Si la Giselle de Alicia Alonso es una de las más grandes Giselle de este siglo, es porque nuestra magnífica bailarina, yendo más allá de la simple leyenda de Teófilo Gautier, alcanza lo patético del romanticismo; si su Lago de los cisnes sigue siendo inolvidable, es porque, más allá de una técnica excepcional, la intérprete se muestra como una fatalidad que, en las escenas del Cisne Negro, se torna en una suerte de maleficio... ¿y qué decir de su incomparable Carmen —creación única— donde una prodigiosa sensualidad del alfabeto gestual compone frases que no podrán tener otro desenlace que la tragedia?
Patética, trágica, seductora o demoníaca cuando el roll exige, dando siempre lo máximo de ella misma, Alicia Alonso, exteriorizando su poderosa personalidad, es una de las bailarinas más completas de nuestro tiempo, sin hablar ya de su trabajo de dirección coreográfica, esfera en la que ella ha realizado una inmensa labor de creación.
Nacida en una isla cuya música ya en el siglo XVII se distinguía por su originalidad, formada en el seno de un pueblo para el que la danza responde a una necesidad profunda del temperamento. Alicia se ha convertido, en cierta medida. en su artista nacional.
Y como el alción, de la sima de la ola ha emprendido su vuelo, haciendo irradiar su arte con una deslumbrante maestría, sobre todos los grandes escenarios del mundo.
1980
*Palabras para el Homenaje de la UNESCO a Alicia Alonso, París, 24 de marzo de 1980. Escritas originalmente en francés, se incluyeron en el programa de mano del homenaje. Publicadas en español, en: Cuba en el Ballet, La Habana, Vol. 11, No. 3, jul-sept, 1980, pp. 4-5.
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