Dicen que a Emilita Miel de Abeja Karmelina Sheke Sheke le habían dicho que no jugara con candela porque se podía quemar.
Dicen que le dijeron que todo el bien que hacía lo desbarataba con los pies, y que tuviera cuidado con una cosa que ella tenía tapada y se le podría descubrir, que no recogiera a nadie en su casa porque se podía quedar en la calle sin llave y sin llavín.
Dicen que le dijeron además que en sus relaciones sociales se condujera con cordura y sentido práctico, sopesando bien cada una de sus decisiones y evitar caer en situaciones de humillación.
A Emilita Miel de Abeja también le dijeron que tuviera cuidado con la EwéIkami, que es una hierba de enredadera.
Por aquel entonces Emilita Sheke Sheke estaba casada con Ogún, el herrero de Mango Jobo, un poblado donde las virtudes de hombres y mujeres comenzaban a ponerse en duda: ya no se sabía quién era macho y quien era hembra, y hasta se abogaba por el matrimonio entre una obirín con otra obirín y un okurín con otro okurín, pero Emilita se jactaba de estar definida por los cuatros costados.
Resultó que un día, al regresar el herrero temprano de su trabajo, notó algo anormal en su ilé (casa): “quién estuvo aquí, porque cuando yo salí la Aketé (cama) no estaba así”, le dijo Ogún a su mujer.
“Aquí no me ha visitado nadie”, respondió Emilita indiferente.
Ogún estaba desconfiado de su obiní porque desde un tiempo a la fecha la notaba muy desamorada y fría y nunca dispuesta a ofikaletrupon (hacer el amor) con él.
Transcurrieron los días y nuevamente Ogún al regresar a su casa se encontró a la manta de la Aketé (cama) mojada y estrujada. “Aquí pasa algo”, y diciéndose esto se fue a casa de Orunmila a consultarse.
Orunmila lo consultó y este signo le salió: IkáIwori.
“Hum…, aquí marca infidelidad”, y el oráculo le mandó a hacer ebó y le dijo que se buscara una jicotea y un Ayá chiquito (perrito) “y tráele comida para que se encariñe contigo”.
Ogún estuvo más de catorce días llevándole comida al perrito, logrando granjearse pronto su cariño.
Karmelina Sheke Sheke, quien ya se había percatado de la sospecha de su violento okuní, se buscó una codorniz para que le avisara cuando este se aproximara por el camino.
Una tarde en que Ogún regresaba a su casa acompañado por el pequeño Ayá, el inquieto animalito no se cansaba de jugar con él mientras iban por el camino. Esto trajo como consecuencia que cuando la vigilante codorniz de Emilita los vio a la distancia no distinguía bien y unas veces parecía ver a Ogún, pero como este se agachaba para jugar con un perrito a la akuaro le parecía que era otra persona, y así Ogún avanzaba por el camino.
La codorniz confundida se decía: “aquel que viene por el camino es Ogún”, al instante se repetía: “No, ese no es Ogún, pues él no acostumbra a jugar con los perros... Ahora me luce más grande… Ahora me parece más chiquitico”. En ese divagar se entretuvo y cuando vino a darse cuenta ya el perrito estaba encima de ella ladrándole.
La codorniz, temblorosa ante el temor de que aquel inesperado animal la mordiera, veloz alzó su vuelo internándose en el monte justo en el momento en que Ogún herrero iba a entrar a la casa.
Emilita Miel de Abeja Karmelina Sheke Sheke, al verse sorprendida con su amante en infraganti acto de adúltera solapada, salió despavorida y humillada ante los ojos burlones de los pobladores de Mango Jobo.
A partir de entonces Emilita Miel de Abeja Karmelina Sheke Sheke no quiere saber nada más de codornices hasta el día de hoy.
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