“…un estudio, por ejemplo, de la historia del Torneo de la Pesca de la Aguja
“Ernest Hemingway”, ya escrita, no debería estar inédita desde 2010
siendo este evento el más importante y antiguo
que realiza el Turismo cubano
en la modalidad náutica”.
“…ha tenido que ocuparse de cosas a las que nadie,
ninguna otra persona o institución en el país,
le brinda atención alguna”.
El especialista impartió la conferencia “Hemingway y la cuestión de los manilos en la pesca de agujas en Cuba”, en el pasado 15 Coloquio Internacional Hemingway en la que salen a relucir los profundos conocimientos acerca de la pesca en Cuba que poseía Ernest Hemingway. Por lo interesante y novedosos de los elementos aportados decidimos entrevistarlo.
¿Qué motiva a Ismael León a llevar a cabo esta investigación tan especial?
Sin retórica alguna debo expresar que escribo e investigo a causa de una desmesurada curiosidad. En un principio tal vez habría cierta funcionalidad con el oficio de periodista, a causa de la necesidad de hallar argumentos suficientes para informar sin trampas al público. Pero en el fondo es eso, la necesidad de explicarme a mí mismo las cosas.
En este caso, ya había escrito en un libro que la pesca comercial de agujas por el método de calas profundadas era un procedimiento propio de Cuba, porque así lo había afirmado una fuente creíble en 1930, pero cuando Hemingway aseguró que lo habían traído pescadores filipinos, y la fuente anterior lo afirmó a continuación, y ninguno de los dos ofreció pruebas contrastables de su afirmación, me sentí retado a indagar lo cierto que hubiera en ello. Tenía, por supuesto, que respaldar con seriedad lo que al final yo escribiera en mi libro.
Ismael usted, es todo un especialista en la materia. ¿Ha comprobado que el argumento descrito en torno al procedimiento de la pesca de agujas en El viejo y el mar es el mismo que Hemingway describiera en Marlin off Morro (1933) y Marlin off Cuba (1935)? Pudiera hablarnos al respecto.
En primer lugar, dejar establecido de que “todo un especialista en la materia” es una categoría que solo puede conceder el futuro. La apariencia de que uno posee un gran dominio temático, se debe a que ha tenido que ocuparse de cosas a las que nadie, ninguna otra persona o institución en el país, le brinda atención alguna. Para no dejar expresiones a medias, debo mencionar que la pesca deportivo recreativa posee valores sociales, turísticos y potencialidades como recurso para la educación ambiental, y que un estudio, por ejemplo, de la historia del Torneo de la Pesca de la Aguja “Ernest Hemingway”, ya escrita, no debería estar inédita desde 2010 siendo este evento el más importante y antiguo que realiza el Turismo cubano en la modalidad náutica. Esto no me hace un experto.
El procedimiento de pesca de agujas descrito en El viejo y el mar es el mismo al que Hemingway se refiere en su crónica de 1933 y en ese excelente estudio técnico que es Marlin off Cuba. Hay algunas diferencias en cuanto a las profundidades a las que se calan cada una de las líneas de pesca, en tanto este autor omite los nombres de cada aparejo, que son: “Avío de la mano”, “Avío hondo”, “Vuelo” y “Chiringo”. Hemos notado, examinando asimismo a una fuente cubana esencial en el tema, que son varios artículos de Federico Gómez de la Maza en los pasados años treinta, que las referidas diferencias tienen una explicación muy simple, y es que de acuerdo con las condiciones en que se presenta cada jornada de pesquería, diversos ajustes son necesarios. Mayor luminosidad y mar en calma: avíos más profundos; nubes, mar rizada, avíos más cerca de la superficie. Si las agujas se dejan ver a flor de agua, se lanza el “Chiringo”, de lo contrario, se trabaja con solo tres avíos.
¿Existen diferencias estilísticas entre Marlin off Cuba con relación a otros artículos vinculados a la pesca que fueran publicados por Ernest Hemingway? ¿Cuáles?
Las diferencias que usted notará se deben a que Marlin off Cuba es un estudio técnico, citado incluso en publicaciones científicas, como es el catálogo de Izumi Nakamura, Billfishes of the world, publicado por la FAO en 1985. Otras son crónicas, periodismo. Están las publicadas por la revista Esquire: “Marlin off the Morro” (1933), “Out in the Stream” (1934), “On the Blue Water” (1936), y “The Great Blue River, que difunde Holiday, en 1949. Todas, ejemplo de excelente periodismo y si profundizáramos en estas u otras que no menciono, probablemente hallemos que la pesca es un contexto y que hay información esencial que está contenida en el trasfondo. Eso es periodismo.
