«Sé que todo texto literario o discurso narrativo, sobre todo los elaborados en primera persona, es inevitablemente falso y encierra mentiras y máscaras», con esta polémica frase comienza Juan Madrid su novela Los hombres mojados no temen la lluvia, que próximamente estará a la venta gracias al empeño de la Editorial Arte y Literatura.
Galardonada con el XIV Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones, narra la historia de Liberto Ruano, un mujeriego abogado que descubre su verdadero linaje a través del ¿amor? de Julia del Prado, a quien solía llamar Ada, porque le recordaba el personaje principal de Ada o el ardor, novela de Navokov.
Pero ahora, dejemos hablar al autor:
—Líber, cariño, no insistas con ese rollo del amor, estoy segura de que más tarde o más temprano vas a decirme que debemos vivir juntos, y luego que nos casemos. Ya verás.
—Me da igual si nos casamos o no, eso no importa. Pero es evidente que existe una comunión entre nosotros. Una comunión amorosa.
—Una vez un tío me habló de «comunicación voluptuosa». ¿Te refieres a eso?
Me hablaba sin darse la vuelta.
—Yo no digo esas cosas. He dicho comunión. Que quiere decir participación en común de algo, en este caso del sexo. Lo que hacemos nosotros, tú y yo. Los católicos hablan de comunión cuando ingieren todos juntos la hostia consagrada, el cuerpo de Cristo. Una especie de antropofagia sacralizada realizada por la comunidad. Una costumbre ancestral que se remonta a la noche de los tiempos, si hacemos caso a Margaret Mead, Mircea Eliade, Fraser, etc. Esas viejas costumbres las seguimos realizando, pero de otra manera. El sexo tiene mucho de banquete antropofágico.
—Morder, comer, chupar, lamer.
—Sí, así es. Todo relacionado con la boca. Esa boca, masculina y femenina, que ha mamado de un pezón materno.
Busca Juan Madrid con este diálogo entre Líber y Ada, no solo acercar al lector a la sicología de dos de los personajes más importantes de la novela, sino además, hacerlo coincidir o disentir de su propio filosofar. Conceptos muy personales sobre el amor, la pasión y la Iglesia y sus preceptos, algunos de ellos explícitos, otros no tanto, va a encontrar el lector a través de toda la novela.
Se agradece el ritmo ágil y ligero que contrasta y a la vez se amalgama con las frecuentes descripciones, tan precisas por momentos, que resultan fotográficas. Burdeles, calles, bares, restaurantes, en fin, la Ciudad, así en mayúscula, cobra vida a partir de los retratos que el autor hace de ella, unas veces con las vestiduras de bellas remembranzas de un pasado añorado que no volverá; otras, como observación de una sociedad española actual, decadente y corrupta, donde el blanqueo de dinero, el narcotráfico o la prostitución de seres moralmente infectos pululan como proyectos y modos de vida.
Jenifer, cuyo verdadero nombre es Nazaria Cepeda, es una prostituta que le ha robado un DVD a un cliente y está siendo amenazada por este. El bufete Feiman & Ruano acepta el caso con la intención de devolver el video, pero la muchacha es asesinada y la grabación desaparece. A partir de estos hechos, la narración comienza a tensionarse y a ramificarse.
Página tras página, con la complejización de la historia, crecen las provocaciones al lector:
«Las maldiciones funcionan muy bien en literatura. Y si a eso le añades un destino marcado por la mutilación del pene, un sacrificio asumido por amor, las “vaginas dentadas” poseen los ingredientes perfectos para una novela. Ese mito ha recorrido el imaginario masculino desde la antigüedad hasta nuestros días», discurre uno de los personajes de Los hombres mojados no temen la lluvia. Mientras, otro reflexiona: «Solo hay algo mejor que una buena pistola o un reloj suizo. Una mujer, una mujer que te haya penetrado el corazón como un cuchillo al rojo vivo y que te ame por muy vagabundo o loco que seas».
Este escenario condiciona la vida de Liberto Ruano, protagonista del texto, a través de la maestría narrativa del autor, quien individualiza personajes sumamente complejos y atractivos, a la par que juega con la diégesis del relato, en una historia que se bifurca y converge en un final sorprendente.
Escritor imprescindible para las letras hispanas, Juan Madrid se mueve con pericia entre el periodismo, la novela, el cuento, el ensayo y el guion. Autor prolífico, traducido a varios idiomas, entre ellos el ruso y el chino, su quehacer literario abarca obras llevadas a la televisión, el cine o el teatro, tales como: Brigada Central (guion para serie televisiva, que fue publicado con este mismo nombre por la Editorial Arte y Literatura), Días contados (dirigida por Imanol Uribe), Viejos amores (adaptación de Marta Torres), Tánger y La carretera de la muerte. Además, las novelas: Un beso de amigo, Nada que hacer, El ángel de la muerte, Restos de carmín, Grupo de noche, Bares nocturnos, Flores, el gitano y El hombre del reloj, entre otras. Los textos Hotel Paraíso, Cuartos oscuros, Los cañones de Durango, El hijo de Sandokán y Huida al sur forman parte su obra dedicada a los niños y los jóvenes.
Sin dudas, Los hombres mojados no temen la lluvia es un texto que el exigente lector cubano va a disfrutar, principalmente, porque ofrece una caracterización profunda de las naturalezas humanas, con esa hilaridad discursiva que identifica al autor desde sus comienzos. La fuerza y la rudeza de la novela envuelven, desconciertan, sorprenden; Juan Madrid lo sabe y se regodea, se divierte; aventurarse a leerlo es el reto.
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