Los cubanos, a los que tanto hizo disfrutar con su peculiar manera de hacer humor a través de sus espectáculos, expresaron sus condolencias por el fallecimiento, a la edad de 98 años, de la Show Woman de Cuba Juana Bacallao, ocurrido durante la mañana del pasado sábado en el Hospital Militar Central Dr. Carlos Juan Finlay, de La Habana, donde un equipo de médicos y enfermeras, junto a otros especialistas de la salud, intentaron salvarle la vida tras su agravamiento en los últimos días.
Entre las muestras de respeto y cariño por la partida de la popular artista se encuentran las del Primer Secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien en su cuenta de X (antiguo Twitter) expresó: “Lamentamos mucho el fallecimiento de la querida y cubanísima Juana Bacallao. Enviamos fuerte abrazo y nuestras condolencias a su familia y amigos. #Cuba pierde hoy a una de sus artistas más carismáticas y populares. Su obra y su alegría queda entre nosotros”; pesar igualmente trasmitido por el Ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, en tanto ponderó su extenso quehacer en los cabarets cubanos desde la década del 50 del pasado siglo, hasta hace apenas unos años, en los que marcó un histórico hito.
Amplio despliegue igualmente tuvo la fatídica noticia en las redes sociales y en todos los medios de prensa de la Isla, mientras que los principales diarios de Iberoamérica igualmente reflejaron la muerte de Neris Amelia Martínez Salazar, también trascendida al mundo como Juana la Cubana, quien nació, en humilde cuna de la barriada de Cayo Hueso, en Centro Habana, el 26 de mayo de 1925, para integrarse, como hija única, a una pobre y marginada familia encabezada por su padre, un desposeído trabajador del muelle capitalino.
Entre los prestigiosos medios internacionales que se hicieron eco de su muerte se encuentran las agencias Prensa Latina, The Associated Press, EFE y Rusia Today, entre otras, así como los influyentes periódicos LA NACIÓN, de Argentina; El País, de España; La Jornada, de México; El País, de Colombia, y El Nuevo Día, de Puerto Rico; además de importantes rotativos de Venezuela, Estados Unidos, República Dominicana, Francia e Italia; en tanto la radio y la televisión de diferentes partes del orbe igualmente informaron sobre el fallecimiento de Juana Bacallao.
Desde los seis años de edad, su suerte, en medio de una sociedad marcada por la discriminación racial y la opulencia de la burguesía, tuvo que enfrentar múltiples episodios de crueldad y desprecio tras la muerte de sus progenitores, para entonces ser internada en la escuela de monjas de las Hermanas Oblatas. Así, luchó y desafió aquel áspero entorno, sola, sin ningún familiar cercano. Aficionada a la música y el canto, nunca pudo cursar estudios que les permitieran encauzar ese anhelo y de forma autodidacta aprendió a tocar el piano y las tumbadoras. Tampoco logró educar su voz, con un timbre áspero y nada melodioso.
Sin embargo, supo acaparar la atención del público al hacer sobre los escenarios lo que se le ocurría, improvisando o “machacando” canciones de las que nunca logró memorizar completamente sus letras. Y tampoco sabía bailar. Su trascendencia escénica se convirtió en un inexplicable fenómeno de extravagancia, a veces vulgar, que posteriormente llegó a convertirse en un mito, una leyenda; motivos por los cuales antes del triunfo de la Revolución Cubana solo encontró trabajo, como artista, en centros nocturnos de poca importancia, sobre todo en algunos ubicados en Marianao y Centro Habana, donde la paga era escasa y sus visitantes mayormente provenían de zonas marginales de la capital. Los espectáculos musicales de la televisión igualmente estaban vedados para ella, también por negra y fea.
A principios de la década de los años 60 del pasado siglo, fue redimensionada su figura artística, y no sólo comenzó a actuar en el cabaret del Hotel Capri, sino su presencia se hacía cada vez más solicitada en los carnavales de todo el país y en teatros y otros centros nocturnos. Se inició para Juana una etapa de luces, consolidada por una peculiar e inédita manera de proyectarse artísticamente.
La carismática Show Woman, como la calificó el reconocido compositor, músico y director de orquesta Obdulio Morales, quien la descubrió mientras trabajaba como doméstica y asimismo creó su personaje de Juana Bacallao para un espectáculo presentado en el Teatro Martí, y que luego le agenció fama en diferentes países, fundamentalmente en Latinoamérica, España, Canadá y Estados Unidos. Se mantuvo activa, en cabarets, teatros y la televisión hasta la llegada de la pandemia del Coronavirus, ya que debido a su avanzada edad era vulnerable a contraer esta letal enfermedad, la cual pudo esquivar —amén la eficacia de las vacunas cubanas—gracias a los cuidados que durante muchos años recibió de su representante, director artístico y amigo Armando Guerra.
