Kono y los Chicos de Cuba fue la primera propuesta de la noche en el Centro Cultural Bertholt Brecht, con todo un derroche de música construida a partir de la fusión de los elementos de la folclórica japonesa y la folclórica cubana.
Formada por instrumentistas cubanos, bajo la dirección de su director, un percusionista japonés que lleva en la Isla cerca de 31 años, regalaron un concierto que tuvo un estreno mundial, y todas las obras contaron con arreglos de Yuniel Lombida.
Fueron en total cuatro piezas, con letras en japonés y excelentes improvisaciones. Resultó interesante ver el uso de instrumentos tradicionales japoneses como el koto y muchos tambores del país asiático, así como otros occidentales como la trompeta, el saxofón, el piano y el bajo.
Igualmente la noche contó con otros artistas, liderados por el pianista, percusionista, compositor, arreglista y multipremiado productor musical Emilio Vega.
Paso al frente, nombre que reciben, es una alineación de su orquesta Estrellas de Areito, que está integrada por Roberto Vázquez en el bajo, Juan Carlos Rojas en la batería, Raúl (el Chino) Vargas en la guitarra, Reinaldo Melián en la trompeta- friscorno y Pablo Cruz en los saxofones.
Interpretaron entre otras piezas una composición propia del director, dedicada a uno de los iconos de la música caribeña y el reggae Bob Marley, titulada Marley swings.
También deleitaron a los presentes con la balada Destellos de luz, que tuvo al saxofón como solista, obra presente en su próximo disco que pronto estará en producción.
Entre esas y otras obras como Calle Línea y First Date la agrupación hizo disfrutar a los allí presentes con las variadas sonoridades y ritmos del jazz.
El trompetista Carlos Sarduy fue el tercer anfitrión de la noche. Este artista conocido por sus disímiles colaboraciones con los más reconocidos del mundo de la música de Cuba y del mundo, se presentó por primera vez en esta 37 edición del Festival Jazz Plaza, acompañado por Rolando Luna, José Ángel Blanco, Brenda Navarrete, Gastón Joya y Oliver Valdés.
Al finalizar la noche, fuimos testigo de las más virtuosas improvisaciones de cada uno de los instrumentistas presentes, de los constantes juegos con el tiempo y uso de las más variadas técnicas jazzisticas.
Se disfrrutó la magia de la trompeta, tumbadoras y fiscorno y cada interpretación fue única e irrepetible.
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