Todo ser humano tiene el derecho de situarse políticamente a la izquierda, a la derecha o al centro, con independencia de su clase, grupo o capas sociales, su sexo o identidad de género, orientación sexual, grupo étnico, color de la piel, nacionalidad, credo religioso o su ateísmo, en fin… nada importa de sus orígenes para tener una posición política, porque la lógica -según Marx- es dialéctica y no pragmática. Si fuera pragmática, todos los obreros y campesinos tendrían que estar irremediablemente a la izquierda y los burgueses a la derecha, entonces Fidel Castro no hubiera dirigido la Revolución Cubana por su origen burgués-terrateniente ni Carlos Manuel de Céspedes le hubiera llamado ciudadanos a sus esclavos que liberó.
Las personas descendientes más directas de los esclavizados africanos no tienen que ser izquierdistas a ultranza, tienen derecho a escoger. Ahora, no es paradójico que exista una tendencia de afroderecha, organizada y estructurada, lo paradójico es que la afroderecha trate de asumirse como la opción más apropiada para la liberación de las masas afrodescendientes y que su discurso sea el de la reivindicación de la diáspora africana.
Claro, si las potencias imperialistas se presentan como “el mundo libre” pletórico de democracia, libertades y derechos humanos, ahí cabe el discurso “emancipador” de la afroderecha. Lo increíble es que, en la Isla de la libertad, como bautizaron los soviéticos a Cuba y el mundo admirado les siguió la rima, haya personas instruidas, empoderadas por el proceso revolucionario y activistas sociales en el contexto realmente emancipador de este archipiélago, que crean en ese discurso, lo aplaudan y lo adopten como propio. Caben preguntas: ¿ingenuidad? ¿cortesía? ¿doble rasero? o ¿acaso vendieron su alma al diablo?
Una persona puede ser ingenua y como el discurso no contradice en lo general sus objetivos, puede entonces pensar que el discursante coincide con sus principios. Eso sucede si no conoce “el paño” y lo compra, y sencillamente peca de ingenua.
Alguien puede ser cortes y aplaudir sin euforia como cuando en el teatro no le gusta la puesta en escena y aplaude solo por cortesía, pero si lo hace eufóricamente, entonces da muestra de que la puesta le gusta. Si ya estaba plenamente identificado desde antes con el lado diestro, su acción es consecuente con su pensamiento; pero, si se alineaba del lado contrario y de pronto, aplaude a esa persona que es diametralmente opuesta en sus acciones a lo que discursa, entonces, usted se está traicionando a sí misma.
No hablo en abstracto, sólo me reservo los datos identificativos de los protagonistas de ese hecho, pero además, tampoco es un hecho aislado, sucede, habitual u ocasionalmente en Cuba y debemos evitar que se convierta en tendencia.
¿De qué habla la afroderecha?
Una matriz del discurso de la afroderecha es que el racismo es sistémico y estructural universalmente, que abarca a todos los sistemas políticos y a todos los países, los iguala en eso como si fuera un mal consustancial al ser humano y no a determinadas condicionantes históricas.
En ese sentido, entonces la afroderecha sustenta, -entre líneas, como mensaje subliminal- que en el socialismo cubano también existiría un racismo sistémico y estructural y realmente no es, ni puede ser así.
Lo sistémico, tanto para los fenómenos de la naturaleza, como de la sociedad, es lo que un sistema determinado produce y reproduce por sus propias condiciones, en la naturaleza por sus condicionantes naturales y en la sociedad por un sistema históricamente determinado por sus relaciones de producción que constituyen la base de un modo de producción que, a su vez, sirve de sostén a una formación económico-social en la superestructura que lleva implícito un sistema político y un mundo espiritual. Lo estructural es precisamente lo que esa estructura política y social produce y reproduce de por sí, condicionada por su base económica.
El capitalismo creó el racismo, no existió en el mundo antiguo ni en el medieval, la teoría de las razas supone la existencia de grupos de individuos dentro de una especie que se asemejan entre sí y se diferencian de otros por sus cualidades y capacidades. Esa fue una teoría propia de las ciencias biológicas de la modernidad en ciernes y la creencia de que podía ser aplicable al hombre, además de varias especies de animales, pudo ser ingenua en su momento inicial por los científicos pero la burguesía en la conquista y colonización de América y después del África y del Asia, en pleno proceso de acumulación originaria del capital, la manipularon de tal forma que produjo un genocidio de los pueblos originarios americanos, la esclavización de millones de africanos y en menor medida de hindúes y asiáticos orientales así como la discriminación vejaminosa de los indígenas australianos.