Esto hace de Marlin off Cuba un caso singular en el trabajo de Hemingway, que posee equivalentes en la “Introduction” al libro Atlantic game fishing, de su amigo Sewyn Kip Farrington (1939), y en el capítulo “Cuban fishing”, de 1949. La “Introducción” es un vigoroso alegato por la deportividad en la pesca, publicado justamente en el año en que es fundada la International Game Fish Association (IGFA), de la cual Ernest Hemingway sería vicepresidente durante toda su vida posterior. Es probable que algunos de sus textos dedicados a la caza y el toreo puedan incluirse en esta misma categoría de estudios técnicos, pero eso lo dirán otros investigadores.
¿Considera usted a Ernest Hemingway como un pescador lo suficientemente informado como para tener conocimientos profundos de estas artes de pesca y su introducción en la capital cubana?
El secreto mejor guardado de Ernest Hemingway era su gran capacidad para documentarse... y esconder sus fuentes. Esa especie de omnisciencia de demiurgo que todo lo sabe y encima escribe para medios de gran tirada y selecto público, es muy coherente con el resto de la leyenda que creó en torno de su persona. La mitad de la clave para entenderlo está en la crónica “La pesca del atún en Vigo”, escrita mientras arribaba por primera vez a España y sin preparación alguna previa acerca de la pesca marítima. La otra mitad, en la fascinante biblioteca de Finca Vigía.
En la pesca de agujas en Cuba, Hemingway aprendió de Carlos Gutiérrez, como lo confesó en su momento. De Gregorio Fuentes debe haber aprendido más que todo a navegar, porque Gregorio era antes un pescador de vivero. En Cojímar había también bastantes hombres que sí se dedicaban a la pesca de agujas, aparte de que en la misma crónica de 1933, “Marlin off the Morro”, queda establecido que el origen de su conocimiento es la observación.
Los que escribimos, asentamos la experiencia que prepararon generaciones tras generaciones de individuos, que dejan de ser anónimos a partir del momento en que los que relatan la historia hacer permanente ese saber, comparten dicho acervo. Tal vez no quedan sus nombres, pero sí sus esencias humanas.
¿Cuáles son, a su juicio, las crónicas o artículos de pesca de Ernest Hemingway más importantes, vinculados con la pesca en nuestra costa noroccidental y por qué?
Digamos en primer lugar que son importantes porque una parte de nuestro patrimonio intangible queda identificado y descrito gracias a Ernest Hemingway. Él estaba apasionado por el tema de la pesca desde que era un muy joven aprendiz de reportero en el Kansas City Star, que no tuvo interés en el tema. Tuvo su oportunidad cuando el Star de Toronto comenzó a aceptar sus crónicas sobre este tema, dedicadas a la pesca fluvial.
El tema marítimo llegó con el encargo de Esquire y los primeros textos fueron de la pesca de agujas en Cuba. “Aguja a la altura del Morro”, publicada en el verano de 1933, fue la primera de todas. Este fue un año excelente, con más de medio centenar de peces cobrados por el escritor, que obtuvo un récord cubano con un pez de 468 libras, y dejó una entrevista en el Diario de la Marina, que le realizara un escritor de los que han quedado en la historia de nuestra literatura: José Antonio Fernández de Castro.
En 1936 publicó “En las aguas azules”, donde entre ráfagas irónicas y alguna perdonable exageración destaca la deportividad de la pesca de agujas, llamará la atención acerca de lo poco conocida que resultaba la Corriente del Golfo, hará un noble reconocimiento a Carlos Gutiérrez, el primer patrón cubano de su yate Pilar, y sobre todo, porque contiene un párrafo que devendría hito en la historia de la literatura: Another time an old man fishing alone in a skiff out of Cabañas hooked a great marlin that...
¿Pudiera abundar en por qué las primeras afirmaciones de Federico de la Maza contradicen las de Ernest Hemingway con relación a las técnicas aplicadas en Cuba para la pesca de los peces de pico.?¿Qué da lugar a esta contradicción?
Antes me referí a esas técnicas, a los puntos de vista que aportaron el cubano y el norteamericano respecto a esas técnicas de pesca y creo que ha sido esclarecido que no existía realmente contradicción entre ellos respecto a este punto. Debo decir, que Hemingway estaba tan enterado del procedimiento, que en “Marlin off Cuba” se refiere a la pesca profundada a la deriva como procedimiento para pescar por deporte, lo que en este esencial texto fue sometido a debate.
