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Julio Girona: “La magia de la pintura…”


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Julio Girona.

                                                          

“Tanto se puede lograr con la  mera

                                                        sugerencia…

                                                        Es realmente un medio mucho más

                                                        efectivo  para trasladar mis

                                                        sentimientos”

 

                                                                     Julio Girona, Entrevista,  Revista Américas,

noviembre, 1956.

          

 

Julio Girona (1914-2014)  es  uno de los artistas cubanos que posee una considerable cantidad de obra pictórica elaborada en el extranjero. Pero, a diferencia de estos, tiene igualmente una considerable cantidad de obra realizada en Cuba, después de un regreso regular a La Habana, hacia los primeros años de la década de los ´70´s, por la que mayormente le conocemos. 

Sin embargo, fue su estancia de más de cuatro décadas en Estados Unidos, y su inserción natural en el denominado expresionismo abstracto de postguerra, o “Escuela de Nueva York”, lo que le dio no sólo una sólida formación en el mundo del arte, gracias a su estancia en el Art Student´s  League  (1950-1956) de esta ciudad;  también su inserción en el mercado del arte profesional, desde la prominente Galería de Bertha Schaefer (1956-c. 1967), que le hizo parte del  importante circuito exhibitivo de esta gran urbe, todo lo que atrajo a la crítica especializada sobre su obra —hoy fuente valorativa valiosa, y prácticamente única para adentrarnos en su especificidad de estos años.

La intensidad de tales experiencias, no obstante, no le alejaron de su tierra natal. Participó regularmente,  por vías  institucionales o canales  alternativos, en  salones  nacionales,  exhibiciones colectivas, y muestras personales, como la de 1948, en el Lyceum habanero hoy Casa de la cultura de Plaza— en cuyo catálogo el elogio del conocido crítico, José Gómez Sicre, ya destacaba dos de sus rasgos artísticos más sobresalientes: su voluntad de permanente contacto con los colegas habaneros, y su personalísimo empleo del color.

En esta ocasión el crítico presentaba  “la obra que ha ido madurando durante el tiempo que media entre el fin de la guerra mundial y ahora.”  Y comentaba que, “En su estudio de Brooklyn, le he visto luchar impulsivamente por salvar su patrimonio de sensibilidad tropical. De esa lucha interior ha salido triunfante, sobre todo, el color.”

La crítica habanera coincidía: admiró “su exacto sentido del color y  su modo de tratarlo tan alto”,  pero consideró su pintura “dentro del  meridiano estético de Picasso (…) con innegable presencia de Lam en algunos casos”.  El artista aún no daba todo lo esperado. 

1954: Punto de inflexión

El año de 1954 marca un hito importante en su carrera: Exhibe su obra en tres escenarios, y allí figuraron esencialmente piezas creadas en la clase del maestro Morris Kantor: la paradigmática Exposición de Plástica Cubana Contemporánea Homenaje a José Martí, conocida como Antibienal, inaugurada el 28 de enero de este año, en el Lyceum; su primera exposición personal en la Artist´s Gallery de Nueva York, en febrero, y  la también muestra personal en la Universidad de La Habana, hacia mediados de año. 

           

La Antibienal era resultado de la inconformidad y rebeldía de un puñado de artistas (incluido Girona quien suscribe su Manifiesto inicial) —una acción  cívica sin precedentes en la época, protagonizada por artistas e intelectuales de Cuba contra la proyectada II Bienal de Arte  Hispanoamericano (Museo Nacional de Bellas Artes, 1954); muestra coauspiciada  por el Instituto Nacional de Cultura de Cuba y el franquista Instituto de Cultura español, interpretada por los cubanos como “ofensa al espíritu del Apóstol José Martí”.  Para la ocasión Girona presentó dos obras que continuaban su tendencia no-figurativa de 1951, antecedente de su expresionismo propiamente: “Figuras ceremoniales” (1952, Col. Museo Nacional de Bellas Artes, LH)  y  «La noche mágica» (¿?).  Su muestra personal en Nueva York reporta la exhibición de 15 piezas, y fueron 16  las exhibidas en la Universidad de La Habana. Se destacan en estas ocasiones el predominio de  telas portadoras de títulos que aluden a posibles temas de la cultura  afrocubana, como: “Figuras ceremoniales”, “Hechizo”, “Fantasmagoría”, “Sacrificio primitivo”, “Embrujo”, “Magia”, “África”, “Bilongo”,   “Comparsa Ñáñiga”,  entre otros, cuestión que desaparece pronto después.

