Justo Vega es uno de esos nombres imprescindibles de las tradiciones campesinas, el repentismo y la cultura cubana en general. A veinte y ocho años de su desaparición física, rememorar su obra y legado es un acto de agradecimiento a quien desarrolló una gran obra en pos de los valores del repentismo cubano y la preservación de las tradiciones campesinas de la isla. La noticia de su fallecimiento el 13 enero de 1993, dejó una gran huella en panorama cultural por ser él, un artista auténtico, que con su entrega y constancia enalteció los valores de la décima y el verso improvisado hasta convertirse en referente de la música campesina.
Matancero de nacimiento, Justo Vega fue uno de los repentistas estelares del pie forzado y el punto cubano. Muchos lo recuerdan por sus presentaciones en el programa Palmas y Cañas, junto a Adolfo Alfonso, con quien conformó un fabuloso equipo donde se unían la inteligencia, la gracia y la sagacidad al versar.
Antes había participado en el programa Patria Guajira mientras sostenía canturías memorables en certámenes poéticos y dirigía programas radiales.
Su historia artística comenzó antes. Cuentan que en 1924 llegó a la capital y diez años después fundó y dirigió el cuarteto Trovadores Cubanos, integrado además por Pedro Guerra, Alejandro Aguilar y Bernardo Vega.
La fuerza de su poesía lo colocó entre los grandes de la décima, junto a Jesús Orta Ruiz, Chanito Isidrón, Angelito Valiente, José Sánchez León, José Marichal, Patricio Lastra y muchos otros.
Más que un gran intérprete, Justo Vega se convirtió en el artífice de fabulosas controversias, evocadas por varias generaciones de cubanos que disfrutaron sus presentaciones en la radio, la televisión y las fiestas campesinas.
Durante más de cincuenta años ofreció su arte de fuerte arraigo, entre quienes reconocen los valores de la poesía oral. No en vano se le recuerda como “El caballero de la décima improvisada”.
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