Fue uno de esos autores que descubrí mientras estudiaba Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Un día, cuando caminaba por la calle 23 de El Vedado, me acerco curiosa a la venta de libros en el parque El Quijote. Indecisa y con poco dinero, pregunto a una señora cerca de mí —con cara de experta lectora— por tres de los mejores títulos de aquel stand. Con insistencia ella me señaló Llueve sobre La Habana, de Julio Travieso Serrano, uno de esos textos que nunca he olvidado, a pesar de haber transcurrido una década de haberlo leído. En época más reciente, en otra librería de la capital, hallé El cuaderno de los disparates, otro de esos libros originales y escritos de manera impecable, del reconocido escritor.
Sin adelantar más detalles sobre su vida y obra, solo quisiera agregar que Julio Travieso es una de las personalidades a quien está dedicada este año la Feria Internacional del Libro de La Habana, junto a la eminente bibliógrafa Araceli García Carranza Bassetti. Su obra incluye varios libros de cuentos y novelas, donde el punto común es el tratamiento de temas históricos cubanos o universales. Entre sus ejemplares más reconocidos se encuentran El polvo y el oro, Cuando la noche muera y los ya mencionados Llueve sobre La Habana y El cuaderno de los disparates. Varios de sus títulos han sido traducidos a otros idiomas, fundamentalmente al italiano y al alemán. Julio, asimismo ha traducido al idioma ruso aproximadamente diez obras.
Ostenta importantes premios y distinciones, entre ellos: el Premio Nacional de Literatura (2021), Premio del Concurso UNEAC de Novela (1981) por Cuando la noche muera, Distinción por la Cultura Nacional (1988); Premio Mazatlán de Literatura de México (1994) por la novela El polvo y el oro; fue finalista además del Premio de Novela “Rómulo Gallegos” (1995); obtuvo igualmente el Premio de la Crítica Literaria (1996) por El polvo y el oro.
Recorramos entonces junto a él por sus caminos literarios: desde sus primeros pasos como literato, hasta la época actual, en esta entrevista exclusiva para El Periódico Cubarte.
—¿Cuándo y por qué comenzó a escribir Literatura de manera consiente? ¿Recuerda el nombre de su primer texto?
Siempre me gustó escribir. En 1965. Quise relatar lo que viví durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, en la cual participé activamente. El cuento El torturado que formó parte de mi primer libro Días de guerra fue el primero que realicé.
—¿Qué escritores lo han influenciado?
La relación es amplia y tributa en dos direcciones, autores cuyas obras me han agradado como literatura y visión del mundo, y aquellos cuyos libros, además de agradarme me han servido como referentes, en cuanto a técnicas, manejo de personajes, lenguaje. En el primer grupo están Homero con su Ilíada, Virgilio, Ovidio, Apuleyo, Séneca, Bocaccio, Cervantes, Rabelais, Chaucer, Balzac, Lev Tolstoi, Dostoevski, Babel; en el segundo, escritores fundamentalmente modernos: Flaubert, Hemingway, Dos Passos, Mailer, Malraux, Robbe Grillet, Bulgákov, Grosman, Borges, Rulfo, Roa Bastos, entre otros.
—¿Cómo es su proceso de creación literaria? ¿Tiene rituales antes, durante o después de escribir? ¿Qué horarios prefiere?
Prefiero escribir en la tranquilidad y silencio de la noche, de 10 de la noche a dos de la madrugada.
—¿Por qué pudiéramos decir que el hilo conductor en su obra ha sido su interés en explorar las profundidades de la sociedad cubana? ¿Cómo ha intentado realizar esto a lo largo de su carrera desde los distintos subgéneros literarios?
Me atrae el pasado en general, con sus claroscuros, sus vericuetos y sus interrogantes que yo analizo y respondo desde la literatura. Particularizo ese pasado en mi país porque me es más cercano, más presente y se me hace más comprensible.
—¿Cuán central ha sido en su carrera la Literatura histórica? ¿De qué manera desde la metaficción histórica ha logrado con verosimilitud representar realidades pasadas?
El que algunas de mis novelas sean de temas históricos no significa que me haya propuesto ser el literato de la Historia de Cuba. También tengo una novela cuya trama parte del siglo I a.C. He escrito obras de temas actuales o del pasado inmediato, incluso de corte fantástico. Si lo he logrado representar verosímilmente lo deben determinar los críticos. Siempre me guié por lo dicho por Aristóteles: “Es propio del historiador representar las cosas realmente ocurridas, propio del poeta como pudieron haber ocurrido, según verosímil necesidad”.
Muchos jóvenes tal vez no han leído El polvo y el oro a pesar de ser una de sus obras más relevantes. ¿Por qué les recomienda que lo hagan? ¿Qué pudieran conocer allí sobre la Historia de Cuba que no esté presente en un libro de texto?
En realidad, no me veo como consejero de lecturas. Bastante hago con escribir. En cuanto a los libros de textos no se puede generalizar. Si me viera obligado a destacar qué aspectos de nuestra historia no se hallan en un libro escolar y se pueden hallar en mi obra diría que lo lúdico y fantástico.
—¿Cómo logró originalidad como escritor en Llueve sobre La Habana al hablar de temas tan recurrentes en la Literatura Cubana de los últimos años como la prostitución y la crisis económica de Cuba?