Donde existió la contradicción es en el hecho de que, cuando Ernest Hemingway afirma en 1935 que la pesca de agujas por el método de calas profundadas desde botes a la deriva, había sido traído a Cuba desde Manila, Filipinas, estaba expresando exactamente lo contrario a lo dicho cinco años antes por Federico Gómez de la Maza, quien en su artículo “La pesca de agujas”, dijo:
“La pesca de agujas, practicada en Cuba exclusivamente en la costa Norte, frente al litoral de las provincias de Pinar del Río y de La Habana, principalmente en el tramo comprendido entre los puertos de Cabañas y Santa Cruz del Norte, se verifica siguiendo métodos puramente locales, y que no tenemos noticias de que se utilicen para esa clase de pesca en ninguna otra parte del Mundo”.
¿Qué da lugar a esa contradicción? Obviamente, Gómez de la Maza no indagó sobre estos temas como historiador o periodista, sino como un investigador de la pesca comercial, exclusivamente. Él escribía muy bien, muy ameno, pero su enfoque eran los aspectos técnicos de los avíos, los peces. Se le escapó el detalle histórico, en primer lugar, porque esa información estaba por entonces muy sepultada por el tiempo transcurrido y solo una indagación sistematizada, encaminada a un dato completo en sí mismo, como un periodista entrenado y consciente suele intentar, permite que salga a la luz. Luego se entera del dato emitido por Hemingway —es lo que la secuencia de los artículos parece demostrar— y busca por sí mismo en las fuentes y agrega algunos datos interesantes, inclusive.
Somos una isla, más exactamente un archipiélago. Usted afirma que resultan escasos los autores que se han acercado a la historia de la industria pesquera en Cuba. ¿Tiene usted alguna explicación al respecto?
El primer requisito metodológico que se nos presentó al enfrentar el tema de nuestro estudio fue verificar mediante fuentes locales el origen de las pesquerías cubanas.
Enildo González Pérez, en su Historia de la pesca en Cuba, plantea de modo concluyente que durante la época colonial, esta actividad era realizada fundamentalmente por mallorquines, canarios “y otros individuos oriundos de zonas costeras españolas”. Otro autor, Xosé Neira Vilas, refiriéndose en particular a la pesca de viveros, dedicados a la extracción de cherna y pargo guachinango en el Golfo de México, agrega que “gallegos fueron (salvo algunos cubanos nativos y eventualmente algunos isleños de las Canarias) quienes tripularon siempre los viveros que iban al golfo”, mientras el novelista Ramón Meza, en un artículo de 1891 titulado “El pescador”, dejaría entrever asimismo la presencia de inmigrantes de la región de Mallorca y de Cantabria entre los hombres que trasegaban el pescado en el muelle del poblado de Casablanca, en la bahía de La Habana.
Pusimos grandes esperanzas en hallar informes realizados por las autoridades coloniales de la Isla de Cuba, acerca de la Matrícula de Mar, en los que habrían debido aparecer muy afinados detalles y estadísticas respecto a la industria pesquera, sus procedimientos y productos, desde finales del siglo XVIII a la primera mitad del XIX, pero dicha información hasta ahora no ha sido hallada, ni siquiera en una consulta especial vía correo electrónico que realizamos al Archivo General de Marina Álvaro de Bazan, en Ciudad Real, España.
En relación con las técnicas de pesca, exploramos de manera adicional una serie de artículos publicados por Gómez de la Maza y por José Rivero Muñiz durante el año 1957, en la antigua revista Mar y Pesca (1), y pese a los esfuerzos de ambos por explicarse, los textos padecen la misma carencia: nadie sabe de dónde sacaron sus ideas e ilustraciones. Una verdadera nebulosa.
Debo expresar, que me sentiría retribuido si una furiosa reprimenda me llegara en la forma de un libro ya publicado con la historia de la pesca en Cuba que no haya yo hallado en la Biblioteca Nacional José Martí, la biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística o el Archivo Nacional de Cuba.
¿Por qué nos comportamos los cubanos, en nuestra expresión literaria e historiográfica como virtuales habitantes continentales? Para salir del paso, voy a decir por ahora que es un verdadero misterio. Enrique Serpa, Onelio Jorge Cardoso, el Jesús Castellanos de “La agonía de La Garza” y el Lino Novás Calvo traductor de El viejo y el mar y narrador, me desmienten desde sus honrosas letras de fragantes marismas, tormentas, cayos desolados y visiones fantásticas de fondos marinos.