Su éxito en el universo del espectáculo se fundó, fundamentalmente por el sentido picaresco y burlón de sus discursos en escena; el doble sentido, a veces inimaginable durante sus humorísticas improvisaciones que, como esencia del choteo característico de la idiosincrasia popular, provocaban la risa y los aplausos de sus espectadores, que igualmente quedaban impresionados por la excentricidad de sus vestuarios, los altos tacones y las coloridas pelucas; todo lo cual se complementaba con sus marcadas gestualidades. Para otros grupos, tal vez los más exigentes, Juana era pedestre, deplorable como artista.
Lamentablemente pocas grabaciones quedan de la extraña Diva cubana con el acompañamiento de su grupo Tiembla Tierra. Entre sus registros promocionales se destacan un disco sencillo del año 2017 titulado Bailando con Juana, a dúo con el cantautor cubano Jorge Soto, autor de este tema que al año siguiente se ubicó en el número uno del Top 100 de Pista Cubana, Hit parade de Internet. Con anterioridad, en 1959, hizo una versión “a su estilo” de Noche de ronda, de Agustín Lara, con el Conjunto de Pepe Delgado, y su inclusión en el álbum colectivo Perlas cubanas. En 1989 la realizadora Miriam Talavera produjo un documental recreado en su vida y trayectoria artística; mientras que el investigador Lázaro Caballero Aranzola, hace poco tiempo escribió el libro Juana la Cubana, que recoge entrevistas y testimonios acerca de la nonagenaria artista que también inspiró a otros cantantes de diferentes partes del mundo a interpretar piezas que la evocan.
Sus originales desempeños la hicieron acreedora, entre otros lauros, del Premio Nacional del Humor en 2020, compartido con el caricaturista Ares; así como de la Distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier y un Disco de Oro, en Canadá. Su presencia fue ovacionada en los teatros Campoamor, América y Nacional, así como en Los Aires Libres de Prado, los cabarets Sans Sousi; Tropicana; Copa Room, del Riviera; Parisién, del Hotel Nacional de Cuba; Salón Rojo, del Capri; Caribe, del Hotel Habana Libre; el Bar Alí y Palermo. Compartió escenarios con relevantes figuras como Nat King Cole, Bola de Nieve, Celeste Mendoza, Ninon Sevilla, Cantinflas, Rosita Fornés, Omara Portuondo, Rafaela Carrá, Nelson Need, Benny Moré, Chano Pozo y Elena Burke.
Juana hablaba con orgullo de su cubanidad. En un interesante testimonio publicado por el crítico e investigador Roberto Pérez León en Cubaescena, afirmó: “Lo más grande que yo tengo en la vida es la sinceridad más grande que yo tengo en el mundo. Mi abuela le lavaba la ropa a la señora de Juan Gualberto Gómez. Yo era chiquitica y entraba a la casa y me decían: ‘Niña, respeta que ahí están los señores’. Y él me daba kilitos y me tocaba la cabecita. Me pasaba la mano y yo supe después que esa mano era la misma que había tocado la mano de Martí. Sé muy bien quién es Martí. Mi aché viene de ahí. ¿Si a alguien ha tocado una mano que tocó a Martí que levante la mano? Nadie”.
Con el particular sentido del humor que la caracterizó, en ese mismo texto de Pérez León, expresó: "¿Quién me iba a decir que con los años iba a cantar en Francia, en la Ópera Cómica de París? Fui un terremoto. Todos de la jaylay. Cuando saqué la conga para la calle soltaron los abanicos y se pusieron a gozar. La inteligencia es más portenta que la finura que les desbaraté y puse a masantín el torero a menearse. Tremendo, asere. A las finas las puse a bailar finamente. Todo el mundo aplaudió. Todo el mundo bailó. ¡No es fácil trabajar con la gente de caché! Y que se pongan a gozar. ¡Dominar esas fieras! ¡Eso no es fácil! Como dije yo. ¡Viva Cuba! ¡Gracias Francia! Esas cosas me nacen a mí. Esa locura, esa tormenta. Puse a gozar aquello. Oye, niño baja el televisor que el noticiero es después. Yo quisiera que el pueblo lo viera. Porque yo he estado tres veces en la Ópera Cómica de París”.
Asimismo agregó: “Yo me retiro cuando venga la muerte. Agarro un tambor y me pongo a cantar y sigo siendo Juana Bacallao”. Y proféticas fueron sus palabras.
Juana aseguraba que “vivía feliz”. Y lo fue a partir de su tercera década de vida, gracias a la política cultural de la Revolución Cubana. Conoció, como le expresó a Roberto Pérez León, “la vida, la pobreza y la riqueza”. Y se alzó con el más importante de todos los premios: el cariño y admiración de su pueblo.
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