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Isabel García Granados: Deben existir jerarquías artísticas (I parte)


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Isabel García Granados durante la transmisión del programa Café Milenio en la emisora Radio Angulo de Holguín.

En Holguín la conocen como “la maestra” y no es un calificativo que pretenda halagarla de manera excesiva. Sus años y sobre todo, su talento y experiencia le han dado esa categoría o ese nivel. Isabel García mantiene —contra todos los demonios— su programa radial Café Milenio y sus labores como docente, directora artística de eventos culturales, locutora… En el 2002 se le otorgó el Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro.

Es necesario y urgente escuchar a esta mujer.

Muchas personas dentro y fuera del sector de la cultura destacan el interés suyo en ayudar a todos aquellos artistas que comienzan. ¿Siempre ha sido ese su objetivo?

Sí, a mí me gustan no solamente los consagrados, sino aquellos que realmente comienzan y que tienen propuestas artísticas sólidas, que son realmente gente talentosas, sí me gusta darles la oportunidad de que lleguen, de que se den a conocer a través de los medios.

En los tiempos que corren, lo que no pasa por los medios de comunicación masivos es como si no existiera. Y a veces, cuando tú escuchas la radio o ves la televisión, uno se pregunta qué hace esa gente en la televisión, porque realmente son comunicadores que no comunican, no son buenos cantantes, o no buenos críticos, etcétera. 

A mí sí me ha gustado mucho siempre trabajar con los jóvenes desde que fui joven, porque siempre he creído en los jóvenes; no en todos los jóvenes; en los jóvenes de talento. Y tal vez tenga un sentido de percepción de aquellos que tienen ese talento y que tienen la constancia para enriquecer el talento; porque usted puede tener talento, pero si no tiene la constancia del trabajo, el sacrificio del trabajo y la honradez del trabajo, no llega a nada. 

Bueno, a no ser en estos tiempos en que el mundo anda un poco cambiado, como dice William Vivanco, y hay gente que mientras menos da, mientras menos aporta, llegan con más facilidad a la fama, no sé por qué caminos, o sí sé por qué caminos, pero prefiero reservármelo.

Es muy difícil realmente que el talento, que el verdadero talento ocupe el espacio que debe ocupar en los medios de comunicación. 

No estoy en contra de que estén unos y otros, pero cada cual merece un espacio, y deben existir las jerarquías artísticas, igual que existe la jerarquía artística en una sala de exposiciones, en un museo. 

En el Museo Nacional de Bellas Artes no expone todo el mundo. Yo creo que deben existir las jerarquías artísticas también en torno a los medios de comunicación masivos. Y no estoy hablando solamente del que va a bailar, o del que va a cantar, o del que va a hacer teatro o del que va a actuar; estoy hablando también de comunicadores que no comunican, y yo creo que en esos casos, sencillamente no es comunicador, o está hablando con un guión aprendido —tal vez malamente de memoria, o mal escrito— y a veces no se sabe de lo que está hablando.

Yo creo que los medios de comunicación han sido tema de debate en los últimos tiempos con mucha frecuencia, y hay una razón para ello: los medios de comunicación socializan el producto cultural, y la tecnología se impone en estos tiempos y, a la hora de socializar, los medios de comunicación validan realmente la propuesta que hacen cuando el público ve algo en la televisión, oye algo en la radio, le da un sentido de validez; dicen: es verdad, porque yo lo vi, o lo oí por la radio.

Y entonces los medios de comunicación tienen que ser, aquellos que los realizan, en primer lugar, personas informadas porque la información es poder; personas con sensibilidad, con buen gusto, que eso no implica no respetar el gusto de los otros, y sobre todo con un sentido de responsabilidad social muy grande; porque, ya te digo, es ese enlace de la producción audiovisual con la sociedad, y le estás dando una canalización, una validez a algo que a veces no lo tiene.

En esa mala selección hay detrás, por supuesto, una mala dirección…

Sí, muchas veces se cuestiona por qué se hace esa telenovela, o el guionista qué malo, o el director qué malo, o el actor qué malo; pero yo me pregunto: ¿y el funcionario que firmó para que eso corriera curso y entrara en un proceso de producción? 

