Se acerca el Día de la Cultura Nacional, el próximo 20 de octubre y Cuba se prepara para celebrarlo. En estas fechas viene a la memoria el literato Julián del Casal. Nació en 1663 y murió en 1893.
Tres poemarios marcaron su breve existencia: “Hojas al Viento” (1890), “Nieve” (1892) y “Bustos y Rimas” (1893). Su poética transita desde un romanticismo propio de un Zorrilla, Esproncera, quizás más lejano de Bécquer, hasta un neoromanticismo y un simbolismo de Baudelaire a Verlaine, un parnasianismo y hasta cierto preciosismo a lo Gautier e influencias notorias de un hispanoamericanismo de un Darío, Gutiérez Nájera, Silva, lo cual crea en Julián una atmósfera de alejamiento de una realidad que lo salva por excelencia, su fondo humano, un sentimiento de amor a la Patria, que aunque muy tenue, no le prohíbe ofrecer en sus versos la fuerza moral necesarias en aquella sociedad mediocre y fría que le tocó vivir al gran artista.
Murió muy joven, aproximadamente solo vivió treinta años. Ya se dejaba ver el cambio poético que lo venía sosteniendo.
El Camino de Damasco
Lejos brilla el Jordán de azules ondas
que esmalta el Sol de lentejuelas de oro,
atravesando las tupidas frondas,
pabellón verde de bronceado toro
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Páginas de vida
Yo soy como esas plantas que ignota mano
siembra un día en el surco por donde marcha,
ya para que la anime luz de verano,
ya para que le hiele frío de escarcha…….
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Salomé
En el palacio hebreo, donde el suave
humo fragante por el sol deshecho,
sube a perderse en el calado techo
y se dilata en la anchurosa nave,
está el Tetrarca de mirada grave
barba canosa y extenuado pecho,
sobre el trono, hierático y derecho,
como adormido por canciones de ave.
Delante de él con veste de brocado
estrellada de ardiente pedrería,
a dulce son del bandolín sonoro,
Salomé baila, y, en la diestra alzado,
muestra siempre, radiante de alegría,
un loto blanco de pistilos de oro.
Así pensaba José Martí de este gran poeta:
El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa. No se ha de decir lo raro, sino el instante raro de emoción noble y graciosa. Y ese verso, con aplauso y cariño de los americanos, era el que trabajaba Julián del Casal:
Cuenta Lezama Lima, que “Bustos y Rimas” es lo más logrado de la obra de Casal. Solo Casal pudo revisar las primeras pruebas.
En su primer libro “Hojas al Viento”, asoma la lectura de los decadentes pero contrastada por las lecturas españolas hechas en la adolescencia. En “Nieve”, se despliega su parnasianismo y en “Rimas” aparecen sus más secretas apetencias, esas inquietudes de hombre que logran predominar en su lírica.
Por otra parte, fue Julián también una gran periodista. Lo estudié en La Habana Elegante, periódico finisecutar que lo acogió en su seno. Allí en importantes colaboraciones extendió hasta morir sus creaciones, sin dejar de participar en otras publicaciones de la época. Como señalaba Raimundo Lazo, cultivó con acierto la semblanza e incursionó en relatos imaginativos y en la crítica impresionista. Tanto se vinculó a La Habana Elegante, que cuando murió, la publicación lo despide con grandes honores.
Julián, nació en la Habana un mes de noviembre y murió en octubre. Su padre de Vizcaya y su madre de Artemisa. Estudió en el Colegio de Belén. A los 5 años pierde a la madre y en 1885 al padre, el mismo año de comenzar sus publicaciones en La Habana Elegante. No terminó sus estudios universitarios. Le dedicó a Antonio Maceo un hermoso soneto. Una situación económica muy difícil lo embargaba. Intentó visitar París en 1888 y solo pasó por Madrid; conoció en Cuba a Darío, a quien escribió ya muy enfermo una conmovedora carta fechada el 7 de febrero de 1893.
Tuvo una bella relación con la poetisa Juana Borrego, que también murió muy joven.
Al final de su poema Virgen triste estos versos que nunca he podido olvidar:
¡Ah! Yo siempre te adoro como un hermano,
no sólo porque todo lo juzgas vano
y la expresión celeste de tu belleza,
sino porque en ti veo ya la tristeza
de los seres que deben morir temprano.
Estamos en octubre. Cuba celebra una vez más su Jornada por la Cultura Nacional. Desde aquí mandamos un saludo conmovido a todos los pueblos hermanos de esta América Nuestra, que se yerguen con la fuerza de su poesía junto a todos los pueblos del mundo.
Termino de nuevo con Julián del Casal, una voz hispanoamericana, que nos advierte desde la eternidad:
¡ Ignea columna sigue mi paso cierto!
¡Salvadora creencia mi ánimo salva!
¡Yo sé que tras las olas me aguarda el puerto!
¡Yo sé que tras la noche surgirá el alba!
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