Luis Hernando Forero (Poli) ha permanecido por más de cuatro décadas en La Candelaria, una de las agrupaciones teatrales más representativas del continente, firme con su activismo social y político, revolucionaria en la teoría y práctica escénica, y espejo de la realidad colombiana.

A Cuba regresó Poli junto a su grupo, en el contexto de Mayo Teatral, para llevar al público de la Isla Camilo, obra que aúna dos aniversarios 50: el de la muerte del sacerdote guerrillero Camilo Torres, y el de fundada La Candelaria en junio de 1966.

Poco antes de comenzar el homenaje a la agrupación colombiana en el Encuentro de Teatristas celebrado en Casa de las Américas, Cubarte conversó con Poli, quien, además de la música y el teatro, también trabaja en el cine y la televisión.

A punto de cumplir 50 años La Candelaria, ¿qué resaltaría dentro de su larga experiencia en la agrupación?

Llevo 42 años de permanencia y lo más relevante ha sido la preocupación por hacer un teatro de dramaturgia nacional, donde encontremos nuestras formas expresivas propias hacia un público que lo necesita. En la situación tan particular de guerra que estamos viviendo y en una sociedad muy descompuesta, el teatro se vuelve una necesidad fundamental para la gente.

A lo largo de todos estos años hemos hecho muchas obras. A Casa de las Américas mandamos los textos de Guadalupe años Sin Cuenta y Los 10 días que estremecieron al mundo, que fueron Premio Casa. También siempre hemos estado muy vinculados con los grupos más vanguardistas de América Latina: el Yuyachkani de Perú; Teatro Los Andes de Bolivia, El Galpone en Montevideo; los grupos de México. Con las agrupaciones cubanas también hemos tenido un vínculo muy grande, por esa necesidad de estrechar los lazos a través del arte y nuestra expresión, que es el teatro.

¿Qué principios estéticos y conceptuales rigen a La Candelaria?

Básicamente, hacer un teatro de muy alta calidad. Nosotros ensayamos todos los días de 9:00 de la mañana a 1:00 de la tarde, y en las temporadas trabajamos en las noches de miércoles a sábado. Para preparar una obra solemos tardar dos años. Claro, son obras que no solamente engloban el trabajo de investigación del grupo, sino a las que se suman investigadores, sociólogos, economistas, dirigentes populares y gremiales, médicos…

La creación colectiva no es solamente dentro de nuestro grupo, se trata de un crisol donde interviene mucha gente de toda la sociedad. Esa dedicación sistemática va en busca de una estética muy alta, porque pensamos que a los sectores populares hay que llevarles el mejor teatro del mundo. Lo otro es mantenernos fieles a nuestros principios de soñar y pensar en un mundo mejor.

¿Cuáles son las temáticas que más les interesan llevar a escena?

El país que tenemos nos da todas las temáticas. Guadalupe años Sin Cuenta, por ejemplo, es una historia de las primeras guerrillas que hubo en Colombia y cómo surgió la FARC, que está ahora acá en La Habana librando un acuerdo con el gobierno, para ver si al menos tenemos una generación que no viva la guerra.

Nuestra clase dirigente es la más teatral, porque todos son corruptos y su manera de expresarse nos da los elementos para incorporarlos a nuestro material de investigación. Por eso la inspiración es siempre nuestra realidad, incluso en El Quijote, escrito por nuestro director Santiago García, está muy referenciada Colombia tanto política como culturalmente. El lenguaje en el libro suena caduco, pero nosotros hicimos un procesamiento de apropiación cultural sobre cómo se habla ese mismo castellano en Boyacá, en Santander, en las distintas regiones del país. Ese proceso hace que haya una relación muy de risa, el otro elemento que siempre tratamos de mantener: no perder nunca el sentido del humor.

¿Cuáles son los principales retos y desafíos del colectivo en el contexto actual?

Los principales retos siempre han sido seguir insistiendo; digamos más que subsistir, persistir, mantener la tenacidad contra viento y marea, porque en nuestro país no hay prácticamente ningún estímulo al teatro, y con respecto al teatro que hacemos la posición es casi negativa. Paradójicamente, en Europa, Estados Unidos y América Latina somos muy reconocidos, pero en nuestro país siempre las administraciones locales y nacionales nos cierran las entradas y salidas. Aun así, tenemos vínculos muy importantes con el movimiento obrero, los campesinos, los estudiantes, y ese público que hemos conquistado en estos 50 años es el que hace que sigamos existiendo.

¿Cómo valora un evento como Mayo Teatral para el intercambio entre los teatristas latinoamericanos y la visibilización de las artes escénicas del continente?

Es muy placentero para nosotros llegar aquí y celebrar nuestro aniversario junto a los de Yuyachkani, con sus 45 años; Malayerba, de Ecuador, que cumple 40 años; Teatro de Los Andes, que celebra el aniversario 30. Ello quiere decir que, paradójicamente, a pesar de todo el bombardeo ideológico y la globalización, nos seguimos manteniendo como grupos contra viento y marea. Pienso que tenemos que buscar la manera de encontrarnos más, discutir entre nosotros e irradiar nuestro trabajo, ya como experiencias.

Mayo Teatral tiene una estructura y una propuesta muy buena, en el sentido de que crea este espacio donde venimos a interactuar. En Bogotá existe el Festival Iberoamericano de Teatro, al que asisten 50 o 60 compañías de todo el mundo. Es un evento gigantesco, pero nadie se conoce entre sí, nadie se comunica con nadie, y pocos tienen la posibilidad de adquirir un boleto para ver un grupo de esos allá. Todo es muy elitista, por ejemplo, una boleta para ver un grupo francés cuesta 80 o 100 dólares. Sin embargo, aquí en Cuba existe este encuentro donde podemos hablar con los peruanos, bolivianos, cubanos, y reflexionar acerca de nuestro oficio.