Entonces me parece que tal vez no todo el que trabaja en los medios lo hace con un sentido de sacerdocio. Trabajar en los medios de comunicación tiene un sentido de sacerdocio;  es decir, tú, que eres periodista, es dedicarse todo el tiempo, porque la noticia no te puede coger dormido, el mundo genera constantemente noticias. 

Incluso, cuando tú duermes, ¿por qué tú te levantas con ansiedad de poner la radio o la televisión? Porque necesitas saber qué pasó en el mundo mientras tú dormías. Y yo he visto incluso, en la televisión nacional, informaciones que han sucedido tres días antes y las dan como noticia, no como un referente de comentario; no, lo dan como noticia, como información inmediata.

Y entonces creo que también nuestros medios de comunicación han perdido la frescura de la transmisión en vivo. Hay cosas que sí, que se deben grabar, porque necesitan de un proceso de posproducción que no se puede realizar en vivo, pero yo creo que en la televisión en sentido general, sobre todo los espacios informativos, programas musicales, programas de determinadas características, todo se enlata, todo se graba. 

A lo mejor es para dormir más tranquilos, porque lo que tú tienes enlatado no te causa ningún riesgo, pero yo creo que la vida, vivir, es un riesgo. Entonces el que es realmente un realizador de radio o televisión necesita esa adrenalina, como la necesitan los que practican deportes extremos, que es esa adrenalina; eso uno lo necesita.

El día que uno se siente, que se achante, por decirlo de alguna manera, ese día perdió el interés y lo mejor que uno hace es retirarse.

Dicen que un buen realizador, de la radio o la televisión, debe buscarse problemas constantemente. ¿Lo cree así?

Buscarse problemas a mí me parece que es bueno. Yo le oí decir a alguien que a los veinte años uno era un incendiario y a los cuarenta era un bombero. Pero los medios de comunicación, radio y televisión, yo creo que son medios difíciles por su realización, no por el oficio de realizarlo, sino porque son medios que trabajan con muchas personas, que tienes invitados, que tienes actores, que tienes producciones.

En ese sentido creo que son más difíciles. Riesgos siempre va a haber. Ya te hablaba de la adrenalina que se necesita para eso.

Algunos investigadores y críticos cuestionan reiteradamente el discurso de nuestros medios, ¿qué opina sobre esto?

No se puede hablar ahora como tú hablabas en los años 70, no se pueden repetir consignas. Por ejemplo, se ha usado mucho a Martí, lamentablemente, mal usado. Se descontextualiza una frase martiana y se aplica, a veces si nos sobra o nos molesta una palabra, incluso se la quitamos, y decimos: ¿quién va a buscar esa frase en tal libro? 

Pasa también con la música…

Exacto. El problema es la conciencia, si tú no trabajas desde el corazón, es decir, con un sentido consciente de tu responsabilidad, de tu entorno, del conocimiento histórico, el que no conozca de historia elementalmente, no sabe cuál es su identidad, su raíz, su semilla, no tiene esa limpieza de espíritu, no puede comunicar esa limpieza de espíritu.

Entonces se convierte en un repetidor de frases manidas, de consignas huecas, que ni él mismo sabe qué quieren decir pero, bueno, suenan, y por una cuestión mimética, la gente las repite. Los medios de comunicación crean, entre otras cosas, mimetismo, es decir, imitación a, si no la gente no pusiera de moda las maneras de vestir de un personaje de una telenovela, o no hablara de los personajes de una telenovela como se habla de los vecinos. 

Hay palabras o frases que se han asumido a partir de ahí, porque en definitiva el pueblo es el que enriquece la lengua, esa lengua diaria y coloquial, pero indiscutiblemente los medios tienen una enorme influencia en todo eso. Y vuelvo al sentido de la responsabilidad social que hay que tener; pero, bueno, son nuestros medios.

Hablaba de los riesgos y le pregunto: ¿Cuáles son los mayores riesgos que ha provocado y que le han provocado?

Bueno —te lo confieso— yo tengo un largo historial de sanciones; no por llegar tarde a mi trabajo, no por incumplir con mi trabajo, no por no entregarme a un ciento por ciento a mi trabajo.