Hay una parte de nosotros —de nuestro corpus social, como he leído que se dice últimamente— que se aleja obstinadamente de las costas, incluso que hace lo posible porque los que no tenemos ese prejuicio no pasemos demasiado tiempo en ellas, tapiándolas con alambradas y advertencias. Mientras escribía estas respuestas, pasaron en la televisión un documental sobre las costas de la península de Guanahacabibes. Maravillado, tuve la sensación de que estaba mirando una película sobre Seychelles, las Maldivas u otro paraje de por ahí.
Según usted es totalmente cierta la introducción de artes de pesca específicos para la pesca de peces de pico por pescadores procedentes de Manila, Filipinas. ¿Existe algún dato o fuente que dé certeza histórica a esta aseveración?
“Totalmente cierto” sería, únicamente, si hubiéramos podido probar textualmente el punto, con toda exactitud, por fuentes debidamente referenciadas. El procedimiento de análisis utilizado se basa en el contraste de la pervivencia de determinados elementos de la pesca en Cuba y Filipinas, en factores naturales y en una prueba histórica.
En el primer caso, la pesca de grandes pelágicos mediante líneas manuales, llamadas localmente kawil, en Filipinas, se mantiene como un proceso utilizado para la captura de atunes y en ciento porcentaje incluso de varias especies de peces de pico. En Cuba usamos la línea manual, mediante el llamado carrete manual o yoyo, para muy diversos tipos de pesca.
Como factores de índole natural, hallamos que tanto el archipiélago de Filipinas como el nuestro se hallan dentro de los límites del Trópico de Cáncer, ubicados ambos en la banda noroccidental de sus respectivos océanos (Pacífico y Atlántico), bañados por las corrientes de Kurosivo y del Golfo, respectivamente, y en ambos casos con poblaciones de agujas bien identificadas en lo que respecta a sus ciclos biológicos y migraciones.
La prueba histórica fue brindada por Juan Jiménez Pastrana y Juan Pérez de la Riva. Según estos autores, un flujo migratorio de asiáticos, por la vía de Manila, Filipinas, habría ocurrido finalizando el primer tercio del siglo XIX, previo al inicio de la introducción de asiáticos como siervos en 1847, traídos a la Isla de Cuba para cubrir la demanda de fuerza de trabajo esclava que comenzaba a escasear a causa de las presiones inglesas para dar fin a la trata africana. Por nuestra parte, hallamos algunos casos de venta de siervos de origen chino, anunciados en el Papel Periódico de La Habana entre 1796 y 1803, lo que sustenta nuestra hipótesis de que la vía de Manila pudo ser utilizada antes de la fecha que afirman aquellos autores. No olvidemos, tampoco, que tanto Filipinas como Cuba fueron en la misma época colonias españolas, lo que otorga absoluta verosimilitud a cualquier tránsito entre una y otra. Detesto la palabra siervo.
¿Esta población asiática asentada en el pueblo de Regla queda reflejada, en el Censo de 1881, como pescadores?
Los pocos filipinos que aparecen registrados en esa fuente, eran de oficios del mar, veleros y marineros, aunque no pescadores.
Usted acepta que fueron los manilos aquellos quienes introdujeron estos procedimientos para la pesca en La Habana y para este asentimiento cita las semejanzas entre las Corrientes de Kurosivo y la del Golfo, pudiera abundar al respecto.
Sabiamente, las comunidades humanas han permitido que las condiciones del entorno natural les enseñen como vivir de la mejor manera. ¿Lo aprendimos en El país de las sombras largas? Lo aprendimos también leyendo fascinados a Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, contándonos en su masiva Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra-firme la forma en que los indocubanos tomaban con su guaicán atando a una cuerda la tortuga más grande de su costa y a continuación le conversaban al pez, como agradeciéndole su ayuda, enalteciéndole su audacia al pequeño animalito de aletas y ventosa, y dándole gentilmente de comer. Las Casas, trascribiendo a Colón, nos dicta la admiración del audaz almirante, deslumbrado ante las hermosas canoas y los aptos aparejos de pescar de aquellos hombres desnudos y esquivos de la tierra cubana.