Me es difícil, por no decir casi imposible, auto valorarme. Eso deben de hacerlo otros. Me atrevería a decir que viendo el fenómeno desde dentro sin melodrama y sin vulgarizarlo.
—¿Cómo intentó “librarse de sus fantasmas” en libros más testimoniales como Días de guerra y Para matar el lobo?
Dejando que los fantasmas recorrieran sus páginas, tal y como fueron realmente.
—Julio Travieso también ha escrito obras del género fantástico como El enviado: ¿Cuán difícil fue la realización de este texto desde el punto de vista narrativo?
Tengo algunos cuentos de ciencia ficción publicados en revistas. Me encanta Bradbury, un grande entre los grandes, pero también los hermanos Strugatsky. Pero el papel de la ciencia ficción en El enviado es nulo. Lo que sí la recorre es el elemento fantástico, característico de las creencias y religiones esotéricas. Su presencia viene por mi gran interés en esas religiones, en particular el gnosticismo. Creencia fantástica que existe desde antes de Cristo, a quien aceptaron, que se transfigura en diversas corrientes, cátaros, bogomilos, albiguenses, rosacruces, y se mantiene viva, siempre, en secreto, hasta nuestros días. Este conocimiento es mínimo en Cuba.
Difícil me fue en extremo por dos elementos, lo extenso del plano temporal, desde Cristo hasta la fecha, y lo voluminoso de la bibliografía a manejar. Es mi novela más complicada, donde el enfoque filosófico es determinante. En ella está presente la idea maniquea de que en el mundo se mantiene la lucha entre el Bien y el Mal y de que es posible que haciendo el Bien se llegue al Mal y a la inversa. Esa lucha en la narración me sirvió para lograr una extraordinaria aventura, algo que siempre intento en mis novelas, que se mantenga el ritmo narrativo característico de una aventura.
—En El cuaderno de los disparates un loco cuenta a su psiquiatra tantas verdades que sorprenden: ¿Cómo ideó este libro el cual habla de la condición humana?¿Por qué le sucede que cuando lee este texto le parece como si lo hubiera escrito otra persona?
La locura y los locos es un tema que siempre me ha atraído. ¿Qué es un loco? ¿Qué hay dentro de su cerebro? Recordemos que hasta no hace mucho tiempo, al llamado loco se le consideraba hechizado, endemoniado. Se le podía quemar. A alguien como el marqués de Sade se le internó en un manicomio. Lo pensado por un loco no tiene valor.
Entonces si ponemos en boca de un loco ideas, proyectos, que coloquen en tela de juicio y cuestionen instituciones, costumbres, personas “sagradas” de la civilización no pasa nada porque lo dicho por el loco es absurdo, falso. En realidad, el supuesto loco dice verdades desde su visión.
Esa idea llegó a mí. Luego, ella misma se fue desarrollando por sí sola, a medida que los temas surgían y yo los escribía. Efectivamente, parece que no he escrito yo, sino Antonio Trase.
—¿El libro de Pegaso es un maravilloso texto de fantasía el cual escribió pensando en el público joven? ¿Cuánto disfruta escribir para este rango de edad? ¿Futuros proyectos al respecto?
No soy un autor de literatura para niños, lo que no quiere decir que no la aprecie cuando es de calidad y no tome al niño como a un retrasado mental a quien se le repiten una y otra vez las mismas anécdotas baladíes. Fui muy amigo de Dora Alonso y mucho estimo su literatura.
Este libro lo escribí para mi nieta que nació y vive en Nueva York, pensando en ella. Lo escribí y me divertí mucho porque hice partícipes de la aventura narrativa a personajes adultos a quienes mucho aprecio, Don Quijote, Sancho, Sherlock Holmes, Watson, el profesor Moriarty, e incluso el mismo Conand Doyle.
—¿Alguna vez ha pensado escribir para los niños pequeños?
No, no está entre mis proyectos.
—¿Ha escrito poesía?
Sí, pero no la he publicado ni la publicaré.
—¿Cómo cree que pudiera resolverse la crisis editorial cubana en la actualidad? ¿Qué alternativas ha buscado usted para seguir publicando en Cuba y el extranjero?
La respuesta más sencilla es que se resolverá cuando se importe suficiente papel. ¿En qué momento será eso? Cuando se solucione la crisis estructural mucho mayor de la que es parte, por la que atravesamos.
Las opciones que he buscado han sido escribir buena literatura que interese a los editores, mantener relaciones con los cubanos y extranjeros que ya me han publicado.
—¿En qué proyectos está trabajando ahora mismo Julio Travieso?
Asombrosamente estoy escribiendo dos libros al mismo tiempo, algo que no se debe hacer. Uno es la continuación de El cuaderno de los disparates, con nuevos proyectos de Antonio Trase que analiza los Siete pecados capitales y opina si, efectivamente, son dañinos o no. Otro, acerca las historias y anécdotas sobre la pandemia del Coronavirus, que se cuentan un grupo de amigos a través de la internet.
—¿Qué deudas tiene como escritor?
Debí haber escrito más y no haber perdido mi tiempo en labores tontas y absurdas, sin valores genuinos, que me impuso la sociedad y que tuve que aceptar si no quería ser expulsado de su seno.
—¿Pudiera enviar un mensaje al público que admira su obra?
En primer lugar, agradecerle por leerme. En segundo, pedirle que no se deje dominar por la literatura chatarra que nos invade.
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