Legalizar tal teoría, hacerla propia del imaginario común, de la cultura popular, de la vida cotidiana, de la enseñanza escolar y de la práctica económica, política, jurídica y social, es propia del desarrollo de las relaciones de producción capitalistas. El racismo es hijo de la esclavización del indígena americano, del africano y del asiático, tratar de verlo como algo de la naturaleza humana es violentar esa propia naturaleza.
Al socialismo, en tanto sociedad verdaderamente humanista, emancipadora, desenajenante y civilizatoria le es ajena toda explotación del hombre por el hombre y por tanto, donde la propiedad sobre los fundamentales de producción es social -más allá que nos cueste trabajo sentirnos propietarios, es una realidad- no es posible pensar que el sistema engendre el racismo, más bien lo hereda y también hereda las condicionantes objetivas que lo propiciaron y en un tiempo histórico breve es muy difícil superar esas condiciones objetivas y hasta se reproducen circunstancialmente pero no es el sistema, son sus actores y su herencia económica, histórica, social y cultural, y sobre todo, el elemento de la subjetividad es muy difícil de transformar. Definitivamente, es sistémico y estructural el racismo en el capitalismo, pero no en el socialismo.
Es un problema global el del racismo, en toda su extensión, el racismo hegemónico y el reactivo, el racismo antropocéntrico y por el color de la piel, la xenofobia, la etnofobia y el nacionalismo chovinista, pero tiene una diferenciación entre los dos sistemas que conviven en la humanidad actual y es sistémico y estructural, en uno de ellos, el capitalismo y queda como rezago o vestigio, en el otro, el socialismo que, en definitiva, aún no ha rebasado en ninguna parte, el período de tránsito del capitalismo al socialismo y de construcción del socialismo.
Otra arista del discurso de la afroderecha es cimentar como real el concepto de raza y por decantación, los de identidad racial y conciencia racial, partiendo del hecho de reivindicar la construcción sociocultural de la existencia de razas en la especie humana en detrimento de la esencia biológica que la niega. Plantea que, si en definitiva, el ser humano ha adoptado el concepto como válido, debe respetarse y fundamentarse. Nada de emancipatorio tiene tal planteamiento. Nuestra especie tiene grupos de individuos diferenciados naturalmente por el fenotipo y el genotipo. 110 tonos de piel en el primer caso y diversidad de rasgos diferentes en su morfología externa en cuanto a los músculos faciales, las extremidades u otras partes del cuerpo, la textura capilar y en fin… somos diversos ojos vista y en el segundo caso, los ADN mitocondriales y cromosómicos nos diferencian internamente. En el orden espiritual, aparece la tercera diferenciación de los grupos humanos: la etnia, en tanto hábitos, habilidades, costumbres y tradiciones culturales de todo tipo, pero nada de eso nos hace diferenciarnos en cualidades y capacidades, si bien a la personalidad, única e irrepetible, se le atribuye o se niega la inteligencia, la vocación y el talento, no es posible, atribuirles esas cosas a las grupalidades humanas. Eso hizo la burguesía europea y americana entre los siglos XVI y XIX y ha sobrevivido en el XX y el XXI. Definitivamente, hay razas en otras especies, pero en la humana no las hay y lejos de reivindicar tal concepto, el deber moral y científico, nos obliga a deconstruirlo.
Si no hay razas, no puede haber identidad racial, los grupos humanos tienen identidad étnica, nacional, regional, territorial, local, gremial, sexual, genérica, religiosa y por el color de la piel, pero no racial y la conciencia social en sus diez formas reconocidas, formadas por la ideología y la psicología social, se corresponde con esas identidades, pero no debe existir conciencia racial. Racializar al ser humano culturalmente, es otra violencia a la madre naturaleza.
