Así escribí hace muchos años “En 1936, habíamos salido los cubanos del doloroso machadato que había cobrado la vida de muchos jóvenes, especialmente estudiantes. El cierre de la Universidad, las batallas entre diferentes tendencias políticas, la clausura de publicaciones periódicas, producían un peligroso desencanto en el ámbito cultural, solo salvado en parte, por las iniciativas creadoras de algunas personalidades que deseaban transformaciones estéticas, sociales y políticas dentro de la sociedad cubana”
Entre esas personalidades estaba Fernando Ortiz sabio y antropólogo, el letrado José María Chacón y Calvo y la joven profesora Camila Henríquez Ureña. Importantes eventos culturales en el Lyceum, en el Conservatorio de Música y en el Instituto Hispanoamericano de Cultura, se avizoraban.
En este marco histórico, el presidente de esta última Institución, el gran cubano Fernando Ortiz, invitó a Juan Ramón Jiménez a visitarnos, como lo había hecho en el año 30, con Federico García Lorca. El distinguido autor de Platero y yo, pasó dos años junto a nosotros. España su tierra amada en guerra, llena de dolor y angustias.
Aquí en la Habana, se relaciona, con la intelectualidad, específicamente con la intelectualidad más destacada. Visitaba a Mariano Brull y se reunía con Emilio Ballagas, Ramón Guirao, Eugenio Florit, Lezama Lima, el padre Gaztelu, Dulce María Loynaz y Serafina Núñez, con quién siempre sintió Juan Ramón, una intensa inspiración. Conoció el gran moguereño a Cintio y a Fina, a Eliseo Diego, a Gastón Baquero, a Nicolás Guillén, y a otros, que lo distinguieron de manera muy especial
Para Juan Ramón , la poesía es la paz, y se inclinaba generoso ante la muerte de Pablo de la Torriente Brau.
Así comenta Lezama Lima sobre Juan Ramón: “En España apenas recibía, entre nosotros, conversaba un crepúsculo o caminaba una mañana subrayando el gris que acompaña a nuestro azul o nuestro verde. Le seducía nuestra retadora diversidad, una suma de lo discontinuo que logra una inesperada resultante tonal. Decía que no había podido escribir sobre Martí antes de su visita a Cuba, en aquellos días lo hizo con verdadero esplendor, sentía como nadie el delicado, Garcilaso, Sidney o Martí, muerto por la espada."
Y así se expresaba el poeta andaluz: “Hasta Cuba, no me había dado cuenta exacta de José Martí y por esta Cuba verde, azul y gris, de sol, agua y ciclón, palmera en soledad abierta o en apretado oasis, arena clara, pobres pinillos, llano, viento, manigua, valle, colina, brisa, bahía o monte, tan llenos todos del Martí sucesivo, he encontrado el Martí de los libros suyos, y de los libros sobre él. Miguel de Unamuno y Rubén Darío, habían hecho mucho por Martí, porque España conociera mejor a Martí, contrario a una mala España inconsciente, era el hermano de los españoles contrarios a esa España contraria a Martí”.
El pintor español Hipólito Hidalgo de Caviedes, por aquel tiempo en nuestra Isla, lo recordaba en el Hotel Vedado. “Allí lo vi, a veces trabajando en camisa, con las cuartillas extendidas sobre la cama, y respirando a pulmón lleno, el aire teñido de azul que venía del mar”.
Hoy este orgulloso Hotel, guarda una tarja, que rememora la presencia del gran español y de su esposa. Hasta allí, llegaban cubanos de otras provincias a saludar al ilustre matrimonio.
Se le ocurre a Juan Ramón, un gran proyecto, que Fernando Ortiz apoya incondicionalmente. La Habana debe organizar un Festival de poesía. Corría el año de 1936.
El 20 de enero de 1937, ya está lista la convocatoria y lo que a mí en particular siempre me ha parecido lo más hermoso, es que en el evento, participarían, no solo los artistas ya de nombradía bien ganada, sino también, los novicios y hasta los desconocidos.
Vendría después, previo análisis, la publicación de los textos.
Cuba empieza a tocar lo universal y así pensaba Don Juan Ramón con su personal ortografía: "La Habana está en mi (imaginación) y mis anhelos andaluces, desde niño. Mucha Habana había en Moguer, en Huelva, en Cádiz, en Sevilla. ¡Cuántas veces, en todas mis vidas, con motivos gratos o lamentables, pacíficos o absurdos, he pensado profundamente en La Habana, en Cuba! La extensa realidad ha superado el total de mis sueños y mis pensamientos”.
El festival fue un éxito. El teatro Campoamor se llenó de voces poéticas que hacían vibrar sus sueños. La antología fue una realidad, La poesía cubana del 1936, prologada por Juan Ramón, fue compilada y editada con la colaboración de Camila Henríquez Ureña.
Recuerdo haber escrito aquellas palabras: “Es una etapa en que el gran poeta de Moguer, se siente por sobre todas las cosas, un animador de la cultura. Dicta conferencias, lee sus versos, entrega a todos, su amplio saber. Con firme convicción, mantiene vivo el idealismo magnánimo de la ardiente misión pedagógica de su maestro Francisco Giner y su obra literaria personal no crece en estos momentos, con la misma celeridad que presentaba en los años anteriores a su exilio”
Desde la península, le llegan al gran Don Ramón, dolorosas noticias. La Guerra seguía destrozando a España. Morían sus mejores hijos. García Lorca había sido asesinado, Antonio Machado, al que llamaba Juan Ramón, “nuestro mejor poeta”, había muerto “llenándonos a todos con su caída de sombra”, exclamaba.
En 1943, le escribe a Enrique Díez Canedo: “Desde estas Américas, empecé a verme, y a ver lo demás y a los demás, en los días de España; desde fuera y lejos, en el mismo tiempo y en el mismo espacio”
Más que demócrata, el siente que quiere ser hermano del pueblo, en lo que llama “un esperanzado estado de tránsito” y quiere ayudar a integrar una sociedad mejor. Para el gran autor de Platero y yo, lo peor en la vida es la injusticia y la miseria. Desprecia la populachería, el odio y el crimen.
En la Habana, nos dejó, bien claras sus palabras:
“Hay que escribir cubanos, el cantar o el romancero de José Martí, héroe más que ninguno de la vida y de la muerte…. La bala que lo mató era para él, quién lo duda, y por eso. Venía, como todas las balas injustas, de muchas partes feas y de muchos siglos bajos, y poco español y poco cubano, no tuvieron en ella, aún sin quererlo, un átomo inconsciente de plomo. Yo, por fortuna mía, no siento que estuviera nunca en mí ese átomo que, no correspondiéndome, entró en él. Sentí siempre por él, y por lo que él sentía lo que se siente en la luz, bajo el árbol, junto al agua y con la flor, considerados, comprendidos.”
En 1950, muere Zenobia en Puerto Rico. Duro golpe. Se acentúa en él una honda nostalgia por España y Andalucía. En la hermana Isla, recibió la noticia del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura. Murió en 1958. Había nacido el 23 de diciembre de 1881. En la Universidad de Río Piedras, se conservan las cartas y recuerdos que legó el matrimonio a esa Institución.
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