y lo que caracteriza a la compañía en el tiempo, además de seguir combinando en el amplio repertorio tanto piezas clásicas, neoclásicas y contemporáneas, es el hecho de ser una gran familia, desde los profesores, maîtres, bailarines hasta los que laboran en las áreas verdes, la cocina, auxiliares de limpieza, costureras… todos hacen su trabajo con mucho amor. Eso ha sido importante para hablar hoy de casi 48 años”.
¿El futuro? Regina Balaguer abre anchos sus hermosos ojos claros y señala con voz firme que ello lo indica un presente profesional de esfuerzos, como lo hemos demostrado en este tiempo. El futuro depende de todos nosotros, de la dirección, del consejo artístico, de la compañía, del esfuerzo que seamos capaces para llevar adelante esta obra que nació hace tantos años.
Pasión palabra clave de su repertorio
En sus inicios, el Ballet de Camagüey centró su repertorio en los clásicos, pero en la década de los 70 comienzan a hacerse piezas diferentes, originales que iban conformando una impronta especial a la novel compañía que se empieza a distinguir en el panorama de la escena cubana. Pueden señalarse Saerpil, coreografía de Gustavo Herrera, obra de corte contemporáneo, música hindú, que resultó una especie de carta de presentación del BC en su época y aún hoy es muy querida y admirada, a pesar del tiempo; o Cantata, de Iván Tenorio, con ese aire renovador, dentro de lo clásico. Aunque en el repertorio de la agrupación conviven perfectamente y en armonía lo clásico, neoclásico y contemporáneo.
De ahí que se precie de tener trabajos del desaparecido coreógrafo Jorge Lefebre como Tango Episodio, Degas o Beethoven, séptima sinfonía, Lázaro Martínez y también de algunos ex primeros bailarines José A. Chávez y Osvaldo Beiro, por sólo citar estos. Amén de ser muy afortunada porque numerosos coreógrafos de otras latitudes le han legado obras, como el caso de los mexicanos Javier Carranza (Córsica) y Federico Castro (Dualidad, Metamorfosis); el estadounidense Alex Ruiz quien les montó Un tranvía llamado deseo, basado en la pieza teatral homónima de Tennessee Williams. Con música de jazz, es una obra de cerca de 20 minutos que fluye en la escena y logra captar la esencia de la difícil pieza, combinando de forma original los movimientos improvisados del jazz con zapatos y zapatillas de punta…
Así como el conocido bailarín, coreógrafo y director del Ballet de Magdeburgo (Alemania), Gonzalo Galguera, quien entre 1987-88 formó parte de la compañía de Camagüey. El trajo para el BC en su aniversario 45, algunas piezas como Bolero, basada en la pieza homónima de Ravel, y de esta forma hacia realidad un sueño tras 24 años de ausencia sobre esas tablas. “Quería mostrar un resumen de mi trabajo, en cuanto estilo y contenido, más o menos lo que hago en Europa, yendo de lo más contemporáneo: Peregrinos (con la que obtuvo el Premio del Primer Certamen Iberoamericano de Coreografía CIC 1998, Alicia Alonso), que tiene una lectura espiritual y plástica de mucha exigencia estética para el bailarín, hasta lo más clásico con Cantus Perpetuos… y Benedictus”. Hay tanto en su repertorio…
Aunque el Ballet de Camagüey se había vestido de largo cuando enfrentó Giselle, Coppelia, Otelo, de Francisco Lang; Medea y Yoruba, pas de quatre, de Alberto Alonso; La fille mal gardée, de Alicia Alonso sobre le original, Grand pas del ballet Paquita, …
Amén de la enorme meta: estrenar la versión completa de El lago de los cisnes en el 45 aniversario de la compañía, pues constituía en el tiempo un reto. Sobrepasando dificultades de todo tipo, trabajando día y noche, incluso faltando detalles de la escenografía, y llegando algunos trajes a escena en el momento de la función…, el primero de diciembre de 2012 se realizaba un sueño acariciado en el tiempo por todos, y en particular, por su entonces director Fernando Alonso, desde la década de los 80, cuando se montaron algunas danzas de carácter, y el segundo acto de ese clásico. Era el momento idóneo, ¡o se hacía o no! expresó Regina Balaguer con toda la fuerza de su espíritu. Decidimos bailarlo, “lo que falte se hará más adelante, pero no podíamos dejar pasar esa fecha”.
Sumando aparte, las exitosas giras internacionales que ha realizado por el mundo en estos 46 años de vida.
La escena del teatro Principal —sede de la compañía— en la ciudad de Camagüey, distante unos 500 kilómetros al este de La Habana, se colorea constantemente con el quehacer de esa agrupación que es orgullo de los habitantes, quienes repletan el antiguo coliseo para apoyar la creatividad que emana de sus integrantes, quienes enfrentan diferentes estilos con brío y elegancia. Esta ha sido una característica constante desde su creación, mantenida a lo largo del tiempo.
