Cursaba el bachillerato en el Instituto de la Víbora a finales de la década del 40, del Siglo XX. Recuerdo cuando se convocó un Concurso sobre José Joaquín Palma. Yo era casi una niña y solo sabía que José Joaquín era cubano, poeta y que Darío y Martí, lo admiraban. Me fui a la biblioteca del Instituto a buscar libros que me informaran sobre ese hombre muy singular, sobre el que quería escribir, y del cual sabía muy poco. Recuerdo que el trabajo no era muy largo, debido a la información que había podido recopilar. Ahora que el 2 de agosto de este año, se cumple un aniversario de su fallecimiento, me vinieron a la mente muchos y variados momentos vividos en ocasión de mi participación en aquel evento literario.
Cuando llegué a la casa, mi madre, que era una mujer amante de las letras y me impulsaba con afán a que realizara estas aventuras literarias, al conocer de mi interés y después de desearme mucha suerte en mis propósitos, se apareció al día siguiente, con una buena carga de libros. Con esos textos y con otros consultados en la biblioteca del Instituto, pude hacer mi trabajo que fue seleccionado y publicado posteriormente en el magazine El País Gráfico, que era un material semanal que salía al público junto con la tirada del Periódico El País.
En aquellos tiempos de estudiante, no pude a acceder a todos los versos del poeta. Guatemala, los publicó en 1950 y en 1962.
Yo recuerdo que algo que me impresionó mucho era que José Joaquín Palma, bayamés de nacimiento, había escrito el Himno de Guatemala. Lo pudo hacer naturalmente, me decía, porque era un poeta y un poeta que mucho que los conocieron afirmaban que era un gran cantor, sabía rimar muy bien y declamar de manera brillante. Rubén Darío, el poeta nicaragüense, pensó siempre que no era un cantor de trompeta de metal sino de flauta de cristal.
¿Por qué Guatemala?, recuerdo que esta idea me dominaba el pensamiento. Pues bien, el caso fue y así descubrí que José Joaquín Palma, fue uno de los insignes patriotas que se unió al Grito de Yara en 1868. Ayudante de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y años después su primer biógrafo, colaborador y director en una oportunidad, del Cubano Libre; un fervoroso antiesclavista y un patriota, a tal punto, que tan destacado en la Guerra, lo obliga a un exilio y después de pasar por otros países, llega nada menos y nada más que a Guatemala. Aquel país de Centroamérica, lo acoge en su seno y en él, se establece. Hasta ese momento de su vida, en Cuba, Palma se había destacado por cierto, muy joven, por fundar un periódico “La Regeneración” y allí publicar sus primeros versos. Se va a la Guerra del 68, y participa en la quema de Bayamo. Heroica hazaña realizada por aquellos libertadores.
Después de visitar varios países, llega a Guatemala, alrededor de 1873. Desde allí, sigue ayudando a Cuba y a sus coterráneos. Supe que cumplió tareas de profesor, periodista y por supuesto poeta y hasta misiones diplomáticas. Con esa información, yo, que era muy joven en aquellos años del bachillerato, había acumulado algunas idea sobre este cantor cubano..
. De José Martí, son aquellas palabras sobre José Joaquín Palma:”Con su hija América, Ana de la mano, acaba de llegar a Nueva York, de paso por Guatemala, el poeta que ha sabido poner a sus versos toda la ternura de su corazón, y el fuego inextinto de su patriotismo puro. No en Cuba solo, sino en toda Nuestra América, se leerán sus serenatas y las décimas en que recuerda y predice nuestras glorias. Poco tiempo nos da Palma a sus amigos; pero esto no es tan de lamentar con quien se ha puesto entero en su poesía, y parece que tiende la mano desde sus estrofas, y se entra como huésped natural por todas las almas honradas”.
José Joaquín Palma y Lasso de la Vega, que es su segundo apellido, al leer Ismaelillo, escribió: “Es un ramillete de amor, una maravilla de arte”.
Volvió en vida Palma, a Cuba, en tres ocasiones.
Dijo de Guatemala, que era su tierra de adopción y de sus afectos y Guatemala, lo ha considerado siempre, el más predilecto de sus hijos adoptivos.
Hoy a 108 años de su fallecimiento, y a tantos años de tan íntimos recuerdos, resuenan con más vigor los versos del poeta, contenidos en la estrofa final del Himno de Guatemala:
¡Ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real,
y en tus alas levante hasta el cielo
Guatemala tu nombre inmortal.
Por cierto, queridos lectores, el poeta, murió en Guatemala, donde sus restos permanecieron por más de cuatro décadas, En una ocasión los mismos, regresaron a Cuba, así como el propio Palma, lo deseaba, “Solo un sauce y una tumba a la orilla sagrada del río Bayamo” y según sus deseos, reposan en un Mausoleo, en esta bella ciudad que lo vio nacer.
Fin
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