Estas piezas de conjunto vienen a concluir con su etapa de experimentaciones pre-expresionistas, junto con  sus maestros y empeños académicos  en el Art Student´s League. La crítica  local, ya desde entonces muestra interés por su obra y elogia sus producciones.  Señala  Art News  (marzo,1954), que: “Girona llega a su primera muestra bien preparado con influencias bien absorbidas de Gorky y Kantor, un gusto excelente y un sorprendente sentido del color, que ha entrenado y desarrollado asiduamente.”  Mientras que el Art Digest (marzo,1954)   comenta que las suyas son: “Telas de colores brillantes con una alegría rítmica de fluidos coloridos. De forma libre se elevan a partir de fondos de un gris-azul y violetas rosados. Los blancos y negros, elementos de contraste. Las pinturas son agradables, alegres, sugieren diseños florales, y brillantes vistas soleadas.” Siempre presente la referencia al empleo exquisito del color en sus composiciones; algo que deviene su signo distintivo dentro del movimiento durante algunos años.

Concluidos sus estudios académicos, Girona fue asumido como artista de la Galería Bertha Schaefer de Nueva York, junto a la cual permaneció durante unos diez años.  Emprendedora y audaz empresaria, la Schaefer  le programó cuatro  muestras personales —1956; 1959; 1961 y 1963—;  incluyó sus trabajos en ocho exhibiciones colectivas y tres itinerantes, e hizo fotografíar sus piezas más relevantes. Además,  facilitó sus obras para proyectos novedosos como “Acuarelistas americanos de hoy”, exposición viajera del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y “El paisaje americano”, ambas realizadas en pleno auge del movimiento expresionista abstracto, en 1956 y 1959, respectivamente.  En estas expone dos acuarelas abstractas, Composiciones sin título, y un lienzo, Desierto, también abstracto.

1956: Primera muestra en la Galería Schaefer, de Nueva York

La galería  también se interesaba por reseñar sus exhibiciones. Y la inicial de Julio no faltó.  Esta primera muestra recibió en Art News (octubre, 1956) la evaluación de: “Buen ejemplo de un pintor moderno culto, mejor en la invención, el color y el control que algunos que, como él, han decidido que Gorky y De Kooning son fuentes inagotables.”  Arts Magazine (octubre, 1956), por su parte, afirmaba que: “La abstracción de Girona está bien construida; admirable, inteligente y  fluidamente ejecutada, sin embargo, la impresión que traslada por su muestra, es de un placer ligero, suave, ante tales elegantes composiciones de color, forma y línea, sin sentir el impacto provocador de reacciones.”

Aun cuando sólo se dispongan de imágenes en blanco y negro, vale destacar la afirmación de “elegancia del color”, como cualidad sostenida en su obra.

Entre 1959 y 1961 el trazo enérgico y simplicidad de  la composición a color o en blanco y negro predominan en sus composiciones.

“Sus telas generalmente presentan una concentración de líneas coloreadas indescifrables que se vuelven más literales cuando se extienden por una tela horizontal.  En The Wall (El muro), las líneas negras sugieren una pared cubierta de escritura y carteles vistos en su reciente visita a su Cuba nativa.” 

En septiembre de 1960, en carta a su coterráneo Armando Riverón,  excelente dibujante y ya entonces pintor a quien,  empeñado en enrolar a Girona en un proyecto latinoamericano en Miami en ese momento, Julio le comenta: “Sigo pintando, aunque un poco descontento con lo mío. Bertha Schaefer me tiene en lista para exponer en enero, pero voy a pedirle más tiempo para poder trabajar más lo que tengo entre manos”.  La tregua fue sólo de un par de meses, pues en marzo, ya Julio exhibía su nueva muestra personal. 