Exitosas funciones habaneras
Cuando el Ballet de Camagüey aparece en cartelera siempre es alentador acercarse a la escena… En su sede habitual habanera (teatro Mella), el pasado fin de semana, desató emociones de la mano de un grupo de obras inmersas en el variado repertorio, que en el tiempo ha regalado un amplio perfil a una compañía tenaz. Esa que lucha contra viento y marea por mantenerse viva, pese a las disímiles dificultades, obstáculos y realidades presentadas en el largo y azaroso camino de casi 48 años de vida.
De un año a otro observamos muchos nuevos rostros, muy jóvenes, en su mayoría recién graduados de la Escuela conformando los elencos, y es que la retención de sus bailarines es ya antigua lucha, algo que no solamente sucede en esta agrupación artística, ni es particular en este ámbito de la vida cubana. Pero a pesar de este destino, que luego de archivar en su nómina talentos y desarrollarlos hasta un alto nivel artístico, parten a otras agrupaciones o espacios donde alcanzan más estímulos, el BC liderado por Regina Balaguer sigue vivo, sobreponiéndose a estas situaciones, con el mismo ánimo de lograr atrapar al espectador. Como sucedió en estas jornadas de septiembre en La Habana, donde conquistaron al público con su habitual “ropaje” de pasión, fuerza y entrega, más allá de cualquier imperfección, lógica, en quienes recién comienzan en estos difíciles avatares del movimiento.
Con seis piezas, Nisi Dominus, de Jorge Lefevre, Peregrinos, de Gonzalo Galguera, Avalancha, de Osvaldo Beiro, Desde el centro, de Jorge Abril, Vivaldiana, del maestro José A. Chávez y Saint Saens en movimiento, de José E. Santos, intercaladas en las tres funciones y mostrando un amplio espectro estilístico, regresaron aquí, en el final del verano, con un inteligente y variado programa.
Desde el centro, una alucinante y atractiva coreografía de Jorge Abril, que desde hace muchos años motiva nuestra imaginación con sus trabajos —baste señalar solamente CC Canillitas, La goma, Piedras…—, cerró el programa con mucha energía. Esa que transmitió una compañía joven y abnegada que descifró en danza el decir de su autor, quien la creó especialmente para las huestes de Regina Balaguer, el pasado año. Original pieza donde combina, de forma singular, movimiento, música (de variados autores), color, ritmo/baile, cuerpos, tensión, tiempos rotos, sonidos, símbolos, gestos, objetos y magia. Sí, porque despierta en el auditorio un ilusionismo que convoca los sentidos y nos hace pensar/soñar. Desde los diseños —ataviados cual albañiles en plena labor, repletos de “cal”—, se mueven estos bailarines que no son magos pero crean espacios alucinógenos con las luces y las sombras, y al final, con su casi perfecta entrega nos dibujan en el espacio cálidas semblanzas de la esencia del arte. No se trata de danzar historias con pasividad, ni de indagar miméticamente en el surtido de técnicas y concepciones sobre el entrenamiento del bailarín. Es más. Una suerte de teatro visual que usa los cuerpos para expresar emociones…
Por estos caminos donde la originalidad desemboca en la fuerza apareció una coreografía de Osvaldo Beiro firmada hacia 1997, que motiva: Avalancha, donde sobresalió la juvenil primera solista Rosa María Armengol y el cuerpo de baile masculino. Reúne danza contemporánea y ballet, violencia/lirismo que destaca hasta en el propio diseño con una garra interior para alcanzar al espectador. Se suma la música de Musorgski que da pie para decir en el movimiento, encontrando en la escena a unos muy noveles artistas que lo llenan con su pasión. Otro punto a favor sumó en la jornada Peregrinos, del bailarín y coreógrafo cubano Gonzalo Galguera. Obra provista de una intensidad escénica y una carga de profesionalismo, en la que distinguieron los excelentes primeros bailarines del BC: Laura Rodríguez/Yanny García con sus dotes técnico-interpretativas para “aderezarlo”, además, de una fuerte dosis de lirismo.
Nisi Dominus, es una pequeña joya estilística del desaparecido coreógrafo y bailarín cubano, Jorge Lefevre, quien fuera director del Ballet Royale de Wallonie (Bélgica), y que junto a otras piezas de su autoría destacan en el repertorio de la agrupación. En Nisi…, la frescura musical de Vivaldi se transforma en armónicos y agradables movimientos danzarios, que llevaron a un buen clímax el dúo de Rosa María Armengol/Alejandro Hidalgo, aunque mucho más segura ella. El cuerpo de baile, especialmente el masculino, tuvo ciertas imprecisiones a la hora de enfrentar la obra (neoclásica), pero es lógico, dada su excesiva juventud y el no haber bailado mucho aún.
Ojalá, el tiempo y las cosas de la vida, los dejan echar raíces en el BC, para poderlos ver crecidos en la próxima temporada habanera. Madera, profesores, coreógrafos, historia, y una larga tradición que los avale tienen para lograrlo bailando en ella, como los antecesores que sembraron el camino.
Deje un comentario