En el desafiante trabajo de taller, el artista ha conseguido un estilo propio huyendo del imperio de los estilos, de adjetivos y etiquetas tan en boga actualmente. Y logra, pues, con este conjunto de trabajos, tan enigmático y cuajado de evidencias encontradas, inventar nuevos espacios llenos de encanto. La energía desborda su creatividad, esa que salpica cuantas superficies son avizoradas por un talento en “alerta máxima” ante la realidad circundante que, al pasar el tamiz de su imaginación se transforma en algo diferente, con nuevos significados que atrapan al espectador por todas sus aristas. No hay dudas estamos ante un artista en mayúsculas que se interna en la materia con la cual trabaja y se identifica, al punto de crear obras de arte que alcanzan una fuerza y un purismo plástico que sorprenden…
Quien decida cruzar, por estos días el umbral de la puerta de la galería Villa Manuela de la UNEAC (H, entre 17 y 19, Vedado) podrá tocar de cerca las creaciones de Jorge Luis Santos (Quivicán, 1973), y repasar algunas series de su quehacer abstracto y encontrar nuevas propuestas que le reforzarán la idea de que en arte hay mucho aún por hacer; sobre todo cuando se ponen en juego el pensamiento, la experiencia, los deseos de hacer distinto, las ganas de trabajar y hacerlo de forma sistemática, sin dar tregua al cansancio, la rutina. Su brújula artística persigue la contemporaneidad dondequiera que esta se encuentre, y logra hallarla hasta en lo más inverosímil.
En la muestra Fuera de la raya se suman series conocidas como Materia y el tiempo, Sueños prohibidos que tuvo como protagonistas aquellos colchones repletos de conceptos/ideas/inquietudes, y los nuevos trabajos realizados con ¡cigarros!, picadura que se mezcla con el acrílico y le regala nuevas texturaciones sobre el lienzo, y le permite seguir transitando por los caminos del arte con ese afán aventurero de encontrar tierra firme donde cimentar ideas.
Es que desde el mismo instante en que Santos inició su carrera, este creador autodidacta, más allá del oficio y la certeza de que la pintura debe ser esencialmente pintura, ha sabido enfocar con tenacidad su propia senda, que converge entre abstracción, gestualidad, arte concreto, informalismo matérico y expresionismo lírico. Su tenacidad le ha entregado un espacio bien ganado en nuestro contexto.
Las miradas pasarán de obra en obra salpicadas con tintes de admiración, encontrando respuestas a preguntas internas, descifrando claves, recreando la mente, buscando el futuro desde un pasado cercano y tratando de desvelar el misterio de la creación.
Es que cuando uno observa sus piezas no se retienen después, objetos ni figuras. Algo adentro los borra, oculta o reemplaza por una sensación indefinida, que trata de reconstruir en vano algo real y concreto. Aunque solo logra hacer presentir una realidad diferente a la que mi mirada percibe. Sus trabajos se presentan ante la vista del contemplador desde el lugar en que unen la sensibilidad y la inteligencia.
Detengámonos en Sagrado corazón. Es una de las nuevas obras con picadura, acrílico… que semeja una manzana con texturas y tonalidades alcanzadas con el elemento rector de la pieza; y Obra en proceso…, resulta un trabajo ¡en plena acción! Una suerte de electrocardiograma realizado con cigarros que se van descomponiendo sobre la tela y va cambiando su forma. El azar y el tiempo hacen de las suyas allí. El artista lo asemeja al cuerpo humano, a los pulmones que se van corroyendo por el cáncer que produce, irremediablemente el cigarro. Es también una alerta, un espejo para no olvidar…
En Desnudo nos trae un colchón, encapsulado en una caja de acrílico transparente. Es la reminiscencia de aquellos colchones artísticos que utilizó como soporte para creaciones anteriores que dieron mucho de qué hablar. Solo que a este lo desnudó y muestra tal y como estaba por dentro. Es una radiografía del colchón. Hay una Mesa con sus patas que conforman otro “cuadro” bidimensional trabajado con colillas de cigarros, y las Puerta 1 y 2 repletas de grafitis originales de cuando se desempeñaban en la realidad como guardianes de sendos garajes.
Suma a este arsenal de creatividad recuerdos de Pintura y papel, una serie del 2013 realizada en collage, óleo y papel sobre tela, donde las formas y los colores eran protagonistas de sus historias abstractas. Mientras que en la pieza Blanco y negro exhibe esa técnica —rememorando su serie Negro sobre negro— que le permite trabajar sobre la tela disfrutando con la aplicación de la materia, esa que la libertad guía en el encuentro de la mancha, la texturas y la distribución de luces y sombras con las que arma una obra original, de espacios espontáneos. Todo ello aderezado con signos muy personales que escarba desde la memoria, donde símbolos e imágenes diversos se funden en un lenguaje en el que año tras año, el paso del tiempo le va otorgando la solidez de la experiencia.
Santos por dentro
Cuando uno examina más de cerca su obra —ya sea pintura o dibujo—, las diferencias en la textura, la variada densidad del empaste, y los tonos, siempre sobrios y espesos, dejan bien en claro que se trata de obras llenas de vida. Aunque las composiciones también trasmiten una impresión de vaguedad, ésta también se desvanece al observarlas más de cerca.
En el campo del color, Jorge Luis Santos conoce muy bien su fuerza significativa, de su poder visual, por lo que no disimula la identidad de los materiales con los que trabaja: arena, óleo, madera, lienzo… Utiliza generalmente gamas ocres, negros, grises, sienas, blancos, rojos…, aunque en esta ocasión la paleta es muy parca en tonos, de ahí que lo lleven a crear piezas de un interesante rigor compositivo. Las texturas, cada vez más acentuadas en sus pinturas, cobran sobre las obras en madera similitudes pétreas mediante superficies rugosas. Ese efecto táctil aparecerá aún más prominente al sumársele materiales como la arena y otros, adiciones estas que nunca resultan asfixiantes a causa de una sobrecarga expresionista. Allí se iluminan gestos de relieve, trozos como de lava consolidados en unas chorreaduras petrificadas. Y como señalara en una ocasión, el investigador y curador de arte, José Veigas... “el color y el gesto van cediendo su protagonismo, mientras, poco a poco, la forma se adueña del espacio pictórico. ¿No será acaso que va camino de ser un pintor concreto? Plantear que el color abandona su preponderancia anterior no es lo mismo que decir ausencia. Santos lo utiliza en este conjunto con la contención propia de algunos matéricos...”.
El juego de espacios entre pinceladas, la mayor o menor densidad de la materia pictórica, la dirección y gradación de cada zona, son características que se revelan de la mayor importancia dentro del ser de cada obra. Crea un espacio para cada color, espacio que es el color el que lo crea al ocuparlo. Mientras que el sentido volumétrico de su quehacer le da una característica personal, como si invadiese la tridimensión mediante relieves virtuales de gran intensidad espacial, en los que utiliza medios expresivos muy diversos.
Los múltiples detalles que ofrecen sus abstracciones podrían ser el reverso de su clave. Ahora el creador pinta la otredad de lo real y, al hacerlo, entrega una realidad tan misteriosa como apetecible.
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