En 1961 “Nuevamente grandes abstracciones con predominio de tonalidades de blanco y negro. (…) Un incisivo foco central, como en el elegante Furrow  (Surco) es su firma más personal.”

La crítica local con frecuencia se detuvo particular en obras conocidas hasta el momento sólo por estas referencias, como:  The blue road, 1956 (El camino azul); Early Hour, 1959 (Amanecer ¿?); Long Way, 1961 (Camino largo);  Bright Day, 1961  (Día brillante) —esta última considerada sobresaliente— “en la que los trazos verdes y amarillos no muestran simetría alguna, ni la necesidad de ella”. En casi todas se refieren al empleo del color y la composición. Elementos óbviamente destacables en las mismas.

Girona no era un pintor que viviera exclusivamente de su pintura. Solo le dedicaba algunas horas diarias. El resto lo invertía en hacer los textos de las tiras cómicas de King Features que reproducían los periódicos de América Latina; trabajo con que él y su esposa se ganaban el sustento. Y quizás por ello se sentía absolutamente libre en materia del ejercicio ante su pintura. Prefería pintar para sí, experimentar, sin rendirle cuentas a nadie. Y buscar siempre nuevas posibilidades expresivas.  Algo que quizás no conseguía atado a la galería.  Lo cierto es que en el transcurso de una larga entrevista, en 1970, para los fondos orales del Museo de Arte Americano, de  la Institución Smithsonian, Bertha Schaefer declara no recordar exactamente cómo Julio abandonó la galería. Confiesa que él se fue yendo lentamente, y también, que supo que su esposa murió por esos años, y él  había dejado de pintar.

Las últimas referencias documentales que colocan a Julio dentro de la Galería Schaefer, es la referida a su muestra personal de 1963, cuya imagen promocional permite observar un reacomodo entre abstracción y la figura humana, y además, su participación, en 1964,  en una muestra colectiva; “Collage: cinco nacionalidades.  Pintores y escultores.” 

Un cálculo razonable, si tomamos en cuenta el conjunto de muestras personales y colectivas en las que participó Girona sólo durante su asociación con la Galería Schaefer, sería que debieron ser más de 70 —tal vez más— las obras del pintor (desconocidas hoy) que circularon bajo su gestión por Estados Unidos y el extanjero en estos años. 

Alguna de la obra posterior, temprana en los ´70´s y aun los 80´s que le acreditan a Julio Girona ciertas  galerías en la actualidad, indican que su estancia en Alemania por estos años trajo a su obra, al parecer,  un notable giro hacia formas del abstraccionismo europeo.  Si de algo puede servir tal evidencia, sería para corroborar que su etapa de vinculación con la Escuela de Nueva York  había quedado atrás.

No sin grandes esfuerzos,  llegamos al centenario de Julio Girona, el pasado 29 de diciembre, con nuevos conocimientos que han resultado de investigaciones puntuales (1) —aún parciales— acerca de su obra artística, y su trayectoria inicial como pintor. A ello, a su obra de caricaturista político antifascista de los años 1937-1939 en Nueva York y La Habana (concluida); al testimonio de Andrés Rivero (Andy), quien compartió con Girona su última exposición de pintura abstracta en vida (2001), y a los testimonios personales del escritor, crítico y profesor, Francisco López Sacha, vinculado como editor a sus libros testimoniales, del también artista y crítico manzanillero, Manuel López Oliva, y del crítico, ensayista e investigador  Rafael Acosta de Arriba, amigo personal de artista, se dedicó el panel destinado a  homenajearlo, en el Instituto cubano de investigación cultural Juan Marinello, recientemente. 

 

Nota del autor

(1) Este trabajo es resultado de la más reciente investigación que pude realizar acerca del tema, gracias a una estancia concedida para ello por el Museo de Arte Americano de la Smithsonian Institution, Washington D.C., entre 2012-2013.


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