Pienso que las Escenas norteamericanas, título que dio Martí a sus crónicas escritas desde Nueva York para La Opinión Nacional, de Caracas y para La Nación, de Buenos Aires, pueden considerarse como el punto culminante de esta escritura de la mediación. Lo que Susana Rotker llama “espacio de condensación”, refiriéndose al sistema de narración modernista, quiere destacar en la crónica de estos creadores finiseculares esa conjugación de cadenas asociativas como técnica de representación del mundo moderno en su característica multiplicidad. (1) Más allá de esa universal necesidad del lenguaje de “condensar” esas masas de sensaciones e informaciones fragmentadas e intensas propias de la vida moderna que experimentaron los escritores de las postrimerías del siglo XIX, dondequiera que tocó el capital y transformó los estilos de vida dinamizándolos caóticamente con los vaivenes del mercadeo, José Martí opera en sus crónicas modernistas bajo el impulso de esa necesidad de condensación pero ciñéndola claramente a un programa de acciones encajado conscientemente en su circunstancia histórica y deliberadamente encaminado a transformarla. No sólo experimentó el poeta –como tantos otros modernistas– la necesidad de un lenguaje que explicara la nueva experiencia del mundo, sino que el pensador político social que fue Martí, ponía sus técnicas novedosas de escritura en función de tareas muy concretas, articuladas a urgencias sociohistóricas y políticas de gran actualidad para su contexto particular.
En estas crónicas Martí despliega una estrategia que va mucho más allá de los cientos de crónicas escritas por los corresponsales y viajeros de la época, centrados en lo exótico, en la novedad, en la descripción de lo desconocido o sumidos en el vértigo pesimista o decadente de los paraísos artificiales, o en una admiración embelesada e inferiorizante de los centros de poder. Sin ser ajeno a la angustia generada por la modernidad, al estupor y el vértigo de los tiempos nuevos, Martí se impone tareas y formula, a base de meditación y estudio de lo que observa, modos de acción y de inserción en las nuevas realidades. Las crónicas no sólo condensan su experiencia de la vida moderna en los Estados Unidos, además analizan detenidamente esos fenómenos como prototipos de la sociedad moderna por excelencia y se propone transformarlos a través de un proyecto alternativo para Hispanoamérica, ajustado a sus necesidades y mejorado por el estudio y la previsión de los errores posibles y observados en su entorno.
En estos textos se localiza muy concretamente esa función mediadora entre culturas, rigurosamente concentrada entre las culturas norteamericana y suramericana. Para realizarla, Martí revisará diariamente la prensa norteamericana, los libros recién aparecidos y monitoreará cuidadosamente la vida cultural y política de la nación, reelaborando su discurso desde una hermenéutica comprometida con sus experiencias y sus expectativas de hispanoamericano. Su voz irrumpe en el discurso de la crónica, ofreciendo una orientación ética y una interpretación de los hechos descritos y examinados. Esta escritura de la mediación supone la construcción de un discurso contracultural que revisa la experiencia norteamericana en un arduo esfuerzo crítico. Son sus crónicas publicadas y reeditadas luego por una veintena de periódicos en Sur América las primeras que dan a conocer al poeta Whitman a los hombres de habla española; en ellas se describe con una lengua sorprendente la vida de Nueva York en todas las estaciones y se debaten los grandes temas de la sociedad estadounidense: inmigración, educación científica, cultura, economía, comercio, tecnología y política. Nada escapó a ese acercamiento múltiple, de cuya síntesis crítica Martí elabora lecciones de modernidad para el futuro de la América del Sur.
Como género, a horcajadas entre el periodismo y la literatura, sus crónicas modernistas derrochan recursos poéticos de radical novedad, rebasando los límites entre prosa y verso y dinamizando los moldes de uso tradicional. Las crónicas invaden sus Versos libres, escritos también por esos años y sus grandes temas urbanos, nacidos en Nueva York se expresan en versos atormentados y volcánicos. De manera que lo que en sus textos traducidos, en sus artículos y crónicas es análisis y ponderación intercultural salta al verso martiano como pasión identificadora. La capacidad mediadora se convierte en su poesía en una reclamación universalista de solidaridad con los humildes, como podemos leer, por ejemplo, en estos versos:
Bien: moi je respecte
À ma façon brutale, des manières douces
Envers les malhereux et implacables
Envers ceux qui méprisent la faim et la douleur,
Et le travail sublime, moi je respecte
La ride, le cal, la bosse, la farouche
Et pauvre pâleur de ceux qui souffrent.
Je respecte cette pauvre femme d'Italie,
Pure comme son ciel, qui à l'encoignure
De la maison sans soleil où je dévore
Mes dèsirs de beauté, vend humblement
Des ananas sucres ou des pomnes blafardes.
Je respecte le bon Français, brave, robuste,
Rouge comme son vin, qui avec des èclairs
De drapeau dans les yeux, traverse en quête
De pain et de gloire l'Isthme où il pêrit. (2)
Como puede apreciarse esa sinapsis intercultural permea la escritura martiana ofreciéndonos uno de los diálogos más intensos y activos articulados por el lenguaje de la modernidad en Hispanoamérica.
Notas:
(1) Rotker, Susana. Fundación de una escritura: las crónicas de José Martí. La Habana, Casa de Las Américas, l992, p.49-52.
(2) Martí, José. Bien, je respecte. Vers libres. Traduction de Jean Lamore, Harmattan/Éditions Unesco, Paris, p.149.
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