Dicen que la pesca a línea manual, el kawil, es tradición que marca sus mil años. Y es herramienta vigente que confiere mayor valor agregado a su producto pesquero. De la pesca de agujas no hubo testimonio cuando don Antonio Parra publicó en 1787 su Descripción de diferentes piezas de historia natural. Mientras, sí lo hubo cuando don Felipe Poey ?tierra de aguas, sabios del agua habríamos de tener? describió en 1858 la aguja blanca, Tetrapturus albidus, como la llamó. Entre una y otra fecha, la llegada de los filipinos, minoría en la corriente asiática que llegaba a La Habana. ¿Qué margen de duda podemos conceder, cuando pasaron tres siglos y pico de colonización española para que esa pesca se documentara? ¿Qué y con qué pescaban los habaneros para alimentar a la marinería de la flota que recalaba por meses en la ciudad? De redes y cordeles se habla, de salazones. La única especie de aguja al alcance de los anzuelos españoles, la aguja del Mediterráneo ?Tetrapturus belone?, ¿fue acaso pesca establecida? ¿O es que para la corrida de atunes usaban otra cosa que el laberinto de redes de la almadraba? ¿O que el cordel y el anzuelo, fuera liña, volantín, o ballestilla eran aparejos apropiados para desafiar peces de pico?
Llegan los manilos a La Habana ?quien sabe si en tiempos ilustres de don Luis de Las Casas, con toda probabilidad no en los del constructor de cárceles don Miguel Tacón? ¿cómo descubrieron la corriente, cómo los peces? No hay que darse a la fantasía: la pesca que ellos conocían solo requería de una embarcación ligera y barata, y el avío más simple de todos. Federico Gómez de la Maza, cuando en 1936 da la razón a Hemingway, los describe:
“Entre los primeros que emprendieron en Cuba esa pesca se destacan los manilos, que habitaban en las poblaciones de Regla y Casablanca, en el litoral de la bahía de La Habana. Estos salían a la mar generalmente en cayucos o canoas hechas de un tronco de cedro ahuecado, muy sólidas y marineras, yendo varios en cada embarcación. Solían usar toldos de lona para resguardarse del sol, y llevaban víveres y agua, pues no acostumbraban a regresar a puerto hasta no traer algún ‘peje’”.
¿Se dan condiciones naturales similares y se mantiene el uso de la línea manual en ambos países, en la actualidad?
Como antes lo expresamos, por completo, pero con mayor significación económica en Filipinas, donde los atunes capturados con línea manual poseen un mayor valor que los tomados con redes, pues los primeros se consideran de calidad óptima para elaborar el tradicional sashimi, un plato gourmet muy caro y apreciado en Japón, Estados Unidos y Europa, mientras el atún acopiado a red va directamente a las plantas enlatadoras.
¿Da usted como un hecho probado la inmigración filipina a La Habana en el siglo XIX?
Lo prueba Pedro Cosme Baños en su libro Los chinos en Regla, publicado en 1998 por la Editorial Oriente. También pude consultar personalmente al autor, vía telefónica.
¿Qué importancia cree usted tuvo para Ernest Hemingway el descubrimiento de estas técnicas de pesca, teniendo en cuenta su afición a la pesca de peces de pico, en su producción literaria y periodística?
Hace muchos, pero muchos años, un joven periodista solía visitar Finca Vigía, tratando de hallar argumentos para demostrar que no había nada más importante para Ernest Hemingway que la pesca en Cuba. Lo que halló fue la revelación de que los escritores construyen sus ficciones a partir de los elementos de la realidad que más conocen. Hemingway escribió dos cuentos de temática piscatoria que están muy entrelazados en el empleo de los símbolos de la pesca. “Fuera de Temporada” y “El Fin de Algo” narran la historia de dos jóvenes parejas que afrontan dificultades en sus relaciones amorosas. En ambos las incidencias de la pesca aportan claves de la acción de los personajes.
El disgusto del matrimonio en “Fuera de Temporada” se manifiesta del modo más completo en la atmósfera de tensión que genera el intento de practicar la pesca de modo furtivo en época de veda, bajo la mirada reprobatoria de la población de Cortina de Ampezzo. Los dos jóvenes amantes de “El Fin de Algo” han llegado a la fase última de incomprensión y la inactividad en la pesca, pese a todos los esfuerzos que ambos realizan, es en este caso la metáfora perfecta: no logran pescar ni salvar su relación.
Desea usted añadir algo más.
Cuba es un archipiélago, ¿se ha fijado?
Nota
(1)Federico Gómez de la Maza: “Datos históricos de la pesca cubana”. Mar y Pesca, La Habana, agosto 1957, páginas 25-27.
José Rivero Muñiz: “El suministro de pescado a La Habana en la época colonial”. Mar y Pesca, La Habana, junio 1957, páginas 42-43.
José Rivero Muñiz: “La antigua pescadería”. Mar y Pesca, La Habana, abril 1957, páginas 25-26.
José Rivero Muñiz: “Las primeras pescaderías españolas de la Florida y el Mercado de La Habana”. Mar y Pesca, La Habana, agosto 1957, páginas 34-35.
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