En el pasado mes de mayo, a través del fraterno Luis Toledo Sande, hicimos contacto con unos amigos canadienses enfrascados en singular proyecto: un espectáculo teatral basado en José María Heredia y su oda al Niágara para representar durante los Juego Panamericano de Toronto, a finales de julio. Los impulsores del proyecto tenían a su favor altos reconocimientos profesionales. Particularmente Verónica Tennant, con una rica trayectoria en la danza primero y, luego, entre otras actividades, como cineasta, productora, escritora, coreógrafa, conferencista. La Tennant fue prima ballerina durante 25 años del Ballet Nacional de Canadá. Tuvo como acompañantes a figuras de la talla de Nureyev, Baryshnikov y Fernando Bujones. Peter W. Lamb, su esposo, es un conocido productor de espectáculos de ópera y ballet.
En la entrevista, efectuada en el Instituto de Literatura y Lingüística, intercambiamos materiales sobre Heredia y su tiempo, continuados después con otras comunicaciones a través del correo electrónico. El contagioso entusiasmo de Verónica y la alta responsabilidad de la pareja nos convenció de que el proyecto tendría un feliz término. Entre el 23 y el 26 de julio, bajo el título de Niágara. A Pan-American Story, se presentó en el Daniels Spectrum de Toronto con rotundo éxito, según las informaciones obtenidas a través de Internet.
El complejo espectáculo tiene un texto dramático de Guillermo Verdecia y cuenta la historia de Heredia con saltos hacia atrás y hacia delante, utilizando un variado vocabulario, que incluye palabras, música, danza, película y video. El actor mexicano René Millán encarnó a Heredia y su compatriota Paula Rivero asumió los roles de la madre, el primer amor y su esposa, además de contar con la voz grabada del vocalista Brent Caves. Un valioso y amplio equipo contribuyó a la plenitud del espectáculo. Entre los colaboradores debe destacarse la figura del poeta y crítico Keih Ellis, muy ligado a la cultura de la isla, cuyo libro José María Heredia and Niagara Falls fue fundamental para el proyecto. Por la parte cubana también pueden ser también mencionados como colaboradores Lizt Alfonso, Juan Carlos Coello, Carlos Alberto Cremata y Roberto Chorens. Esta “visualmente estimulante y original producción teatral”, según fue calificada, contó en su inauguración con la presencia de parte de la delegación cubana a los Juegos Panamericanos, encabezada por Roberto León Richards, vicepresidente del INDER, y el embajador de Cuba en Canadá.
Niágara. Una historia Panamericana está conectada con el tema de la “Aquaculture”, celebrando el año culminante de la Década Internacional de las Naciones Unidas “Agua para la vida”. La propia Tennant ha contado la génesis de la obra. Recordaba como en el 2006 había visitado Cuba por primera vez para filmar Vida y danza, Cuba! sobre la compañía de baile flamenco de Lizt Alfonso. Confiesa que fue un “asunto de amor instantáneo con el país y los artistas cubanos y la profundidad de su pasión”. Y conoció de Heredia y de su oda al Niágara. Una prueba de su importancia la tuvo cuando el grupo infantil cubano La Colmenita visitó las cataratas, y sus integrantes, entre 9 y 19 años, recitaban, espontáneamente, el poema de Heredia (un video de estos muchachos se incluye en el espectáculo). De allí su proposición para unirlo al tema de “aquaculture”.
“Nuestra pieza explora teatralmente la historia de un hombre de asombroso coraje”, ha expresado la Tennant. Añadiendo que “Piense en el torrente de emociones que todos sentimos cuando vemos por vez primera las cataratas del Niágara. Uno solo puede imaginar cuan peligroso y salvaje era hace dos siglos. ¡Heredia describe cómo escuchó el trueno y vio sus vapores a cinco millas de distancia! Esta catártica historia, con su magnitud de sentimientos y sorpresa de la naturaleza, nos ofrece una rica pintura para explotar dramáticamente”.
Este hermoso tributo, con su emotivo mensaje de confraternidad, actualiza dos importantes características del poeta: su sentimiento de la naturaleza y su conciencia americanista. Esto último muy notable teniendo en cuenta los tiempos formativos en que vivió, a principios de aquel silgo XIX, preñado de crisis y luchas. Cubano por nacimiento, recorrió el Caribe en muchas direcciones, habitando en varios lugares: la Florida (entonces española), Santo Domingo, Venezuela, Estados Unidos y México, donde terminó sus días. En sus poemas, artículos, crónicas y cartas, sobre todo, dejó testimonio de sus impresiones y sentimientos. Particularmente interesantes son las cartas en las que va narrando su viaje desde Nueva York hasta las cataratas Siempre he pensado que estas crónicas epistolares bien podrían publicarse con un título muy de aquella época: La peregrinación al Niágara. Y con el poema como culminación.
Si en Cuba la conciencia de constituir un todo diferente de la Metrópoli hispánica, con características muy particulares, ya había ganado terreno en muchos habitantes de la isla, fue José María Heredia el primero en expresarlo, emotiva y bellamente, en la escritura. Realmente, en toda la América existía ya la conciencia de ser bien distintos a la vieja Europa, con un sentido de identidad continental que, lamentablemente, se fue debilitando en el siglo XX. Desde su adolescencia, Heredia tenía conciencia de esa identidad, espoleado por sus viajes, sus lecturas y sus amigos. Entre estos se destacan tres figuras de formación americanista que influyeron indudablemente en su ideario: el argentino José Antonio Miralla, el colombiano José Fernández Madrid y el ecuatoriano Vicente Rocafuerte.
Lo anterior se refleja en las temáticas que Heredia aborda como escritor, tanto en sus poemas como en su prosa, especialmente en la periodística que mucho cultivó. Así, por ejemplo, da noticias y comenta las derrotas españolas en Chile y la situación en Buenos Aires y Brasil. Y consigna los rumores de invasión hispánica a México. Le dedica un poema a Bolívar pero también otro a Washington. Y en 1834 hace un paralelo entre ambas figuras. Preocupado por la enseñanza, escribe la olvidada parte dedicada a América en las Lecciones de historia universal de Tyler. Muchas otras muestras pudiéramos citar de sus intereses panamericanistas, pero solo nos basta, como muestra fehaciente, recordar su airada protesta por no haberse tratado la independencia de Cuba en el Congreso de Panamá, celebrado en 1826.
Después de dar a conocer a nuestros lectores la ejecución de este hermoso espectáculo, Niágara. Una historia panamericana, digno acompañante de los Juegos Panamericanos recién efectuados exitosamente en Toronto, podemos terminar este artículo con la buena noticia de que está proyectado presentarlo en Cuba el próximo año. Cosa que esperamos ansiosos, convocados bajo la fructífera égida del “Cantor del Niágara”.
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