Con esos presupuestos teóricos, la afroderecha trata de abanderar la lucha por las reparaciones a las personas afrodescendientes, a la llamada diáspora africana, a los pueblos afroamericanos, afrolatinos y afrocaribeños. Es legítima la exigencia de reparaciones y más aún la lucha por ella, pero del lado de la derecha no es creíble. Si estás a la derecha defenderás los valores del libre mercado sobre la sociedad, el egoísmo de la libre competencia y concurrencia a ese mercado, la eficiencia económica sobre la base de recortes al presupuesto social y la mayor productividad basada en despidos masivos y mayor explotación del que se queda. Si estás a la derecha en este continente, defenderás el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos hacia Cuba con efectos extraterritoriales y universales, las agresiones económicas y de todo tipo contra las revoluciones sandinista y bolivariana y en fin, contra todo lo que esté del lado contrario: la izquierda.
No puede ser emancipadora la afroderecha
En última instancia, la afroderecha termina limitándose a defender los afroemprendimientos que no alcanzan a empoderar a todos los afrodescendientes, las cuotas en universidades, espectáculos artísticos, productos audiovisuales… que no es el todo del pastel sino solo cuñas del mismo. Esas propuestas son válidas, necesarias y legítimas, no desestimables, pero no son masivas ni extensivas. En el socialismo criollo, seguiremos defendiendo que la mujer emprendedora continúe creciendo, que se empodere a la mujer en ese campo económico y que se coloree cada vez más, con todos los matices de los 105 tonos de piel de la mujer cubana y estaremos vigilantes en eso. Igual, con la mujer creadora, lo fomentaremos y seguiremos preocupados porque las universidades, preuniversitarios y los de ciencias exactas, los tecnológicos y los politécnicos se coloreen cada vez más, que sean los menos los que se queden al concluir el 9no grado sin seguir estudiando, que todos tengan continuidad de estudios hacia todos los tipos de enseñanza y que inunden con su colorido epidérmico todas las carreras superiores y que después, ejerzan en Cuba y que contribuyan con su creatividad a construir un socialismo ferozmente bloqueado, pero que debemos hacerlo próspero y sostenible. Nada de eso es compatible si la persona se sitúa a la derecha como en los Estados Generales de la Francia prerrevolucionaria que dio origen a esa clasificación política.
Cuba, es un pueblo afrodescendiente por definición más allá de los tonos de piel de sus componentes individuales, es genéticamente mestizo, fenotípicamente diverso, culturalmente un etnos-nación y un solo pueblo y en su proyecto político y social, una sola patria, desde Aponte, Varela y Céspedes, desde Martí y Maceo hasta Fidel. Las reparaciones a los afrodescendientes cubanos comenzó el 1ro. de enero de 1959 con una revolución democrático-popular devenida socialista y que en los últimos cinco años ha tomado la forma de Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial con los símbolos espirituales del “color cubano” de Nicolás Guillén y el “ajiaco” de Fernando Ortiz. Los once subprogramas de este programa, son las reparaciones por las que otros luchan en otra geografía.
A mí me preocupan los cubanos y cubanas que ¿ingenuamente? asumen los discursos de la afroderecha ¿involuntariamente, inconscientemente, sin proponérselo? Nuestro activismo social ciudadano antirracista que constituye el subprograma 5 del Programa Nacional Color Cubano, tiene que, irremediablemente, sentarse del lado izquierdo del escenario, si no, no es legítimo.
Yo concluyo contando que en cierta ocasión nos visitó una líder de la afroderecha procedente de un país latinoamericano que dijo muchas cosas, dijo todo lo que se le ocurrió y hasta hizo una presentación de su currículum político, pero lamentablemente tuvo lagunas en su discurso, se le olvidó decir que en el país donde fue subjefa de Estado, las comunidades originarias están aisladas, los afrodescendientes siguen esperando por esas cacareadas reparaciones y en el orden global, esa persona fue vocera del ultra reaccionario y conservador Grupo de Lima, por demás, desprestigiado, y hasta esa persona solicitó, en no pocas ocasiones, la intervención militar de otra entidad desprestigiada: la Organización de Estados Americanos (OEA) en la República Bolivariana de Venezuela, que sí está haciendo reparaciones históricas hacia sus pueblos originarios y las masas afrodescendientes.
En aquella ocasión escuché algunos aplausos complacientes, incluso intervenciones de beneplácito, pero, después de una respuesta patriótica de alguien que vive la Revolución en sus venas, no me percaté en qué momento se marchó la disertante del cónclave, se fue tan clandestinamente que no dejó huellas físicas como tampoco su intrascendente discurso y es que, en la Isla de la Libertad, la afroderecha no puede dar recetas, consumimos otros medicamentos, autóctonos, para resolver los males por vencer.
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