Ni por hacerlo mal…

Ni por hacerlo mal. Sanciones porque alguien pensó que no debía decir esto, que no debía hacer aquello. En definitiva, yo estoy aquí; muchos de los que me sancionaron en determinados momentos ya no están aquí. Y tampoco juzgo…

Cuando dice “aquí”, ¿se refiere exactamente a Cuba?

A Cuba, y específicamente a Holguín. Están fuera del país, que se han ido por equis razones, no precisamente con contratos de trabajo. Y yo soy de las que piensa que el ser humano tiene piernas para irse a vivir donde estime conveniente.

¿“Sataniza” aquel que esté fuera y “bendice” al que esté dentro?

No, no, yo creo que cubano es tanto el que se va como el que se queda, pero que usaron en determinados momentos la posición del poder falsamente, para —digamos— zaherir, atacar, escalar posiciones determinadas, que después sencillamente abandonaron de buenas a primeras.

No cuestiono al cubano que se va, ni al que decide vivir en Argentina o en Londres o en Bolivia o en París o en Groenlandia, esa es una decisión personal de cada uno;  yo creo que cubano es un sentido más integrador, se viva donde se viva, y es un sentido de pertenencia que no importa el lugar del mundo donde uno esté.

Recientemente conversaba con una cubana que se fue del país, la sacaron sus padres cuando tenía 7 años, y me dijo: “Yo soy más cubana que las palmas.” 

A propósito me gusta que haya una política integradora en estos momentos en el país, y que no se mire con prejuicio a aquellos que por determinación propia decidieron establecer su vida en otra parte, y que si son artistas, por ejemplo, sigan construyendo y haciendo cultura cubana dondequiera que estén.

Artistas que en la música o la literatura, por ejemplo, han dado mucha gloria al nombre de Cuba…

Sí, claro. Por ejemplo, el caso de Celia Cruz. Me pregunto: ¿por qué se nos privó, a tantas generaciones de cubanos, de un referente cultural como Celia Cruz?  ¿Por qué?  Si en definitiva tal vez sea la más grande cantante de música popular bailable cubana. Entonces nos privaron de un referente cultural a generaciones de cubanos. 

¿Por qué se satanizó a Cabrera Infante?, que es uno de los más grandes escritores cubanos, Premio Cervantes además, y dondequiera que estuviera es cubano y hacía literatura cubana.

Entonces, ¿por qué regalarles a otros lo que nos pertenece?

Reynaldo Arenas, también, corrió la misma suerte. Pienso que la Asociación Hermanos Saíz ha dignificado a Reynaldo Arenas en el Premio Celestino de cuentos, que es un premio nacional, que va por la oncena edición y tiene un valor, desde el punto de vista literario y desde el punto de vista editorial.

¿Guarda resentimientos por “los palos que le ha dado la vida”?

No, yo no tengo resentimientos, no, no. Esa fue la vida que yo elegí, y yo sabía que, haciendo determinadas cosas, me iba a buscar ciertos problemas.

Pero ¿por qué uno se puede buscar problemas, si uno hace las cosas con limpieza de alma; si no tiene segundas intenciones, por qué tiene miedo de buscarse problemas?  Yo me los seguiré buscando. Puedo equivocarme, me puedo equivocar como cualquier mortal;  lo que sí no quiero equivocarme nunca es en cuestiones de principios, en eso sí no pienso equivocarme.

Cuando hablamos de principios, ¿específicamente se refiere a…?

A la decencia, a la ética, a la responsabilidad social como trabajadora de los medios de comunicación, y sobre todo a mi sentido de identidad como cubana.

Yo nací aquí, puedo recorrer el mundo, pero aun, aunque me fuera y muriera en otro lugar   —cosa que no voy a hacer, porque siempre he dicho que, si se va todo el mundo, yo me quedo para apagar la luz—, me voy a morir aquí, aunque me muera en otro lugar del mundo.

Sé quién soy, para dónde voy, no tengo por qué tener miedo y no tengo por qué autocensurarme. Y si me sucede algo, bueno, pues sucede; pero no tengo por qué autocensurarme.


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